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La minería artesanal está arrasando la región amazónica de Perú

Fuentes: IPS [Estanque artificial creado cuando la lluvia llenó un pozo abandonado de extracción de oro en la Amazonia peruana. Foto: Melissa Marchese, Universidad de Duke/EurekAlert]

Entre mediados de la década de los ochenta y 2018, la extensión de los lagos artificiales producidos por la minería artesanal y contaminados con mercurio aumentó 670 por ciento en la región amazónica de Madre de Dios, al sureste de Perú, según un estudio publicado en la revista Science Advance.

Un estudio previo determinó que la extracción de oro en esa región es responsable de la deforestación de cien mil hectáreas en las últimas tres décadas. La extracción del oro en Madre de Dios la realizan mayoritariamente mineros informales que no tienen autorización para esa actividad.

A mediados de 2019 el gobierno peruano intervino La Pampa, zona de Madre de Dios donde laboraban más de cinco mil mineros artesanales ilegales, y comenzó a aplicar un plan de desarrollo socioeconómico y ambiental que, sin embargo, a la fecha está muy debilitado debido a la pandemia del coronavirus.

Para extraer el oro, los mineros artesanales usan bombas de succión y otras maquinarias que han generado “miles” de lagos artificiales en medio del bosque amazónico. La actividad también implica la utilización de mercurio para separar el oro de los sedimentos.

“Como no es un proceso profesional hay muchos desechos, y hasta  80 por ciento del mercurio que se usa se emite al  ambiente”, explicó Luis Fernández, director ejecutivo del Centro de Innovación Científica Amazónica y uno de los autores del estudio.

“Esto resulta en paisajes que son totalmente transformados”, dijo a SciDev.Net, en una entrevista por Zoom “En donde había árboles altos, ahora hay una colección de fosas”, lamentó.

De acuerdo a las imágenes utilizadas en esta última investigación, los estanques y cuerpos de agua vinculados a la actividad extractiva crecieron, en promedio, 16 kilómetros cuadrados entre los períodos 1985–1989 y 2014–2018.

Mientras una parte del mercurio utilizado se evapora cuando se queman las amalgamas de mercurio y oro, contaminando la atmósfera -que luego precipita con la lluvia-, otra parte termina directamente en las fosas mineras, muchas de las cuales están conectadas a cursos de agua naturales.

Tras el análisis del agua del río Madre de Dios, del que se abastece la población y que presenta yacimientos mineros adyacentes, los autores hallaron que la concentración promedio de mercurio río abajo de las zonas de actividad extractiva era 1100 veces más que río arriba.

Adicionalmente, el mercurio que se almacena en las fosas mineras sufre un proceso que lo convierte en el neurotóxico metilmercurio, que puede ser capturado por seres vivos y biomagnificarse: “Quiere decir que en los pescados de alto nivel trófico puede haber una concentración de hasta decenas de millones de veces más que en el agua”, explicó Fernández.

Para Jorge Caballero Espejo, biólogo del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado, de Perú, y quien no participó del estudio, este demuestra el “gran impacto” de la minería artesanal, “no solo por la transformación del ecosistema sino porque el metilmercurio va a contaminar aves, peces e incluso a los humanos que viven del consumo de estos”.

Los efectos del metilmercurio en la salud humana incluyen la pérdida de la visión periférica, sensación de hormigueo en manos y pies, falta de coordinación de movimientos, deterioro del habla y la audición y debilidad muscular. En el caso de embarazadas, esta sustancia puede afectar el normal desarrollo del sistema nervioso del feto.

Por su parte, Jesús Olivero Verbel, coordinador del doctorado en toxicología ambiental de la Universidad de Cartagena (Colombia), advirtió que la problemática del mercurio asociada a la minería artesanal de oro es solo “la punta del iceberg”.

“En la selva amazónica están acumulados metales que han llegado a esos suelos por deposición atmosférica o por inundaciones y se han unido a la materia orgánica, quedando secuestrados en esos sitios”, explicó Olivero Verbel, quien no fue parte del estudio.

“Cuando llega el proceso de minería todos esos metales que estaban allí secuestrados son liberados, puestos de una manera biodisponible, de tal manera que pueden ser absorbidos fácilmente por los peces”, añadió en diálogo telefónico.

El especialista apuntó que el estudio se propuso medir únicamente mercurio y su derivado, pero que también podrían cuantificarse otros elementos, como plomo, uranio, wolframio e incluso las llamadas “tierras raras”. “Es necesario evaluarlos porque están siendo incorporados por los peces a través de procesos de minería”, consideró.

Asimismo, Caballero Espejo comentó que además deberá estudiarse el futuro de los lagos y estanques generados por la minería. “No hay información sobre qué hacer con estas fosas, que tienen varios metros de profundidad y pueden tener hasta 27 hectáreas de extensión”, concluyó.

Este artículo fue publicado originalmente por SciDevNet.