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El clan de los hábiles

Fuentes: Rebelión

Escucho Radio Intereconomía de vez en cuando. Informa de datos coyunturales y copia las informaciones de redes conservadoras como Reuters pero, sobre todo, es divertida por reaccionaria y por la capacidad de autoengaño que tiene, una capacidad que ya la quisiera para sí la izquierda que se avergüenza de sus señas de identidad a las […]

Escucho Radio Intereconomía de vez en cuando. Informa de datos coyunturales y copia las informaciones de redes conservadoras como Reuters pero, sobre todo, es divertida por reaccionaria y por la capacidad de autoengaño que tiene, una capacidad que ya la quisiera para sí la izquierda que se avergüenza de sus señas de identidad a las primeras de cambio. Radio Intereconomía forma parte de un clan de medios ultraconservadores (un neologismo de moda para designar al fascismo renovado y educado) y vaticanistas en el que, además, están, entre otros medios de comunicación, el semanario Alba, el diario La Gaceta de los Negocios, el diario digital Hispanidad y el diario La Razón, éste último apoyado por Planeta.

En el clan creen casi a ciegas en el dios Mercado, que es el segundo tras el Altísimo aunque en este caso no lo aseguraría yo, y en el dios USA. Son por tanto politeístas aunque puede que en este caso suceda algo similar al misterio de la Santísima Trinidad: Dios, el Mercado y USA, tres personas en un solo Dios verdadero. El ejemplo supremo es USA. El Opus está detrás de todo esto, claro, conozco esta mentalidad tripartita: Dios es la guía (el Dios que se fabrican ellos para su conveniencia); la propiedad privada y el Mercado es la meta y algo intocable y sagrado porque aquí están los segmentos que más o menos controlan el destino de España en conexión con otros sectores socioeconómicos españoles y extranjeros. Y USA es el medio para educarse.

Los geniales humoristas Tip y Coll resumían estas pamplinas con una frase: «Sube la bolsa, baja el pescado», decían en los años 60 y 70 en TVE, mientras una bolsa de plástico era elevada por una cuerda y una canasta de pescado bajaba por el mismo procedimiento. En realidad, no estamos más que ante niños que juegan con objetos pero niños muy hipócritas y peligrosos (me refiero sobre todo a las altas estancias del clan, no tanto a los empleados). A mí me invitan de cuando en vez a alguno de sus actos para meter al herético en escena y autojustificarse y la verdad es que son muy amables y los prefiero al propio PSOE, siempre he preferido antes a los señores que a los conversos o a los mayordomos porque yo soy un señor, un truhán y un reaccionario pero de la izquierda, como se definía Woody Allen en su película Annie Hall.

Los jóvenes de estos segmentos sociales pasan un tiempo en EEUU por narices, haciendo currículum, y puede que en Inglaterra (casi nunca en Francia, por aquello de la Ilustración y porque es poco práctico ir allá). En el interior de sus comunidades se convierten en quintacolumnistas de los EEUU y del Mercado y entre ellos, los conversos del PSOE -y los no conversos- copan la docencia universitaria y el mensaje comunicacional, es decir, esta gente te dice cómo has de pensar: son el Poder. Y mientras estos muchachos de «buenas familias» -y sus seguidores y asalariados, muchos de ellos bellísimas personas- están construyendo por todo lo alto su futuro para después modelarnos la conciencia, los demás hacemos lo que podemos para seguir adelante. A la hora de colocarse ante un concurso de méritos ya se sabe quién tiene más papeletas porque, a su vez, van a ser juzgados por otros de los suyos que ya han llegado arriba. Hay excepciones en esto pero no tenemos mucho margen. Mi caso es una excepción: yo no procedo de ese mundo ni me quiero integrar en él pero me he colado en una esquinita y desde ahí lo observo con interés supremo porque es la vida misma.

El Poder tiene la capacidad de conservarse porque no es el caso de la izquierda. El Poder tiene que guardar bien la alcancía y la izquierda -en Occidente- es la del bla, bla, bla. Cuando en los bancos -blancos y negros- hay miles de millones de euros y dólares privados -blancos y negros- no se está para pamplinas -como suele hacer la izquierda- sino para crear realidades que fortalezcan las estructuras de poder que existen desde hace siglos: bancos, colegios, universidades, medios de comunicación, empresas -subterráneas o no- fuerzas coactivo-físicas varias o gobiernos títeres, como el que ahora negocia con Delphi, por ejemplo. Ante Delphi, los sindicatos -sin poder alguno- sólo aspiran a una cosa: lograr un buen retiro para los afectados por la maniobra legal pero injusta de la multinacional. Legal porque las leyes la hacen ellos, pero no la justicia, eso hay que arrancarlo y trabajarlo, algo que no hace la izquierda.

La gente de los medios vaticanistas posee una capacidad de autoengaño asombrosa, está determinada por la conservación de sus propios intereses de poder y se ve obligada a ir a lo práctico y a tergiversar lo que dice defender. En eso la izquierda -más existencialista- los supera, es más humana. Los vaticanistas y sus medios defienden a la familia y están contra el aborto pero han creado y consolidado un sistema, el de Mercado, que es la antitesis de la protección de la familia y de la vida. La llamada Nueva Economía es incompatible con la dignidad humana, la unidad familiar y la educación de los hijos porque somete a los cónyuges a un ritmo frenético de trabajo que los agota y los anula para actuar como padres. Su lugar lo ocupan los sirvientes, los monitores, los maestros, la televisión, nintendo y las play station. Lo que dice el Evangelio no tiene nada que ver con lo que sostienen y defienden estos ciudadanos que alcanzan con frecuencia el triste grado de hipócritas y fariseos. En Brasil aún están liberando esclavos creados por la bafea que defienden estos grandes «liberales». Y las tropelías en otros lugares del planeta son incontables. Pero para ellos eso sucede fuera de contexto, como por arte de magia.

En el siglo XIX y XX aún condenaba la Iglesia el librecambio pero sólo de boquilla porque a la hora de la verdad ya sabemos que la propia Iglesia es un estado mercantil. Por otro lado, el Mercado – en Occidente- tira a la basura al ser humano con 50 años o menos, esto es lo que hace el sistema que defienden nuestros respetables contribuyentes, al tiempo que la ciencia que también financian prolonga la vida más allá de los 80, 90 y 100 años. Y, por supuesto, apoyan eso que se llama capitalismo popular que no es otra cosa que meter en la mierda mercantil a todos los ciudadanos que lo deseen o puedan emplear 3.000 euros en adquirir acciones de esta o aquella empresa, hasta que el individuo se va obsesionando con su dinero y sus acciones y cree que no existe un mundo mejor que ése hasta el punto de que cuando se quiere relajar y evadir no lo logra, su cabeza ya no lo permite.

Los del clan son especialistas en convertir el pecado en virtud. Para ellos, las cuentas de dinero negro procedentes de todas las actividades más variopintas, despreciables, repugnantes y anticristianas son dinero opaco o anónimo (se trata de cuentas numeradas, sin nombre de titular). Eso lo permiten los bancos -sus bancos- que asesoran sobre ello, los bancos de estos cristianos sepulcros blanqueados, que te remiten a otros bancos de países o territorios que dejan fuera de la Unión Europea para que no tengan que dar cuenta a nadie de sus barbaridades. El clan de los hábiles poderosos no ve con buenos ojos al Estado, no lo quiere, cualquiera diría que son comunistas o anarquistas pero hay una diferencia de fondo: los fariseos quieren un Estado a su servicio, no quieren que el Estado gaste dinero pero no les importa que financie sus colegios, por ejemplo, y los comunistas y anarquistas estiman que el Estado deja de existir de forma natural, por evolución mental de los seres humanos, una evolución que los conduce a la madurez, a la responsabilidad socio-individual. No es el caso de los meapilas poderosos de los que hablo que se creen vencedores de la Historia cuando no son más que gigantes con los pies de barro. El problema es cómo y quién les impulsará a caer porque en realidad no tienen enemigos ni adversarios de peso.