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Concentración de medios en Italia

Canal Berlusconi

Fuentes: Diagonal

No hay demasiadas alternativas en el panorama televisivo italiano: excluyendo «la 7», nacida para ser un ‘tercer polo’ -comprada y estancada por TelecomItalia (la Telefónica italiana)-, un total de seis televisiones nacionales generalistas obedecen las órdenes de Berlusconi pintando un país que no existe. No se puede hablar de la situación mediática italiana sin hablar […]

No hay demasiadas alternativas en el panorama televisivo italiano: excluyendo «la 7», nacida para ser un ‘tercer polo’ -comprada y estancada por TelecomItalia (la Telefónica italiana)-, un total de seis televisiones nacionales generalistas obedecen las órdenes de Berlusconi pintando un país que no existe.

No se puede hablar de la situación mediática italiana sin hablar de Silvio Berlusconi, el rey de las televisiones privadas. En Italia, donde la televisión es la reina de la información sin contrastar, el ‘Cavaliere’ posee tres televisiones nacionales: Rete 4, Italia 1 y Canale 5, y en estos años de gobierno ha puesto bajo rígido control las estatales RAI1, RAI2 y RAI3. Estas seis cadenas tienen el 89% de audiencia media anual de Italia.

Pero hay algunos problemas que agitan este universo televisivo de pensamiento único; la situación legal de las televisiones de Berlusconi es incierta. La ley italiana nunca ha conseguido reglamentar de manera eficaz el sector televisivo y en 20 años sólo se han promulgado leyes que se limitaban a legalizar la situación ya existente sin poner trabas a un duopolio televisivo (Estado-Berlusconi) que es un insulto al pluralismo y a la democracia.

Una televisión de Berlusconi (Rete 4), que disfruta sin licencias de las frecuencias asignadas a otra emisora, está en cuestión desde julio de 1999. El último plazo para regularizar su situación fue el 1 de enero de 2004. ¿Y qué harías tú como presidente del Gobierno si alguien (la Corte Constitucional) hubiera intentado quitarte una preciosa emisora y ponerla a trasmitir desde un satélite? Nada más sencillo: ordenar a tu mayoría parlamentaria hacer una nueva ley. La Ley Gasparri (apellido del ministro de Comunicaciones) fue aprobada a pesar del presidente de la República.

Su texto reconoce la opinión de la Corte Constitucional (hay falta de pluralismo) pero propone una solución nueva al problema, sin quitar las frecuencias a Rete 4. ¿Cómo? Se necesita ampliar la oferta, y aquí sale el conejo blanco: el digital terrestre. Es decir, si Rete 4 tiene que dejar espacio a otra emisora porque las frecuencias en el aire son limitadas, esto no va a pasar con la introducción de un sistema digital donde hay recursos para que puedan trasmitir todas: así Berlusconi mantiene íntegro su imperio y con el dinero de los ciudadanos financia decodificadores digitales.

Mientras tanto, para completar el trabajo sucio, la Ley Gasparri ha subido el techo de concentración propietaria en el sector de los medios, concediendo a un grupo que ya es un pulpo en el mercado la posibilidad de ampliarse aún más.

Berlusconi (aparte de las tres televisiones) controla directa o indirectamente tres periódicos nacionales (uno de su mujer, uno de su hermano, uno de amigos suyos), la mayor concesionaria publicitaria italiana Publitalia (los ingresos por publicidad de las cadenas de Berlusconi han aumentado espectacularmente a costa de las de la RAI), la mayor casa editorial italiana, Mondadori, sin contar empresas de producción cinematográfica, cadenas de cines, seguros, bancos, el equipo de fútbol del Milán y empresas extranjeras como Telecinco.

¿Y nadie se queja de todo esto? Las fuerzas de la oposición tal vez gritan al régimen, tal vez protestan pero al final se sientan en la misma mesa de poder que Berlusconi. Los periodistas, los intelectuales y los cómicos intentan explicar a la gente l que está pasando; pero al final la libertad de opinión en la televisión italiana es víctima de una gestión empresarial del mundo que triunfa con Berlusconi y sus discípulos. ¿Tienes algo contra el patrón? ¡Cuidado, que te va a despedir!

Dos periodistas muy conocidos de la televisión, Michele Santoro, conductor de un programa incómodo de actualidad, y Enzo Biagi, uno de los más acreditados periodistas italianos, decano de la profesión, fueron despedidos. El presidente del Gobierno comunicó el despido en una rueda de prensa oficial (una de aquellas en las que Berlusconi tal vez explica también la alineación de ataque del Milán). Los programas cómicos y satíricos a veces son censurados y parados, acusados de hacer política.

Sin duda permanecen en la televisión publica sus amigos, los que dejan hablar a Silvio durante horas, aunque esté el Papa a punto de morir (esto pasó hace algunas semanas en el primer canal público); son ellos los que impiden la trasmisión en directo de grandes manifestaciones: la manifestación para la paz en Roma 2003 con centenares de miles de personas; son ellos los que hacen transmitir en diferido el tradicional concierto del 1 de mayo en la capital para controlar que nadie diga algo ‘prohibido’ (nunca se sabe… tal vez algún cantante comunista).

¿Qué más decir? En el panorama mediático europeo (víctima de grandes concentraciones de poder), el caso italiano no tiene antecedentes. No queda más remedio que buscar noticias en otros medios, informarse en Internet y leer los pocos periódicos independientes, esperando que un día los italianos no se reconozcan más en el país de papel maché de las televisiones y se despierten de la pesadilla del sueño berlusconiano.