Hace años que leo la Carta del director con que Pedrojota obsequia a sus lectores en «El Mundo» del domingo, en las que sobre todo le gusta recrearse con su erudición a través de hacer paralelos históricos, generalmente para intentar reducir a los vericuetos del «alma humana» las tropelías de aquellos de los que gustaría […]
Hace años que leo la Carta del director con que Pedrojota obsequia a sus lectores en «El Mundo» del domingo, en las que sobre todo le gusta recrearse con su erudición a través de hacer paralelos históricos, generalmente para intentar reducir a los vericuetos del «alma humana» las tropelías de aquellos de los que gustaría ser incondicional amigo y aliado (Bush, Aznar) pero en determinadas coyunturas no puede hacerlo para mantener la imagen de «periodista independiente», que tanto cultiva. Tiene la costumbre de acordarse de la psicología cuando trata de las figuras de la derecha y de la ideología cuando trata de las de izquierda. Lo importante para él es que el capitalismo como tal quede a salvo.
Este domingo, 28 de noviembre, rompe todos sus moldes en «De opereta en opereta» y se desata sin freno contra Moratines, no sin echar mano primero de todas las descalificaciones a Chávez que le brinda lo más insano y esquizofrénico de la oligarquía de Venezuela, que lo viene vociferando a través de sus medios de comunicación desde hace más de dos años. Algunas perlas que después comentaremos:
«Yo estuve en Venezuela tres semanas después de aquel patético 11 de abril de 2002, que ahora parece haberse convertido en fecha referencial para la izquierda española – cual si el idiota de Carmona hubiera sido un nuevo Pinochet y el espíritu de Allende estuviera reencarnándose en un milico zafio y demagogo como Chávez- y ya dejé constancia en estas páginas de mi frustrante y baldía intercesión por la libertad de prensa ante el recién repuesto líder de la República Bolivariana.»
Así pues, el 11 de abril fue «patético» y Carmona, un «idiota». Si tenemos en cuenta que Carmona intentaba sustituir al jefe de una horda de asesinos, (como afirma más adelante, lo que sucedió y lo que representaba Carmona, la calificación de idiota solo puede aplicársele para decir que fracasó porque no supo hacer las cosas como tenían que hacerse. Por un lado, un escalofrío me recorrió la espina dorsal al pensar que es lo que esperaban de él y no supo hacer, por el otro, esa simple expresión es la forma ideada por Pedrojota para eludir la intervención del pueblo, y por lo tanto una correcta interpretación de los hechos. Magnifico periodista.
Pedrojota, como añade a continuación, iba como comisionado de la Asociación Mundial de Periódicos, que como todo el mundo sabe, la forman los dueños de los grandes medios, preocupados con la libertad, no para divulgar información, sino para enriquecerse con el tratamiento de la misma. Estaban preocupados con las medidas que pudiese tomar Chávez contra los grupos mediáticos, precisamente los que habían participado activamente en el golpe, silenciando todo lo que sucedía menos los pronunciamientos de los golpistas. Según Pedrojota, además de hacerles esperar, Chávez no los recibió con la cortesía y amabilidad que se debe tratar a tan altos representantes de la prensa.
Y lo que les dijo Chávez sobre la participación del pueblo lo interpreta Pedrojota como una «contextualización» de «los asaltos de las turbas armadas de su propio partido contra las sedes de periódicos y emisoras e incluso el asesinato de un fotógrafo por francotiradores bolivarianos. «Terminó echándonos del despacho» dice Pedrojota. Yo habría empezado por ahí.
Sigue: «…aquella comedia extraída del realismo mágico era en realidad la tragedia de una nación subyugada por un Tirano Banderas de la peor calaña». Sobre los últimos comicios: Ante los resultados «no puedo sino encogerme de hombros, arrullado por el zumbido de la mosca que desde detrás de la oreja mantiene vivas las recurrentes sospechas de manipulación y fraude.»
¿De que escuela de periodismo se puede jactar Pedrojota cuando tras documentales tan serios como los que han salido sobre lo que sucedió el 11 de abril (La revolución no será televisada», «Puente Llaguno, claves de una masacre») y tras comprobarse fehacientemente por todos los observadores del referéndum y de las elecciones posteriores la ausencia de fraude, sigue falsificando los hechos y disparatando, inmune al ridículo? Y: ¿dónde enseñan que los groseros insultos a un jefe de Estado (que además ha sido democráticamente elegido por el pueblo hasta 8 veces seguidas) son deontológicamente correctos?
Continúa su diatriba escogiendo momentos de la visita de Chávez a España, silenciando los actos a los que asistió en la Universidad, en el Circulo de Bellas Artes y en la sede de CC OO y escogiendo solo lo que él cree ser morboso: Chávez blandiendo una espada, cantando una canción a un periodista, mirando los agujeros de las balas de Tejero en el Parlamento, o «tratando de palmotear a un huidizo hormigonero..» ¡Ay, Pedrojota, no sabes cuanto encierra ese «huidizo hormigonero», en cuanto paradigma de una clase obrera postrada y alienada, que es como tú la quieres!
Después salen Rubalcaba, Carod Rovira, Maragall, el hockey sobre ruedas, y el traspié del PSOE en la votación sobre la reforma judicial. Y termina en plan sarcástico «…y el coronel Hugo Chávez y el comandante Fidel Castro plantearan el cambio de nuestro sistema de jueces ante una nueva asamblea de la Federación Internacional de patinaje».
Esto último, por la repetición, me recordó a Rajoy en la televisión que para citar a Chávez dice «el coronel Chávez» con la clara intención de descalificarlo, o Martín Prieto, en un virulento ataque a Chávez en «El Mundo» del día 25 tocando la tecla del origen militar de Chávez con la misma intención. Ni siquiera se preguntan que pensaran de eso los coroneles y comandantes españoles. La rabia les ciega.
Finalmente algo sobre las maneras. A medida que avanza la revolución bolivariana y se va poniendo de manifiesto que es rechazando las recetas del FMI como se puede empezar a salir del horror en que vive casi toda Latinoamérica, la crítica se va centrando más y más en las «excentricidades» de Chávez, en su lenguaje directo y popular. Y ninguno de estos críticos se atreve a pasar el umbral de las formas e informarnos del contenido. Se detienen en las formas porque ya no pueden entrar al trapo. Cada día que pasa se reduce el campo de maniobra dialéctica de la burguesía de este capitalismo en fase de descomposición, que no puede hablarnos más que de terror y competitividad. Su discurso se agotó, y por eso, Rajoy, Acebes, acólitos y ahora hasta Pedrojota mantienen la crispación y el enfrentamiento permanentes como arma política.
Si a un Zapatero y un PSOE que todos hemos conocido demasiado bien, y sabemos que no ofrece el más mínimo peligro a la continuidad del sistema, los tratan como lo están tratando desde que se hizo con el Gobierno: ¿qué sería si tuviesen enfrente a un Chávez, dispuesto a dar la vuelta a la tortilla?