El 20% del agua dulce de todo el mundo está en la Amazonía. La mala noticia es que todos los días más de 9 millones de galones de petróleo son extraídos de ahí, de la Cuenca Amazónica —que incluye a Ecuador, Perú, Colombia, Venezuela, Brasil, Bolivia, Guyana y Surinam. Pero no todo está perdido. Hay alternativas para salvar lo que aún queda de la Amazonía. Una de ellas es la iniciativa de las Cuencas Sagradas, que nació hace dos años y busca proteger 30 millones de hectáreas de bosques tropicales en esta zona de América Latina. La extensión que se quiere proteger es es casi 800 veces el tamaño de Guayaquil.

Para lograrlo, apuesta por un modelo post-carbono. Esto significa dejar de explotar los combustibles fósiles, principalmente el petróleo. Para conseguirlo, se proponen alternativas económicas amigables con el medio ambiente como el turismo comunitario y la bioeconomía, que promueve un modelo económico que genera bienes y servicios responsables con la naturaleza.

En los últimos 50 años ya hemos perdido el 17% de la selva amazónica. Esto es casi el tamaño de Bolivia. Si no reducimos las emisiones de carbono y no protegemos a la selva amazónica,  podríamos sufrir graves efectos. Por ejemplo, el clima cambiaría drásticamente, el hielo en los polos se derretiría, los niveles del mar subirían unos 66 metros por encima de los actuales y nos quedaríamos sin agua ni alimento. Parece exagerado pero cada día estamos más cerca a esa crisis.

Propuestas como la de las Cuencas Sagradas es una alternativa para cuidar la Amazonía que no sólo benefician a los pueblos amazónicos, sino también a todos, porque dependemos por completo de nuestra naturaleza.