Recomiendo:
0

Cronopiando

La cara que mece la noticia

Fuentes: Rebelión

En televisión, la credibilidad de una noticia o información depende, en buena medida, del rostro, de los gestos, de las maneras a las que apele el locutor. El tono en que exponga la noticia, las pausas que se tome, los guiños que establezca con la audiencia, van a contribuir, especialmente, a la huella que la […]

En televisión, la credibilidad de una noticia o información depende, en buena medida, del rostro, de los gestos, de las maneras a las que apele el locutor. El tono en que exponga la noticia, las pausas que se tome, los guiños que establezca con la audiencia, van a contribuir, especialmente, a la huella que la noticia deje en la memoria del televidente.

Hasta hace no muchos años, ignoro si porque nos creían más inteligentes, podía ocurrir que el mismo locutor que el lunes reclamaba la democracia en Hungría, por ejemplo, sonriera el martes la gracia del ministro del interior local cuando aseguraba que la calle era suya. O que el presentador que alentaba el viernes el derecho a la autodeterminación en Lituania, censurase el sábado el mismo derecho en Euskalherria.

Actualmente, sin embargo, ignoro si porque los locutores se han hecho más expertos, ya las contradicciones no tienen que esperar unas horas para manifestarse y en el mismo noticiero, una información más tarde, el mismo locutor que llorara por las víctimas del palestino ataque terrorista, indiferente reseña, a continuación, los daños colaterales ocasionados por el éxito de los objetivos israelíes.

Y todo ello mientras contraen o estiran el rostro, cambian de frecuencia las palabras, tosen o hacen muecas. Ellos acompañan con sapiencia de actores el texto al que, además de la voz, también imprimen su carácter. Y la noticia gana o pierde relevancia dependiendo de su trabajo.

Son tan hábiles que, en cuestión de segundos, pueden pasar de ironizar con la supuesta inocencia del corresponsal de Telesur detenido en Colombia por «terrorismo», a mostrar su pesar y abatimiento por la detención de un «periodista disidente» en Cuba.

Son tan sagaces que pueden hacer de una guerra un acto humanitario y de un proceso de paz una acción de guerra.

Son tan coherentes que en el mismo noticiero son capaces de llamar dictador al presidente americano que más elecciones ha ganado (con profusión de observadores internacionales) y celebrar, sin embargo, al dictador americano que más fraudes ha presidido y mentiras contado.

Exhiben sus mejores sarcasmos para hacer mofa del hechicero de una tribu africana pero, inmediatamente, se muestran crédulos y solemnes si han de referirse a europeas majestades o sumos pontífices.

Son verdaderos maestros en las artes de la representación, figurines de lujo para un proscenio tan cotidiano como el estudio de la televisión, esa cara que mece la noticia y que miente cuando dice y cuando calla.

([email protected])