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Siria y las fotos

Fuentes: Rebelión

Últimamente, a raíz de la crisis de desplazados sirios, he estado muy preocupada con las formas de producción y divulgación de la noticia y de las distintas maneras en cómo nosotros la percibimos. En realidad, he estado preocupada por este tema desde que comenzaron los ciclos de intervención militar occidental en aquella zona, con Irak […]

Últimamente, a raíz de la crisis de desplazados sirios, he estado muy preocupada con las formas de producción y divulgación de la noticia y de las distintas maneras en cómo nosotros la percibimos. En realidad, he estado preocupada por este tema desde que comenzaron los ciclos de intervención militar occidental en aquella zona, con Irak II, y con su recrudecimiento en 2010 a partir de las revoluciones árabes. No es fácil ir dando seguimiento a este tipo de acontecimientos y tener de inmediato una opinión exacta de lo que está pasando. Inclusive, algunos connotados analistas y pensadores se han arrepentido de sus primeras reacciones. Es paradigmático de este hecho la vergüenza que le produjo a Susan Sontag haber sido engañada sobre la intervención en Irak 2003, influida por la ostentosa imagen de las torres desplomándose, y el arrepentimiento así expresado unos días después en público. A la larga, también, algunos de estos analistas se vuelven objeto de burlas y críticas por haber actuado cuando menos de manera tibia. Yo creo que en este punto uno puede determinar con cierta fidelidad cuándo el analista se equivocó o cuándo hubo otras intenciones detrás de su actuación. 

A veces, además, uno se siente desesperado porque sabe que está comprendiendo cosas que otros posiblemente no comprendan y quisera poder transmitir esa comprensión al mayor número de personas posibles para ayudar; entonces, como es mi caso, algunos de nosotros comenzamos a crear sitios web para difundir nuestras opiniones y ayudar a comprender el fenómeno y aminorarlo, no quedarse inerte. Sin embargo, si uno continúa de manera indefinida haciendo estas cosas, empieza a adquirir cierta especialización y cierta sagacidad en el entendimiento de lo observado y no es improbable pasar de analizar hechos concretos a elaborar pequeñas leyes o lemas sobre hechos más bien abstractos una vez que se han encontrado suficientes regularidades. Aquí, como se trata de un hecho social que involucra a humanos, no es infrecuente equivocarse. Por fortuna, tampoco es infrecuente lo contrario, acertar. En esta ocasión, en cuanto al tema de Siria, me he mostrado muy renuente a opinar porque me parece que ya no es tiempo de opinar. Personalmente creo que la intervención ya fue operada, que el daño ya está hecho y que ahora estamos nada más como aquel humano, queriendo tapar el pozo después del niño ahogado. Esto es muy social y muy humano, por cierto.

Ahora bien, la verdad es que pienso y sigo pensando en el tema, porque escribí ya unas notas al respecto que creo pueden resultar de alguna utilidad para algunos. Ya no hay allí, en mi texto, una repetición de lo que al menos las personas que escribimos y leemos antisistema creemos saber. En vez de volver a construir la narrativa de los hechos, voy en su lugar a enunciar mis observaciones a través de un listado bastante impersonal.

A continuación, los hechos observados.

1. La última y más sofisticada arma de guerra occidental se basa en la instrumentalización del conflicto interno de las distintas naciones ocupadas con finalidades todas de carácter geopolítico. A juzgar por las más recientes intervenciones militares occidentales es difícil obviar esta deducción. Entonces, quizás resulte una buena idea hablar de políticas de guerra y no solamente de tecnologías de guerra. Estas políticas de guerra han estado materialmente orientadas a controlar espacios políticos y sociales, sustraer y gestionar recursos materiales, reactivar la economía mundial, asegurar el perímetro de seguridad noroccidental y toda una serie de metas geopolíticas a menudo difusas. En el caso particular de los últimos conflictos, es evidente que estas intervenciones han tenido por meta última asegurar el abastecimiento de hidrocarburos, detentar el control político de las zonas intervenidas, reimpulsar la industria bélica, diseñar y aplicar reformas sociales, así como tomar control de los precios del petróleo con la intención secundaria de crear crisis financieras en las naciones de conflicto. No creo, por cierto, como sostienen algunos analistas, que la caída de precios del petróleo se deba exclusivamente al auge del gas de esquisto. Y tampoco creo que la caída de precios no se instrumentalice.

2. Estas políticas de guerra finiseculares, que se aplican materialmente pero se fabrican por medios virtuales, subvierten nuestras concepciones más graves sobre las formas y usos de la violencia. Ya no se trata aquí, nada más, de la banalidad del mal -la banal balidad de mal-, sino de comprendrer que a esa banalización le precedió un camino de actividades «inofensivas»: firma de salvoconductos, definición de tácticas y estrategias, simulación de juegos, imposición de una matriz de opinión en los media, etc., cuya consecución final culmina con lo que, atribuyéndole ingenuamente bondades exclusivas, denominamos violencia. Si nuestro concepto sobre violencia se circunscribe al lanzamiento de una bomba, a una intervención militar por la vía terrestre, a una guerra, etcétera, entonces probablemente nuestra noción de violencia sea incompleta. La guerras más cruentas empezaron siendo tratados, pero si en el siglo pasado al menos tuvimos la ventaja de identificar sin error a la violencia por su obviedad, en el nuestro la identificación de la misma se hace cada vez más difícil, puesto que, si bien la violencia es una sola, sus formas son cada vez más variadas y más elásticas y, por tanto, menos asequibles a nuestra comprensión. La violencia virtual, en este caso, es más eficaz, más efectiva y más lesiva que la violencia puesta materialmente en práctica. El solo poder identificar cómo se están instrumentalizando los conflictos internos de las distintas naciones cuyas soberanías son violentadas, implica de una sensibilidad y perspicacias cuya fineza inclusive nos mete en el problema de cuidarnos no errar incurriendo en teorías estrafalarias o conspirativas.

3. ¿Cómo se instrumentaliza el conflicto? Requiere básicamente de una maniobra extra de carácter generalmente utilitario y sin cuyo utilitarismo no afianzaría tan eficazmente en las personas, pues lo que se hace es utilizar realidades políticas desastrosas con el propósito de justificar la intervención, o de aplicar políticas de reajuste en una primera fase, junto a la detracción de recursos en una segunda fase. Sobre esto último no estoy diciendo nada espectacular o que no esté de hecho sobredocumentado; Naomi Klein, por ejemplo, en su libro célebre, La Terapia el Schock, nos lleva de la mano por un recorrido de más de cuatro décadas, desde la formación de la contrarrevolución friedmaniana bajo la égida de la Escuela de Economía de Chicago y el maquiavélico golpe militar a Salvador Allende, hasta la creación de las escuelas Chárter en EUA tras el desplome de escuelas y edificios que como saldo inevitable dejara el huracán Katrina por su paso. Con esto me limito a señalar el funcionamiento general de esta forma del capitalismo, pero pueden estudiarse sus superfetaciones en la intervenciones a Irak I y II, en Libia, Siria, Yemen, en las llamadas revoluciones de colores, y hasta me atrevería a añadir que en México con la crisis por los sucesos de Ayotzinapa, si bien nuestra crisis se remonta al sexenio de Felipe Calderón.

4. Lo que me preocupa especialmente en esta ocasión -una preocupación ya pasada-, es que el aparato de alienación capitalista -aquello que llamamos ideología– verifica últimamente formas muy sutiles de dominación. Es como si actuara evolutivamente. Si se elevan las protestas y se eleva el grado de consciencia social entre las personas, entonces, los medios de alienación elevan sus formas y sus métodos de control, sofisticándolos. Y estos métodos van desde la instrumentalización del dolor, la gestión de nuestras emociones y de nuestra capacidad de conmovernos, la manipulación del deseo, y una larga lista que exigiría de nosotros analizar formas semióticas, procesos sociológicos, signos y significantes, constituciones simbólicas performativas y perfiles psicológicos.

5. Además, como sostenía en un escrito anterior, la complejidad social sirve perfectamente a este objetivo.

6. Otra forma muy interesante en la que nos alienan, es polarizando. La polarización social sirve con facilidad al conflicto. Lo eleva, lo magnifica, lo asienta y le crea un lugar. La polarización crea realidades y las infla. Me atrevería inclusive a formular esto como una especie de motto o lema:

Motto ~ La polarización social le es útil al conflicto y el conflicto  es instrumentaliza do con fines geopolíticos y de control .

7. Pero esos conflictos necesitan ser perfomados y es a través del uso del lenguaje, de la reproducción y de la elaboración de una cultura iconográfica, y de su difusión a través de los distintos sistemas de información, como se afianzan en el imaginario social y en nuestras psiques. A esto se le ha llamado tradicionalmente con el nombre de propaganda, pero en mi caso prefiero utilizar el epíteto más adecuado de ideología. De hecho, insistiré con esta idea a lo largo de esta nota: la alienación mental no es más que la adopción e incorporación automática e inconsciente de una ideología en nuestro sistema de creencias sin que lo intuyamos. Ergo, por su automatismo, es difícil que un individuo reconozca o siquiera sepa que sufre de alienación. La ideología ha tomado distintas formas a lo largo de la historia: ha prosperado como religión, como filosofía, como ciencia y aun como poesía. Y es hilarante, porque nada impide caer en paradoja autorreferencial y preguntar si la ideología no toma también forma de ideología.

8. En el caso de la crisis de los desplazados sirios, el recurso a este modo de obrar ha sido notable. Es notable que en todo este casi lustro de conflicto sirio hayan muerto cientos de personas y otros cientos hayan sido desplazados y no se registrara con tan magna intensidad la indignación sino hasta el instante en que la prensa nos enseña una foto. Ruego que no se me malentienda. No dudo de la capacidad de las personas de conmoverse ante un hecho así, conmueve a cualquiera que posea un mínimo de juicio y sensibilidad, ni tampoco subestimo a los cientos de miles de activistas políticos alrededor del mundo en pie de lucha por Siria, mi propósito es más bien interrogar el papel que juegan los medios de información a la hora de modelar nuestras opiniones en política y los permisos que les concedemos para influir en ellas. Considero necesario activar con especial atención nuestro juicio crítico cuando se trata de nuestros consumos culturales. Como mujer, son inquietudes que me planteo. Pero, también, como mujer interesada en la política más allá de fronteras e identidades.

9. En lo que concierne al hecho examinado, me parece evidente que estamos aquí frente a un ejemplo típico de violencia virtual y que la socorrida foto ha sido asimismo instrumentalizada con fines geopolíticos, si bien ignoramos cuáles sean los móviles esta vez. Algunos analistas, a propósito, sugieren que se prepara el camino a una nueva intervención.

10. En cuanto a la recepción por parte nuestra de estos hechos, me parece poco factible intentar establecer una finalidad moral en tal recepción, sino que más bien me parece identificar una razón intelectual o analítica que en ellos se asienta. A la sobreexposición de imágenes deviene -creo- una sequía intelectual. Nuestra imaginación necesita una imagen morbosa para que se conmueva (nuestra imaginación es pobre) y esto nos escupe al rostro una vulnerabilidad que agrede: es la prensa con sus fotos la que termina por orientar nuestras luchas políticas y nuestros temas, nuestro pasaje al acto y nuestra indignación y, en último término, decisiones que afectan nuestras vidas a escala planetaria.

11. En mi opinión, la foto y el eslogan de telediario, sustituyen a aquellos símbolos e imágenes con los que construíamos nuestros adoratorios para rezar a dioses que nunca nos han escuchado, pero que nos brindan fe y seguridades en un mundo en el que no dominamos la certeza. Es como si llevados por una tendencia al iconoclasticismo, delegáramos en fotos e imágenes nuestro potencial sentimental y nuestra libertad intelectual. Quizás tiene algo de razón el escritor francés tumultuario: Dios muerto supondría la nada domesticada. Estamos a años luz de un progreso ontológico como ese.

Hasta aquí el final de la lista y el final de todo el análisis.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.