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Autopistas de la informaciónde cartón-piedra

Fuentes: Gara

Sorprenden poco a quien lleve un tiempo por las redes los últimos casos de manipulación mediática «amateur». Concretamente el patinazo de hace dos semanas lo protagonizaron varias agencias de noticias distribuyendo una foto en la que podíamos ver a un marine rendido bajo el cañón de un fusil de asalto. Poco después pudo saberse que […]

Sorprenden poco a quien lleve un tiempo por las redes los últimos casos de manipulación mediática «amateur». Concretamente el patinazo de hace dos semanas lo protagonizaron varias agencias de noticias distribuyendo una foto en la que podíamos ver a un marine rendido bajo el cañón de un fusil de asalto. Poco después pudo saberse que el marine resultó ser un fornido madelman de 15 cm. de alto, fotografiado con gracia por un internauta aburrido. Nada nuevo bajo el sol. A fin de cuentas, la «Estrella de la Muerte» de la Guerra de las Galaxias no medía más de medio metro de diámetro y todos aplaudimos a George Lucas por ello. Lo que molesta es que Internet permite que mucha más gente pueda mentir de manera convincente. El monopolio de la manipulación se emborrona en la Red. Repartidores de pizzas desde sus bitácoras personales «blogs» pueden convencer más y mejor que todo un portal de contenidos encargado a la más prestigiosa de las consultoras en márketing y comunicación. Y esto, a quien está acostumbrado a cambiar capital por poder mediático -y viceversa-, le inquieta.

La Red es el caldo de cultivo perfecto para la propagación de memes, ideas que se transmiten como los genes, de conciencia en conciencia. De hecho, su fundamento es ese, ser el andamiaje de la red memética de nuestra era. Millones de cabezas, pensantes en su mayoría, intercambiando memes, unas veces para mejor y otras para peor. Para peor como ocurre con los fraudes (en Internet suelen llamarse «hoax», engaños o bulos distribuídos en cadena), que raramente traspasan la barrera de lo digital a lo analógico y causan tanto ruido como la citada foto del marine de plástico. Dada la vasta cantidad de información que genera la Red cada día, resulta extraño que esa barrera no se cruce más a menudo y los bulos invadan nuestras conversaciones. Las razones son principalmente dos. La primera es sabida: los medios de comunicación de masas tradicionales, quizá como mecanismo de defensa, desprestigian constantemente Internet, generando memes que asocian bidireccionalmente Internet con pederastas, Internet con piratería, Internet con virus, etc. Si hacemos una dinámica de asociación libre de ideas, cuando oigamos «porno», diremos «Internet» de manera casi automática. Lo mismo para «piratería». De momento la ingeniería memética de esos grandes medios de comunicación tradicionales gana por goleada. En nuestro imaginario vemos Internet como una jungla de páginas porno, traficantes de música y películas, suicidios colectivos, manipulaciones mediáticas y demás. Por el momento, que algo lo haya dicho Matías Prats tiene mucha más autoridad que si lo puedes leer en la Wikipedia (http://eu.wikipedia.org).

Y con esto enlazamos con la segunda razón: la ingeniería memética, al igual que la genética, tienes sus propios mecanismos de defensa contra variaciones anómalas. La Red es capaz de contrarrestar por sí misma las informaciones falsas, incompletas o inexactas. Un ejemplo paradigmático de esto fue lo que sucedió en el «Experimento Isuzu», de Alex Halavais. Los antecedentes del experimento se sitúan en un rifi-rafe mantenido entre Al Fasoldt, columnista de un periódico de Siracusa, y «Mike», de la web techdirt. com. Fasoldt criticaba los contenidos de la Wikipedia, enciclopedia libre de Internet, donde todo el mundo puede editar sus páginas, puesto que la veracidad de una enciclopedia con esta filosofía distaba mucho de lo que una persona de la calle tenía como concepto de enciclopedia. La respuesta desde techdirt.com criticaba la demagogia del periodista y lo retaba a modificar las páginas sobre Siracusa, su ciudad natal, con datos erróneos para comprobar el poder regenerativo de la Wikipedia como ente «vivo». Al Fasoldt no aceptó el envite, alegando que ese experimento no desmentiría «la peligrosidad de la Wikipedia». El saber colectivo irrita tanto a quien trabaja creando corrientes de opinión que se habla de «peligrosidad», o de «daño». Tuvo que ser Alex Halavais quien tomara el guante y modificara la Wikipedia introduciendo 13 errores en 13 páginas aleatorias, formulando como hipótesis que en el periodo de dos semanas, la mayoróa de ellos seguirían intactos. La mente colectiva que conforman todos los «wikipedistas», ­como gustan en llamarse,­ corrigió los errores en pocas horas, refutando la hipótesis de partida. La Wikepedia había ganado esta vez, aunque sus buenos conocedores admiten que es mucho más fácil corregir errores en páginas con contenido que en páginas que inicialmente parten de información falsa. Es decir, resulta mucho más sencillo detectar y corregir detalles erróneos en la página sobre Napoleón que descartar una página entera plagada de mentiras sobre el equipo de fútbol de Arrigorriaga.

Cuando escuchamos desde los medios de comunicación tradicionales que en Internet se manipula quizá olvidamos, ­como intuyo, que pretende quien lo recalca­ que en estos medios se manipula en igual medida y que, de hecho, la manipulación de la información es consustancial al ser humano. Somos máquinas de manipular información, bien para generar información nueva o para completar la información que hemos obtenido de manera incompleta. Como comenta Miquel Vidal, manipular no es empobrecer ni engañar: manipular es empaquetar el pensamiento del modo más eficaz a nuestra intención. Lo hacen los poetas, lo hacen los publicistas, lo hacen los que publican «flanpetos» en indymedia, lo hacen los amantes y lo hacen por supuesto periodistas, políticos y oradores desde tiempo inmemorial.