La prensa escrita y, más aún, el periodismo televisado -éste quizá por el apresuramiento a que obliga- recurre con frecuencia a frases hechas que, consideradas con objetividad, sólo muestran un alto grado de necedad. No se trata ahora de criticar la profesionalidad, tan a menudo deficiente, de los enviados a comentar sobre el terreno un […]
La prensa escrita y, más aún, el periodismo televisado -éste quizá por el apresuramiento a que obliga- recurre con frecuencia a frases hechas que, consideradas con objetividad, sólo muestran un alto grado de necedad. No se trata ahora de criticar la profesionalidad, tan a menudo deficiente, de los enviados a comentar sobre el terreno un hecho noticiable del que apenas tienen la menor idea. Acaban de llegar allí, preguntan a los vecinos o a testigos oculares, les conectan y vocalizan lo primero que se les ocurre. Más grave es cuando desde la relativa calma de la sala de redacción se incurre en el mismo error y se utilizan frases y expresiones que no añaden nada a la noticia o al comentario y que son fruto de la rutina y la irreflexión. Veamos tres casos muy frecuentes hoy día.
El ajuste de cuentas
Es un ejemplo claro de lo que se trata de mostrar. Suponga el lector que se produce un tiroteo. Hay muertos o heridos. Las entrevistas hechas sobre el terreno muestran individuos de extraña catadura. Los testigos presentes aluden a drogas, prostitución, robos de joyas o de automóviles deportivos. Se implica en la noticia a posibles bandas extranjeras… ¡pues ya está!: el comentarista recurrirá enseguida a la sobada frase de que se ha producido un «ajuste de cuentas». Sin darse cuenta, está contribuyendo con ella a que todo parezca mejor. Es un «ajuste», es decir, algo que se conforma o se acomoda a lo que debe ser. Que se arregla o se concierta para reintegrarse a la normalidad. Además, se trata de «cuentas», es decir, de ciertos cálculos bien reglados del debe y el haber, de una contabilidad que presupone seriedad y ordenación.
De ese modo, se adorna la narración con una frase que no dice nada pero resuena mucho. Cuando la información era menos atolondrada y más acorde con el significado de las palabras y la naturaleza real de los hechos se hubiera hablado simplemente de venganza, represalia o desquite. ¿Es habitual ajustar cuentas a tiros, asesinando al deudor? Pues no. Así que el uso irreflexivo de esa expresión está implícitamente justificando el hecho delictivo. Una vez más, el periodista, apresurado y en ocasiones casi ágrafo, contribuye a dar carta de naturaleza, con su descuido, a lo que sólo sería usual en los bajos fondos de la delincuencia.
No se descarta ninguna hipótesis
Es otra frase hecha, tan mema como la anterior. Se ha producido un atentado terrorista, un incendio, una explosión de gas, algo que puede ser debido al azar, a un error material o a la mano maligna de un criminal. Descrito el hecho, el colofón habitual al que suelen recurrir algunos es: «No se descarta ninguna hipótesis». ¿Sabrán lo que significa «hipótesis»? Porque si lo supieran quizá usarían otra frase más adecuada. El diccionario es claro cuando explica que una hipótesis de trabajo es «la que se establece provisionalmente como base de una investigación que puede confirmar o negar [su] validez». Por otro lado, una hipótesis es «suponer algo posible o imposible para sacar de ello una consecuencia». Vemos, por tanto, que el significado del vocablo encaja perfectamente con la acción policial investigativa que se está noticiando.
La estupidez de la frase no tiene límites: ¡claro que hay muchas hipótesis que descartar! Si explota una bomba en una gasolinera de Madrid, habrá que descartar la hipótesis de que la haya colocado Condoleeza Rice o Juan Pablo II, por ejemplo. En todo atentado, accidente o calamidad, hay muchas hipótesis a descartar desde un principio. Porque si no fuera así, y teniendo en cuenta que hipótesis es cualquier suposición imaginable (a primera vista posible o imposible, que esto sólo se sabe al concluir la investigación), la Policía enloquecería intentando comprobar las infinitas hipótesis aplicables a cada caso. El informador que conoce el significado de las palabras recurre a otras expresiones más adecuadas a lo que intenta exponer: «Existen abiertas varias líneas de investigación» o «Se analizan diversas hipótesis que llevan a conclusiones opuestas». Y no tratar de salir del paso con una frase hecha que nada significa.
La organización terrorista ETA
Se oye a menudo esta expresión. El ex ministro Acebes se recreaba pronunciando estas cuatro palabras. Es evidente que ETA es una organización, pero eso no justifica la locución. También un club de fútbol lo es y nadie habla de la organización futbolística Rayo Vallecano. Los que a ETA consideran banda terrorista no necesitan referirse a ella con tan compleja denominación. Y la minoría que la tiene por brazo armado liberador, no la considera terrorista, así que tampoco para ellos sirve la frase. ¿Por qué no hablar simplemente de ETA, como se habla del IRA, sin más? Se pueden añadir, naturalmente, los calificativos que cada cual estime oportunos según su punto de vista. ¿Es que queda alguien en el mundo que ignore su existencia?
Decía Baltasar Gracián que «lo bueno, si breve, dos veces bueno» y «lo malo, si breve, no tan malo». ¿A qué viene pues, esa necesidad de alargar las descripciones, incluir inútiles frases hechas y rellenar con paja lo que deberían ser explicaciones correctas de la realidad?
Epílogo: Perdone el lector, en todo caso, las frases hechas que posiblemente habrá encontrado en este comentario.
* General de Artillería en la Reserva
Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)