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La función de los medios en México

La ética mediática

Fuentes: Rebelión

La función ideológica de los medios de comunicación es distinta en cada país, dependiendo, de las necesidades del sistema político imperante, para manipular y enajenar a las masas, o en casos mínimos como el de Cuba, para formar una conciencia crítica en la sociedad. Y ante la importancia de los medios de comunicación, para el […]

La función ideológica de los medios de comunicación es distinta en cada país, dependiendo, de las necesidades del sistema político imperante, para manipular y enajenar a las masas, o en casos mínimos como el de Cuba, para formar una conciencia crítica en la sociedad. Y ante la importancia de los medios de comunicación, para el sistema de poder y corrupción en México, de preservar la creciente deformación intelectual de los individuos y la profunda problemática de desigualdad social, toda pretensión de responsabilizar a sus dueños y trabajadores para contribuir mediáticamente en la famosa «libertad» que pregona sin pudor la democracia capitalista, se vuelve en una mera fantasía.

Los supuestos compromisos y deberes responsables de los medios de comunicación ante la sociedad, al menos en México, consisten en imponer una ideología de simple consumo e ignorancia, donde los compromisos y los deberes no son ante la sociedad, sino ante los grandes consorcios mercantiles y las grandes mafias políticas que se benefician con los contenidos que deliberadamente agobian a la manipulable conciencia social mexicana. La industria de la televisión en México es un duopolio cruel, agresivo e impiadoso. Televisa y Tv Azteca no tienen ningún compromiso social, su única pretensión, como buenas empresas capitalistas, es vender, donde lo menos importante es educar o formar cognoscitiva y culturalmente a la sociedad.

Los códigos de ética que proponen para regular los contenidos en los medios de comunicación son escuetos, efímeros y destinados a mantener su intocable sistema de producción. Sólo por mencionar:

«Son fines de los medios de comunicación proporcionar a la sociedad contenidos informativos, de entretenimiento y recreación, de orientación y respaldo a la educación formal, que sean completos y de calidad, capaces de contribuir a la solidificación de los valores esenciales de la sociedad, de la familia y de los individuos en México».

Definitivamente, es poco probable que haya una forma más escueta y directa para licitar, éticamente, los contenidos actuales de los medios de comunicación. Los contenidos informativos, aparentemente son una obligación de los medios, más in embargo, tienen la libertad de informar o desinformar de acuerdo a sus intereses económicos e ideológicos. Sencillamente se trata de ocultarnos nuestra desventurada realidad, controlarnos, dirigirnos. La información, parcial y sensacionalista, funge como instrumento de control, orientada a entretener e insensibilizar a los individuos que se exponen ya inconscientemente a los medios, como escape emocional a su desdichada realidad, para convertirlos en entes indoloros ante los atroces sistemas de control, directos e indirectos, que el gobierno de Estado impone para enajenarlos y alienarlos de manera pasiva y con alto porcentaje de eficaz funcionalidad.

Es entonces, la vendida y pregonada libertad de expresión e información, un disfraz cada vez más deleznable, aunque paradójicamente, funcional. En el caso de los noticiarios, su fuente de subsistencia es la publicidad, y las empresas políticas o comerciales que la pagan, son en realidad las que determinan qué y cómo se emite la información, de acuerdo siempre a sus intereses propios y de los dueños de los medios de comunicación, no a los intereses y/o necesidades sociales.

Los contenidos de entretenimiento y recreación, que también son éticamente lícitos, consisten en la producción de programas telenovelescos llenos de banalidades y supercherías sociales y culturales alienantemente ajenas a la vida de un individuo promedio, pero en el peor de los casos, los medios de comunicación, especialmente la televisión, se evita la fatiga de invertir cantidades racionales de dinero para la realización de producciones propias y mejor aún, compran e importan todo tipo de realizaciones extranjeras, lo cual, es más redituable por su menor costo. Tales producciones, van desde series, reality shows, caricaturas, telenovelas, y hasta eventos deportivos, que se contraponen al sincretismo sociocultural de los mexicanos.

La transculturación que se emite, no dudo con conciencia y deliberación por causa del llamado y pretencioso Imperialismo, provoca la permanente pérdida de la identidad cultural del individuo, no sólo en México, sino en toda Latinoamérica. Es un espectáculo cruel el observar a los niños que adquieren indeleblemente comportamientos agresivos y violentos ante su previa exposición a las producciones estadounidenses o japonesas que en muchas ocasiones se destinan originalmente para una segmentación adulta, pero que en nuestro país, se exhiben como programación infantil. En el caso de la transmisión masiva de deportes, su importancia ideológica reside en su facilidad para fanatizar y persuadir al consumo. En vez, por ejemplo, de difundir al deporte como una forma activa de recreación, la televisión expande el fanatismo como una actitud de participación colectiva para apoyar con parcialidad a una empresa u organización deportiva, ya sea asistiendo a dicho evento y consumiendo cuanto producto se le ofrece, o viéndolo por televisión pasivamente mientras la publicidad lo agobia sin ninguna consideración.

En general, la importación de cualquier tipo de producción, particularmente aquellas provenientes de Estados Unidos y Japón, contribuyen a la conformación de una sociedad sometida, controlada, y excluida. Las series de televisión que se importan mantienen un carácter cultural ajeno y efímero que refleja la forma de vida y de pensamiento que se pretende establecer en todo el mundo, ya sea ideológica y mediatizadamente a través de los medios de comunicación y otros agentes de formación, o por medio de la violencia «justificada» que en suma, satisfacen la finalidad imperialista de la codicia por el poder mundial. El contenido de la programación televisiva, está destinada a la enajenación, el control ideológico y, como dijo Lipovetsky, al imperio de lo efímero, producto de la Globalización comercial que imponen las potencias económicas del mundo que buscan la obtención de mayores ingresos y beneficios posibles a costa de la cultura del consumo y de la ignorancia. La ética en la producción no significa más que aquello que pueda vender y además, controlar a los individuos.

Y qué decir de eso que los medios de comunicación deben «orientar y respaldar la educación formal». Esta es una de las mejores y más cómicas pero trágicas gracias, no solo de un simple código ético, sino de manera más amplia, del Capitalismo. José F. W. Lora Cam define a la educación como «la formación integral de la personalidad humana: moral, artística, intelectual, física, etc. con la finalidad de adaptar a los educandos a una determinada sociedad».[1] Sin embargo, en los países capitalistas la educación es un poco diferente; Anibal Ponce, ensayista argentino, la describe de la siguiente forma:

«La educación en las sociedades de clases antagónicas ha servido y sirve, en el sentido estricto de la expresión, a los intereses económicos, políticos, ideológicos, etc., de las clases sojuzgadoras.»[2]

El complejo sistema educativo en las sociedades capitalistas está estructurado y programado para proporcionar a los individuos una instrucción, no una educación, es decir, se nos «forma» con el propósito de convertirnos en fieles obreros asalariados despreocupados de todo más que de sobrevivir egocéntrica e ignorantemente, o como lo concibe el mismo Lora Cam, de forma más agresiva, «la educación capitalista nos convierte en perfectos lacayos, en serviles instrumentos, en dóciles mercancías de la burguesía, nos convierte en apéndices de las máquinas, en esclavos de los instrumentos de producción.»

Ante estas nociones, me resulta difícil no evocar la aportación conceptual, al respecto, de aquellos pensadores y autores de una nueva forma de pensamiento social, económico y político llamado Socialismo: Karl Marx y Friedrich Engels. Su postura sobre la problemática de la educación y formación cultural e intelectual de los individuos en el Capitalismo, la simplifico con un fragmento de su Manifiesto Comunista: «La cultura, cuya pérdida deplora, no es para la inmensa mayoría de los hombres más que el adiestramiento que los transforma en máquinas.»[3]

Cualquier semejanza con la realidad puede ser sólo una coincidencia, aunque lamentablemente, no lo es. La función de los medios de comunicación de, efectivamente, respaldar la educación imperante, es fundamental para el control masivo. En la educación básica, por ejemplo, en el caso, digamos, ehhh… de la Historia, los niños aprenden banalidades que carecen de importancia en la explicación causal de los diversos sucesos históricos, o en el mejor de los casos, se les impone (a los niños) una historia casi totalmente tergiversada, que manipula y limita su conocimiento, forjándolos a una consecuente mediocridad y deformación intelectual. La diferencia esencial de los medios, refiriéndome por supuesto a los canales abiertos, en cuanto al mismo ejemplo, la Historia, es que en estos, raramente de emite programación concerniente, ya ni siquiera tergiversada, de la historia, lo cual, aunque no se crea, es peor.

Los valores que imponen, y que a veces inventan, los medios de comunicación, son parte de la ideología capitalista mediatizada a la sociedad a través de estos. No hay que olvidar que, después de todo, «Son fines de los medios de comunicación proporcionar a la sociedad contenidos informativos, de entretenimiento y recreación, de orientación y respaldo a la educación formal, que sean completos y de calidad, capaces de contribuir a la solidificación de los valores esenciales de la sociedad, de la familia y de los individuos en México». Amén.

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[1] José F.W. Lora Cam, Filosofía, Editorial Janis, 1990, p. 30.

[2] Anibal Ponce, Educación y lucha de clases, citado por José F.W. Lora Cam en Filosofía, Editorial Manis, 1990.

[3] Kart Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Gómez Gómez Editores, 1975.