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La televisión perjudica seriamente la salud

Fuentes: La Contraportada

Es posible vivir sin televisión. Y ahora hay estudios que lo han demostrado. Los investigadores de la Universidad de Florencia, de la de Minnesota y del hospital infantil Meyer de Florencia llevaron a cabo un experimento en Cavariglia. Cincuenta familias compuestas por setenta y cuatro niños se han visto sometidos a convivir con la televisión […]

Es posible vivir sin televisión. Y ahora hay estudios que lo han demostrado. Los investigadores de la Universidad de Florencia, de la de Minnesota y del hospital infantil Meyer de Florencia llevaron a cabo un experimento en Cavariglia. Cincuenta familias compuestas por setenta y cuatro niños se han visto sometidos a convivir con la televisión apagada.

La caja tonta ha servido únicamente como elemento decorativo durante la prueba. Los científicos querían comprobar el peso y los efectos que puede llegar a provocar el medio televisivo entre los jóvenes, así como su posible influencia en la producción de melatonina, una molécula natural de nuestro organismo. Han sido necesarias incluso muestras de orina para ayudar en el análisis efectivo del experimento.

La televisión se ha convertido en una potente droga material. La necesidad de una dosis diaria con la que alimentar el tiempo libre es patente entre la sociedad, que acostumbrada a la pantalla, siente mono cuando el tradicional aparato pide «un descanso por vacaciones». ¿Llegaremos a comprar algún día alguna de estas máquinas con una indicación similar a la que a hora aparece en las cajas de tabaco?

¿Pero dónde está el sacrificio de no ver televisión? ¿De ignorar los refritos diarios que abundan en todos los canales? ¿Dónde guardamos el empacho de emisiones aburridas y sin gusto protagonizadas por los programas matinales? Por no hablar de la nueva cultura de la telebasura y la triste y poco justificada eclosión de los programas «zapping».

Las imágenes atractivas o pobres, la programación densa, la maquillada información de los telediarios o las películas repetidas cientos de veces forman parte de la parrilla de unas y otras cadenas. Elegir, a veces más que una decisión constituye todo un problema. Y no por la creciente calidad, sino por todo lo contrario.

Con experimentos o sin ellos, apagar la televisión más que un reto debería constituir un deporte altamente practicado. Aunque conllevaría a pérdidas económicas considerables, porque ¿dónde quedarían los bares del barrio sin su sesión de fútbol que acompaña a las cañas de turno?