Ritmo

Los piratas en la música. Que no la piratería musical

por José Antonio Ruiz Rojo

Ritmo nº 772, febrero 2005

Los ladrones del mar han recibido varias denominaciones: así, los bucaneros y filibusteros franceses e ingleses saquearon en los siglos XVI y XVIII los galeones y establecimientos comerciales españoles en las Antillas (las islas de Tortuga y Jamaica evocan todavía calaveras y barriles de ron), los corsarios trabajaron al servicio de diferentes estados en el Mediterráneo y el Atlántico a partir del siglo XV, y piratas fueron (además de los anteriores) los bandidos del mar en la Antigüedad y la Edad Media, los berberiscos del siglo XVI con base en Argel, Trípoli o Túnez (recordemos a los hermanos Barbarroja) y los salteadores que operaron hasta el siglo XIX en otras áreas, como el océano Índico y el sudeste asiático, representados éstos en la literatura por el Sandokán malayo de Emilio Salgari. De todos modos, la frontera entre pirata y pirata corsario es a menudo borrosa. Hubo, por otra parte, féminas entregadas a estos actos de pillaje, como las hoy muy estudiadas Anne Boney y Mary Read, pero los piratas más famosos siguen siendo Francis Drake, Henry John Morgan y John Hawkins, además, claro, del ficticio Long John Silver de “La isla del tesoro” de R. L. Stevenson.

Este mundo ha tenido escaso reflejo en la música operística o sinfónica. Las primeras obras de alguna importancia datan del siglo XIX (lejos ya la época dorada de la piratería), cuando la nueva sensibilidad romántica, puesta de manifiesto en los versos de Lord Byron (“El corsario”, 1814) y José de Espronceda (“La canción del pirata”, 1836), transformó al pirata en héroe proscrito, seductor irresistible y campeón de la libertad, un arquetipo que, con connotaciones morales adicionales, reaparecerá luego en el cine de aventuras de Hollywood (salpicado por cierto de estupendas bandas sonoras), donde el pirata es, frecuentemente, un rebelde que lucha contra la injusticia social.

Il pirata, con un libreto de Felice Romani basado en la adaptación francesa del drama del irlandés Charles R. Maturin “Bertram” (nada que ver, por tanto, con “The Pirate” de Walter Scott), es la tercera ópera de Vincenzo Bellini, la más extensa de las suyas y la que le aseguró un puesto en la escena italiana de aquel tiempo. Con el apoyo del famoso empresario Domenico Barbaja, el estreno tuvo lugar en el Teatro de la Scala de Milán el 27 de octubre de 1827. La acción se sitúa en el siglo XIII y los personajes principales son Gualterio, jefe de una partida de piratas aragoneses, el duque de Caldora, rival de Gualterio, e Imogene, dama noble casada contra su voluntad con el duque. El libretista suavizó el carácter diabólico del Gualterio original y lo presentó simplemente como un amante despechado y enemigo político de Ernesto, duque de Caldora. Destacables números de esta ópera recuperada por Maria Callas en 1959 son el recitativo, aria y cabaletta de Gualterio (tenor) Io vivo ancor y el dúo de Gualterio e Imogene (soprano) Pietosa al padre, ambos del Acto I, y el aria de la locura de Imogene del Acto II, un pasaje tremendamente exigente en lo vocal.

Il corsaro, ópera de Giuseppe Verdi con libreto de Francesco Maria Piave, se estrenó en el Teatro Grande de Trieste el 25 de octubre de 1848. El poema narrativo de Lord Byron ya había sido objeto de adaptación operística en 1831 (música de Pacini y libreto de Ferretti)), pero Verdi y Piave, aunque en esta ocasión no alumbraron una obra maestra, superaron con creces a su predecesora. El personaje central es Conrado, capitán de los piratas del mar Egeo, que combate a los turcos pero que en realidad está en guerra con la humanidad entera a causa de un desengaño sentimental.

Existen otras óperas relacionadas con la piratería, aunque en pequeño grado. Por ejemplo, L’italiana in Algeri de Gioacchino Rossini, con libreto de Angelo Anelli y estreno verificado en el Teatro San Benedetto de Venecia el 22 de marzo de 1813, uno de cuyos personajes es Haly, jefe de los piratas de Mustafá, bey de Argel, un papel de tercer bufo que cuenta sin embargo con un aria importante en el Acto II, Le femmine d’Italia. O la verdiana Simon Boccanegra, con libreto de Francesco Maria Piave basado en la tragedia homónima del español Antonio García Gutiérrez, que, estrenada en La Fenice de Venecia el 12 de marzo de 1857 (una segunda versión, con libreto reelaborado por Arrigo Boito, se estrenó en Milán en 1884), tiene como protagonista a un ex corsario y dogo genovés del siglo XIV.

Reseñemos también la opereta Los piratas de Penzance, con música de Arthur Sullivan y libreto de William S. Gilbert, estrenada en Devon el 30 de diciembre de 1879. Subtitulada El esclavo del deber, la acción gira en torno a una banda de piratas de la costa de Cornualles. Uno de ellos, el joven Frederic, desea abandonar esta forma de vida (incluso enrolarse en la policía para luchar contra la piratería) en cuanto tenga 21 años y quede liberado del juramento de lealtad hacia sus compañeros. En el momento oportuno se le informa de que, como nació en año bisiesto, sólo ha cumplido cinco años y tardará mucho, por tanto, en alcanzar la anhelada mayoría de edad...

En el campo orquestal apenas podemos mencionar otra cosa que la obertura El corsario del francés Hector Berlioz. Basada en el poema de Lord Byron, la partitura, proyectada en 1831 en la romana Villa Médicis, fue compuesta en Niza en 1844 y sometida a profunda revisión en 1854. Berlioz barajó otros títulos para la obra, como La torre de Niza y El corsario rojo, este último en homenaje a un relato de Fenimore Cooper. Además del personaje de Conrado, descrito musicalmente en los primeros y enérgicos compases confiados a la cuerda y la madera, se sugieren las figuras de Medora, su amante, y de la exótica Gulnara, la favorita de un pachá.

Entre la mucha música escrita para los piratas del cine destacan claramente dos fabulosas partituras de Erich Wolfgang Korngold, las destinadas a los filmes “El capitán Blood” y “El halcón del mar”, dos cumbres incuestionables de la música incidental del siglo XX. Con sus trabajos para el cine, este reputado compositor de óperas y conciertos en Viena otorgó respetabilidad a una música considerada entonces de baja estofa y afianzó la banda sonora de tipo sinfónico con sus opulentas (pero en absoluto grandilocuentes) partituras orquestales llenas de colorido, emoción y dramatismo, repletas de inspirados temas (sobresalen los motivos épicos del héroe de turno y los apasionados temas de amor) e imaginativos desarrollos y variaciones de corte wagneriano (técnica del leit-motiv), impregnadas en definitiva de una vitalidad y un romanticismo acordes con el tono aventurero de la mayoría de las historias que adornó con su música exquisita. Su arte se despliega con singular riqueza armónica, melodías especialmente hermosas y una extraordinaria instrumentación en los scores de las películas de acción protagonizadas por Errol Flynn, por ejemplo en “El príncipe y el mendigo”, “Elizabeth y Essex”, “Robín de los bosques” y las dos citadas al comienzo del párrafo, dirigidas por Michael Curtiz para la Warner Brothers en 1935 y 1940.

Debemos a Max Reinhardt, el célebre escenógrafo austriaco, la dedicación de Korngold al cine, pues fue él quien le trajo a Hollywood para que pusiera música a su versión cinematográfica de “El sueño de una noche de verano” de William Shakespeare (Reinhardt codirigió la película con William Dieterle), un encargo que el compositor solventó adaptando música de Felix Mendelssohn. Su primera banda sonora con música original fue la de “El capitán Blood”, aunque la tuvo que escribir en tres semanas y por evidente falta de tiempo rellenó ciertas escenas de acción con fragmentos de dos poemas sinfónicos de Franz Liszt (a petición propia, en el film Korngold aparece acreditado como mero arreglista). La obertura, de una envergadura nunca vista en la música de películas, sentó cátedra: fanfarrias en los metales y cálidas melodías en las cuerdas se oyeron desde entonces, como fondo de los créditos iniciales, en multitud de filmes de los años treinta y cuarenta. En los últimos compases del score hasta hallamos resonancias de la Scheherazade de Rimski-Korsakov.

Para “El halcón del mar” Korngold preparó una larga partitura de 106 minutos de duración, a mi juicio aún más redonda, y que confeccionó con la ayuda de cuatro orquestadores, en vez de los dos habituales, es decir, recurrió a Milan Rader y Simon Bucharoff, además de a Hugo Friedhofer y Ray Heindorf. La obertura, con su fanfarria rítmicamente compleja y su bello tema de amor, así como las ilustraciones de los episodios en la selva de Panamá y el inevitable duelo a espada, bastarían para reivindicar la música de cine como género noble. Por otra parte, insistamos una vez más en la inmensa deuda contraída por John Williams con ésta y las otras músicas de Korngold a partir de la primera entrega de su saga galáctica en 1977. O sea, que el renovador y máximo exponente de la banda sonora en los últimos veinticinco años (también ha colaborado en un film de piratas: “Hook, el capitán Garfio”, de 1991) se revela un discípulo aventajado de uno de los creadores de la gran música de Hollywood.

Aunque palidecen al lado de las del compositor austriaco, otras partituras cinematográficas estimables son las de Mortimer Wilson para “El pirata negro” (1926), Alfred Newman para “El cisne negro” (1942), Victor Young para “Piratas del mar Caribe” (1942), Werner Janssen para “El capitán Kidd” (1945), Hanns Eisler para “Caribe” (1945), William Alwyn para “El temible burlón” (1952), James Newton Howard para “Peter Pan. La gran aventura” (2003) y Klaus Badelt para “Piratas del Caribe. La maldición de la Perla Negra” (2003).

INTÉRPRETES

MONTSERRAT CABALLÉ

La soprano catalana protagoniza El pirata dirigido por Gianandrea Gavazzeni (ver ficha a vuelta de página), que a mi juicio es, en conjunto, y a pesar de los treinta y cinco años transcurridos desde su publicación, el mejor de los registros existentes de esta ópera de Vincenzo Bellini. No en vano Caballé ha sido la Imogene más redonda de los últimos decenios, quizás de la historia. De cualquier manera me da la oportunidad de traer a la sección a una de nuestras glorias nacionales y una de las voces femeninas más destacadas del siglo XX. La belleza del timbre, la técnica depurada y un instinto dramático infalible son cualidades que adornan a esta barcelonesa nacida en 1933 que cosechó su primer gran éxito en 1965 sustituyendo a Marilyn Horne en una representación neoyorquina de Lucrezia Borgia de Donizetti (un periódico tituló la crónica así: "Callas + Tebaldi = Caballé). Al año siguiente, obtuvo un espectacular triunfo en el Teatro del Liceo con el papel de Leonora de Il trovatore de Verdi. Sus interpretaciones en el repertorio belcantista propiamente dicho son ejemplares (Norma, Guillermo Tell, Roberto Devereux), pero no menos que en Verdi (El corsario, Luisa Miller, La traviata, Vísperas, Ballo, Don Carlo, Aida y Otelo), Puccini (La Bohème, Tosca, Turandot), el verismo (Andrea Chénier, Adriana Lecouvreur, Pagliacci, Mefistofele y La Gioconda), Mozart (Così, Bodas, Don Giovanni) o Strauss (Salomé, Arabella).

LAMBERTO GARDELLI

A este director de orquesta veneciano (aunque de nacionalidad sueca) hay que emparejarle musicalmente con Giuseppe Verdi. Del compositor italiano ha grabado para Philips y Orfeo las óperas de primera época, en todos los casos con buenos resultados: Alzira, Atila, La batalla de Legnano, I due Foscari, Un giorno di regno, I lombardi alla prima crocciata, I Masnadieri, Oberto, Stiffelio y, claro, Il corsaro, la ópera "turca" de su autor (es un registro de 1975 que contó con la colaboración de Carreras, Caballé y Norman). Gardelli nació en 1915, estudió piano y composición en Pésaro y luego en Roma (con Petrassi, entre otros) y pronto se ganó la plaza de asistente del célebre Tullio Serafin. Dirigió en concierto a varias orquestas italianas y en 1944 debutó en la Ópera de Roma con La traviata. Entre 1946 y 1955 fue director permanente de la Ópera de Estocolmo (donde también atendió al repertorio escandinavo), de 1955 a 1961 dirigió la Orquesta Sinfónica de la Radio Danesa, de 1961 a 1965 la Orquesta de la Ópera de Budapest y en 1966 se presentó en el Metropolitan neoyorquino con Andrea Chenier de Giordano. Cierta repercusión tuvieron sus apariciones en el Festival de Glyndebourne con Macbeth (1964) y Ana Bolena (1968) y su debut en el Covent Garden con Otelo (1969). En 1968 fue nombrado director general de Música de Berna y en 1982 aceptó el cargo de director de la Orquesta de la Radio de Múnich. Falleció en 1998.

ANDRÉ PREVIN

Brillante traductor de Korngold, este pianista, compositor y director nació en Berlín en 1930. Permaneció en Alemania poco tiempo, pues antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial emigró con su familia a California. De adolescente ya sorprendía a amigos y extraños con sus competentes versiones jazzísticas al piano, justo por los años en que empezó a recibir en Los Ángeles lecciones de composición y teoría de Toch, Castelnuovo-Tedesco y Joseph Achron. Se formó como director de orquesta con Pierre Monteux en San Francisco. Debutó como orquestador en la Metro-Goldwyn-Mayer y llegó a ser considerado uno de los mejores arreglistas y directores de orquesta de Hollywood, apreciación respaldada por los cuatro Oscar que obtuvo. Ha estado al frente de varias formaciones orquestales de nivel internacional: Sinfónica de Houston (1967-1970), Sinfónica de Londres (1969-1979 y “conductor laureate” desde 1993), Sinfónica de Pittsburgh (1976-1984), Royal Philharmonic (1985-1991), Filarmónica de Los Ángeles (1985-1989) y Filarmónica de Oslo (desde 2002). Ha dado conciertos como pianista e intervenido en recitales de música de cámara. Entre sus composiciones recientes podemos destacar algunas obras vocales destinadas a Barbara Bonney, Renée Fleming y Kathleen Battle, una sonata para violonchelo destinada a Yo-Yo Ma, piezas para violín destinadas a Anne-Sophie Mutter y, por supuesto, la ópera Un tranvía llamado deseo.

COMPOSITORES

VINCENZO BELLINI (1801-1835)

Genio de la melodía e integrante, junto con Rossini y Donizetti, del trío de grandes compositores de ópera belcantista, al músico de Catania prematuramente desaparecido sólo se le valoró durante largo tiempo por una de sus once óperas, esa Norma que sin duda supone su mayor aportación al género, pero en la actualidad las representaciones de La sonámbula y Los puritanos ya no son, por fortuna, ocurrencias aisladas. Admitamos que El pirata no alcanza, a pesar de su innegable calidad, la calidad de las tres obras maestras mencionadas.

GIUSEPPE VERDI (1813-1901)

Pocos compositores de lo que se da en llamar música clásica son tan conocidos del gran público como el autor de las óperas El corsario y Simon Boccanegra. Nacido en Roncole y fallecido en Milán, impuso en su país, frente al estilo de Wagner, el peso de la tradición italiana, si bien en las óperas de madurez otorgó un enorme protagonismo a la orquesta y optó por una línea melódica flexible. Rigoletto, La traviata, El trovador, Don Carlos, Aida, Otelo y Falstaff son, junto al Réquiem, obras esenciales del teatro lírico del siglo XIX.

ERICH WOLFGANG KORNGOLD (1897-1957)

Uno de los padres, con Max Steiner y Franz Waxman, de la banda sonora clásica, este austriaco nacido en Breno (hoy Chequia) fue discípulo de Gustav Mahler y Alexander von Zemlinsky (dos epígonos del Romanticismo) y en los Estados Unidos se convirtió en el compositor oficial de Warner Brothers. Cualquier neófito dirá que su deslumbrante música “suena” a música de cine, cuando en realidad es mucha la música de cine que “suena” a Korngold. La última de sus dieciocho partituras cinematográficas originales, Escape Me Never, data de 1947.

ALFRED NEWMAN (1901-1970)

Buen intérprete de su propia obra y autor prolífico (250 partituras para el cine), este norteamericano, jefe del departamento musical de la 20th Century Fox durante veinte años, aún es, con nueve Oscar y cuarenta y cinco nominaciones, el compositor más galardonado de Hollywood. Además de la música para “El cisne negro”, firmó, entre otros importantes scores, los de “Cumbres borrascosas” (1939), “La canción de Bernardette” (1943), y “El diario de Ana Frank” (1959). Sus hermanos, hijos y su sobrino Randy han perpetuado la saga.

WILLIAM ALWYN (1905-1985)

La banda sonora para El temible burlón es la principal contribución al cine de piratas de un compositor de conciertos y música sinfónica que se inició en el cine con documentales y desarrolló luego una extensa carrera en Gran Bretaña. Entre sus trabajos para la gran pantalla citemos al menos los siguientes: El señor de Balantry, La última noche del Titanic, Los robinsones suizos, Los hijos del capitán Grant y, sobre todo, Larga es la noche (1947) y El ídolo caído (1949), estos dos últimos para filmes dirigidos por Carol Reed.

KLAUS BADELT

El creador de la banda sonora de Piratas del Caribe es una joven promesa de la música cinematográfica, aunque no he logrado averiguar su año de nacimiento. En 1998 el compositor Hans Zimmer le invitó a dejar Alemania y trasladarse a California. Desde entonces ha colaborado con él y otros músicos y escrito decenas de partituras para cine y televisión entre las que cabe destacar las destinadas a los filmes “The Time Machine”, “The Recruit”, “Equilibrium”, “Ned Kelly” y (sólo música adicional) “La delgada línea roja” y “Gladiator”.

DISCOS SELECCIONADOS

BELLINI: El pirata. Caballé. Martí. Cappuccilli. Orquesta y Coro de la Radiotelevisión Italiana de Roma/Gianandrea Gavazzeni. EMI 7641692. 2 CDs. ADD.

Junto a esta insuperada versión, registrada en los estudios de la RAI, existe una versión en vivo de 1967 (en el sello Opera d’Oro) dirigida por Franco Capuana y cantada por la misma soprano catalana y el barítono Piero Cappuccilli, pero los restantes intérpretes desmerecen bastante.

BERLIOZ: El corsario (+ otras). Orquesta Sinfónica de Londres/Colin Davis. Philips 4561432. 6 CDs. ADD.

Nadie ha dirigido las oberturas orquestales de Hector Berlioz mejor que este director y clarinetista nacido en Surrey hace ya setenta y siete años, todo un especialista en el abordaje (la palabra viene al pelo) de la obra del romántico compositor francés. Los registros datan de 1965.

SULLIVAN: Los piratas de Penzance (+ otra). Green. Francourt. Harris. The D’Oyly Carte Opera Company. New Promenade Orchestra/Isidore Geoffrey. Naxos 8110196-97. 2 CDs. ADD.

Hay otras grabaciones de esta opereta de la célebre pareja británica, pero me quedo con ésta del año 1949 a cargo de la compañía entonces dirigida por Bridget D’Oyly, la nieta del fundador Richard D’Oyly. Testimonia una tradición interpretativa no interrumpida desde 1876.

KORNGOLD: El halcón del mar. El capitán Blood (+ otras). Orquesta Sinfónica de Londres/André Previn. D.G. 4713472. DDD.

La maravillosa música de E. W. Korngold para las dos legendarias películas de piratas protagonizadas por Errol Flynn encontró en 2001 su mejor valedor en la persona del oscarizado director de orquesta berlinés. Un disco imprescindible para aficionados al cine clásico y/o melómanos.

WILSON: El pirata negro. Kino on Video K112. DVD.

Robert Israel grabó la música original que escribiera Mortimer Wilson para la más importante película de piratas del cine mudo, un largometraje que mostró al público las inmensas posibilidades de la cinematografía en “verdadero” color. El DVD incluye 19 minutos de tomas descartadas.

YOUNG: Piratas del mar Caribe. Universal 20437. DVD.

La edición en DVD de esta película de De Mille no se distribuye en España de momento. El DVD americano, que no es multizona, incluye subtítulos y doblaje en castellano (por cierto: el film se titula “La cosecha del mar” según los primeros y “El desafío del mar” según el segundo).

JANSSEN: El capitán Kidd. Suevia Films MND1113. DVD.

Este barato DVD, mediocre en imagen y sonido, es el único disponible en España con la película de Rowland V. Lee. Además, la versión doblada suprime parte de la música original. Algo mejora el sonido en el DVD titulado “Legendary Pirate Movies” (American Home Treasures 30463-D).

EISLER: Caribe. Manga Films D0672. DVD.

Buena edición en DVD del clásico film de piratas de Frank Borzage con la música de un fugitivo de los nazis que luego sería expulsado de los Estados Unidos por los cazadores de brujas del senador McCarthy y que terminó componiendo el himno nacional de la República Democrática de Alemania.

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