Patricia Vélez y Urtzi Errazkin
En nombre de la permanente de Etxerat

Por el reconocimiento de las víctimas de la dispersión

Esos accidentes de tráfico son el resultado de una imposición, de una política penitenciaria de excepción que se ha mantenido durante décadas, sin ánimo de corregirla, a pesar de conocer el gravísimo alcance de sus consecuencias.

Hoy se celebra en la CAV el Día de la Memoria. Es el día oficial de una memoria también oficial; una memoria parcial, incompleta, que no es la memoria de todas las víctimas porque no todas las víctimas están reconocidas. Entre ellas, las dieciséis víctimas mortales ocasionadas por la dispersión.

Cientos de familiares y allegados de presas y presos políticos vascos han sufrido lesiones de diversa consideración, en ocasiones muy graves, en los más de cuatrocientos accidentes registrados en el trayecto de ida y vuelta a las visitas. Dieciséis, perdieron la vida.

El alejamiento, una medida de excepción aplicada global y universalmente a presas y presos políticos vascos, ha forzado a sus familiares y allegados a cubrir distancias de hasta 2.200 kilómetros semanalmente para ejercer su derecho a las visitas. No son viajes de placer, no son viajes de trabajo; no se puede elegir libremente el día, la hora o el mejor momento de hacerlos. No son una opción: las distancias son impuestas, los horarios son impuestos; el riesgo, también. Pero son la única vía para el derecho a la vida privada y familiar de los miles de ciudadanos vascos que han vivido esta situación a lo largo de más de tres décadas. Un derecho vulnerado desde el momento en el que, para ejercerlo, se imponen condiciones que lo dificultan, que suponen un peligro para la integridad física y para la vida; desde el momento en que, inevitablemente por ser una situación mantiene durante años, van a causar daños físicos y psíquicos de consideración.

La política de dispersión no obedece a motivos penitenciarios, sino políticos. Activarla primero y mantenerla después, es una decisión de Estado. Las circunstancias en las que dieciséis familiares y allegados de presos vascos perdieron la vida propicia que las pueda presentar como víctimas de accidentes de tráfico, desviando y ocultando su responsabilidad. No lo son. Esos accidentes de tráfico son el resultado de una imposición, de una política penitenciaria de excepción que se ha mantenido durante décadas, sin ánimo de corregirla, a pesar de conocer el gravísimo alcance de sus consecuencias. Los familiares, los allegados, todas las personas que forman parte del entorno afectivo y familiar de presas y presos vascos, sea cual sea su edad y su condición, quedan excluidas del derecho a la integridad física, a la vida familiar, a la vida. No hay un decreto que suspenda esos derechos, hay una política penitenciaria de excepción que los impide, que los vulnera, que genera víctimas directas determinables, individualizables. Es la llamada vulneración por exclusión y la responsabilidad primera y directa, es del Estado. Hoy por hoy, esta vulneración continúa activa. El Estado se aviene a reducir distancias, pero no a suprimirlas. Las graves consecuencias de la dispersión pueden llegar a atenuarse, pero no desaparecen y cada fin de semana, cientos de familiares y allegados, víctimas potenciales de la dispersión, son forzados a ponerse en carretera.

El reconocimiento de la condición de víctimas de las personas lesionadas, heridas –en ocasiones de suma gravedad–, o fallecidas a causa de la dispersión es un proceso largo y difícil. Muy doloroso también porque estas víctimas deben enfrentarse a que, desde posiciones contrarias –y en esto el Estado tiene poderosos aliados–, se niegue su sufrimiento. No solamente porque se rechacen las causas que lo han originado y se declinen las consiguientes responsabilidades, sino porque se pretende una clasificación, comparación y cuantificación del sufrimiento que coloque el de unas víctimas muy por debajo del de otras.

Un proceso largo, difícil y doloroso con el que Etxerat se ha comprometido por entender que el reconocimiento de las víctimas de la dispersión es, más que necesario, imprescindible. Imprescindible porque solamente abordando el sufrimiento no reconocido se puede llegar al fin definitivo de todos los sufrimientos. Porque sólo el reconocimiento y reparación de todas las víctimas, sin excepciones, sin graduaciones, puede construir una memoria inclusiva, completa, que se constituya en garantía de no repetición.

Con nuestro recuerdo emocionado hoy a Rosa y Arantza Amezaga, Ruben Garate, Iñaki Balerdi, Argi Iturralde, Pili Arsuaga, Fontso Isasi, Sara Fernández, Iñaki Saez, Asier Heriz, Karmele Solaguren, Natividad Junko, Mari Carmen Salbide, Jose Mari Maruri, Antxoni Fernández y Leo Esteban, nuestro compromiso de continuar trabajando para que lo que ha ocurrido, nunca más vuelva a ocurrir.

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