Para este investigador es más difícil demostrar una verdad revolucionaria, que hacer pública una mentira reaccionaria. De todos modos, eligió ese camino que lo convierte en un ser extraño dentro del mundo académico
Esperábamos a un hombre más estirado, de traje y corbata. Pero el profesor Piero Gleijeses, investigador de admirable trayectoria, quien hace más de tres décadas imparte clases de Política Internacional en la Universidad John Hopkins de Washington, hizo su aparición en nuestro diario con una sencillez desconcertante.
No traía portafolios, sino una gran jaba de lienzo que a cualquier ingenuo provocaría risa, y en la cual, sin embargo, pueden viajar fotocopias de documentos para sustentar sus tesis.
Para este politólogo nacido en agosto de 1944 en Venecia, Italia, y radicado hace más de 30 años en los Estados Unidos, que puede comunicarse en inglés, español, alemán, francés, portugués, afrikaans, y que está aprendiendo ruso (por necesidades de la investigación), es más difícil decir una verdad en favor de la izquierda que de la derecha. Si vas a hablar bien de Cuba, dice, necesitas al menos diez documentos de peso, y muchas páginas que respalden esa posición teórica. Si en cambio vas a hacerlo en contra, quizás solo haga falta un papel, o ninguno.
Piero, amante de la verdad, capaz de hacer 500 llamadas telefónicas con tal de hallar un testimonio, ha publicado innumerables artículos y tres importantes libros sobre la invasión de Estados Unidos a República Dominicana en 1965, sobre el golpe de la CIA contra el gobierno de Jacobo Árbenz en Guatemala, y sobre la actuación de Cuba y Estados Unidos en África, en el período de 1959 a 1976.
Su sabiduría es fascinante, y su mirada del mundo y la sociedad norteamericana devela desafíos inobjetables a quienes creemos en el Hombre como sujeto activo de la Historia. Por eso, días después de su aparición en Juventud Rebelde, quisimos dialogar con él frente al mar Caribe que lame La Habana, ciudad de la cual, confiesa, ya no puede desprenderse.
-Usted ha dicho que en la Universidad donde labora, muchos estudiantes y profesores no le miran con buenos ojos. ¿Por qué el entorno es tan hostil?
-Se trata de una universidad conservadora, donde los estudiantes también suelen serlo. No les gusta el mensaje que transmito y que no solo tiene que ver con Cuba. Los alumnos norteamericanos tienen muy arraigada la idea de superioridad de su nación. Todo análisis que no encaje en esa mirada, les molesta. Sobrevivo gracias a amistades fuera de ese ghetto.
-¿Qué materia específica usted imparte?
-Doy cuatro cursos en un año. El semestre pasado, por ejemplo, impartí política exterior de los Estados Unidos, desde la Independencia hasta la Primera Guerra Mundial, y otro relacionado con las crisis en el Tercer Mundo y la respuesta del país del Norte ante esas situaciones. También abordo, entre otros asuntos, la relación entre Cuba y los Estados Unidos, la política exterior norteamericana durante la Guerra Fría. Son tópicos aparentemente abiertos, generales, pero si se exponen de manera diferente a la tradicional, provocan verdadero rechazo en el estudiantado.
-Quisiéramos, por la experiencia que tiene de la sociedad norteamericana, que nos ofreciera su percepción acerca de la respuesta de ese pueblo ante la guerra de su gobierno contra Iraq. ¿Qué es lo que realmente sucede a nivel de opinión pública en los Estados Unidos?
-Es triste decirlo, pero el costo de la guerra no es suficiente para conmover a la opinión pública. El costo internacional es mínimo. Los medios de información aseveran al pueblo que si los franceses o los alemanes no apoyan la beligerancia es porque envidian a los Estados Unidos, porque se equivocan, porque son cobardes.
«Cuando, por ejemplo, el gobierno español retiró sus tropas de Iraq, a raíz de la victoria de los socialistas en ese país, el lema que se lanzó hacia dentro de los Estados Unidos fue: ‘Nosotros no somos como los españoles…’. Se apela al chovinismo. No hay educación general ni una oposición manifiesta. Son pocos los que plantean, si se les compara con la masa total del país, que Estados Unidos debe retirarse de Iraq».
-¿Quiere decir que la guerra podría prolongarse indefinidamente, y que a su modo de ver se sostiene en premisas como el chovinismo patológico o la desinformación?
-Muchos creen que la guerra es una causa justa, que no hay alternativa, que no podemos salir corriendo de Iraq, pues nuestro prestigio se desmoronaría. Lo otro es que el presidente Bush hace una jugada muy hábil al plantear que esta guerra en el Medio Oriente es una cruzada contra el terrorismo, contra Bin Laden. Así logra un inusitado respaldo.
«Es cierto que esta escalada tiene un costo económico, pero no olvidemos el déficit presupuestario que tiene el país, y en cierto modo los gastos militares compensan esta situación».
-En medio de tanto engaño, ¿qué opinión tienen de Cuba la sociedad y juventud norteamericanas?
-La gran mayoría de la juventud norteamericana no tiene ni idea de qué es y cómo es Cuba. Yo viajo bastante, dicto conferencias en otras universidades y, con pocas excepciones, ellos no saben casi nada sobre el tema. Ni siquiera le tienen una hostilidad particular, a excepción de ciertos grupos recalcitrantes. La mayoría le otorga el beneficio de la duda al gobierno de Estados Unidos. Luego, les resulta muy fácil creer, por ejemplo, que la Isla fue satélite de la Unión Soviética. No se esfuerzan en buscar conocimiento alguno al respecto.
«Cuando hablo sobre esto en mis clases, los alumnos se motivan, empiezan a tener interés, y quieren saber más. Pero en realidad, Cuba no suele ser noticia en Estados Unidos. Usted puede leer un periódico regional importante, y ver que en seis, siete meses, no se habla del país caribeño».
-De la relación entre Estados Unidos y Cuba, ¿qué es lo que más le llama la atención como investigador?
-En todos los documentos desclasificados a los que he tenido acceso en los Estados Unidos, advierto una política de dos carriles: la intención de acabar con el gobierno cubano, o, si esto no es posible, conducir la Revolución a la ruina, para darle una lección a los pueblos de cuál es el costo de oponerse a Estados Unidos.
-¿Cómo se acercó usted a la verdadera realidad cubana?
-Los visité por vez primera en 1980, durante un intercambio entre mi universidad y la Universidad de La Habana. Empecé a venir en plan de trabajo. Hacia 1994 hice aquí algunas entrevistas sobre la Revolución guatemalteca, porque hubo cubanos que estuvieron en la Guatemala de Jacobo Árbenz. Ahora estoy escribiendo otro libro. La verdad es que me agrada mucho venir a Cuba. Necesito trabajar para poder seguir viniendo (risas). Más adelante me gustaría escribir un libro sobre la política exterior de la Revolución cubana.
-¿Qué opina sobre las relaciones actuales entre la Isla y los Estados Unidos?
-En este momento no creo que el gobierno de los Estados Unidos piense que puede derrocar a la Revolución. No obstante, insiste en hacerle la vida lo más difícil posible al pueblo de Cuba. Lo ve viable, porque el costo de semejante hostigamiento no le resulta elevado.
«Si a eso le suman que no tienen problema alguno con la moralidad -en tal sentido carecen de escrúpulos-, el costo internacional es nulo para ellos. En la Asamblea General de las Naciones Unidas, que tantos países voten en favor de poner fin al bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba, no significa nada, no acarrea costo alguno al país del Norte. El gobierno norteamericano no le tiene ningún respeto a las Naciones Unidas».
-Entonces esa hostilidad se prolongará, según su apreciación, por mucho tiempo…
-Sí, lo creo. Hay un gran deseo de venganza hacia Cuba. No de parte del pueblo norteamericano, que en realidad no sabe nada, sino de una minoría influyente que quiere esta política dura. No es solo la mayoría de los cubano-americanos, sino también una minoría conservadora existente entre los anglo-norteamericanos. Lo que quieren es castigar a un país que los ha humillado. Bahía de Cochinos es un ejemplo de la humillación sufrida. Angola también. Entonces, hay que castigar a Cuba por eso.
«Aunque las cosas no se planteen de este modo, pienso que ahí radica el elemento más importante. Porque el gobierno cubano fue el único, el primero en Centroamérica y el Caribe, que se enfrentó a Estados Unidos y no cayó.
«Ahora, como no hay costo por la política de venganza, tampoco hay debate al respecto. Lo habría si se hablara de invadir a Cuba, porque eso sí tendría un costo muy alto, y el gobierno lo sabe. Durante 1993, 1994, muchos en Estados Unidos creyeron que se podía llevar a la Isla a una situación de hambre. Eso fue en aquel momento difícil. Pero las cosas cambiaron».
-¿Qué experiencias ha recogido de todas sus investigaciones?
-Lo más curioso ha sido constatar que la política exterior de la Revolución cubana es única. Lo que escribo y pienso, es que nunca había visto, como en el caso de ustedes, tantos momentos de gran idealismo en la política exterior de un país.
«La Revolución francesa, por ejemplo, tuvo momentos de gran idealismo en 1793, cuando empezó la ofensiva en Europa para liberar a sus pueblos. Hicieron una farsa de la libertad a la que se pretendía llegar, y fue una primavera de pocos meses. La URSS también tuvo momentos de gran idealismo en los primeros años, los años de Lenin, hasta 1922, en que el líder enfermó. Haití, cuando Petión, ayudó a Bolívar en la independencia de la América Española… El único país que ha tenido un idealismo en política exterior, sostenido durante un largo tiempo, y que hoy continúa, ha sido Cuba. Yo no esperaba encontrar esa verdad, aunque tenía una opinión positiva sobre ustedes».
-¿Qué tiempo de vida le pronostica a la hegemonía imperialista de hoy?
-Más largo que mi vida. Mi esperanza era, cuando cayó la URSS, para no tener un mundo tan avasallado por los Estados Unidos, que los europeos no necesitaran de ellos, que lograran independizarse. Ahora tenemos a un gigante económico, Europa, que sigue a un enano político. Estados Unidos sigue tan fuerte como cuando acabó la Guerra Fría, o más. Por las armas, las tecnologías. Nada es eterno. El imperio romano cayó, pero no hago mis cálculos por ahora. El pueblo norteamericano es profundamente conservador, no ve alternativas, y la situación empeora con fenómenos como la televisión, que lleva a la gente cada vez más a la derecha.
«En tal contexto, en el cual tantos gobiernos se pliegan ante el poderío de los Estados Unidos, la actitud de la Revolución cubana, que nunca se doblegó, que sigue digna, resulta particularmente impactante».