Una de esas personas que no tienen la relevancia social que deberían tener, Sergi Pamiés, ya formuló este interrogante hace unos cuanto años; ¿Es la realidad el reflejo de la publicidad, o es la publicidad el reflejo de la realidad? Una pregunta que, amplificada y ramificada al 1000% en la era de la ultra digitalización actual, resulta fascinante intentar responder y/o esclarecer.

Desarrollemos una teoría rápida para ello. ¿No es ahora todo rápido? ¿No han muerto los tiempos muertos? Vayamos con una fast theory por el mismo precio.

La respuesta, desde el comienzo: La gran masa es un producto. Una pluralidad de seres elaborados. Y no. Los componentes de la masa no elaboran. No son máquinas que a su vez fabrican máquinas, etc. etc tal y como apuntó el genuino M.R.

Segunda conclusión: La tecnología nos ha enajenado como individuos. Ha conseguido que seamos estúpidos. Ha derivado todo nuestro valor hacia el interior de un dispositivo, arrebatándonos la esencia y la libertad.

Razonamiento: Lo digital posee entre sus virtudes la facultad de convertirnos en seres infantiles, asesinos en serie o sujetos políticos o apolíticos, según convenga. La facultad de transformar de arriba a abajo a la sociedad, dejarla como estaba o provocar su involución en cuestión de semanas o meses. Puede, en definitiva, conseguir que alguien siga siendo eternamente el mismo individuo hasta el final de su vida o abocarlo a un cambio radical e imprevisto nunca antes imaginado.

Qué va a pasar: El margen de maniobra se estrecha, ya no está nadie condenado a la libertad, como dijo Sartre, sino a su ausencia, lo que, por otro lado, tiene mucho más sentido desde un punto de vista lógico. Probablemente, aquella libertad que florecía en contextos históricos en los que aún quedaba espacio para el progreso, haya terminado desapareciendo por la inexistencia de ese espacio que alimentaba un porvenir en múltiples formatos.

Dónde estamos: Esta ya no es la etapa de la acumulación de capital sino de la acumulación de información. Pero en esencia todo sigue igual. Una pluralidad de víctimas continúa siendo sacrificada a los dioses de un reino cuya utilidad, lejos de ser la de un benefactor, resulta ser la de un beneficiario, interesado en que la multitud camine tele-dirigida hacia una tele-realidad diseñada bajo el acicate de la consecución del primer o el segundo premio. Pero no es otra cosa que una imposición externa a los componentes de la multitud, una imposición desarrollada por un software que impide su desbloqueo -fundamentalmente, a quienes no puedan pagar la versión Premium que lo posibilita-. El cambio. La libertad. El azar. Todo se dirige hacia ese futuro en el que los cepillos eléctricos, las neveras, los zapatos y los colchones también proporcionarán información sobre el tipo de persona que eras, eres y, lo más importante, serás.

¿Quién eres? Enciende la televisión. Búscalo en el móvil. Lo descubrirás a su debido tiempo.