El lenguaje es un arma y Donald Trump es un virtuoso del mismo. De hecho, volvió a demostrarlo una vez más el día de su investidura como presidente de los Estados Unidos, al proclamar que “no solo estaba transfiriéndose el poder de un partido a otro”, sino que lo que en realidad estaba sucediendo era una “transferencia del poder de Washington al pueblo”, asestando así su último golpe de confusión mortal a la sociedad norteamericana y mundial,  que raramente había identificado hasta entonces a la administración de Obama con una administración tiránica y secuestradora de la voluntad popular.

Gracias a tal acumulación de exabruptos poca gente podrá considerar a estas alturas que el estilo de Donald Trump sea elegante, ya sea en política o en otros aspectos menos elevados como por ejemplo su forma de caminar, absolutamente prosaica y propia de un villano gravemente desequilibrado y ansioso por llegar a la Casa Blanca. De ahí que con una persona como él, sea tan de necios concluir; “esperemos a ver cuál es su gestión y su proceder”, porque con tal arsenal de precedentes alguien con un nivel medio de inteligencia debería sencillamente vaticinar: “échense a temblar y no esperen nada bueno por parte de quien habiendo demostrado tan grotescas maneras en su simple trayectoria hacia el poder, seguro que será un total incapaz de realizar un ejercicio sano y apropiado de él.”

Y lo más grave y preocupante en todo este asunto es que Estados Unidos -que no su pueblo- haya decidido conceder la representación de la nación más poderosa del mundo a un personaje que resulta mucho más fácilmente identificable con un villano que con un héroe. Obama no salvó al mundo, es verdad, pero al menos no lo rompió más y gestionó y desarrolló con cierto éxito sus cometidos. Ahora, todo lo que de Donald Trump puede esperarse es sumamente perturbador.

Las formas y las armas de Trump están, precisamente, desarmando todos los argumentos y discursos alternativos a la democracia de principios del siglo XXI. Le dice a la gente lo que diría quien no posee ni el 0,001% de sus propiedades y riquezas. Y mediante el empleo de recursos ideológicos típicos del repertorio más representativo de las corrientes críticas, subversivas y contrarias al capitalismo, la trama principal de su recientemente inaugurada ceremonia de la confusión mundial no tardará mucho tiempo en asomar.