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Entrevista a Ignacio Echevarría, ex-crítico literario de El País

«En mi reseña mordí hueso por dos veces: las «sinergias» del grupo Prisa y el tabú del nacionalismo vasco»

Fuentes: Periodista Digital

La independencia y la credibilidad del periódico más importante de habla hispana, El País, han sido cuestionadas. ¿Por quién? Por los suyos: Mario Vargas Llosa, Rafael Conte, Rafael Sánchez Ferlosio, Juan Marsé, Eduardo Mendoza y una larga lista de colaboradores habituales y redactores (pinchar para ver carta enviada a El País). El público «adiós» al […]

La independencia y la credibilidad del periódico más importante de habla hispana, El País, han sido cuestionadas.

¿Por quién? Por los suyos: Mario Vargas Llosa, Rafael Conte, Rafael Sánchez Ferlosio, Juan Marsé, Eduardo Mendoza y una larga lista de colaboradores habituales y redactores (pinchar para ver carta enviada a El País).

El público «adiós» al periódico de uno de sus colaboradores y críticos literarios más prestigiosos, Ignacio Echevarría, ha desatado una polémica sin precedentes en la historia de este diario, dando a entender que «algo huele a podrido en Dinamarca«.

Ejerciendo el derecho de la libre crítica, Echevarría escribió una reseña aguda, demoledora y sin compasión de la novela ‘El hijo del acordeonista’, de Bernardo Atxaga, editorial Alfaguara (también del grupo Prisa) y que fue publicada el 4 de septiembre en Babelia (pinchar aquí para leerla).

Este hecho le significó que su colaboración fuese «congelada» sin explicación alguna. Después de tres meses sin recibir ninguna respuesta a sus preguntas Echevarría dijo públicamente «adiós» a través de una carta abierta dirigida a Lluís Bassets, director adjunto del diario, y que no salió publicada en El País. Ni una línea, silencio absoluto, aunque varios otros medios se hicieron eco de lo sucedido.

Sin embargo, después de ocho días, el sábado 18, el periódico se vio obligado a publicar una carta que a su director enviaron numerosos escritores, intelectuales, y redactores: «Expresamos nuestra preocupación por el daño que ha sufrido el crédito del periódico a raíz de la carta abierta que el crítico de Babelia y colaborador de la sección de Cultura del diario, Ignacio Echevarría dirigió el pasado 9 de diciembre a Lluís Bassets, director adjunto de EL PAÍS, en la que se denunciaba la represalia y la censura de los que ha sido objeto por ejercer la crítica literaria tal y como venía haciéndolo desde hace catorce años en estas mismas páginas».

La epístola provocó la reacción del rotativo, con la publicación, este domingo, de un artículo a página casi completa de la defensora del lector de El País, Malén Aznaréz (pinchar aquí). En él, Bassets hace sus descargos sobre los hechos, pero la opinión de Echevarría no aparece por ningún lado.

Periodista Digital sí ha hablado con este critico literario que no tiene pelos en la lengua a la hora de analizar y valorar lo que pasa en un periódico cuyos directivos, a su juicio, lo están «secuestrando» a sus lectores. Con «cierta temeridad» en su voz crítica, Echevarría sólo pone una condición: «no ha habido fotos mías en España en catorce años y ahora no es el momento«.

¿Cómo recibes la carta publicada el sábado 18 en El País de escritores como Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Rafael Conte, Mario Vargas Llosa, entre otros?

La recibo con alegría y con agradecimiento. Significa que mi gesto no ha caído en saco roto, y que al menos un sector de la cultura española es capaz de reaccionar a un abuso flagrante (el cometido conmigo) y a una deriva inquietante (la emprendida por El País de un tiempo a esta parte). No nos equivoquemos: ha sido una manifestación de defensa de El País frente a quienes se empeñan en secuestrarlo a los lectores y a los colaboradores que hicieron de él lo que es y está a punto de dejar de ser.

Hablas de secuestro de El País, ¿pero no podría ser también la respuesta a un proceso de evolución de los tiempos y al derecho que cada medio tiene para marcar su línea editorial?

Un periódico como El País nació con voluntad de orientar e influir en la evolución de los tiempos, como tú dices, y no de navegar a su merced y hacerlo, además, en beneficio propio. El País, por otra parte, y dada su aplastante hegemonía en el marco de la prensa española, tiene adquirido un compromiso histórico con sus lectores (los centenares de miles de lectores que le han dado esa hegemonía) que en cierto modo debería trascender los intereses comerciales de un grupo empresarial.

¿Algunos de los que firman la carta publicada en El País se ha puesto en contacto contigo?

Cuando mandé por e-mail mi carta abierta, muchos de quienes la recibieron (la carta se propagó a una velocidad de vértigo) me escribieron para expresar su solidaridad conmigo. Entre ellos, algunos de los que luego han firmado la carta a ‘El País’. Pero nadie lo ha hecho con motivo de firmar esta carta, como es lógico, pues no he sido yo quien la ha promovido.

¿Cuándo te incorporaste a El País y cuál ha sido tu trayectoria dentro del diario?

Me incorporé hace ya catorce años, y consolidé mi posición en el suplemento por virtud de la independencia, la exigencia y la contundencia que ahora se me recriminan. Es El País el que ha cambiado, no yo.

¿Cómo ha sido tu relación con los responsables de Cultura de El País?

Mi relación con los sucesivos responsables del suplemento de Libros de El País ha sido siempre excelente. Y hago constar que he trabajado con, al menos, media docena, a lo largo de catorce años. Ha imperado la complicidad y el buen entendimiento. María Luisa Blanco no ha sido en este sentido ninguna excepción, más bien lo contrario. El problema surge recientemente desde jerarquías superiores del diario, y muy en particular a consecuencia de la gestión melindrosa y servil del responsable último del suplemento, Lluís Bassets.

¿Te duele tu partida de El País?

Me duele el modo en que se ha producido.

¿Te ha dolido por una cuestión personal – me refiero a la indiferencia demostrada hacia tu persona y tu trabajo – o por lo que significa tu salida respecto del libre ejercicio de la critica en España?

Por las dos cosas.

¿Cómo valoras la publicación de la defensora del lector, Malén Aznárez?

La Defensora del Lector ha hecho un evidente esfuerzo de ecuanimidad. Pero no deja de producir pasmo el hecho de que se pueda tratar por extenso «el caso Echevarría», como ella lo llama, sin darme voz de ninguna forma ni reproducir, siquiera parcialmente, mi carta y los argumentos que en ella daba.

Lluís Basset habla de que la intención era sólo de ‘congelar’ la relación. ¿Te arrepientes de haber tomado la iniciativa de decir «adiós»?

¿Qué es esto de congelar? Parece que estemos hablando de pescados y no de personas. Tres meses y medio de «silencio administrativo», sin paga y sin explicación alguna al afectado. ¿No es eso un despido en toda regla? Y si no, es un caso gravísimo de negligencia. Por supuesto que no me arrepiento de haber precipitado una situación que ya estaba cantada.

¿Sigues pensando que hubo censura en contra de tu trabajo?

Ha habido censura contra mi persona. La crítica de Atxaga no se censuró, entre otras cosas porque fue responsabilidad exclusiva de María Luisa Blanco, directora de Babelia, publicarla. Está claro, a la luz de los acontecimientos, que si Lluís Bassets hubiera tenido oportunidad de decidirlo, no la habría publicado. En cualquier caso, sí censuró mi siguiente reseña, la dedicada a T.S. Eliot, que por cierto se titulaba «Críticos imperfectos».

¿Qué opinas de que Bassets insista en que rechaza tu crítica al libro de Atxaga por considerarlo un ataque personal al autor?

En la medida en que un libro pertenece a su autor, todo ataque a ese libro lo es, en cierto modo, al autor. Pero siempre indirectamente, como se deja ver en mi propia crítica. Son las reglas del juego, y no hay otra forma de jugarlo.

¿Por qué crees que sentó tan mal al director adjunto de El País, Lluis Bassets, tu crítica a Atxaga, cuando te la había solicitado la responsable de Babelia, María Luisa Blanco, conocedora de que el escritor vasco no era santo de tu devoción?

En mi carta abierta del pasado día 9 dejo bien claro que, antes de encargarme la reseña, María Luisa Blanco -y cito- «me consultó acerca de mi opinión sobre Atxaga, respondiéndole yo, sin falsedad, que se trataba de un autor cuya trayectoria venía siguiendo con curiosidad y con respeto». No sé de donde sacas, por lo tanto, que «no era santo de mi devoción». En la misma carta sugiero muy claramente las razones del malestar de Lluís Bassets. Sólo me queda señalar el trasfondo político de todo este asunto. En mi reseña mordí hueso por dos veces: las «sinergias» del grupo Prisa, por un lado, y el tabú del nacionalismo vasco, por el otro.

Hablas de las ‘sinergias’ del Grupo Prisa…¿ crees que existen espacios reales de libertad de expresión del pensamiento en medios que tengan la trascendencia que tiene El País?

Lo dudo. Lo preocupante de la situación es que el menoscabo de la crítica y los límites a la libertad de expresión se produzcan dentro del periódico que, al menos hasta hace escasos años, hizo bandera de estos dos principios, y consolidó su prestigio actuando como defensor de los mismos.

El actual ‘estado de las cosas’, visos de censura, politización en los medios, concentración de estos en pocas manos…¿cómo calificarías la situación? ¿cuál es tu reflexión?

La situación es preocupante, desde luego. Por lo que toca a la crítica, no hay muchas esperanzas. Se trata de un género en indeclinable proceso de extinción. Al menos en el marco de la prensa diaria, y muy en particular en España, donde estamos asistiendo a una especie de «berlusconización» del sistema, y donde la institución de la crítica no merece apenas respeto, debido sobre todo a la indignidad de la mayor parte de quienes practican este oficio. Eso sí, donde la crítica deja de existir, el proceso de pauperización de la literatura misma se vuelve, a su vez, inevitable. La industria cultural usurpa su lugar a la cultura propiamente dicha, y a continuación ya se sabe lo que pasa: Lucía Etxebarría pasa por escritora, y cosas por el estilo.

La sombra de esa especie de «berlusconización» de la que hablas ¿se puede extender al ejercicio del periodismo y por lo tanto a la libertad de expresión?

Por supuesto. Toda concentración de poder, tanto más si se prolonga, entraña de por sí una amenaza a la libertad de expresión. Y El País, que desde hace más de 25 años concentra un poder enorme, no parece mostrarse especialmente vigilante hacia este peligro.

¿Conoces personalmente a Bernado Atxaga?

No.

¿Qué opinión te merece como persona?

Ninguna.

¿Y como escritor?

Me remito a mi crítica de ‘El hijo del acordeonista’.

Sabías que Alfaguara, del Grupo Prisa, editaba el libro de Atxaga. ¿Eso afectó en algo a tu trabajo?

No.

Dices que la critica literaria es un género en proceso de extinción…¿ eso ya lo pensabas antes de tu salida de El País ?

Sí. Con frecuencia he dicho que la de los críticos es una especie en extinción, como los osos panda. Van quedando menos cada vez, y algunos de ellos viven en los zoológicos.

¿Qué importancia tiene la sensibilidad ante un escrito o una obra literaria?

Una importancia proporcional a la que tienen, por ejemplo, la inteligencia, una cultura más o menos amplia, el conocimiento de la tradición, cierta intuición, cierta temeridad, y unas buenas dotes para escribir. De todo eso está construido el talento de un crítico.

¿Cómo se logra mantener una mirada limpia frente a un trabajo de letras?

No se trata de eso. La mirada limpia no es posible, y además no interesa. Lo que importa es que esa mirada se articule en función de un razonado sistema de valores, y acierte a transmitirlo eficazmente, de forma que el lector pueda tomar una posición en relación a él, y por virtud de ello hacerse un juicio propio.

¿Qué hay de cierto en el dicho: «un crítico literario esconde un escritor frustrado?

A este topicazo respondo siempre recordando a Juan Benet. Él proponía lo contrario: que es el escritor, más bien, el que viene a ser un crítico frustrado; un hombre que, en su deseo desmedido de alcanzar el conocimiento de lo que le apasiona, no encuentra otra salida que el atajo de la creación. Dejando a un lado su aspecto provocador, la paradoja sugiere que el lenguaje del creador y el del crítico son de naturaleza radicalmente distinta: intuitiva la del primero, analítica la del segundo. De lo que no hay que deducir una oposición, sino una complementariedad.

¿Qué está hacer más daño a El País, el sistema o las personas? Me refiero a que si es un fenómeno particular con ese medio o es algo que afecta también a la prensa en general.

Las dos cosas. El sistema marca unas tendencias determinadas. Pero son las personas las que resuelven resistirse o doblegarse a esas tendencias. La dirección de El País hace ya demasiado tiempo, demasiado, que está en manos de algunas personas que no merecen ese puesto y que salvo excepciones, son las responsables más directas de la trivialización y la manipulación del periódico. Ese periódico empieza a ser viejo, y cuenta con una jerarquía demasiado apegada a sus cargos, que se resiste a ceder el puesto a gente más joven.

Tu reflexión última sobre todo lo sucedido.

Que la dirección de El País está en manos de unos incompetentes.