Las imágenes de normalidad en el centro de la capital de Beni son ilusorias. Este es el departamento boliviano más castigado por las inundaciones que dejó la presente temporada del Niño.
Apenas uno deja atrás los carteles que recuerdan que los festejos del carnaval recién terminan este fin de semana y cruza las defensas que circundan el casco principal de Trinidad, todo -edificios, árboles, cercas y animales- parece brotar del agua.
Las clases están suspendidas pues los edificios escolares están siendo utilizados para alojar a los desplazados.
En los accesos que conducen desde la periferia al centro, algunos afectados levantaron carpas provisorias al costado de la ruta para aprovechar la altura de los terraplenes y no alejarse demasiado de los bienes que dejaron en sus casas anegadas.
La última evaluación registra 14.890 familias damnificadas, la pérdida de decenas de miles de cabezas de ganado y gran parte de la red caminera departamental completamente destruida.
También existe temor por el rebrote de enfermedades tropicales. Hay reportes de casos -aún aislados- de dengue, malaria, leptospirosis humana y hantavirus.
La otra mala noticia es que el máximo de la crecida aún está por llegar, probablemente para el último día del mes.
Impacto productivo
"Este es el golpe más fuerte que hemos recibido desde que tengo conocimiento", dijo a BBC Mundo el prefecto (gobernador) de Beni, Ernesto Suárez Satori.
"Estamos acostumbrados. Todos los años tenemos inundaciones para esta época, pero ésta ha sobrepasado cualquier expectativa que hayamos tenido".
Parece que lo peor aún está por llegar.
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Rubén González, director nacional de Socorro y Desastre de la Cruz Roja boliviana también señaló que en sus 27 años en el organismo le tocó vivir las inundaciones del 82 y del 92. "Pero ésta es la de mayor magnitud", aseguró.
Desde el aire, los campos circundantes de Beni se han convertido en islas más o menos extensas en un mar de agua parda.
Los medios locales están poblados de fotos de animales muertos, agonizantes o apretujados en pequeñas lomas de tierra, en lucha por mantenerse con vida.
La debacle productiva de la zona -eminentemente ganadera- ha comenzado a notarse incluso en la capital del país, La Paz, donde ya se habla del temor de escasez de carne y de precios en aumento.
La asistencia ha comenzado a llegar poco a poco. Ya arribaron aviones con cargamentos desde Venezuela y Perú y se espera otro desde Argentina. También hay varias agencias y organismos internacionales trabajando sobre el terreno.
El gobierno central habilitó a los departamentos afectados a utilizar parte de los recursos provenientes de los hidrocarburos para paliar el desastre climático.
Los desplazados
En una escuela del barrio San Antonio de Trinidad pude conversar con Berta Villarroel, mientras cortaba los ingredientes para el guiso destinado a alimentar a todos los moradores del primer piso del establecimiento.
Berta está aquí desde hace 13 días, cuando una repentina crecida la hizo abandonar su casa de madrugada casi con lo puesto.
"Estamos bien. Nos dan comida y tenemos atención médica para los que están enfermos. Entre todos nos repartimos las tareas", explicó.
Yolanda Semo Suárez también está ayudando con la comida. Al igual que Berta dejó casi todo en su casa al salir, que ahora está prácticamente tapada por el agua.
"Va a dar pena volver", nos dice, "pero que más podemos hacer. Habrá que reconstruir nuestras casitas, aunque no las podamos hacer de materiales".
Las aulas de la escuela están ocupadas por muebles y colchones. Algunos duermen en tiendas de lona improvisadas en los patios o subdivisiones con maderas en los corredores.
Hay ropa colgada de las barandas, perros, loros traídos de mascota y chicos jugando por todos lados.
De la inundación a la sequía
Toda el agua que sobra en las tierras bajas de Oriente está faltando en los altos de Occidente.
Aunque ahora los grandes titulares se los lleva la inundación, el mismo fenómeno del Niño ha sometido a los comuneros de la sierra a semanas de heladas y sequía que han acabado con sus cultivos.
El día antes de volar a Trinidad tuve ocasión de hablar con varios de ellos, que llegaron desde la provincia de Pacajes a pedir ayuda a la prefectura de La Paz.
Se han perdido decenas de miles de cabezas de ganado.
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Fidel Apasa Muñoz, líder comunal del cantón Quilloma, explicó que tanto la papa como el forraje están quemados y que sus animales se van a morir por falta de alimento.
"Con esos productos es que mantenemos a la familia. Para mandar a estudiar a los hijos vendemos papa, chuño. Ahora no hay ni para comer ni para llevar al mercado".
Janet Jacob, responsable de la prefectura de La Paz estimó que ya hay unas 9.000 familias damnificadas en todo este departamento andino.
"El Niño atacó al país de diferentes maneras y cada año está un poquitito peor", afirmó.