Los editoriales sobre Malvinas

Un libro de la UNLP analiza los posicionamientos de los grandes medios durante la guerra de 1982

 

La guerra de Malvinas fue la bisagra sobre la que pivotó el viraje de los diarios socios de la dictadura hacia una actitud desmarcada de una primigenia complicidad que se remonta a los orígenes del Proceso impuesto en 1976. Tal afirmación puede no ser novedosa para los lectores más avispados, aunque ahora contarán con un estudio académico que la fundamenta. Se trata de Malvinas, el combate discursivo, de César Díaz, o “Tato”, como lo llama cariñosamente Andrea Varela, decana de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), cuya editorial pondrá el libro a disposición en sus redes a partir de este 40° aniversario del desembarco de 1982.

El análisis con categorías científicas, implementado por Díaz y sus colaboradores Marta Passaro y Mario Giménez, se aplica a cinco diarios. Un aporte clarificador para estos tiempos –en los que es más habitual hablar de medios hegemónicos–, está dado por la prevención de los autores a tratar a esos diarios como “medios de la dictadura”, calificación que sólo reservan para Convicción (vinculado al proyecto político de Emilio Eduardo Massera) o La Opinión, a partir de su apropiación por parte de los militares.

En su lugar, prefieren diferenciar entre “no socios” o “socios”, para referirse a los que a partir de mayo de 1977 se integraron a Papel Prensa S.A.: Clarín y La Nación. A ambos, Díaz les endilga el original calificativo de “hermesianos”, ya que los emparenta con el dios griego Hermes a la hora de oficiar de “mensajeros” de la dictadura.

¿Con qué desafíos se habrán topado estos justificadores del terrorismo de Estado?

 

 

La postura de La Nación

La columna editorial de La Nación trató con estilo apologético la recuperación de las islas, decisiva para la “unidad nacional” entre gobernantes militares y gobernados civiles. Si bien contrapuso el orden gubernamental a las amenazas justicialista y comunista, sorprendió a sus lectores contemporáneos (y a los de las nuevas generaciones que se asoman), cuando empezó a hablar de “pueblo”.

En cuanto a la guerra, pasaron del estilo apologético a uno admonitorio cuando se evidenció que todo iba a derivar en la caída del régimen y una consiguiente salida hacia la democracia. Al comienzo de los combates, explicaban las penurias de los soldados. El principio de autoridad otorgado al Poder Ejecutivo fue traspasado al Papa Juan Pablo II y su llamado a la paz.

El diario nunca valoró como enemigos a Inglaterra ni a Estados Unidos; diferenció a Margaret Thatcher de la sociedad británica y criticó su “colonialismo”, que adjudicó a una crisis de liderazgo de un Occidente al que no dejó de defender. Propuso un acercamiento de conveniencia hacia América Latina, pero un alejamiento de los países No Alineados para no beneficiar a la Unión Soviética ni a Cuba.

 

 

Tato Díaz, el escritor ciego que dirige una biblioteca.

 

 

 

Consideraciones sobre Clarín

En la gran cantidad de comentarios editoriales que dedicó a la guerra, Clarín construyó un imaginario legitimador y un sentido triunfalista con referencias a la “recuperación” y la “reconquista”. El diario organizó una lógica polarizada entre los países latinoamericanos “socios de la Argentina” y los “amigos de los británicos” –Europa y Estados Unidos– con señalamientos al colonialismo. Aunque tal contradicción en Occidente le parecía inadmisible en medio de la Guerra Fría, cargó las culpas contra Londres por no negociar.

Según los investigadores, sus editoriales pueden analizarse en tres momentos: hasta el hundimiento del buque General Belgrano; hasta la rendición de junio; y en la posguerra.

Durante los combates, el diario no puso el protagonismo en el gobierno, sino en las tropas. Después “intentó desdecirse de su discurso previo, y pasó a advertir que siempre había bregado por la negociación”, algo tan cierto como sesgado. Luego comenzó a pedirle a las autoridades respuestas sobre la toma de decisiones sobre la ocupación, las estrategias y la desinformación desde los medios estatales (ningún canal de televisión era privado), aunque no hizo ninguna autocrítica del rol que cumplieron sus páginas en las que, visionario de lo que se avecinaba, Clarín pasó a incluir temas vinculados a los derechos humanos.

 

 

Desde 1976

En el comienzo de la dictadura, como atestigua un editorial del 2 de agosto de 1976, Clarín explicaba que aceptaba “ciertas restricciones (como) aporte al combate contra la subversión. En tal sentido, la prensa nacional no tiene dificultades con un gobierno que persigue idénticos fines (...) Mal puede hablarse de prensa amordazada”. A confesión de partes…

Ante la desaparición del director del suplemento literario del diario, Carlos A. Pérez, Clarín no jerarquizó el caso en su columna editorial. Frente el secuestro de Enrique Esteban, redactor de su agencia en Neuquén, tardó un mes en elevarlo, ya que “no hace sino dar pábulo a la injusta campaña de desprestigio contra la Argentina”. Cuando editorializó el secuestro de cuatro cronistas extranjeros, bajo su óptica, sus autores fueron meros “irresponsables”. “El diario antepuso la defensa de la seguridad nacional por encima de la libertad para el ejercicio del periodismo”, concluyen Díaz y su equipo.

 

 

Los demás casos

Además de estos diarios “hermesianos”, los investigadores abordan los editoriales de La Prensa (el más crítico del negociado del papel para diarios), Buenos Aires Herald (de habla inglesa) y El Día, de la capital provincial donde tiene sede la Facultad de Periodismo editora del libro.

Organizado en siete capítulos, la obra suma una “yapa” (al decir de Díaz, coterráneo de Arturo Jauretche, sobre quien también escribió). En el cierre incluye dos artículos sobre Malvinas, uno a partir del periódico dirigido por José Hernández y otro sobre escritos de Juan Perón en los que firmaba como el periodista “Descartes”.

 

 

 

 

El doctor en Comunicación César Díaz es profesor de Historia y titular de la cátedra de Historia del Periodismo en la UNLP, con un posdoctorado en Comunicación. Además, es director de la Biblioteca del Senado provincial. Este, su undécimo libro, puede consultarse en el sitio del Repositorio Institucional de la UNLP SEDICI (unlp.edu.ar).

 

 

 

 

 

 

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