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«Entre la Carta y el Asalto: el complejo camino de la unidad»

La unidad no es hija única (III)

Fuentes: La Tizza

Un editorial del Directorio Revolucionario publicado en Alma Mater a finales de noviembre de 1956 daba a conocer que “La Unidad Revolucionaria del Pueblo de Cuba contra la Dictadura de Batista es ya una realidad, realidad de promesa hacia un futuro mejor”, y que su planteamiento unitario lanzado en junio había sido aceptado “tras arduas gestiones, tras infatigables luchas”.

Esa unidad revolucionaria, como ya se ha apuntado, se había logrado fundamentalmente entre tres fuerzas partidarias de la lucha armada: el Directorio Revolucionario, el Movimiento 26 de Julio, y la tendencia insurreccional del Partido Revolucionario Cubano (Auténticos), dirigida por Carlos Prío; y no reconocía la preponderancia de una de ellas a la que las demás debían apoyar cuando decidiera iniciar la guerra, sino que implicaba alistar los efectivos de las tres al mismo tiempo para desatar de forma conjunta la insurrección. Dicho en otros términos, el acuerdo no se limitaba a apoyar el desembarco de la expedición del Movimiento cuando este se produjera, sino que consistía en hacer coincidir los planes de cada una para producir un levantamiento insurreccional simultáneo, acompañado de una huelga general, lo suficientemente poderoso como para provocar el derrocamiento de la dictadura. Y en el caso del 26 de Julio y el Directorio, se habían comprometido públicamente a realizarlo en un plazo fijo: antes de que concluyera el año 1956.

Pero circunstancias fortuitas obligaron al Movimiento a adelantarse en sus planes. La traición de Rafael del Pino y el peligro inminente de caer otra vez en manos de la policía mexicana, con la consiguiente pérdida de arsenales, forzaron la salida de la expedición antes de que estuvieran concluidos todos sus preparativos.

El 27 de noviembre de 1956, mientras bajaba por la Escalinata la última manifestación estudiantil contra Batista, el Directorio recibió, en el domicilio del Dr. Primitivo Lima, el telegrama enviado desde México: “Avisa fecha cursillo alergia. Dr. Chávez”, que informaba la salida de la expedición armada del Movimiento 26 de Julio. Se ordenó el acuartelamiento de los combatientes del DR, y el Ejecutivo sesionó en reunión permanente, para informarle al Secretario General el número de hombres disponibles, y la situación que existía con los recursos militares.

A pesar de habérsele cursado también un telegrama, la jefatura del Movimiento en La Habana se enteró de la salida del Granma a través de los compañeros del Directorio Revolucionario. El Movimiento 26 de Julio en la capital estaba en peores condiciones que el Directorio. Los miembros de la Dirección Nacional que allí radicaban habían sido trasladados a México o a Santiago de Cuba, por lo que en el momento del desembarco la estructura habanera de la organización estaba prácticamente desarticulada. Fue Aldo Santamaría, nombrado por Frank País responsable de acción en la región occidental del país, quien recibió el telegrama de México destinado al Movimiento en La Habana: “Separa habitación doble. Gladys-Orlando”. Pero el 29 de noviembre, cuando acudía a encontrarse con los compañeros de acción del 26 de Julio, en una reunión donde también lo esperaba Joe Westbrook por el Directorio, fue apresado por la policía.

En la misma noche del 27 de noviembre se celebró una reunión entre Faure Chomón y Julio García Oliveras por el DR, José Suárez Blanco por el M-26–7 y Salvador Esteva Lora y Oscar Alvarado por el insurreccionalismo auténtico. Los jefes priístas se negaron a participar en una acción de apoyo al desembarco de Fidel:

(…) vino la respuesta de los Auténticos de que no (…) bueno, ya nosotros con distintos argumentos tratamos de obligarlos (…) Pero se disgustaron, y es cuando Alvarado dijo: Bueno, chico, si Fidel Castro se quiere hacer el Jefe de la Revolución, bueno, pues que se quede solo, como si dijera que se joda, no tiene armas (…) y entonces yo le dije: Oye Fidel Castro si inicia, es Carlos Manuel de Céspedes y eso ustedes no lo pueden evitar, como nadie pudo evitar que Carlos Manuel de Céspedes fuera el Padre de la Patria y le argumento una y otra y ellos se quedaron escuchando, después hicieron un gesto de no tener oídos (…) Dijeron: nosotros no nos lanzamos, no tenemos por qué, con nosotros no se ha contado, supongo que ellos estarían pensando en Prío, no sé qué, vaya dijeron que no (…) y se retiraron (…).

Lo cierto es que Fidel sí había informado a Carlos Maristany en la tarde del 22 de noviembre de 1956 de su inminente salida, para que avisara a Carlos Prío. Sin embargo, los auténticos adujeron que el adelanto unilateral de la expedición había roto el pacto de acción coordinada de las tres fuerzas, y que por tal razón no se veían obligados a actuar cuando se produjera el desembarco del Granma.

La salida anticipada también tomó por sorpresa al Directorio, que no se encontraba listo para la acción comprometida: “Las armas no son suficientes ni para llevar a efecto el plan de emergencia que teníamos estudiado para una situación como ésta, ya que contábamos con que la misma habría de producirse más adelante”.

Los cuadros de la organización habían valorado con Fidel en México las posibles operaciones a desarrollar en La Habana, a partir del equipamiento bélico del que disponían:

Cuando yo le digo a Fidel en México el tipo de armamento, que teníamos muy pocas armas; eran unos 14 M-1, 1 fusil ametralladora, 80 granadas, una docena de pistolas y 2 o 3 armas más; Fidel empezó a esbozar ideas sobre una posible acción en la ciudad que atrajera a la fuerza represiva y con este armamento emboscarla, liquidar los patrulleros de la fuerza represiva de la Motorizada, ocuparle el armamento, ir creciendo… que esta chispa fuera creciendo ¿no?, con más emboscadas, más emboscadas y acabando con los carros que vinieran, con más armamentos y poder producir un levantamiento… convertirlo en levantamiento armado de importancia en la ciudad.

Teniendo como trasfondo la realidad de contar solo con un pequeño alijo para unos 40 hombres, se reunió el Ejecutivo del Directorio el 29 de noviembre para determinar los pasos a seguir. Se discutieron las distintas variantes y propuestas. Echeverría rechazó los planes por considerarlos desesperados y conducentes a la inmolación de muchos combatientes, y decidió acumular fuerzas para una operación de mayor envergadura. Ante sus compañeros asumió la responsabilidad histórica por la decisión de no actuar en ese momento.

A pesar de las razones que podían justificar al Directorio para no haber entrado en acción, entre ellas la conmoción que había producido en La Habana con el ajusticiamiento del coronel Antonio Blanco Rico y la posterior persecución desatada contra sus principales líderes y cuadros de acción, para Fidel el hecho cierto era que ni los auténticos ni el DR habían cumplido sus compromisos de desatar la insurrección juntos. En el caso de su organización, Fidel destacaba a finales de diciembre de 1956 que “sin armas ni recursos el Movimiento 26 de Julio ha respondido de una forma o de otra en toda la Isla”, y en clara alusión a Carlos Prío, lo acusaba de “justificar su cobardía diciendo que el 26 de Julio se adelantó”.

En la carta que dirigió el 14 de diciembre de 1957 a las organizaciones firmantes del Pacto de Miami, entre las cuales se encontraban la OA y el Directorio, Fidel se refirió, sin especificar de quien hablaba, a los que “comprometidos en su inicio con nosotros, nos dejaron solos”.

El propio DR reconoció que los acuerdos adoptados en las reuniones de octubre de 1956 en México y Miami no se habían cumplido, aunque dejaba sin explicar las causas: “Desgraciadamente los acuerdos tomados para lograr la unidad no se cumplieron por razones que no es el caso analizar en esta carta”. En un documento posterior al asalto a Palacio menciona que “Se desarrollaron los planes del “26 de Julio” y nosotros no intervinimos decisivamente (a pesar de que en diversas acciones siempre estuvimos presentes en la capital) hasta que las condiciones efectivas no fueron propicias”.

En conclusión, quedó sin realización práctica el acuerdo insurreccional esbozado en la Carta de México.

En un gesto solidario, el 15 de diciembre de 1956 el Directorio Revolucionario daba a conocer al pueblo la presencia de Fidel en la Sierra Maestra, frente a la campaña gubernamental por hacer creer su muerte. El titular del primer número de su órgano clandestino, “¡Al Combate!”, afirmaba: “Habló Fidel por radio”, y a continuación se aseguraba que en los pueblos cercanos a la Sierra Maestra se había escuchado una transmisión radial del líder revolucionario el 12 de diciembre por espacio de 15 minutos: “el heroico dirigente del Movimiento 26 de Julio, Fidel Castro, se dirigió al Pueblo de Cuba, anunciándole que se encontraba peleando al frente de 400 hombres contra la Dictadura de Batista. Añadió que el Ejército de la Revolución “había comenzado la tarea de liberar a Cuba de todo vestigio de tiranía”. Sus tropas están luchando, agregó Fidel Castro, con una elevada moral, y no descansarán hasta lograr el triunfo total de la Revolución”.

El DR y el M-26–7 persistieron en su intención de desarrollar alguna acción armada en La Habana, y organizaron una operación conjunta para la noche del 24 de diciembre de 1956. El plan consistía en tirotear el Buró de Investigaciones, la 8va y 9na Estaciones de Policía, la Radio Motorizada, después que una bomba dejara a oscuras la zona de Almendares, Miramar, Vedado. De la casa ubicada en la calle 6 entre 19 y 21, donde estaban acuartelados, saldrían Arístides Viera Mingolo, Javier Pazos, Carlos García el Carapálida, del M-26–7; Julio García Oliveras, José Briñas, José Aseff, Faure Chomón y otros compañeros del Directorio Revolucionario, para atacar, en pequeños grupos, los objetivos seleccionados. Pero se suspendió cuando falló la primera parte de la acción.

Mientras el núcleo guerrillero del Movimiento 26 de Julio se consolidaba en la Sierra Maestra y obtenía sus primeras victorias, el DR, a partir de la incorporación en diciembre de 1956 de dos cuadros de acción procedentes de las filas auténticas, Eduardo García Lavandero y Evelio Prieto Guillaume, y de un alijo de armas puesto bajo su custodia, tuvo más cerca la posibilidad de poner en práctica su tesis de “golpear arriba”. Pero fue la confluencia, desde finales de enero de 1957, con grupos de origen auténtico vinculados a Menelao Mora Morales, la que tornó definitiva esa probabilidad.

Dadas las coincidencias en la táctica de lucha y la política del Directorio Revolucionario de unir las fuerzas y recursos de los sectores insurgentes, fue natural el acercamiento, y acordaron concentrar todos sus esfuerzos en la organización de una operación conjunta: el asalto al Palacio Presidencial.

Aunque la acción planificada no se correspondía con la tesis de lucha del Movimiento 26 de Julio, en una de las reuniones donde se analizaron los preparativos, a finales de enero, se decidió “invitar a otros sectores a que se unieran a nuestro movimiento, como “26 de Julio” y algunos “grupos auténticos” que decían “estaban por la libre””. Las gestiones llevadas a ese efecto no tuvieron éxito: “Después de algunos cambios de impresiones con delegados de esas organizaciones, al final no se obtuvo ningún resultado positivo”.

Faustino Pérez, expedicionario del Granma que había llegado a La Habana el 28 de diciembre de 1956 con la misión, entre otras, de reorganizar el Movimiento 26 de Julio en la capital, sostuvo encuentros por separado con José Antonio Echeverría y con Menelao Mora. Al primero le entregó una carta que le enviaba Fidel Castro, en la que señalaba la necesidad de apoyar la lucha en la Sierra Maestra.

Según Faustino, a los líderes del Directorio “se les veía angustiados, desesperados por desarrollar acciones armadas decisivas”.

Más tarde entró en contacto con el dirigente auténtico, a través de Luis Orlando Rodríguez:

(…) con Menelao se empezó a hablar del plan detalladamente. (…) En esta reunión traté yo de convencer a Menelao, (…) de destinar las armas para abrir un frente guerrillero en el Escambray. Entonces estuve de acuerdo en principio, a reserva de consultarlo con Fidel, en apoyar, ya que no podíamos lograr que se hiciera otra cosa, lo de Palacio con 50 hombres. Pero después nos fuimos a la Sierra, a la reunión con lo de Matthews y regresamos a fines de febrero.

El 10 de marzo de 1957, cuando todo estuvo listo para la acción se avisó al Movimiento 26 de Julio para que se incorporara o se encontrara preparado. Sin embargo, en la polémica posterior con motivo del Pacto de Miami el Directorio se quejó de que el Movimiento no hubiera respondido a su llamado “no obstante habérsele comunicado previamente al doctor Faustino Pérez, Jefe del Movimiento en La Habana, quien supo de nuestros propósitos de atentar contra Batista y de la oportunidad que había de proveerse de armas en el Alma Máter”.

Lo que no supo en ese momento la dirección del Directorio Revolucionario es que nunca llegó a Faustino Pérez el mensaje que le habían enviado con Javier Pazos. De todas maneras Faustino, al tener noticias por Radio Reloj el 13 de marzo del asalto al Palacio Presidencial, se movilizó en apoyo a la toma del Aeropuerto de Rancho Boyeros, que dirigía Calixto Sánchez White, Secretario de la Federación Aérea de Cuba.

Tampoco conoció el DR de este intento de participación de la dirigencia capitalina del Movimiento 26 de Julio, porque el de Calixto Sánchez fue uno de los grupos excluidos en las últimas reuniones antes del 13 de marzo, a las que ni siquiera fue citado por sus supuestas vinculaciones mujalistas y por haber realizado en los días previos una visita al Ministro de Trabajo, acompañado por Eusebio Mujal. En la circular interna del Directorio después del asalto, se acusó a Sánchez White de no haber actuado: “Si bien no estaba directamente obligado con el Directorio a realizar ese día determinadas acciones, sí se hallaba comprometido en el plan y cobardemente no hizo nada”. En realidad no pudo cumplir su misión en Rancho Boyeros porque al ir con sus combatientes a buscar las armas en el sitio donde las tenía guardadas no las encontró. Semanas antes las personas encargadas de su custodia las habían entregado al Movimiento 26 de Julio.

Además de la incorporación de militantes aislados por su cuenta, otro equipo del 26 de Julio, 13 hombres dirigidos por Jesús Soto, líder sindical de la Textilera Ariguanabo, se acuarteló en el Hotel Bruzón para tomar parte en las acciones de apoyo del 13 de marzo. El Dr. Norberto Martínez, ex — director del Hospital de Mazorra y uno de los responsables de la segunda operación, debió proporcionarles el armamento cuando se efectuara el asalto al Palacio, pero nunca fueron avisados. Norberto había sido otro de los depurados con antelación cuando, a partir de la condición exigida a todos los jefes de marchar al combate al frente de sus hombres, empezó a ponerle objeciones al plan. Se ausentó a varias reuniones y se decidió no convocarlo el 13 de marzo. De todas maneras se le criticó luego por no cumplir con “sus obligaciones”, pues Carlos Gutiérrez Menoyo le había ordenado que “aunque no se le avisara al Hotel Bruzón debía estar atento a partir del martes 12 para que concurriera con su grupo en torno a Palacio”.

En resumen, el Movimiento 26 de Julio no participó en la organización del asalto al Palacio Presidencial porque esa no era su táctica de lucha, además de que en La Habana se encontraba en precarias condiciones desde antes del desembarco del Granma. Pero sí fue avisado para que apoyara las acciones del 13 de marzo o tomara medidas de seguridad. Las movilizaciones más significativas del “26 de Julio” ese día no fueron conocidas entonces por el Directorio, porque se efectuaron con los grupos de la segunda operación que habían sido descartados de antemano y no fueron convocados, y que por diversas razones tampoco actuaron en el momento del combate.

Las acciones del 13 de marzo de 1957 fueron presentadas por el Directorio como el cumplimiento postergado de la parte que le correspondía en la Carta de México: “damos por cumplido el compromiso táctico esbozado en México”, pero lo cierto es que de acuerdo con el pacto ellas fueron realizadas a destiempo, fuera del plazo fijado para 1956 y sin simultaneidad con las desarrolladas por el Movimiento 26 de Julio para iniciar la lucha.

La Carta de México, como acuerdo para un plan concreto de acción, tuvo una validez temporal definida, tras la cual ya no se estimó en vigor y cada organización desarrolló sus propias operaciones por separado. Luego no se le invocó más como un compromiso efectivo, que obligara a actuar de manera conjunta. Como declaración de principios, su posteridad durante la insurrección tuvo percepciones distintas desde el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario. Si este continuó invocando su espíritu hasta el final de la dictadura batistiana para solicitar un acuerdo similar, y la consideró “pauta de nuestra generación”, con vigencia “mientras no se derroque a la actual tiranía”, aquel apenas la recordó o mencionó alguna vez después de diciembre de 1956. La única ocasión en que Fidel se refirió a ella de manera pública y oficial como un antecedente de unidad fue cuando firmó el manifiesto del 30 de octubre de 1958 con una representación de la FEU, ajena al Directorio e integrada al Ejército Rebelde. Mientras el Directorio Revolucionario recurría constantemente a la Carta en sus reclamos unitarios al Movimiento, este solo le reconoció valor en relación con la FEU como la otra organización firmante de la Carta.

La necesidad de conservar la unidad de la Revolución Cubana ha implicado determinadas dificultades y obstáculos para la investigación histórica sobre su período insurreccional. Ese imperativo político ha llevado a considerar perjudicial la profundización en el estudio de las relaciones entre las organizaciones revolucionarias, por su carácter frecuentemente tenso y conflictivo. Se ha preferido olvidar las desavenencias de ayer para que no contribuyan hoy a la desunión entre revolucionarios. Pero ese desconocimiento ha dejado espacio en el presente a manipulaciones y discursos interesados. Debemos conocer más esa historia, no para repartir culpas y absoluciones, para desconocer a unos o sobrevalorar a otros, para usar este o aquel dato aislado como arma arrojadiza, sino para comprender mejor los contextos, los condicionamientos y las razones profundas detrás de los distintos comportamientos y prácticas, y valorarlos, entonces sí, con justicia. Con la verdad, y aprendiendo de ella, contribuiremos mejor a la defensa de la Revolución.

Fuente: https://medium.com/la-tiza/la-unidad-no-es-hija-%C3%BAnica-iii-3ea73f1edc16