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Philip Anschutz sigue sumando poder en los medios de comunicación de Estados Unidos

Narnia, el magnate y la misión

Fuentes: IPS

Con cada butaca ocupada en los cines que exhiben «Las crónicas de Narnia: El león, la bruja y el armario», el petrolero conservador que la financió, Philip Anschutz, suma más poder en los medios de comunicación de Estados Unidos. La primera adaptación cinematográfica importante del libro infantil del mismo título, primer volumen de la serie […]

Con cada butaca ocupada en los cines que exhiben «Las crónicas de Narnia: El león, la bruja y el armario», el petrolero conservador que la financió, Philip Anschutz, suma más poder en los medios de comunicación de Estados Unidos.

La primera adaptación cinematográfica importante del libro infantil del mismo título, primer volumen de la serie de siete escritos por el irlandés C. S. Lewis, tuvo un costo de 100 millones de dólares y recaudó 67 millones en su primer fin de semana de exhibición.

Esta versión de las aventuras de los hermanos Pevensie, cuatro niños ingleses que descubren un mundo paralelo llamado Narnia dentro de un armario, cuenta con el mismo medio publicitario que permitió a «La pasión de Cristo», de Mel Gibson, romper la taquilla el año pasado: las iglesias.

Según las encuestas, la mayoría de los estadounidenses están hartos de la extensa guerra en Iraq y del gobierno de George W. Bush. Pero hay suficientes conservadores religiosos en la amplia geografía de este país como para convertir «Las crónicas…» en otra batalla de la guerra entre civilizaciones.

Esta superproducción combina una animación realista con actores de carne y hueso para narrar la lucha de los hermanos Pevensie, que coincide en el tiempo histórico con la segunda guerra mundial, contra la «bruja blanca» que condenó a Narnia al «invierno eterno».

Los hermanos defienden así a los animales parlantes, centauros, faunos y otros y seres mitológicos que pueblan Narnia, mundo de fantasía que gobierna el león Aslan, quien lo creó a través de su canto.

Es improbable que la película, basada sobre un libro inspirado en la mitología de Europa septentrional y en el fervor cristiano de su autor, levante una polvareda tan enorme como la desatada por la ultraviolenta «La pasión de Cristo», recreación de las últimas 12 horas de Jesús.

Pero el libro de Lewis también tiene «elementos francamente religiosos», según escribió el periodista Charles McGrath en The New York Times Magazine.

La obra contiene «no sólo un trasfondo religioso para todo uso, de satisfacción superficial, sino un riguroso sustrato de cristiandad ortodoxa, de no-absurdo. Si uno las lee entre líneas –y a veces textualmente–, todas estas historias son sobre muerte y resurrección, salvación y condena».

El año pasado, «La pasión…» sacudió el avispero. Líderes cristianos fundamentalistas aclamaron la película, luego de apreciarla en preestrenos privados promovidos por Gibson. Las iglesias distribuyeron miles de entradas entre sus feligreses.

Al mismo tiempo, organizaciones judías manifestaron su preocupación ante la posibilidad que esta versión fílmica de la muerte de Jesús desatara una ola de violencia antisemita.

Pero eso no ocurrió. «La pasión…» reanimó una taquilla vacilante, al recaudar más de 370 millones de dólares en Estados Unidos y otros 200 millones en el exterior. En un solo año, la película de Gibson se ubicó entre las 10 más taquilleras de todos los tiempos.

Para obtener semejante éxito es esencial una intensa campaña promocional antes del estreno, según los expertos. Y «Las crónicas de Narnia…» siguió el mismo rito.

A comienzos de noviembre, The Christian Post informó que «varias influyentes organizaciones cristianas», entre ellas Focus on the Family, que encabeza el doctor James Dobson, «aprobaron y promovieron» la película.

«La máquina de la mercadotecnia» estaba «apenas siendo activada», señaló Abram Brook, editorialista de la revista Leadership. Brook manifestó su preocupación ante la posibilidad de que Disney pudiera estar usando a los cristianos como mera herramienta publicitaria.

«Hay una diferencia considerable entre apoyar una película sobre la crucifixión y que recibió aportes de un amplio espectro de eruditos cristianos y aprobar una película a la que algunos percibirán como una alegoría cristiana o, eventualmente, como una obra agradable con un vago trasfondo judeo-cristiano», opinó.

Antes del estreno se exhibieron anticipos de la película en iglesias de todo el país. Pero la compañía Disney actúa con cautela para evitar una controversia dañina para las boleterías, luego de negarse el año pasado a estrenar el documental «Fahrenheit 9/11», del cineasta Michael Moore.

Además, la empresa «editó dos bandas sonoras separadas, una con música cristiana y otra con melodías pop y rock», informó McGrath, del diario The New York Times. La subsidiaria de la discográfica EMI a cargo de la publicación de música cristiana lanzó el álbum inspirado en «Las crónicas…» a comienzos de octubre, como medio de promoción temprana.

«Las crónicas» son una colaboración entre Disney y Walden Media, productora propiedad de Philip Anschutz.

El magnate petrolero posee, además, varias franquicias de deportes profesionales y dirige el Regal Entertainment Group, que opera casi 20 por ciento de las salas cinematográficas de Estados Unidos y es el mayor exhibidor de películas del mundo.

Nacido en Kansas en 1939, Anschutz se mudó luego a Denver, en el central estado de Colorado, y estableció la Corporación Anschutz, cuyas operaciones se centraron en la industria petrolera.

Para mediados de los 70 era dueño de pozos petroleros en el septentrional estado de Montana, el meridional de Texas y los centrales de Colorado y Wyoming, así como de minas de uranio y carbón y establecimientos ganaderos.

Luego de vender a la petrolera Mobil Oil gran parte de sus yacimientos en Prudhoe Bay, en el noroccidental estado de Alaska, la empresa de Anschutz se diversificó. Hoy, domina el Clarity Media Group, firma propietaria de los diarios The Examiner de San Francisco y Washington.

A mediados de octubre, Clarity, que registró el nombre The Examiner en 69 ciudades, anunció el próximo lanzamiento de un periódico así llamado en Baltimore.

Al mismo tiempo, según diversos informes, Anschutz negocia el control de la cadena Knight Ridder, la segunda editora de periódicos de Estados Unidos, con 32 diarios entre los que figuran The Philadelphia Inquirer, The Miami Herald y The Kansas City Star.

En ocasión de las negociaciones por la compra del recinto deportivo londinense London’s Millennium Dome, la cadena estatal británica de radio y televisión British Broadcasting Corporation (BBC) calificó a Anschutz de «buitre corporativo».

El petrolero también es fundador de la empresa de telecomunicaciones Qwest Communications International Inc., que fue objeto de un juicio por especulación.

Según señaló en 2000 el periodista Nathan Callahan, del semanario OC, la firma «alentó a los empleados a mantener sus ahorros de pensión en títulos de la compañía, incluso mientras altos ejecutivos vendían cientos de millones de dólares en acciones».

En ese periodo, el propio Anschutz se desembarazó de 6,1 millones de acciones y ganó 200 millones de dólares con la operación. Seis meses después de alcanzar la cotización máxima de 64 dólares, el precio de las acciones se precipitó a 1,95, recordó Callahan.

La revista Fortune ubicó a Anschutz al frente de su lista de «ejecutivos más codiciosos de Estados Unidos».

En los juicios que le formularon los accionistas, Qwest alcanzó un acuerdo extrajudicial que la obligó a destinar 4,4 millones de dólares a obras de caridad.

Sea como sea, Anschutz no es un recién llegado al mundillo de la filantropía. Son conocidos sus generosos obsequios a importantes organizaciones benéficas.

También ha financiado a través de diversas entidades a organizaciones conservadoras como Colorado for Family Values, patrocinadora de la «enmienda dos», proyecto de reforma constitucional lesivo para los derechos de los homosexuales aprobado en 1992 por el electorado de ese estado y luego revocada por la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos.

Anschutz también aportó dinero al Instituto para los Valores Estadounidenses –que apoya el matrimonio y desalienta las familias uniparentales–, a Enough is Enough –que se propone «iluminar el camino para proteger a los niños y familias del peligro de la pornografía ilegal en Internet y de los depredadores sexuales»– y a Morality in the Media, creada en 1962 «para combatir la obscenidad y defender los principios de decencia en los medios» de comunicación.

Entre 1995 y 2000, según OpenSecrets.org, sitio en Internet que rastrea donaciones políticas, la Corporación Anschutz y miembros de la familia del magnate entregaron casi 700.000 dólares al Partido Republicano y a sus candidatos.

En cuanto a sus producciones cinematográficas, «esperamos que sean entretenidas, pero también que afirmen la vida y conlleven un mensaje moral», dijo Anschutz en el auditorio del conservador centro universitario Christian Hillsdale College el año pasado.

«A veces, Hollywood, como industria, puede ser estrecha de miras y no comprender muy bien el mercado», agregó. Pero Anschultz aseguró haber percibido «una posibilidad de intentar alguna pequeña mejora en la cultura».

Con la película «Ray» –basada sobre la vida del fallecido músico Ray Charles y dirigida por Taylor Hackford–, que el año pasado cosechó críticas elogiosas, Anschutz ya dejó una huella en Hollywood.

El éxito de «Las crónicas de Narnia» lo convertirá en un nombre a considerar en los años venideros.

(*) Bill Berkowitz es un connotado observador del movimiento conservador estadounidense. Publica periódicamente la columna «Conservative Watch» en la revista electrónica WorkingForChange.org.