Muchos lectores sabemos que la crisis debilitó sus dos principales fuentes de financiación: la publicidad y las subvenciones (algunas también vía publicidad y no todas limpias) y generó endeudamiento. También sabemos que esa deuda pasó a manos de la gran banca y los fondos de inversión. Años antes, la financiarización de la prensa, ya había […]
Muchos lectores sabemos que la crisis debilitó sus dos principales fuentes de financiación: la publicidad y las subvenciones (algunas también vía publicidad y no todas limpias) y generó endeudamiento. También sabemos que esa deuda pasó a manos de la gran banca y los fondos de inversión.
Años antes, la financiarización de la prensa, ya había producido una caída en su calidad por la precarización en el empleo (hace quince años ya se hablaba de un 80% de empleo precario en el sector) y ahora el empleo precario se ha convertido en becariato.
La prensa, como el resto de las empresas en el capitalismo salvaje, es un negocio. Aunque no sea rentable económicamente, es un magnífico aparato de propaganda capaz de hacernos tragar ruedas de molino.
Muchos lectores, hace ya tiempo que nos dimos cuenta de que no trabaja para la audiencia, sino para los intereses de anunciantes y accionistas, y dejamos de comprarlo. Las ventas no han caído sólo por la crisis. En muchos casos, por el desplome de la calidad y por la manipulación de la realidad.
Esto no lo dice mucha gente de la que puede opinar públicamente, porque en este sistema, los medios de comunicación tienen el monopolio de la información a gran escala y si les criticas no te vuelven a dejar que opines. Porque la libertad de información sólo la disfrutan los que tienen los medios y, como la usan para defender sus intereses, confunden interesadamente libertad de información con libertad de empresa.
Cuando se critica su manipulación, suele haber una respuesta muy agresiva unánime y corporativa, porque es como denunciar que el rey está desnudo. En El País, que hoy editorializa sobre el tema, estamos acostumbrados a ver artículos en los que se dice una cosa con un titular que dice lo contrario, porque el artículo lo escribe el periodista y el titular lo revisan los jefes.
Por tanto, la culpa no es tanto de los periodistas como de las empresas «des-informativas». Aunque es cierto que muchos periodistas (y sobre todo becarios) están dispuestos a participar en el aquelarre desinformativo porque entienden que es su forma de vida.
Prueba de ello es que antes los directores de los medios eran muy conocidos, pero ahora sólo se conoce la marca, la empresa. Ahora, el más conocido quizá sea Marhuenda. Con esto está todo dicho. Pero es tan representativo de los directores de prensa como lo fue Díaz Ferrán de los empresarios.
Por cierto. Esta mañana, desde la cárcel, Granados ha agradecido la presunción de inocencia que le conceden conocidos «periodistas» como Inda, Jiménez Losantos, Alfonso Rojo …
Blog del autor: http://antoniocampuzano.es/2016/04/22/la-prepotencia-de-la-prensa/
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