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La doble moral de los medios dominantes

Libertad es esclavitud, apoyo popular es autoritarismo

Fuentes: Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Un reciente artículo de Juan Forero en The Washington Post titulado «Los nuevos autoritarios de América Latina» es solo el último ejemplo de que la maquinaria de los medios imperialistas está implacablemente involucrada en una guerra mediática contra naciones soberanas en Latinoaméricacon el fin de abonar el terreno para una nueva o intensificada agresión económica y militar contra ellos. Semejantes campañas de ofensiva psicológica también se proponen influenciar eventos dentro de las naciones en cuestión, en este caso en Venezuela, antes de las elecciones de octubre, en las que todo indica que habrá otra resonante victoria del actual presidente Hugo Chávez Frías.

El artículo forma parte de la rama psicológica que el sitio web tortilla con sal basado en Nicaragua llama «La guerra contra la humanidad» de Occidente para convencer al mundo de la superioridad de la minoría (la elite y los imperialistas occidentales) sobre la mayoría a fin de minimizar la amenaza de un esfuerzo organizado de masas para desafiar los intentos cada vez más condenados de esa minoría para lograr la total hegemonía global.

La moral de esa minoría, argumenta, mediante su vasta red propagandística que bombardea a la mayoría es superior porque es universal y por lo tanto debe defenderse e imponerse a cualquier precio, incluido el de la destrucción de naciones enteras y de millones de vidas cuyos gobiernos se interpongan en su camino. Libia es el ejemplo más reciente.

Hechos inconvenientes como los antecedentes criminales sin igual de las potencias imperialistas que reivindican superioridad moral, deben ser incansablemente legitimados a través de los medios imperialistas (incluido The Washington Post) y mediante la presentación por la industria del entretenimiento de los crímenes de la OTAN como actos de liberación, mientras los actos de resistencia y autodefensa de sus adversarios que debilitan su pretensión de superioridad y la agenda de hegemonía total, se presentan como crímenes contra la humanidad.

Y así, a través del prisma de Forero, las naciones soberanas de Latinoamérica, que consolidan su libertad de la dominación occidental mediante la creciente unificación del continente, son el fantasma emergente contra el cual el gobierno de EE.UU. debe entrar en acción.

Su base es el reciente ataque de Human Rights Watch contra Venezuela en su informe «Apretando el Puño» que como grita su título es un documento que arguye que Chávez se ha vuelto más autoritario que nunca.

Y de una sola vez Forero ataca a todos los dirigentes popularmente elegidos de naciones soberanas y progresistas del continente junto con el informe sobre Chávez, concentrándose en los que cuentan con mayor apoyo: Rafael Correa de Ecuador y Daniel Ortega de Nicaragua.

Forero/HRW y el maligno testaferro judicial venezolano

En Venezuela el punto crucial de la ponzoña del artículo, en línea con el informe de HRW, apunta al sistema judicial del país. Ni el artículo ni el informe mencionan el recientemente publicado plan del gobierno venezolano para los próximos seis años que contiene una sección dedicada íntegramente al sistema judicial, que describe la intención del gobierno de encarar «el carácter racista y clasista… y la impunidad» de ese sistema. En Occidente, semejantes admisiones solo aparecen después de prolongadas, tímidas y costosas diligencias públicas. Por cierto, esos gobiernos nunca soñarían con reconocer el racismo, el clasismo y la impunidad generalizada que son tan flagrantes en sus propios sistemas sin, por ejemplo, numerosos embarazosos asesinatos racistas, y presión pública permanente por las víctimas de las familias como ocurrió cuando una investigación pública «estableció» que la policía británica fue institucionalmente racista después del escandaloso juicio de los asesinos de Stephen Lawrence.

Para demostrar que tiene razón, Forero cita los casos de dos exjueces que han acusado al gobierno venezolano de manipular el sistema judicial. Altos funcionarios del gobierno, dice, llamaban al exmagistrado, Eladio Aponte, que ha pedido asilo en EE.UU., y le pedían «favores». Forero olvida convenientemente informar al lector de que Aponte fue destituido de su puesto porque se enfrenta a acusaciones de aceptación de dinero de narcotraficantes y de suministro de una tarjeta de identidad al infame señor de la droga Walid Makled, ahora encarcelado. Durante el juicio de Makled éste afirmó que pagó aproximadamente 70.000 dólares a Aponte. Tampoco menciona el artículo que Aponte se fugó primero a Costa Rica para evadir el proceso, desde donde viajó a EE.UU., nada menos que en un avión de la DEA. Aponte ha rechazado las afirmaciones pero no suministró evidencia alguna en apoyo de su afirmación. Las autoridades venezolanas han dicho que presentarán las pruebas de sus acusaciones contra Aponte.

Forero dedica solo una frase a la mención de que la exjueza María Lourdes Afiuni, «que había enfurecido a Chávez con una de sus decisiones», fue llevada a juicio. Si hubiera dedicado más de 23 palabras al caso de Afiuni tal vez algunos hechos habrían perjudicado el sentido de su artículo. Porque Afiuni, después de pronunciar un dictamen sin que hubiera fiscales presentes (contrario a la ley) en el cual decidió que Eligio Cedeño, un financista acusado de malversar millones de dólares y de jugar un papel en otros inmensos casos de corrupción, fuera liberado inmediatamente, lo acompañó en su salida del tribunal y lo despidió en una motocicleta cuando inició su huida que terminó finalmente en Miami. Sin tener en cuenta la legalidad del dictamen de Afiuni, violó unilateralmente el procedimiento normal de enviar al acusado a la instalación de detención judicial, mientras se completaban los procedimientos administrativos respecto a su liberación. Es un escándalo de tan graves proporciones que enfureció al público y al gobierno venezolano, y por eso Afiuni está a la espera de ser procesada.

The Washington Post incluye un párrafo de descargo de responsabilidad, en el cual concede que dirigentes «pro estadounidenses», como en Colombia, han «debilitado el buen gobierno democrático». ¿Por lo tanto Colombia es una democracia débil pero Venezuela, Nicaragua y Ecuador son regímenes autoritarios? Es otra inversión total de la realidad. Colombia, el mayor receptor de ayuda militar de EE.UU. del continente (y uno de los mayores del mundo), que se jacta de albergar siete bases militares de EE.UU., tiene detenidos actualmente a unos 5.700 prisioneros políticos y 3,6 millones de refugiados internos. Una situación tan sombría es totalmente incomparable con la realidad en Estados no clientes de EE.UU. como aquéllos en los que The Washington Post y HRW concentran su ira.

A diferencia de Venezuela, Nicaragua y Ecuador, en EE.UU. uno puede ser detenido indefinidamente sin ser acusado. Uno de cada 48 hombres en edad de trabajar está tras las rejas y esa cifra incluye a decenas de miles de inmigrantes que enfrentan la deportación, gente que espera su sentencia. EE.UU. encarcela cinco veces más personas que Venezuela, seis más que Nicaragua y ocho veces más que Ecuador. Mientras, EE.UU. encabeza la lista de tasas de la población carcelaria mundial, los otros tres están mucho más abajo, con los números 98, 122 y 160 respectivamente.

Las condiciones en las prisiones de EE.UU. no tienen igual, especialmente dado que unos 2,3 millones de personas vegetan en ellas. Las tasas de abusos sexuales son asombrosas y las corporaciones utilizan a los reclusos como fuerza laboral barata o gratuita. Es una esclavitud sistemática del siglo XXI en el mundo «desarrollado» y un fenómeno tan peligroso significa que existe realmente un inmenso incentivo monetario para que la elite corporativa que mueve los hilos del sistema político de EE.UU. encarcele cada vez a más gente.

Mientras Venezuela ha prometido encarar el carácter racista de su sistema judicial y ha apoyado la creación de una serie de grupos de origen africano que actuarán como grupos de presión para asegurar el progreso de la lucha contra el racismo, EE.UU. ha reprimido históricamente a las organizaciones afroestadounidenses que se esfuerzan seriamente por un progreso semejante. No hay ningún sitio en el planeta en el cual el trato de la gente negra sea peor que a manos del régimen de EE.UU., como lo demuestra el hecho de que de los 2,3 millones de reclusos de EE.UU., un 46% sea negro, mientras que la gente negra solo representa un 13% de la población estadounidense.

Pero ni The Washington Post ni HRW dedican un informe a analizar la condición de los derechos humanos en EE.UU. como lo hacen con su titular sexy «Apretando el puño» sobre Venezuela y la mención de los abusos en el interior de EE.UU., están enterrados en sus informes anuales sobre el mundo.

Mientras tanto HRW ha estado ocupado haciendo propaganda por la caída del gobierno sirio sobre la base de un puñado de cuestionables videos en YouTube que tratan de mostrar que las fuerzas de seguridad sirias utilizan armas contra los manifestantes pacíficos, respecto a lo cual Paulo Pinheiro, jefe de la investigación de Siria de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, dijo: «YouTube no es un medio fiable de investigación… Existe manipulación de los medios». No hay manera de iniciar un cambio de régimen en EE.UU. sobre la base de un vídeo muy real, que solo se suma a los muchos anteriores, sobre la policía de EE.UU. abriendo fuego contra manifestantes desarmados en la ciudad de Anaheim en California.

¿Líder popular o autoritario represivo?

Continuando con su intento por distraer la atención de cuáles son los mayores enemigos de la humanidad, la connotación del artículo de Forero es que las masas venezolanas que apoyan a Chávez, de alguna manera han perdido el pleno control de sus capacidades mentales, y que por ello es otra señal de que el gobierno venezolano, hambriento de poder, está engatusando a su pueblo.

Y cita a un juez venezolano que habla de su lealtad a la Revolución Bolivariana de Venezuela y a Chávez como ejemplo de que hay partidarios de Chávez por todas partes, incluso en las instituciones más importantes del país. La ridícula lógica parece ser que la popularidad es peligrosa porque mientras haya gente por doquier que apoya al gobierno, habrá menos gente que se interponga en el camino de sus planes, sin que importe si esos planes incluyen la mejora de la vida de todos los venezolanos, como lo han hecho hasta ahora.

Forero presenta condescendientemente a las masas de venezolanos pobres como ovejas bajo el conjuro de un «líder cautivador, mesiánico» como si apoyaran a Chávez por ningún otro motivo que haber sido lavados de cerebro por su carisma. Aún más abominable es el uso del académico Javier Corrales, quien escribió un libro con el título claramente racista El dragón en los trópicos, como una fuente que agregar al coro de voces que afirman que Chávez abusa de su popularidad.

No importa que esa popularidad sea un resultado directo del hecho de que desde que Chávez ganó su primera elección en 1999 el país, que tenía una de las mayores brechas del mundo entre ricos y pobres, haya presenciado una reducción de la pobreza de más de un 50%, la eliminación del analfabetismo, decenas de millones que ahora tienen acceso a la atención sanitaria gratuita, millones más que participan en la educación superior gratuita, la creación de decenas de miles de consejos comunales que dan a la población la oportunidad de participar en el sistema político, la emergencia de 200.000 cooperativas, la aparición de una serie de organizaciones femeninas, indígenas y, como ya he mencionado, de descendientes de africanos, y mucho más. Son los motivos por los cuales millones de personas llegan para oír a Chávez cuando habla en público en las plazas, como el presidente de Nicaragua Daniel Ortega. Por eso millones salieron a defenderlo durante el golpe fracasado respaldado por EE.UU. en 2002 y por eso millones votan repetidamente por él.

Lejos de consolidar el poder en pocas manos, tanto Nicaragua como Venezuela se orientan continuamente a fortalecer y expandir los órganos de la democracia directa. Los consejos comunales de Venezuela mencionados antes, y en Nicaragua el modelo del Poder Ciudadano, siguen mejorando modelos en los cuales las comunidades locales pueden tomar decisiones sobre cómo se gasta el dinero del gobierno en sus municipalidades. La conexión entre ese modelo y las recientes estadísticas que mostraron que el FSLN ha logrado reducir a la mitad la extrema pobreza en el segundo país más pobre en las Américas después de Haití, es evidente. La gente del lugar es la que conoce mejor las necesidades de su comunidad y por eso es la que decide dónde se debe priorizar la inversión gubernamental para inmensos desarrollos de la infraestructura, es decir el desarrollo de carreteras, casas, techos y electricidad, e iniciativas sociales que se han orientado en particular a posibilitar que las mujeres más pobres de Nicaragua lleguen a ser autosuficientes. El gobernante partido FSLN también ha aumentado la cantidad de representantes de los gobiernos locales sin aumentar el presupuesto para sus salarios.

Encarar las necesidades materiales y espirituales de los pobres y de la mayoría marginada como han hecho y hacen las naciones atacadas por Forero, es esencial para asegurar que gocen de las condiciones que posibiliten su participación en la construcción de la democracia. Mientras tanto en EE.UU. e Inglaterra, por ejemplo, se desconoce la idea de que los ciudadanos pueden tener más influencia sobre políticas que afectan a sus comunidades locales más allá de la elección cada tres o cuatro años entre dos o tres partidos que representan todos los mismos intereses corporativos, lo que quiere decir que no tienen ninguna influencia.

En Libia, el estilo preferido de «democracia» de Occidente ha llegado gracias al fósforo blanco y los misiles crucero Tomahawk, a costa del sistema de democracia directa que se estaba construyendo, por no hablar de las decenas de miles de vidas, millones de sustentos, estabilidad y un nivel de desarrollo que había permitido al pueblo libio el nivel de vida más elevado en África.

Desenmascarando a los misioneros

Pero HRW tiene un historial de preferir la propaganda a favor de destruir un progreso semejante en países en los cuales el equilibrio del poder no favorece a las potencias de la OTAN.

Desde su fundación en 1978 como Helsinki Watch por la Fundación Ford, HRW ha promovido permanentemente la intervención humanitaria en países considerados adversarios de Occidente. Más recientemente, en Libia, HRW firmó el documento que condujo a la suspensión de Libia en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en violación de los propios procedimientos de las Naciones Unidas, y a las subsiguientes Resoluciones del Consejo de Seguridad que llevaron a nueve meses de ataques aéreos apoyados por40 países de la OTAN aproximadamente.

En medio de su larga y sucia historia, HRW anunció en 2010 que aceptará 100 millones de dólares de George Soros, quien financia algunos de los think tanks, lobbies y ONG más poderosos de EE.UU., y por ello goza de considerable poder para influir en la política exterior imperialista de EE.UU.

La larga lista de nocivos patrocinadores de HRW incluye a la Fundación Sandler, que ha entregado cerca de 30 millones de dólares al grupo. La fundación es la obra de Marion y Herb Sandler, que han sido donantes importantes de los demócratas y ayudaron a fundar una serie de think tanks y grupos de cabildeo que incluyen el Center for American Progress, también financiado por Soros y dirigido por John Podesta, jefe de gabinete de la Casa Blanca bajo el presidente Clinton. Por lo tanto no sorprende que la fundación haya promovido consecuentemente la interferencia de EE.UU. en el Sur, apoyando la saga KONY2012 que propugna la intervención militar en Uganda utilizando un pretexto totalmente artificial.

En breve, si se sigue el dinero de los países de la OTAN en la vasta red de think tanks, lobbies, ONG, periódicos, sitios web, canales noticiosos, en la industria musical y cinematográfica, incluyendo a The Washington Post y HRW, casi siempre se puede rastrear una elite corporativa o «filantrópica» que tiene un interés creado en la promoción de la agenda hegemónica global de los países de la OTAN.

He notado una cierta sorpresa en la gente que descubre el papel de organizaciones como HRW y Amnistía Internacional. Sin embargo, el discurso de la intervención humanitaria es probablemente uno de los trucos más antiguo en el libro del imperio occidental, pero solo ha desarrollado su disfraz. El artículo de Global Research tuvo razón al calificar a las ONG occidentales de modernos «Misioneros del imperio» o cuando Black Agenda Report llamó a HRW «Guerreros de Derechos Humanos por el Imperio». Los informes sobre la primera presencia inglesa en África, como la presentada en Things fall apart de Chinua Abebe, muestran la manera insidiosa en que los misioneros, después de la primera repartición de África en la Conferencia de Berlín se arraigaron en las comunidades africanas y se beneficiaron de algunos puntos de tensión como una oportunidad para promover la idea de sectores minoritarios de esas comunidades de que los agravios dentro de su comunidad constituían ejemplos de sufrimientos del peor tipo, cuya causa era el retraso moral de su sociedad y que solo podrían solucionarlos si abrazaban el único camino moral correcto: la iglesia anglicana. Esta división de la comunidad significó que fue demasiado tarde cuando las desastrosas consecuencias quedaron claras para todos y se sintió el verdadero sufrimiento en su peor gravedad.

Las ONG operan de un modo muy semejante en la actualidad, facilitando propósitos imperiales que solo producen guerra, inestabilidad y miseria para la mayoría de la gente en el Sur, tras la máscara de los «derechos humanos». Sin embargo, es una máscara que está siendo arrancada, primero por el llamado del ALBA a los países miembros para que expulsen a USAID y sus representantes, y luego con la firma por parte del presidente ruso Vladimir Putin de una ley que obliga a todas las ONG que reciben fondos del exterior a que se registren como agentes del extranjero, y más recientemente cuando Chávez retiró a Venezuela de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA. La OEA es, por cierto, otro instrumento de la dominación occidental de la región, un organismo que supuestamente debe promover la democracia y es en sí antidemocrático y sigue violando la voluntad mayoritaria de sus miembros de terminar el criminal bloqueo contra Cuba.

La decisión de Chávez de retirarse, dijo, tuvo lugar «por dignidad, y los acusamos ante el mundo de ser indignos de llamarse un grupo de derechos humanos». No es nada nuevo que semejantes grupos sean excluidos de sus países por gobiernos en el Sur cuando se enfrentan a una verdadera agresión militar. Pero la guerra contra tales países soberanos comienza mucho antes de la acción militar directa. Comienza en artículos como el de Forero.

© Copyright Lizzie Phelan, Global Research, 2012

Fuente: www.globalresearch.ca/PrintArticle.php?articleId=32073

rCR