Con más de treinta años de experiencia, Félix Zurita es uno de los principales referentes en producción audiovisual de toda Latinoamérica. Hijo de emigrantes españoles en Suiza, estudió sociología y ciencias políticas, dejó las clases por las cámaras y viajó hasta Nicaragua en plena ebullición sandinista. Fue testigo de los procesos revolucionarios, guerras civiles y […]
Con más de treinta años de experiencia, Félix Zurita es uno de los principales referentes en producción audiovisual de toda Latinoamérica. Hijo de emigrantes españoles en Suiza, estudió sociología y ciencias políticas, dejó las clases por las cámaras y viajó hasta Nicaragua en plena ebullición sandinista. Fue testigo de los procesos revolucionarios, guerras civiles y movimientos de resistencia que se sucedieron en Centroamérica durante los años ochenta. Trabajó para las principales cadenas de televisión europeas y algunas agencias internacionales hasta que funda su propia productora audiovisual, Alba Films, con la que llega a realizar casi un centenar de documentales y reportajes, siempre vinculados a temas de desarrollo, denuncia social y derechos humanos.
A principios de los noventa crea Fundación Luciérnaga, una ONG especializada en comunicación para el desarrollo que trata de promover la creación y el uso de los medios comunicativos para acompañar y fortalecer los procesos de desarrollo de las personas y las comunidades. En especial trabaja con el formato audiovisual, usándolo como herramienta de educación para el desarrollo.
– ¿Cómo surgió el proyecto de Fundación Luciérnaga?
– Fundación Luciérnaga nace en 1994. Yo llevaba ya más de diez años en Nicaragua filmando las realidades sociales y políticas de ese país, que fue un foco de atención para el mundo en los años 80. Se registraban muchas vivencias, muchas experiencias pero no existía un acervo, un registro de esos materiales. Tuvimos la idea de realizar un catálogo que recogiera los vídeos y producciones que se habían hecho en diferentes temas como: desarrollo, memoria histórica, educación, etc., y ofrecerlo a las organizaciones que estaban preocupadas por esos temas. En aquel momento se empezó a trabajar mucho con el vídeo, pero no se sabía cómo utilizarlo y era muy difícil obtener materiales educativos. De ahí surgió la idea del primer catálogo de Luciérnaga, que tenía 50 títulos. Tuvo mucho éxito y eso nos impulsó a hacer un segundo catálogo, con 150 vídeos. De esa manera fuimos respondiendo a las necesidades de las organizaciones e incursionando en lo que aquella época se llamaba comunicación para el desarrollo y que hoy preferimos llamar comunicación para el cambio social.
– En los 80 fueron las dictaduras y las intervenciones militares impuestas desde el exterior; en los 90, las políticas económicas de los gobiernos neoliberales. ¿Dónde pone el documental centroamericano su punto de mira en estos últimos años?
– El documental centroamericano depende casi exclusivamente de una fuente de financiamiento: las ONG y agencias internacionales. El inconveniente es que no hay documental creativo, sino que se tiende a un documental institucional, que responda a las necesidades de la institución. Esto no incentiva la libertad creativa que se necesita para expresar y utilizar lo que el medio audiovisual permite hacer.
– ¿Cómo se encuentra hoy en día el panorama audiovisual y cinematográfico nicaragüense?
– Desgraciadamente no existe ningún tipo de subvención de los gobiernos centroamericanos y prácticamente no hay acceso a otro tipo de financiamiento. En los últimos diez años sólo se han hecho en Nicaragua dos ficciones. Es grave, porque toda sociedad necesita verse en el espejo de su propia realidad y el cine es un medio privilegiado para intentar cumplir con eso.
– Una de sus principales apuestas fue la de recuperar parte de la memoria histórica visual de la región centroamericana. ¿Goza de buena salud esta iniciativa?
– Creo que los esfuerzos que se han hecho por conservar la memoria histórica son muy valiosos porque ahí están: se han salvado cientos de horas de la destrucción y del olvido. Se han salvado momentos de la Historia que sin eso no existirían. Se ha salvado la memoria que ha costado mucha sangre. La memoria histórica está íntimamente ligada con el presente: una sociedad no puede saber a dónde va si no sabe de dónde viene. Hay algunos ejemplos en Centroamérica que creo que son importantes y significativos. Uno de ellos es Guatemala. Lo que ocurrió tiene mucho que ver con lo que está ocurriendo hoy; no sólo porque están siendo enjuiciados algunos de los protagonistas de aquella historia tan trágica, sino porque están ocurriendo las mismas cosas con otro rostro. La recuperación de la memoria histórica ayuda a que otras generaciones que no han vivido eso puedan entender que las luchas son las mismas, pero que se han sofisticado mucho. Si no hay memoria, tanto el individuo como la sociedad van a caer, inevitablemente, en los mismos errores.
– Su vasta producción, que le ha valido varios premios internacionales, casi siempre se centra en el género documental. ¿Por qué en Loma Verde1 decidisteis trabajar con el formato de telenovela?
– Por varias razones. En primer lugar, la temática nos llevó a ello. La violencia de género, el abuso sexual, el maltrato, son temáticas muy personales que a veces no pueden ser expresadas de la manera más completa en un documental por los riesgos que conlleva para los protagonistas, porque forman parte de la realidad más íntima… Eso nos llevó a preguntarnos cómo seguir trabajando un tema como éste de otra forma. Nos vino la idea de la telenovela porque es un género muy preciado y popular. Sólo en los cables abiertos de Nicaragua (entre diez y doce) se emiten 64 telenovelas al día. Lo que me interesaba era utilizar mi experiencia en documental para transcribirlo en una historia guionizada. Y así se hizo, intentando que todo lo que se tratara ahí estuviera basado en hechos reales y dicho de la manera más espontánea y fresca posible.
– ¿Qué impacto está teniendo?
– Yo diría que el impacto es muy positivo, a juzgar por las solicitudes de los canales de televisión que la han transmitido y por la demanda de las organizaciones que la están utilizando como herramienta de sensibilización. Además, hemos roto con los canales de difusión tradicionales, firmando un acuerdo con 33 cadenas locales que han pasado la telenovela y que están esperando los nuevos capítulos.
La reacción y la acogida han sido muy positivas ante todo, creo yo, por una razón: porque en un país como Nicaragua, donde la producción en ficción es escasísima, el hecho de que el espectador se vea reflejado en su propia realidad es algo totalmente novedoso. La gente ve telenovelas brasileñas, colombianas, venezolanas, pero no está acostumbrada a verse reflejada con su propio lenguaje, con sus propias situaciones y expresiones. Eso ha sido un factor importante del éxito. Por otro lado, muestra realidades muy cercanas y las ONG que trabajan estos temas han comprobado que se trata de un material muy útil para la sensibilización.
– En esta iniciativa, ¿qué prima más: el producto final o el proceso de creación?
– El proceso de investigación, de acercamiento a la realidad, es indispensable para llegar a un resultado positivo. Esto implica también trabajar muy de cerca con la comunidad. Ahora bien, el vídeo comunitario y la difusión masiva no son necesariamente compatibles. El vídeo puede tener una importancia muy grande para quienes lo hacen, para la comunidad o el barrio. Pero no necesariamente el producto que salga de ese proceso va a poder ser visto de una manera muy amplia. A veces hay que escoger: si uno lo que pretende es un proceso de desarrollo local o si lo que busca es que miles de espectadores vean un producto. Eso no quiere decir que en la comunidad no se puedan hacer buenas cosas, pero requieren un tiempo y un proceso.
– En el viejo continente empezamos a ser conscientes de la importancia de una comunicación hecha desde el Sur. ¿Qué podemos aprender de la producción latinoamericana?
– De la producción propiamente dicha, no lo sé, pero de la realidad, desgraciadamente, cada vez más. Muchas de las realidades que se están viviendo aquí pueden ser nuevas para España, pero no lo son para países del Sur. La crisis, las formas de sobrevivencia, la búsqueda de alternativas a este neoliberalismo salvaje… Todo esto no es nuevo allí y, en ese sentido, creo que muchas de las temáticas pueden ayudar a entender lo que está ocurriendo aquí.
– ¿Qué papel juega actualmente la comunicación para el desarrollo en el ámbito de la cooperación?
– La comunicación es básica: es la primera forma de sensibilizar, de hacer entender a la gente lo que está pasando porque los medios de comunicación masivos no dan respuesta a eso y la gente está cada vez más desamparada. Antes era mucho más fácil: había un dictador con gafas oscuras y uniforme militar, y la sociedad se organizaba o no para resistir a la dictadura. Hoy no hay rostro y todo es mucho más complejo, mucho más sofisticado, mucho más invisible. Visibilizar lo invisible es el reto de la comunicación.
– ¿Qué tendencias observa en este sentido?
– La cooperación ha ido descubriendo poco a poco la importancia de la comunicación, pero muy lentamente, tarde y mal. Muchas veces la comunicación ha sido como algo anexo cuando realmente es algo previo al proyecto, puesto que su fuerte es tocar las emociones para sensibilizar sobre un tema. El audiovisual no lo puede ser todo pero sí permite poner al público en una predisposición favorable. Creo que es una cuestión muy importante y debería utilizarse más en ese sentido. También tiene un papel importante como memoria de los procesos. Sin embargo, pienso que aún se sigue utilizando mal y la cooperación tiene mucho que aprender sobre el uso correcto de la comunicación.
– ¿Están teniendo algún impacto sobre Fundación Luciérnaga los recortes en el sector?
– Los recortes están teniendo consecuencias para todas las organizaciones que no tienen otra fuente de financiamiento que no sea la cooperación internacional y porque se tratan temas que no se pueden «rentabilizar». La educación y la sensibilización son obligaciones de los estados que, en la mayoría de los casos, están desapareciendo. Las ONG tienen la necesidad de responder a estos requisitos que ya no son tomadas en consideración. Sin embargo, hay cosas que no se pueden rentabilizar porque si se hacen de manera comercial pierden su esencia, y es en este sentido que hay que buscar nuevas formas para responder a esta necesidad.
– ¿Cómo se puede enlazar la comunicación para el desarrollo con la cooperación institucional?
– Creo que tendríamos que empezar a hablar de cooperación Sur-Sur. La situación en España es, desgraciadamente, cada vez menos distante de la de países en vías de desarrollo: el desempleo, los desahucios, la desaparición de un estado de bienestar, el liberalismo a ultranza… Son problemáticas que, en el caso de Nicaragua, se están viviendo desde hace 20 años. Ante eso, la ciudadanía ha encontrado algunas respuestas que, en algunos casos, han funcionado mejor, y, en otros, peor. En este sentido, creo que tenemos mucho que aprender del Sur y no acomodarnos en esta situación porque puede existir un gran enriquecimiento mutuo en este intercambio de experiencias.
NOTA:
Loma Verde es la primera novela rural en Nicaragua. Nos cuenta cómo transcurre la vida en una pequeña comunidad llamada Loma Verde, donde se mezclan el amor, las mentiras, la violencia, los miedos y las aventuras de los personajes. La serie contribuye a romper las conductas machistas y los prejuicios culturales que limitan a las mujeres en el ejercicio de sus derechos. El propósito es poner en evidencia la cultura que lleva a la banalización del maltrato hacia las mujeres con todas sus consecuencias sociales, físicas y psicológicas. Más información: fundacionluciernaga.org.
Paqui Durán Lama es periodista. Amparo Pernichi coordina la delegación de Paz con Dignidad en Andalucía.
Artículo publicado en el nº64 de Pueblos – Revista de Información y Debate, tercer trimestre de 2014