Dentro de la necesidad por clasificar absolutamente todo, en el ámbito político también podemos encontrar  la división entre personas de izquierdas y personas de derechas.

De igual forma, en el ámbito moral, disponemos de individuos buenos e individuos malos.

Ahora planteemos una combinación aleatoria de cualquiera de los dos aspectos.

Por ejemplo, ser de derechas y a la vez buena persona.

O bien, ser de izquierdas y a la vez mala persona.

¿Son combinaciones compatibles?

Dicho al revés, las personas de izquierdas, ¿son necesariamente buenas personas?

En cuanto a las personas de derechas, ¿son necesariamente malas personas?

Antes de pronunciarnos respecto a cualquiera de estas afirmaciones, hay que decir que no todos tenemos las mismas nociones sobre las mismas cosas.

O que cualquiera de nosotros no tiene por qué ser “de izquierdas” o “de derechas” en su totalidad,  o buenas o malas personas, de un modo estricto y absoluto.

Curiosamente, lo que para algunos constituye una “buena acción” y confiere a alguien la cualidad de “buena persona”, para otros esa misma acción convierte a quien la practica en “mala persona”.

Así, ¿es cierto que todos tenemos una brújula moral exclusiva, con criterio propio para tomar decisiones y establecer conclusiones complejas?

El problema del relativismo moral, ¿realmente existe?

¿Quizás se trata de la consecuencia de las disputas, feroces, que se producen entre las facciones que pugnan por el dominio de lo que “ha de ser” la realidad?

Un ejemplo clásico para ilustrarlo

Ilustremos esto con el clásico ejemplo de las donaciones de los empresarios; hay quienes las consideran “buenas acciones”, y hay quienes las consideran “malas acciones” si no van acompañadas de contribuciones tributarias “acordes” al nivel de ingresos.

¿Son sus propias conclusiones o han sido inducidas por determinados grupos de poder económico o político?

Nos adentramos aquí en el abismo de las profundidades conceptuales; ¿qué quiere decir “acorde”? ¿Qué quiere decir “suficiente”, “generoso”, “solidario”,…?

¿Son términos dinámicos, con sentidos que pueden evolucionar en el tiempo?

El terreno de las grandes preguntas

Nos adentramos, aún más, en el terreno de las grandes preguntas: ¿por medio de qué mecanismo son conferidos los significados a los conceptos?

O, ¿Quién los confiere?

Los significados no son intrínsecos, esenciales, eternos y universales

Si no existe nada intrínseco, o, por así decir, estático en el mundo de los fenómenos biológicos, tal cualidad tampoco es posible en el mundo de las ideas y las palabras.

En cierto sentido, lo único que puede merecer la consideración de “intrínseco” es  la capacidad existente en algún recóndito rincón de la civilización humana para alcanzar -¿imponer?- amplios consensos sobre contenedores de significado originalmente vacíos. Huecos.

Lo peculiar también respecto al “quién confiere los significados”

Sea cual sea la respuesta, existen grandes incentivos para pretender ostentar el monopolio de esta actividad.

Incluso puede llegar a darse la paradoja de que el significado de conceptos diversos, opuestos o antagónicos, se determine en el mismo origen, como a veces hemos podido comprobar.

Es decir, que haya quien decida y construya el significado acerca de lo que es “ser de izquierdas”, “de derechas”, “buena” o “mala” persona, estableciéndolo sin más base que la arbitrariedad de su propio interés.

Por esta razón, cuando los monopolistas consiguen generar consensos sobre conceptos elementales para la convivencia de la colectividad, antes han tenido que inculcarlos y dispersarlos en los propios individuos, después en las familias, posteriormente en las poblaciones, más tarde en las sociedades y finalmente en culturas enteras donde los matices ya no tienen cabida.

Una forma de totalitarismo

Sin una pluralidad real de puntos de vista y sin las manos libres para que el individuo pueda conducirse en lo político o en lo moral con cierta autonomía e independencia, lo que queda es, en cierto modo, una forma de totalitarismo.

A la construcción de lo bueno, lo malo, lo acorde, la izquierda, la derecha… contribuyen también ahora, en la edad de la economía moderna, las redes sociales, que en paralelo a un barniz lúdico-festivo deciden mediante sus algoritmos qué contenidos deben prevalecer para cementar el “trabajo” desarrollado por instituciones educativas, medios de comunicación, foros religiosos, e incluso, sindicatos y partidos políticos.

Un mirada terrible y caricaturizada sobre la construcción y manipulación de las coordenadas mentales de los humanos se proyecta en la película Canino”, cuyo visionado es absolutamente recomendable para entender este… “concepto”.