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Las ONG en los medios: de la mitificación al descrédito

Fuentes: Pueblos

Sustraerse al maniqueísmo no es sencillo pero debería ser el punto de partida para un análisis honesto de cualquier realidad, y sobre todo, de aquellas realidades sensibles como la inmigración, el «terrorismo islámico» o el «desarrollo». Los grandes medios deberían ser los primeros en hacerlo, dada la influencia que ejercen sobre la opinión pública, pero […]


Sustraerse al maniqueísmo no es sencillo pero debería ser el punto de partida para un análisis honesto de cualquier realidad, y sobre todo, de aquellas realidades sensibles como la inmigración, el «terrorismo islámico» o el «desarrollo». Los grandes medios deberían ser los primeros en hacerlo, dada la influencia que ejercen sobre la opinión pública, pero son ellos precisamente los que más contribuyen a afianzar la visión maniquea del mundo en función, muchas veces, de sus propios intereses. Basta echar un vistazo al tratamiento informativo que los medios convencionales españoles le han dado al «caso ANESVAD» y al «caso Intervida».

Hace unas semanas, en el marco de una charla sobre medios de comunicación, un reconocido periodista de un diario español de gran tirada cuestionaba la credibilidad de las ONG (Organizaciones No Gubernamentales) al abrigo de la corriente de opinión tan implantada en nuestra sociedad que defiende, sin considerar preciso ningún tipo de fundamento, que «todas son iguales». Esta manida afirmación, que sirve tanto para un roto como para un descosido («todos los políticos son iguales», «todos los hombres son iguales», «todos los moros son iguales»…), y que bien podría haberla hecho mi abuela, mi frutero o un empresario de banca, lleva implícita, sobra decirlo, una connotación necesariamente negativa: «todas las ONG son iguales», es decir, de poco fiar.

Desmontando mi argumentación, que sostengo apelando a lo que escucho en mi entorno, las estadísticas: el barómetro del CIS de octubre de 2006 señalaba que las ONG eran entonces las instituciones que más confianza generaban en la ciudadanía española(1). Pero, en todo caso, este dato sólo le aporta nuevas connotaciones a mi primera afirmación: sí, existe otra corriente de opinión también implantada en nuestra sociedad que defiende que todas las ONG son iguales, lo que esta vez quiere decir «buenas» per se, que existen y deben existir porque son las únicas comprometidas con y capaces de la salvación de la humanidad.

Con ANESVAD llegó el «escándalo»

El pasado mes de marzo saltaba a los medios de comunicación el «escándalo» de la ONG ANESVAD y poco después estallaba también el «caso Intervida». Se abría así la veda para que la corriente más crítica de la opinión pública se sintiese por fin legitimada para sostener la afirmación con la que abría este artículo: «ves como todas son iguales», «si ya decía yo que esto de las ONG…»; mientras los más ingenuos mostrarían su indignación y estupefacción ante hechos que consideraban impensables en el sector de la cooperación al desarrollo. Dos casos concretos, de dos ONG particulares, han servido para abrir un debate público que quizás nos ayude a desmontar ciertos mitos sobre el «desarrollo» y el trabajo de las ONG.

Sin entrar en pormenores, resumamos el estado de la cuestión. El pasado 9 de marzo el presidente de la Fundación ANESVAD, José Luis Gamarra, era detenido por apropiación indebida de fondos de la ONG. Durante el mes siguiente los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia aprovechando la coyuntura para elaborar un perfil realista de una entidad a la que anteriormente publicitaban sin miramientos dada la jugosa estrategia de marketing sobre la que se ha sostenido esta fundación. Más allá de la denuncia de estos graves hechos, los medios han atendido por fin a la crítica que se le viene haciendo desde hace años a esta organización dentro del sector, en relación fundamentalmente con sus campañas publicitarias. Baste decir que ANESVAD fue expulsada de la CONGDE (Coordinadora de ONG para el Desarrollo-España) por no aceptar su código de conducta que, entre otras cosas, impide hacer campañas publicitarias catastrofistas o que no respeten la dignidad de las personas beneficiadas, así como difundir «mensajes e imágenes que expresan una superioridad del Norte y/o que presentan a la gente del Sur como objetos de nuestra pena y no como socios en el trabajo conjunto de desarrollo» [1].

Tras la difusión de este hecho, una buena parte del público, que lleva años digiriendo imágenes de cuerpos comidos por la úlcera de Buruli, se ha sentido engañado. En palabras de Pascual Serrano: «el ciudadano normal, no relacionado con el movimiento de solidaridad, que llegaba a su casa por la noche después del trabajo y encendía la televisión, llegaba a la conclusión de que ANESVAD era una organización emblemática, líder y representativa del panorama de la cooperación española, la asociación ideal a la que dirigirse para dar su pequeña colaboración, inquieto ante un mundo injusto» [2]]. Este «ciudadano normal» comprueba ahora «que lo que salía en televisión no era lo mejor, ni era lo verdadero. Simplemente era el que pagaba» [3].

Algo semejante ha sucedido con la Fundación Intervida, la otra ONG cuestionada últimamente en los medios y hasta ahora sostenida en gran medida gracias a ellos. La primera ONG en volumen de ingresos de carácter privado y estrella del apadrinamiento está siendo investigada por la fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya por un presunto desvío de dinero por parte de sus directivos. En concreto, se trataría del desvío de 45 millones de euros procedentes del apadrinamiento de niños en Perú y Guatemala a través de la creación de empresas farmacéuticas, alimentarias, inmobiliarias y otras que nada tienen que ver con su «misión».

Más allá de esto, el destape del «escándalo» ha servido también para que los medios atiendan a otros asuntos relacionados con la práctica de la organización, como es el de que su solicitud de entrada en la CONGDE no fuese admitida o el hecho, más mediático aún, de que se le estuviese «adjudicando» el mismo niño a varios padrinos; por no hablar de su estrategia de captación de fondos, que ha utilizado lemas tan desafortunados como: «No me dejes, mi vida está en tus manos» o «Sálvame del sufrimiento, de la miseria, del hambre. Sólo tú puedes hacerlo».

Según Miguel Romero «existía fundamento suficiente para considerar a Intervida una ONG ‘sospechosa’ al menos desde hace 8 años» y a pesar de ello ha gozado de un éxito empresarial espectacular y un reconocimiento público más que notable. Por ese motivo, explica Romero, «la excepcionalidad de Intervida más que explicar, oculta problemas. Todo parece reducirse a un caso de corrupción, ante el cual la solución está en la ‘transparencia’. Pero la excepción oculta la regla», ya que tanto Intervida como ANESVAD funcionan a la manera de la mayoría de las grandes ONG, es decir, situando el «marketing y la cultura empresarial en la base de su estrategia» [4].

El medio es el mensaje

En los primeros días de esta crisis los medios de comunicación se dejaron llevar por la corriente creando peligrosas confusiones en la opinión pública. Titulares como éste: «La Fundación Lealtad detecta anomalías en la contabilidad y gestión de 70 ONG», aparecido en el diario El País el 9 de abril, han provocado la desconfianza de la ciudadanía en todo el sector, al dejar en segundo plano la explicación sobre la tarea de la citada fundación: analizar de forma voluntaria ciertos principios de transparencia y buenas prácticas de las ONG que lo requieran para ofrecerse «limpias» a las empresas que deseen realizar donaciones. El hecho de que una ONG no haya solicitado la auditoría de esta fundación (o de otras), o de que haya «fallado» en alguno de los criterios establecidos por ésta, no nos da patente de corso para denostarla. No todas las ONG tienen que someterse a auditorías privadas, pues en el Estado español disponemos de suficientes mecanismos públicos de control.

Y qué decir de la diferencia de enfoque entre los dos principales diarios del Estado al abordar la cuestión. Mientras El País, que ha publicado informaciones muy críticas y de tono sensacionalista sobre la investigación abierta a Intervida, advirtiendo, eso sí, de que la ONG no había querido dar ningún tipo de declaración en su defensa, El Mundo, uno de los patrocinadores de la organización, ha atendido más bien a las justificaciones dadas por sus directivos, entre otras cosas, entrevistando a toda página a uno de sus fundadores.

Pero, más allá de estas diferencias de enfoque, relacionadas con los intereses particulares de cada medio, el tratamiento informativo de estos dos acontecimientos ha supuesto una amenaza para todo el sector. Pero también ha servido, por lo menos, para abrir un debate público muy necesario; no tanto sobre la necesidad de apelar a la transparencia en las ONG y de buscar mecanismos de rendición de cuentas efectivos, pues, al igual que sucede en el mundo empresarial, como señala Romero: «la transparencia consiste no tanto en lo que se es, sino en lo que se parece» (y es que tener las cuentas claras no implica necesariamente que se realice una cooperación responsable y de calidad). También, y lo que es aún más importante a mi parecer, sobre la heterogeneidad de un sector que debe dejar de ser visto como un todo unitario.

Las formas de organización y funcionamiento, los valores y los discursos de las ONG son tantos y tan variados como los que puedan existir en cualquier esfera de la realidad social, como han dejado patente las cartas, comunicados y artículos de opinión recogidos afortunadamente en los medios advirtiendo a los periodistas del daño que estaban causando en el sector al, por poner sólo un ejemplo, enmarcar toda la información relativa al «caso Intervida» bajo el título genérico: «La situación de las ONG» [5].

La parte por el todo

Las ONG son un fenómeno relativamente joven en el Estado español, pues no se consolidaron aquí hasta bien entrada la década de los 80. Hoy en día existen cientos de ONG con una presencia en los medios de comunicación cada vez más relevante, lo que ha conducido, según Carlos Gómez Gil, a «un deliberado interés por situarlas en primera fila mediática e institucional, como portadoras de virtudes y representantes cualificadas de la sociedad» [6]. Por lo menos hasta ahora.

Pero si indagamos un poco en esta cuestión nos daremos cuenta de que son tan sólo 4 ó 5 las ONG con presencia mediática real, lo que no guarda necesariamente relación con su buen hacer en materia de cooperación al desarrollo. El volumen de ingresos, la estrategia de marketing y publicidad, sus filiaciones políticas y empresariales, así como su acatamiento del discurso oficial sobre el desarrollo son quizás explicaciones más acertadas si asumimos las dificultades a las que se enfrentan las ONG para desligarse del proceso de globalización económica en marcha.

Pero, como sostenía Pascual Serrano, al ciudadano medio se le ha ocultado esta realidad, se le ha presentado el mundo de las ONG como un todo y se le ha convencido, primero, de que las ONG «son los únicos espacios útiles, altruistas y carentes de los bastardos intereses que mueven a los Estados en el mundo de la solidaridad» [7] y, segundo, de que el único discurso válido sobre el «desarrollo» es el que defienden las grandes. Las ONG hegemónicas, de la mano de los medios de comunicación más influyentes de este país, han alimentado «un sustrato repleto de equívocos e inexactitudes, carente de rigor y de precisión, que ha hecho bien poco por educar pedagógicamente a la sociedad sobre los retos de la solidaridad, la justicia social, el desarrollo, los derechos humanos, la paz y la cooperación» [8].

¿Es necesario que se destape un caso de corrupción para que el discurso de las ONG hegemónicas se vea cuestionado en los medios? ¿Por qué no hablar también de valores? Son muchas las ONG, a menudo de mediano y pequeño tamaño, que desarrollan su trabajo con honestidad y verdadero interés en la transformación social. Organizaciones que no disponen de elevados ingresos, que no elaboran estrategias publicitarias porque no disponen de esos ingresos y/o porque han decidido no seguir la corriente empresarial de las grandes. Organizaciones que defienden, por encima de todo, la dignidad de las personas CON las que cooperan, sus valores y su modelo de desarrollo y sociedad, sin tratar de imponer la visión acrítica, paternalista, caritativa, eurocéntrica y dogmática instrumentalizada por el poder político, algunas de las grandes ONG y las Agencias Oficiales de Desarrollo.

Ante cualquier análisis de la realidad la posición de partida importa y los valores pesan. Los medios y con ellos una gran parte de nuestra opinión pública han asumido el discurso oficial sin ser conscientes de que «el principal defecto de la mayoría de las pseudodefiniciones del ‘desarrollo’ se debe a que están basadas, por lo general, en la manera en que en una persona (o conjunto de personas) se representa(n) las condiciones ideales de la existencia social» [9]. Sabemos sobradamente que los discursos legitiman e incluso construyen realidades, por este motivo sería muy positivo que los medios de comunicación aprovechasen la coyuntura para contribuir a crear un nuevo enfoque sobre las ONG, en el que éstas dejen de verse como una gran familia unida, los pobres como víctimas pasivas de su propia historia y el «donante» lleno de culpa deje de serlo para convertirse en corresponsable y copartícipe de la lucha por la dignidad humana y la justicia global.


Aloia Álvarez Feáns forma parte del Consejo de Redacción de Pueblos. Este artículo ha sido publicado en el nº 26 de la revista Pueblos, junio de 2007.

[1] CONGDE (1998): «Código de conducta de las ONG de Desarrollo». Ver en: www.congde.org

[2] SERRANO, Pascual (15-03-2007): «Anesvad y la televisión», en [Rebelion->www.rebelion.org

[3] Op. Cit

[4] ROMERO, Miguel (mayo 2007): «Intervida: la excepción y la regla», en El Viejo Topo, nº 232, pp. 15-19.

[5] LARRAYA, José Miguel (15/04/2007): «El Defensor del lector: La reputación de las ONG», El País.

[6] GIL, Carlos Gómez (2005): Las ONG en España: De la apariencia a la realidad, Madrid, Los Libros de la Catarata./Paz con Dignidad.

[7] Op. cit

[8] Op. Cit

[9] RIST, Gilbert (2002): El desarrollo: historia de una creencia occidental, Madrid, Los Libros de la Catarata.