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La muerte de Pinochet deja al descubierto el doble discurso de las “democracias” capitalistas

¡Habrá que hacerle un monumento!

Fuentes: Rebelión

Muere Pinochet y el pasteleo queda en caricaturesca evidencia. En lo que se vende como gesto heroico, el gobierno chileno no le rendirá honores como Jefe de Estado, pero sí como alto mando militar, permitiendo el duelo en los cuarteles, donde las banderas ondearán a media asta. Muy revelador del talante de las actuales -¡»democráticas»!- […]

Muere Pinochet y el pasteleo queda en caricaturesca evidencia. En lo que se vende como gesto heroico, el gobierno chileno no le rendirá honores como Jefe de Estado, pero sí como alto mando militar, permitiendo el duelo en los cuarteles, donde las banderas ondearán a media asta. Muy revelador del talante de las actuales -¡»democráticas»!- fuerzas armadas chilenas, y del supuestamente «socialista» gobierno Bachelet.

Los servicios informativos de Televisión Española ofrecen, de madrugada, un especial informativo sobre la trayectoria del insigne criminal. Se suceden diversos mini-reportajes en los que (¡faltaría más!) se hace recuento de su atroz actuación. Pero es pintado más bien como un loco sanguinario que actuó por libre. La mano de Washington es tan sólo insinuada discretamente y de paso. El viejo títere mussolinesco se convirtió hace ya mucho -y parece que de buen grado- en chivo expiatorio de las maniobras imperiales que, mediante la aniquilación sistemática de «castrocomunistas», lograron implantar en Latinoamérica las políticas neoliberales de los Chicago Boys; los periodistas del «Mundo Libre» no pretenden hurgar en ese sentido y nos cuentan que muerto el perro, acabó la rabia.

No queda ahí la cosa: el especial informativo que TVE nos ofrece va sospechosamente derivando hacia elogios (más o menos discretos) de lo que denominan «milagro chileno»: una economía fuerte, en expansión y «la más estable de la zona», y con escasísima conflictividad social (¿¿¿???). ¡Pareciera, en verdad, que la dictadura fue un mal necesario!…

La analogía con la Transición Española es el constante (aunque no declarado) tufillo argumental: ¡qué bonito transitar, sin derramamiento de sangre-ni venganza-ni revanchismo, de dictadura a democracia de mercado! ¿Depurar cargos e instituciones? ¡Líbrenos el Cielo! ¡Nada que altere la tranquilidad democrática, y aquí Paz y después Gloria! El broche de oro lo pone, en directo desde Santiago, María José Ramudo que define el Chile actual como «una democracia consolidada (a la) que ya sólo le falta perfeccionarse».

Ay, ¡menos mal!, ¡qué alivio y qué gustito! ¡Y ya me fui a dormir muuucho más tranquilo!…

Como un póstumo homenaje al finado, los carros de agua largan esa misma noche sus manguerazos contra manifestantes que celebran el deceso («violentos» según el Telediario Primera Edición de TVE). Y en Antena 3 TV, el locutor no pierde ocasión para lucirse con uno de los tópicos predilectos del periodismo en el «Mundo Libre»: equiparar a Pinochet con Fidel, otro dictador latinoamericano, éste todavía en activo. Y enlaza con la noticia de la «agresión» por parte de «castristas» a «disidentes» que marchaban «pacíficamente» con motivo del «Día de los Derechos Humanos». Es el pueblo (como de costumbre en Cuba) quien espontáneamente repele la carnavalada contrarrevolucionaria y no los carros de la policía, como sí en el «democrático» Chile… Pero nadie parece advertir este pequeño detalle, y el locutor, desde luego, no va a hacer hincapié en ello.

El celebrado paralelismo Pinochet-Fidel (utilizado recientemente por el «socialista» José Bono, entonces Ministro de Defensa, lo que provocó lógicas protestas de la diplomacia cubana) revela una indescriptible voluntad manipuladora o bien una ignorancia supina en geopolítica e historia reciente… cuando no una combinación de ambas virtudes, tan común en los periodistas del «Mundo Libre», víctimas también de la constante manipulación de la que son voceros profesionales.

No hace falta ser Chomsky para darse cuenta de que, desde el «Mundo Libre», hoy Allende sería considerado «populista» cuando no «dictador»; desde luego, «amigo y aliado del dictador cubano» y «factor desestabilizador en la región»… ¡Probablemente los pinocheteros merecieran ahora título de «oposición democrática», como la turba de oligarcas que montaron contra Chávez el 11-A y conspiran ahora contra Evo!

En la españolísima emisora COPE, Jiménez Losantos (con segunda residencia en Miami y amigo de Carlos Alberto Montaner) celebraba la muerte del genocida chileno al tiempo que deseaba que Fidel (al que llama «Hitler del Caribe») le siga a la tumba: «¡Dos por el precio de uno!», aullaba este rocambolesco personaje, que finge ignorar que su queridísima mafia terrorista cubano-americana alardea de haber colaborado mano a mano con Pinochet, a su vez patética marioneta de su queridísima CIA, ésta al servicio de su queridísimo FMI. Jiménez Losantos fundó en los ’70 la revista Diwán y, visto lo visto, quizá no debería haber abandonado jamás el psicoanálisis.

Más coherente a su discurso zion-neocon (versión ultrahispánica) se mostraba la otra estrella de la COPE y la FAES, César Vidal, que este verano escribía [1]:

«Pocas (dictaduras como la castrista) llegaron a sumar tantas intervenciones en el exterior siempre apoyando a los más tortuosos personajes, desde los comunistas de Angola y Etiopía a Chávez, desde un Allende que destejía la legalidad chilena a los Sandinistas.»

Y, por si sabe a poco, añade:

«Que un día de éstos (Fidel) morirá es obvio, que su sucesor -como todos sabían- será su hermano Raúl no tiene vuelta de hoja. El paso siguiente es el más delicado porque casi nadie cree que Raúl llegue a la altura moral de Pinochet o de la junta argentina y se retire pacíficamente del poder convocando elecciones, ni tampoco que esté dispuesto a marcharse en un avión como Somoza

¿Qué tal? ¿Les gustó? Sinceramente: César Vidal, con un (hispánico) par de cojones, se atreve a decir sin tapujos lo mismito que, de forma contradictoria y ambigua pero finalmente apastelada y digerible, triunfalista y sedante, nos venden otros opinadores y políticos, la comunidad internacional de demócratas profesionales. Muchos de ellos, para colmo de esperpento, pretendidamente «izquierdistas» e incluso «socialistas».

Al final -¡joderse!- a Don Augusto ¡habrá que hacerle un monumento!


[1] Diario La Razón de Madrid. Miércoles 2/8/06. Página 5. (El subrayado es mío).