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Por orden de EEUU, Falsimedia azuza a “occidente” para que castigue a Irán

Operación Goebbels: Irán

Fuentes: Insurgente

Como en el caso de Iraq, la única moderación de nuestra Falsimedia occidental en su tarea de crear alarma social en relación con el peligro iraní, se sustenta en un silencioso pudor sobre las posibles sanciones. Falsimedia no pide sangre ni bombas, ni mucho menos -¡por Dios!- matanzas de civiles que siempre son fenómenos colaterales […]

Como en el caso de Iraq, la única moderación de nuestra Falsimedia occidental en su tarea de crear alarma social en relación con el peligro iraní, se sustenta en un silencioso pudor sobre las posibles sanciones. Falsimedia no pide sangre ni bombas, ni mucho menos -¡por Dios!- matanzas de civiles que siempre son fenómenos colaterales a la justicia. Eso -parecen decir nuestros fabricantes de Libertad de información– la exculpa de cualquier acusación de complicidad con los genocidios programados, o inevitables, que está realizando el Imperio. La función de la propaganda para la guerra es la de extender el temor a Irán, asumir como realista la sospecha lanzada por Washington, y vincular al «régimen» de Teherán con el más difuso «terrorismo internacional» que convenientemente manipulado está llenando de pánico a las poblaciones de Europa y de los EEUU.

El hecho de que los medios de desinformación y propaganda se escondan pudorosamente -e incluso con algún mohín de disgusto- tras la indefinida expresión «sanciones», no le disgusta nada al gobierno de los EEUU. En realidad es una parte del juego.

El papel de Falsimedia es el de inducir al castigo, o más eufemísticamente, a las sanciones. Lo que viene después de la legitimación de la represión ante la «opinión pública», no es cosa suya: cierran los ojos durante algún tiempo, mientras se produce la escalada en la barbarie; miran hacia otra parte, y algunas veces -cuando el número de cadáveres o las imágenes de ciudades arrasadas son inocultables- expresan un moderado y ocasional disgusto.

Ese papel de extender el recelo, legitimar la sospecha, y guardar un pudoroso silencio compungido ante las atrocidades posteriores, es exactamente la conducta que permite la realización de un plan escalonado de sometimiento y de dominio por
la fuerza.
La
particular ética de Falsimedia tiene una característica fundamental: carece de memoria y, según parece, de experiencias en las que pueda evaluar el resultado de sus complicidades y de sus silencios.

Tal ética responde al mandamiento fundamental que disciplina el trabajo de los «medios» de propaganda social que encarnan la LIBERTAD que proclama insistentemente Bush: jamás se desenrollan los procesos desde el hoy hacia el ayer, desde el final hasta el comienzo.

De este modo, El País, por poner un ejemplo de un paradigma de la desinformación, puede repetir en el caso de Irán la misma secuencia de mentiras y medias verdades, para legitimar la barbarie, que realizó meses antes del ataque de EEUU y del RU, a Iraq. Y eso es exactamente lo que está haciendo.

Veamos como trata el «conflicto de Irán» nuestro periódico ejemplar: El País del Grupo Prisa, en sus ediciones de los días 27 y 29 de agosto.


Día 27 de agosto, domingo:

El País nos hace saber que Irán al inaugurar una planta de agua pesada, «lanza una nu
eva señal de desafío» cinco días antes de que «venza el ultimátum internacional».

Ahí está todo.

Irán desafía, lo hace reiteradamente, y lo hace contra la comunidad internacional. Además «el desafío» tiene una enorme gravedad tal como sugiere el «ultimátum».

Y todo es falso.

En realidad son los EEUU los que abren el conflicto activando la sospecha -sin pruebas y contra la declaración en contrario de
la Agencia Internacional para la Energía Atómica- de que Teherán enriquece uranio para fabricar armas nucleares. Después presionan a sus aliados para que le den la cobertura internacional que legitime la violación del derecho de Irán al enriquecimiento, según el Tratado de No Proliferación Nuclear.

«Las potencias occidentales sospechan» -dice El País, en un enorme ejercicio de generosidad con la credibilidad que le corresponde a las sospechas de Washington. Y, claro, es el previamente vilipendiado Ahmadineyad el que tiene que dar la réplica racional, convertida por El País en confirmatoria de las posiciones de los EEUU.

«Ahmadineyad volvió a mostrarse desafiante» al «no renunciar a sus derechos nucleares» ante una comunidad internacional «preocupada por «la virulencia del ultraconservador» presidente de Irán, que ha llamado a «borrar del mapa a Israel».

El periódico de PRISA reproduce después «un mensaje pretendidamente tranquilizador pero de nuevo cargado contra Israel». La carga merece una atención particular: «no somos una amenaza para nadie, ni siquiera para el régimen sionista, que es el enemigo claro de
los pueblos de la región».

Quien no diría, a estas alturas, algo mucho más fuerte que lo dicho por el presidente iraní.

El periódico insiste reiteradamente en que el enriquecimiento de uranio «puede ser utilizado para la fabricación de energía como para las armas atómicas», asumiendo como propia y natural la sospecha de los EEUU. Pero además desprecian las declaraciones de Irán en relación con el valor del logro de sus científicos, la no renuncia a la soberanía o el «no sometimiento a la fuerza y la opresión», o su negativa a aceptar las evidentes amenazas de los EEUU.

Ningún escándalo ni comentario especial sobre las amenazas a la convivencia civilizada y al ordenamiento jurídico, le merece a El País la noticia de que EEUU, según declaraciones expresas de su representante en la ONU, Bolton, está impulsando una alianza internacional para aplicar sanciones en el caso de que «no sean aprobadas por el Consejo de Seguridad». El País no ve en ello tampoco coacción alguna a los miembros del Consejo.


Día 29 de agosto, martes

El día 29 de agosto el nivel de hipocresía se hace escandaloso.

El diario de Prisa recoge las declaraciones de la ministra de asuntos Exteriores de Israel, Tzipi Livni, que reclama sanciones contra Irán «ante la negativa de este país a renunciar a sus actividades nucleares». «Sin una presión real de la comunidad internacional no renunciarán a su programa de enriquecimiento de uranio». El corresponsal en Berlín, C. Fleta, enmarca las protestas de Israel en el mismo discurso de su falsimédico periódico que ya hemos reflejado.

El descaro, sin embargo, viene reforzado porque El País no hace mención alguna al programa nuclear de Israel, a la posesión por este país de unas 200 armas nucleares, reconocidas por todos los observadores, y al hecho de que esta capacidad nuclear no ha estado ni está sometida a ningún control internacional ni ha merecido ninguna «sospecha ni intervención internacional».

La percepción de amenaza en los países árabes -rigurosamente establecida por la historia de Israel y consolidada por salvajadas como la destrucción del Líbano, ocurrida hace unos días, con más de 1000 muertos- está fuera del universo informativo en el que se mueve el periódico.

De hecho corresponden -en opinión de El País, que transmite cotidianamente a sus lectores- al radicalismo de personajes como el presidente iraní, Ahmadineyad.

Como en el caso de Iraq hace cuatro años, El País esta pidiendo la guerra.