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El Día, su soberanismo, y también dos huevos duros

Fuentes: Rebelión

Leer los editoriales de El Día, qué quieren que les diga, no es una tarea recomendable y sólo apta para gente un tanto rara. Lo primero que se adivina, tras una sintaxis atropellada y un lenguaje más que vitriólico, es un maniqueísmo ramplón: Tenerife bueno, Las Palmas malo; empresario bueno, trabajador malo, y cosas así. […]

Leer los editoriales de El Día, qué quieren que les diga, no es una tarea recomendable y sólo apta para gente un tanto rara. Lo primero que se adivina, tras una sintaxis atropellada y un lenguaje más que vitriólico, es un maniqueísmo ramplón: Tenerife bueno, Las Palmas malo; empresario bueno, trabajador malo, y cosas así. Me interesaba conocer cuándo el periódico, que en su momento fue órgano de la cruzada franquista y, más recientemente, azote implacable de los movimientos sociales isleños, se lía la bandera de las siete estrellas verdes a la cabeza, tan estigmatizada y perseguida hace sólo unos años, y comienza su campaña soberanista de última generación. Descubrí que el punto de inflexión se produjo el 25 de febrero de 2007, en un apartado del editorial de ese día titulado Madrid nos mira por encima del hombro ya se lanzaban veladas amenazas: «Canarias más libre e independiente que siempre mantendrá los lazos que le unen con la Península y con Europa, siempre y cuando nos dejen de tratar como súbditos de la «metrópoli» o como indígenas de su propiedad».

Pero es El 13 de mayo cuando se suelta definitivamente el pelo soberanista pudiendo leerse en las páginas reservadas a expresar la línea política del periódico cosas como «fuimos conquistados y hoy queremos recuperar la libertad» o «Canarias no es una finca, y en estos tiempos de avances, de progresos y de libertades entre países, es inconcebible que el Archipiélago se encuentre sometido». Incluso se sugiere que las nuevas relaciones con Madrid se asemejen a las que mantienen los países de la Commonwealth con el Reino Unido. Y por si hubiera alguna duda, en el editorial del pasado 7 de septiembre «Nación de hecho y de derecho» se afirma, con grandes dosis de victimismo y rabia, que «Quizá no existe en estos momentos ningún país en el mundo con más derecho a su independencia que Canarias. Nuestras Islas reúnen las características típicas de una colonia, pues somos un territorio africano, que disfrazaron de autonomía, sometido por una Metrópoli europea».

Es curioso, hace apenas tres años nada hacía pensar que El Día pudiera llegar a ser el vocero de ningún movimiento de liberación nacional canario, sus obsesiones eran perseguir a los «terroristas sociales» de Asamblea por Tenerife -piropo que debemos agradecer al ex presidente de la Autoridad Portuaria, Luis Suárez Trenor, fuera de servicio desde su imputación en el auto del Caso del Fórum Filatélico- y denunciar que la reforma del Estatuto de Autonomía se sustenta en tres grandes mentiras, a saber, el mantenimiento del «Gran» de Gran Canaria, la utilización del orden alfabético en la relación de las islas que conforman la Comunidad Autónoma para que Tenerife aparezca en una odiosa última posición, y la modificación del escudo igualando el tamaño de las siete islas, antes Tenerife era más grande que el resto con la figura del «Padre Teide» bien ostensible. Otro editorial, el del 22 de abril de 2004, finalizaba con el siguiente llamamiento a la tribu nivariense: «Rechacemos ahora el infamante Estatuto de Canarias, que enaltece a la tercera isla del Archipiélago y ultraja a la mayor, la más importante y principal, la más bella: Tenerife». Y también dos huevos duros…

Sin embargo, habría que felicitar a su editorialista por la forma en que compagina de manera más que brillante -diría alucinante- sus supuestas ansias independentistas con su odio a Gran Canaria (perdone Don Pepito por lo de Gran): «La soberanía también pondría fin a la ambición de Canaria, es una isla maldita que, como Caín, arremete contra su hermano. El liderazgo le corresponde a Tenerife, que es la isla más grande, la más poblada, la más hermosa y la más generosa con las demás. La soberanía, como decimos, cambiará muchas cosas…». Y que llega al clímax con un canto al racismo y la xenofobia «Sólo como nación soberana nos libraremos de los moros. Nos protegerían los Estados Unidos, la OTAN, la UE y otros países con los que estableceríamos pactos a nuestra conveniencia».

La sorpresiva entrada en escena de Miguel Zerolo como mencey independentista, justo cuando la Justicia lo había señalado en las tramas de corrupción que, a esta alturas, todo el mundo conoce y que coincide en el tiempo con el inicio de la etapa soberanista de El Día, hizo pensar que aquello era una cortina de humo para esconder las trapacerías del alcalde, buen amigo del diario y firmante -su autoría está por ver- de la sección Cartas a Santa Cruz para escarnio de traidores a Nivaria y del temido Sanedrín de Vegueta. También la publicación en exclusiva de la Constitución de la República Federal de Canarias, obra del independentista Antonio Cubillo, ha contribuido a una percepción hilarante (o delirante) del fenómeno.

Es cierto, el método elegido para que se tengan en cuenta sus ideas emancipatorias se parece mucho al del yonqui que entra en una farmacia y le grita al dependiente, mientras lo amenaza con una jeringuilla, que le de el dinero «¡Porque estoy muy loco, hostias!». Es lo que pasa con las oligarquías inmaduras, huérfanas de pensadores e intelectuales de calado y de cuadros políticos capaces. Pero no por eso debemos tomarlo a chufla, sobre todo porque cada vez son más las voces en Coalición Canaria que abogan por que las relaciones con el Estado español copien el modelo de Estado libre asociado de Puerto Rico.

¿Conocerán estos fanáticos del soberanismo que ese «Estado libre asociado» posee una constitución propia que el Congreso gringo puede eliminar unilateralmente y reemplazarla con cualquier ley o regulación que considere oportuna; que es el gobierno federal de EE.UU. quien regula el correo, las aduanas, la moneda, las relaciones laborales, el control aéreo y marítimo, las comunicaciones y, por su puesto, el ejército y las relaciones internacionales; que el 45.5 por ciento de sus casi cuatro millones de habitantes vive bajo el umbral de la pobreza; que importa más del 90% de los alimentos y que, si sigue la tendencia actual de abandono de explotaciones agrarias, se podrían perder la totalidad de sus tierras agrícolas en las próximas dos décadas? Seguramente sí, y no les importa. ¡Chiquitos independentistas!

Este patrioterismo insularista parece no superar el rango de chantaje mediático, que si no- como ocurre en otras latitudes, pongamos que hablamos de Euskalerria- El Día y su grupo multimedia sería ya pasto de cualquier auto de Garzón, la policía habría cerrado sus instalaciones e incautado ordenadores para comprobar sus conexiones con algún grupo terrorista. Don Pepito y sus redactores estarían pasando un calvario en los tribunales -¿les suenan los cierres de Eguin y de Egunkaria o la persecución jurídico-policial a Gara?-. Previamente, los anunciantes se habrían retirado discretamente, las subvenciones sorpresivamente dejarían de llegar y el director de la sucursal de Cajacanarias ni siquiera se pondría al teléfono…

Pero ocurre todo lo contrario, mientras cierta izquierda le deja hacer y hasta ríe sus bravatas, los trillizos parlamentarios recompensan a su propietario y director, José Rodríguez Ramírez, con el Premio Canarias de Comunicación en 2007, a pesar de su ideario reaccionario, su racismo y xenofobia, su insularismo casposo y ultramontano, o, precisamente, por todo eso. Le conceden licencias para la televisión digital terrestre, emisoras de radio y las campañas publicitarias institucionales siempre acaban haciendo un hueco en sus presupuestos para el grupo de El Día. Es agasajado por La Cámara de Comercio, la patronal Ceoe y hasta la Delegación del Gobierno; los empresarios se dan bofetadas por anunciarse en sus páginas, aunque sea junto a los pornográficos anuncios de la sección de contactos, y los alcaldes se lo rifan para nombrarlo hijo predilecto, adoptivo o lo que se tercie, con tal de no ser víctima de sus campañas difamatorias.

¿Pensarán estos que los escualos de los sindicatos empresariales de Miami, que nadan libremente por los arrecifes de la plataforma tricontinental canaria, apoyarían ese nuevo estatus para el Archipiélago? Vaya usted a saber.