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Campaña de cartas enviadas al Presidente de la Conferencia Episcopal Española, a su Secretario General y al Director de la cadena radiofónica

Grupos de base cristianos protestan contra programas de la COPE y el silencio de la Conferencia Episcopal

Fuentes: Rebelión

El Comité Oscar Romero de Madrid y las Comunidades Cristianas Populares del Estado Español han iniciado una campaña contra el silencio que la Conferencia Episcopal mantiene ante el problema de la inmigración en el estado español. Y, concretamente, contra ciertos programas de la cadena COPE, en particular el dirigido por Federico Jiménez Losantos, en el […]

El Comité Oscar Romero de Madrid y las Comunidades Cristianas Populares del Estado Español han iniciado una campaña contra el silencio que la Conferencia Episcopal mantiene ante el problema de la inmigración en el estado español. Y, concretamente, contra ciertos programas de la cadena COPE, en particular el dirigido por Federico Jiménez Losantos, en el que se mofaba de la situación de los inmigrantes en Ceuta y Melilla.

Esta campaña se concreta en el envío de cartas de protesta al Presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor D. Ricardo Blázquez Pérez, a su Secretario General, Monseñor D. Juan Antonio Martínez Camino, y al Director de la Cadena COPE.

Para ello han elaborado dos cartas, una para ser firmada por grupos, comunidades, comités de todo tipo, tanto confesionales como aconfesionales, y otra, exactamente igual para ser firmada a nivel individual. E indican que en cada carta enviada por los grupos se incluya el sello de la organización con el nombre de la persona responsable y la firma, y en el caso de la carta individual se incluya el nombre y la firma.

En la opinión de estos grupos no se puede callar ante este atropello por dignidad y piden que se de a la carta la mayor difusión posible para que puedan llegar a todos los interesados en frenar este trágico tema.

A continuación incluimos la carta y a quien debe enviarse.

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Monseñor D. Ricardo Blázquez Pérez. Presidente de la Conferencia Episcopal española
c/c: Monseñor D. Juan Antonio Martínez Camino, Secretario General, y Sr. Director de la Cadena COPE

Madrid, 21 de Octubre de 2005

Señor Obispo:
Imaginamos que está al corriente de la emisión, los pasados días 5, 6 y 7 de octubre, por medio de la Cadena COPE, de una producción elaborada por un tal llamado Grupo Risa, bajo el epígrafe de «Salto a la valla» así como otro montaje, también del mismo grupo, titulado «la valla estaba repleta». Por si no ha tenido ocasión de escuchar la burla que en ellos se hace del sufrimiento de centenares de inmigrantes subsaharianos, le remitimos a la página web donde puede encontrar la forma en que desde esta cadena informativa, se mofan del dolor que representa el huir del propio país a causa del hambre. Lo encontrará usted en http://www.cope.es/la_manana/grupo_risa1.asp .

También estamos seguros que es usted consciente del patronazgo que la Conferencia Episcopal española ejerce sobre dicha Cadena COPE y el carácter de esta como portavoz de opiniones de la Conferencia que usted preside.

Por lo anterior no enviamos esta carta, sino copia de la misma, al Director de dicho medio informativo, sino a usted, como Presidente de la Conferencia Episcopal, último responsable del tratamiento de las noticias en este medio de comunicación.

Es muy poco evangélico, Monseñor, hacer burla del sufrimiento de los seres humanos. Se puede tener la opción política que se desee, se puede optar por una u otra forma de sociedad, se pueden priorizar unos u otros valores. Pero nunca se pueden utilizar la muerte y las lágrimas de nuestros semejantes para hacer bromas de mal gusto. Podemos aceptar, aunque atente contra el buen gusto, los numerosos programas en los que esta Cadena critica de una forma grosera a políticos y personajes públicos, pero en esta ocasión, al traspasar la barrera de la ética, nos sentimos dañados en nuestra integridad como seres humanos. No es lícito usar la muerte y el sufrimiento de mujeres y hombres trivializando esta realidad para no sentirnos interpelados por ella.

La Conferencia Episcopal, salvo honrosas excepciones, no ha tenido la gallardía, Monseñor, de tomar una postura beligerante y activa ante el drama humano que supone la inmigración en nuestro país.

El fenómeno de la inmigración se debe, como usted bien sabe, a la injusticia centenaria de los países del Norte, que se han enriquecido expoliando durante siglos a los países del Sur y que, en este momento, les ahogan por medio de instituciones internacionales egoístas e insolidarias.

No se puede compatibilizar el hablar, por una parte, de Jesús de Nazaret y, al mismo tiempo mantenerse en silencio ante esta realidad de muerte. No se puede autotitularse como «pastores del pueblo de Dios» cuando no están ustedes defendiendo a los más débiles de ese pueblo. Ese Reino de Dios por el cual clamamos cada día pidiendo que «venga a nosotros», no se acerca con actitudes como las suyas.

Es sorprendente ver en las calles de nuestras ciudades a nuestros obispos manifestándose a favor de la familia mientras no mueven ni un solo dedo ante las guerras, ante el dolor, ante la injusticia ni ante la muerte.

Cristo supo, en cada momento, acercarse y consolar a aquellos que necesitaban consuelo y supo comprometerse hasta tal punto que entregó su vida por la causa de la Justicia. No parece que este acercamiento amoroso haya contagiado las actitudes de nuestros obispos, que fríamente contemplan cómo el hambre azota a millones de criaturas humanas, sin provocar en ellos reacciones verdaderamente evangélicas.

No confiamos demasiado que una simple carta pueda mover a la fraternidad cuando las lágrimas no han conseguido este fin. Pero nuestra dignidad personal, nuestra ética y nuestras creencias nos hacen dirigirnos a usted para, parafraseando a Monseñor Romero, decirle que «En el nombre de Dios. cese la represión» a los más débiles.

No cobijen más bajo el manto de la Conferencia Episcopal burlas a los desarraigados por la miseria, no permitan la mofa ante la muerte en las vallas de Ceuta y Melilla ni ante el abandono en pleno desierto de seres humanos indefensos, no sean partícipes del pecado de insolidaridad, y sepan asumir el luminoso papel de «pastores del pueblo de Dios» para el que han sido llamados.

Atentamente,