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El diario El Tiempo de Colombia se dedica a alabar al ejército estadounidense

Paniaguados y «psyops»

Fuentes: Rebelión

Desde la guerra de Vietnam, hemos ido aprendiendo a fijarnos en las diversas formas mediante las cuales se colocan informaciones favorables a los diferentes niveles del poder imperial del gobierno estadounidense. Observamos como los mismos entes orwellianos gringos han llamado PSYOPS a las Operaciones destinadas a transportar la información seleccionada e indicadores a audiencias extranjeras […]


Desde la guerra de Vietnam, hemos ido aprendiendo a fijarnos en las diversas formas mediante las cuales se colocan informaciones favorables a los diferentes niveles del poder imperial del gobierno estadounidense. Observamos como los mismos entes orwellianos gringos han llamado PSYOPS a las Operaciones destinadas a transportar la información seleccionada e indicadores a audiencias extranjeras para influenciar sus emociones, motivos, razonamiento objetivo, y en última instancia el comportamiento de gobiernos, de organizaciones, de grupos, y de individuos extranjeros. El propósito de operaciones psicológicas es inducir o reforzar actitudes extranjeras y el comportamiento favorables a los objetivos del autor (1) .

Valga decir, que el autor de que se habla aquí en verdad lo constituyen todas las formas de control social de aquel gobierno que no emplean la fuerza bruta. Es decir las operaciones sicológicas pretenden favorecer la imagen de un preciso sistema de ideas y valores a través de, por ejemplo, los medios de comunicación de masas.

Cuando se habla de la guerra informativa, aquella que busca ‘los corazones y las mentes‘, estamos refiriéndonos a estas formas muy elaboradas de manipulación, procurantes de la exaltación del modelo de vida estadounidense y de los actos de un ente ya tradicional en el control de muchos pueblos: las fuerzas armadas más mortíferas de todos los tiempos. Estas acciones de difusión de muy concretos mensajes se intensifican geométricamente, como es de suponerse, en tiempos de guerras como los actuales, en ejercicio de los quehaceres propios del contraespionaje, y sobre todo en países neurálgicos para lo que el gobierno imperial califica ante sí y para sí, como su seguridad nacional.

Una prueba de la existencia de tales actuaciones que de múltiples formas lavan de todas sus máculas la obviamente deteriorada imagen del aparato militar gringo en América Latina, se dio despreocupadamente hace unos días en una crónica del único diario de circulación nacional de Colombia, El Tiempo. Por la ciudad donde se originó, el compromiso indudable de quien lo ideó y forma en que esta tramposa noticia se difundió merece destacarse.

Es una información situada en la sección de la nación del día 10 de mayo, ubicada de forma relevante, antecediendo a otras como la elección de miembros de la Corte Suprema de Justicia, o una sobre delitos de falsedad en la obtención de visas precisamente para ingresar a los EE.UU., de indudable mayor importancia.

El artículo de marras se titula ‘Militares de E. U. Estuvieron en Cartagena: ‘Lobos de mar’ llegaron armados de brochas’, y se refiere a que cincuenta miembros de aquella fuerza armada pintaron una escuela en una de las muchas zonas pobres (en el artículo definidas con el eufemismo de «clases desfavorecidas») de aquella ciudad, por cierto declarada patrimonio de la humanidad y cede de pomposos eventos como congresos de la lengua española, juegos deportivos, etc…

Allí no hay límites a la adulación del hecho narrado y sus protagonistas. En una ciudad donde más de las dos terceras partes de la población vive en condiciones de pobreza y miseria (2) y tienen la condición de ser afrodescendientes, el cronista Vicente Arcieri G., dice con desparpajo y un muy en boga estilo literario: «Luis Angel Rodríguez, un mulato de ojos vivaces, sólo había visto marineros estadounidenses en películas. Ayer estaba encantado y sorprendido por que ante sus ojos aparecieron bien temprano, unos 50 marinos de Estados Unidos de carne y hueso. Los mismos hombres cuajos (sic) blancos, de cabellos rubios y ojos gateados que ha visto en la tele, pero con algunas diferencias: no llevaban impecables uniformes blancos o camuflados, sino pantalonetas y camisetas y en vez de armas tenían brochas, rodillos y tarros de pintura, escobas y traperos…»

No omite el corresponsal pelotillero que este acto, que recuerdo a su impresión emocionó a todos los niños presentes sin excepción, estaba patrocinado, al menos parcialmente, por la Agencia para el Desarrollo de EE. UU. (USAID), un organismo bien conocido por sus entrañables vínculos con la CIA.

Al final como para no dejar lugar a duda del mensaje transmitido, el reportero le da la palabra a otro de los niños: «Es un orgullo que estos marineros pinten nuestro colegio «.

No faltó la foto de una mujer de rasgos europeos y ojos claros con una brocha en la mano pintando una pared a la cual se le llama joven. Los niños fascinados ni aparecieron en la imagen. Las estrellas eran otros, los ‘cuajos’, los ‘de carne y hueso’.

Resulta evidente Arcieri G., hace todos los esfuerzos posibles por colocar en las mentes de los lectores del citado monopolio periodístico, a los niños cartageneros como extasiados por la visita de unos personajes descritos casi como seres de otro planeta, sin ahorrar descripciones de su carácter de mujeres y hombres de raza blanca, frente a mulatos o negros estudiantes de las escuelas de una ciudad que tiene unos niveles de pobreza cercanos a los de la mayoría de África. De esto último Arcieri G. nada dice.

Tácitamente enfrenta con desmedro a lo criollo, el pelo rubio y los ojos gateados (de gato suponemos), con el cabello crespo y los ojos redondos de los infantes lugareños, los uniformes impecables oponiéndose a las seguramente raídas y precarias prendas de los alumnos; son ‘cuajos'(también inferimos que quiere decir fornidos o musculosos) los visitantes, en oposición a los escuálidos y pequeños imberbes que deben estar en muchos casos ( y no es una exageración, pues lo puede constatar cualquier visitante de la turística Cartagena de Indias) sin desayunar.

Los estereotipos de la raza blanca admirada por los mestizos y africanos se encuentran presentes con todo su vigor en el artículo. El esquema racista salta a la vista, así como la acentuada alusión del estereotipo del militar gringo propagado por las películas de la industria del entretenimiento holywudense, impuesto como ideal humano, por supuesto inalcanzable para los afrodescendientes cartageneros. El corresponsal Arcieri G. en el colmo de lo estólido y banal afirma que estos militares gringos son como los de la televisión vista en Colombia, haciendo confundir trapaceramente realidad y ficción; una manipulación de la retórica no ocultada La sabida conexión de lo visto en la televisión como prolongación cinematográfica de los PSYOPS, al ser los filmes de guerra estadounidenses aprobados por el mismísimo Pentágono en cuanto a su argumento y libreto (3), con estos actos de magnanimidad tipo USAID, es preocupante muestra de una intención de acondicionamiento de la población a una presencia de personal gringo destinado a la guerra en Colombia, que ya llega oficialmente a unas ochocientas personas desde hace varios años (4), no precisamente dedicadas a tareas de alfabetización en un idioma desconocido para ellas, ni siquiera en el de Shakespeare del cual deben manejar unas trescientas palabras, o a la erradicación del paludismo.

Exponiendo este acto teatral de beneficencia se pasa por alto en este aviso de publicidad de guerra, el carácter de unas fuerzas armadas que han atacado a más de veinte países luego de la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué podrían opinar sobre estos hombres y mujeres saludables y de raza aria los niños cartageneros si supieran lo que ha ocurrido con otros chicos en Faluya en Iraq durante noviembre del 2004, en Nazar i Sharif en Afganistán en el en septiembre de 2001, o para no ir muy lejos de Cartagena, en el barrio El Chorrillo de ciudad de Panamá en diciembre de 1989?

El mensaje descontextualizador es el telón de fondo de está crónica, ubicándola inequívocamente en el campo de la mera propaganda bélica. Una suave, visible y muy empalagosa por parte del corresponsal del poderosísimo diario de la familia Santos de Bogotá, con importantes funcionarios dentro de un gobierno incansable en la sumisión a las órdenes emanadas desde Washington.

Al final, si pensamos con detenimiento en este asunto del periodismo y su deontología, no es posible evitar el intentar escudriñar en los procesos mentales que ocurren en la mente de periodistas paniaguados como Vicente Arcieri G., en si sus comentarios amañados, estereotipados y zalameros no son lo suficientemente evidentes para darle la conciencia de que su obrar lo coloca en el papel de publicista de una causa que ya lleva millones de muertos a cuestas; y me pregunto si llega a saber de ello, como es su deber por ejercer un oficio humanista por excelencia. ¿Qué hace a los periodistas desvirtuar la esencia de su oficio hasta llegar a no advertir el atropello a principios fundamentales como la soberanía de un pueblo o la identidad cultural del mismo, uno desangrado y empobrecido, alabando un ingreso de tropas extranjeras en su territorio, prolongando todos estos los males? ¿La paga puede explicar tal actuar antitético, racista y lisonjero contrario a una mínima dignidad como el descrito? ¿Serán los comunicadores de grandes medios tan desconocedores de la realidad para no presentir al menos, su ubicación en el extremo de una cadena de acciones cuyo origen es una agencia de espionaje foránea? ¿Arcieri no ve la abrumadora pobreza de la mayoría en Cartagena frente a la opulencia de unos pocos que respaldan la presencia armada extranjera? Si observa tal fenómeno ¿que le impide preguntarse racionalmente por la causas de este?

No estimo que un practicante del oficio del periodismo pueda escudarse en la necesidad de un ingreso, para asumir la función de ser una rueda del engranaje de manipulación y desorientación prolongadora del sufrimiento y no pocas veces la muerte de semejantes cercanos, aquellos a los cuales debe dirigirse por definición su trabajo. No me cabe en la cabeza tampoco que un periodista ignore las intenciones de reportajes como el narrado, más bien flota en el aire su identificación con las canalladas, ambiciones e indiferencias de los gobernantes del mundo y sus sátrapas locales, todo un crimen comunicativo.

Contacto: [email protected]

Notas:

(1) http://www.iwar.org.uk/psyops/

(2) http://www.caracol.com.co/noticias/198973.asp?id=198973

(3) Hijos de la Guerra: La Vida Cuando Callan Las Bombas y Los Micrófonos . Magda Bandera.

(4) http://bogota.usembassy.gov/wwwspc30.shtml