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La explotación ideológica del Holocausto: las ambigüedades de Le Monde Diplomatique

Fuentes: Michelcollon.info

Traducido del francés para Rebelión por Felisa Sastre

Cuando a principios de 2001 apareció la traducción francesa de la obra del profesor estadounidense Norman Finkelstein, The Holocaust Industry, en las ediciones de La Fabrique, el libro fue objeto, durante los meses que siguieron a su publicación en Francia de numerosos comentarios, en su mayoría desfavorables.

Entre todas esas críticas, la del Monde Diplomatique– especialmente dura- (debida a la pluma de su redactor jefe adjunto, Dominique Vidal) con el curioso título de «Ambigüedades», atrajo mi atención porque me pareció muy reveladora de los procedimientos empleados por la redacción del Monde Diplomatique, cuando trata de desacreditar a un autor que se sale demasiado audazmente de la línea editorial más conformista del periódico en las cuestiones relacionadas con el antisemitismo. El año pasado, esa recensión/condenación de La Industria del Holocausto[1]se ha reeditado íntegramente (con pequeñas correcciones) en un número del bimensual Manière de Voir, dedicado a los «genocidios en la Historia», en la que ocupa casi una página entera (nº. 76, agosto-septiembre de 2004, pág. 19).

Una crítica casi totalmente desprovista de rigor

Un análisis detallado del artículo de Dominique Vidal nos ha permitido poner de manifiesto los siguiente puntos:

a) De forma desacostumbrada, la larga recensión del Monde Diplomatique no ofrece ni una sóla cita extraída del libro de Norman Finkelstein

b) Le Monde Diplomatique no dice nada de las verdaderas motivaciones del autor, expuestas cuidadosamente en la introducción del libro. Norman Finkelstein explica en ella que lo que le ha incitado a escribir The Holocaust Industry ha sido su deseo de ampliar el diálogo crítico establecido con el historiador estadounidense Peter Novick tras la publicación de su obra de referencia, «The Holocaust in American Life» (la traducción francesa del libro de P. Novick ha aparecido en la prestigiosa «Bibliothèque des histories», unos meses después de la publicación del libro de Finkelstein). El autor, que cita con profusión la obra de Novick, le reprocha a éste en especial el que no insista en los abusos más relevantes y no se oponga a algunas de sus interpretaciones.

c) Así como Le Monde Diplomatique señala de pasada que Norman Finkelstein es un «defensor de la causa palestina», olvida sospechosamente recordar que también (y ante todo) es hijo de supervivientes de los campos de exterminio nazis (su padre estuvo en Auschwitz y su madre en Majdanek) lo que, habida cuenta de la materia del libro, no tiene nada de anecdótico y justifica si cabe más su indignación ante la falsificación y la explotación del holocausto nazi.

d) Le Monde Diplomatique afirma de entrada que Norman Finkelstein «disparata sobre el fondo» pero se abstiene después de abordar de frente el objetivo final del autor: demostrar que la representación del Holocausto en Estados Unidos es una construcción ideológica vinculada a unos intereses concretos.

e) Le Monde Diplomatique confunde sistemáticamente el Holocausto como representación ideológica (sobre lo que trata el libro) con el holocausto nazi en tanto que suceso histórico. Por ello, le reprocha a Finkelstein el ignorar los trabajos más recientes «basados en archivos» de los historiadores (en particular, alemanes) sobre la «Shoah[2]«. Trabajos ciertamente interesantes desde el punto de vista de la investigación histórica pero que no tienen relación directa con el propósito del libro que trata de sus representaciones.

f) Al barrer de una plumazo las tesis de Norman Finkelstein sobre el cambio que supuso 1967, calificándolas de que «cada afirmación es un error», Le Monde Diplomatique confunde la actitud de las elites estadounidenses con anterioridad a 1967 (caracterizada por una relativa indiferencia hacia Israel y un olvido relativo del holocausto) con la estrategia del gobierno israelí anterior a 1967. Eso es lo que hace con el proceso de Eichmann: «El primer intento de enfrentar al gran público con el genocidio: el juicio de Adolf Eichmann se produce en 1961. Es indudable que David Ben Gurión ordenó secuestrar y juzgar al artífice de la ‘solución final’ por motivos de política exterior e interior», escribe Dominique Vidal con el propósito de desautorizar la cronología de Finkelstein. Ahora bien, éste recuerda en su libro que aquel secuestro fue muy mal visto por ciertos sectores influyentes de la opinión pública judía estadounidense. Eric Fromm, el médico y sicoanalista de origen judeo-alemán llegó incluso a considerar que el secuestro era un acto ilegal ¡del mismo tipo que de los que se había culpabilizado a los nazis! Por el contrario, fue tras la guerra de los Seis Días, como subraya Peter Novick en su libro, cuando el holocausto consiguió ocupar un lugar fundamental en la conciencia judía estadounidense y llegar a convertirse en mito. «El exterminio de los judíos de Europa no podía convertirse en holocausto hasta el 9 de junio, cuando tras una victoria aplastante, el Estado de Israel celebró el retorno del pueblo israelí el al viejo muro del templo de Jerusalén (…).

El rabino Irving Greenberg que poco después sería director de la Comisión Presidencial sobre el Holocausto que recomendó la construcción de un museo en Washington, escribió el día siguiente de la guerra de los Seis Días que «ésta le había dado a Dios una segunda oportunidad». (P. Novick. L’Holocauste dans la vie américaine, p. 212-213).

g) Le Monde Diplomatique, citando las declaraciones de un historiador alemán al diario Die Zeit, reprocha a Norman Finkelstein «ignorar que a los judíos les ocurrió algo único». Además de que la palabra ignorar es casi injuriosa dirigida a un hombre cuya familia (con excepción de sus padres) desapareció durante la segunda guerra mundial, el redactor en jefe del Monde Diplomatique, por su parte, parece desconocer que Norman Finkelstein dedica muchas páginas de su libro a estudiar lo que denomina la «excepcionalidad». Para Finkelstein «el dogma del caso único no tiene sentido alguno. Fundamentalmente, cualquier acontecimiento histórico es único, aunque sólo sea por razones de espacio y tiempo, y cualquier acontecimiento histórico tiene elementos que le aproximan y le distinguen de otros sucesos históricos. ¿Qué otro acontecimiento histórico ha sido considerado esencialmente en función de su excepcionalidad categórica? Las características distintivas del holocausto se subrayan para poder clasificarlo en una categoría completamente distinta. Pero no se explica nunca por qué los numerosos aspectos que comparte con otros acontecimientos deben considerarse, por el contrario, triviales.»

h) Le Monde Diplomatique, curiosamente, critica al editor francés, Eric Hazan, de irresponsabilidad al traducir sin prudencia la expresión «Jewish lobby» por «lobby judío» sugiriendo de esta manera una proximidad semántica (a falta de ideológica) del autor con la extrema derecha anti sionista:»Conocedor de la diferencia abismal entre las realidades estadounidense y francesa ¿es responsable traducir literalmente, y sin una explicación seria, una obra de este tipo? Tomemos un solo ejemplo: los grupos de presión estructuran la vida social y política en Estados Unidos, de manera que la expresión Jewish Lobby suena como algo objetivo al otro lado del Atlántico, mientras que entre nosotros se vincula con el lenguaje de la extrema derecha, que habla de un lobby judío inexistente», escribe. Ahora bien, el ejemplo elegido parece particularmente mal seleccionado porque la expresión «Jewish lobby» no figura en la edición original del libro ni en su traducción francesa (tal como me lo ha confirmado el mismo Finkelstein en comunicación personal: «No utilizo la expresión «Jewish lobby» en mis escritos porque considero que es demasiado incendiaria, aunque a veces lo utilizo al hablar, ya que estimo que las expresiones «lobby sionista» y «lobby israelí» son con demasiada frecuencia eufemismos).

i) Le Monde Diplomatique acusa a Norman Finkelstein de formar parte de un «complot»; de pretender «reducir la toma de conciencia de la especificidad del judeocidio a simples artimañas del lobby estadounidense», cuando por el contrario se dedica a describir con precisión el funcionamiento de un sistema y a desvelar la ideología que transmite. Así, una de las piezas maestras del sistema del Holocausto en Estados Unidos es el United States Holocaust Memorial Museum de Washington, el más importante de los siete museos dedicados al holocausto que hay en territorio estadounidense (todos construidos después de 1967). Tras haber puesto de manifiesto las omisiones y distorsiones más significativas del museo (que exagera en particular el papel desempeñado por los estadounidenses en la liberación de los campos de exterminio y no dice ni una palabra sobre el reclutamiento masivo de criminales de guerra que Estados Unidos llevó a cabo una vez finalizado el conflicto), Norman Finkelstein nos desvela la ideología oculta: «El mensaje global del museo es que ‘nosotros’ (los estadounidenses) no podríamos concebir- ni mucho menos cometer- actos tan demoníacos». Según la guía del museo, el holocausto habría sido «contrario a la misma naturaleza de la moral estadounidense». Y el museo repite con toda naturalidad la retórica sionista según la cual «Israel es la respuesta adecuada al nazismo».

j) Al proclamar que «para la impostura de los que niegan el holocausto y para los manipuladores no hay otra respuesta que la historia», Le Monde Diplomatique afirma que «es escandalosa la apreciación elogiosa que da Norman Finkelstein las aportaciones históricas de David Irving, condenado recientemente por negacionismo». Pero, si bien es cierto que la referencia al historiador británico figura en un párrafo de 20 líneas en la página 72 de la edición francesa, hubiera sido necesario precisar que lo hace de la forma siguiente que no puede considerarse, objetivamente, como elogiosa: «por innobles que resulten las opiniones y motivaciones de sus autores, la literatura que niega el holocausto no está desprovista en absoluto de interés. D. Lipstadt acusa a David Irving de ser uno de los más peligrosos (recientemente ha perdido una demanda que había presentado por esta afirmación y otras del mismo tipo). Pero Irving, bien conocido por ser admirador de Hitler y simpatizante del nacional-socialismo, pese a ello aporta una contribución «indispensable» – tal como lo señala Gordon Craig (Craig se refiere al libro de Irving «Hitler’s War» rechazando rotundamente las tesis de Irving sobre el holocausto nazi como «estúpidas y totalmente desacreditadas») – a nuestro conocimiento de la segunda guerra mundial. Para comprender la idea que Norman Finkelstein ha querido exponer, conviene ir a las páginas anteriores en las que el autor critica precisamente a una personalidad como Deborah Lipstadt por exagerar de forma deliberada la importancia del negacionismo en Estados Unidos y explica, en su opinión, cuáles son sus razones. Porque para Norman Finkelstein «a pesar de la extravagante publicidad que los rodea, quienes niegan el holocausto no tienen más influencia en Estados Unidos que una asociación cuyos objetivos fueran probar que la tierra es un disco plano». En lugar de hacer comprender al lector francés no informado el punto de vista inconformista – en ningún caso escandaloso- del autor de «L’Industrie de l’Holocausto» sobre el negacionismo, Le Monde Diplomatique por el contrario se ha apresurado a condenarlo moralmente de forma lapidaria. Dejemos claro que esto no quiere decir en absoluto que esté prohibido criticar a Norman Finkelstein, sino que es necesario hacerlo de manera precisa, razonada y no malévola.

La confianza de los lectores traicionada

En enero de 2005, en un editorial con el título de «Los medios de comunicación en crisis», el director del Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, escribía: » En un contexto en el que el entusiasmo militante retrocede mientras que se extiende una visión pesimista del porvenir, la redacción del Monde Diplomatique se propone mejorar su contenido editorial y considera que nada es más importante que el no traicionar la confianza de sus lectores(…). Reducir la precipitación de los medios; apostar por un periodismo ilustrado que disipe las sombras de la actualidad; ir al fondo de los problemas con método, rigor y seriedad; e intentar ir contra corriente de los medios de información dominantes». Si se trasladan estos hermosos propósitos (de cuya sinceridad no se debería dudar) a los diez puntos que preceden, parecería legítimo asombrarse (e incluso, indignarse) de que una descalificación tan categórica, basada en unas pruebas tan poco profundas y desprovistas de rigor, haya encontrado su sitio en una selección de los mejores artículos que Le Monde Diplomatique ha dedicado al tema de los genocidios en la Historia; y también considerar que en esta ocasión se ha traicionado la confianza de los lectores.



[1] N.T. Existe traducción castellana. La industria del Holocausto, Reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 2002

[2] N.T.: en hebreo, Holocausto

http://www.michelcollon.info/articles.php?dateaccess=2006-01-24%2009:23:31&log=invites