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Una imagen miente más que mil palabras

Fuentes: Gara

Hubo un tiempo en que poníamos en cuarentena las informaciones del «telediario». Pero es difícil resistirse al encanto de los puntitos de colores y, deslumbrados por las fotografías de impacto, otorgamos hoy sello de veracidad a casi todo lo que observan nuestros ojos. Y, sin embargo, cualquier semiólogo nos certificaría que es la vista el […]

Hubo un tiempo en que poníamos en cuarentena las informaciones del «telediario». Pero es difícil resistirse al encanto de los puntitos de colores y, deslumbrados por las fotografías de impacto, otorgamos hoy sello de veracidad a casi todo lo que observan nuestros ojos.

Y, sin embargo, cualquier semiólogo nos certificaría que es la vista el más manipulable de los sentidos y que una imagen congela un instante pero no aporta sino una composición subjetiva de una realidad más compleja. Nos diría, hablando en plata, que nuestros ojos nos juegan muy malas pasadas.

Todo empeora cuando nos sirven imágenes que dan soporte a noticias falsas; cuando nos saturan la vista hasta tal extremo que no hay atalaya capaz de parar el galope de secuencias que escupe el aparato más venerado del hogar.

Les propongo dos casos. El primero trascurre en ese laboratorio del terror llamado Irak. Un marine remata a un «peligroso resistente» herido. Nuestros ojos presencian el horror y en nuestro maltrecho pensamiento crítico se enciende una luz de alarma. «No puede ser», decide el amo de la propaganda. En pocas horas salta la contraversión: la malvada resistencia iraquí ha matado, a su vez, a una rehén británica.

¿Empate de barbarie? La mentira sobrevive nada menos que tres semanas. Transcurrido ese plazo, Londres desmiente que el cuerpo femenino que nos presentaron las televisiones y que ganó las portadas de muchos diarios en perjuicio del ejecutado iraquí perteneciera a la trabajadora de la ONG Care en Irak, Margaret Hassan.

Segundo ejemplo. «El Mundo», el 6 de noviembre, y Tele5, un día después, emiten imágenes de presos vascos haciendo patio junto a prisioneros islamistas. ¡La prueba irrefutable de la «conexión etarra» con la masacre del 11-M!

Interrogados los funcionarios que sucumbieron presuntamente al lucrativo oficio de los paparazzi, sabemos hoy que tales imágenes no retrataban una escena cercana en el tiempo a las terribles explosiones en Madrid. No se tomaron el mes de marzo, simplemente porque uno de los presos a los que robaron la imagen no llegó a Puerto I hasta abril.

En un tiempo se aconsejaba emplear el filtro ante los medios, hoy lo razonable sería construirse una tapia, que todo es poco para protegerse de la avalancha de podredumbre.