En letter to Castro un grupo de escritores y periodistas «independientes» reclamaron a Fidel Castro «… la liberación inmediata e incondicional de todos los periodistas cubanos que se encuentran encarcelados». Los firmantes invocaron el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que trata del derecho a informar y ser informado. Tramitada por […]
En letter to Castro un grupo de escritores y periodistas «independientes» reclamaron a Fidel Castro «… la liberación inmediata e incondicional de todos los periodistas cubanos que se encuentran encarcelados». Los firmantes invocaron el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que trata del derecho a informar y ser informado.
Tramitada por el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), la misiva empata con un comunicado similar del Departamento de Estado, el aquelarre anual que en Ginebra discute el «caso cubano», y una protesta en La Habana de familiares de los «periodistas» presos. «Que el gobierno cubano arbitrariamente derogue este derecho constituye una afrenta a la dignidad humana», añade.
En estatutos, el CPJ asegura ser «… una organización apolítica, sin fines de lucro, fundada en 1981 para luchar contra los abusos contra la prensa y fomentar la libertad de prensa en todo el mundo». Lo de «apolítico» nunca suena mal. Lo de «sin fines de lucro», quién sabe. El CPJ admite que recibe fondos de dos conocidas tribunas mundiales: la Fundación Ford y la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
El CPJ otorgó el premio Libertad de Prensa 2001 a un periodista argentino por sus denuncias de corrupción en el gobierno de Carlos Menem. No obstante, los comunicados del comité se difunden mediante una «Comisión pro derechos humanos en Cuba», apoyada por escritores como Marcos Aguinis, ex operador cultural de Menem, partidario declarado de Ariel Sharon y de la guerra contra Irak.
En Colombia, el CPJ trabaja con la «Fundación para la Libertad de Prensa», organización que para evaluar «situaciones de riesgo» coordina actividades con el Ministerio del Interior, la Policía y el DAS (seguridad); la Fundación Konrad Adenauer (demócrata cristiana), la SIP y «Reporteros sin Fronteras», correa de transmisión de la Fundación Nacional Cubano Americana, con sede en Miami.
En Venezuela, donde el CPJ silenció la censura de todas las estaciones comerciales de televisión y la persecución de sus propios periodistas durante el golpe de Estado de abril de 2002, cuenta con el apoyo de Globovisión Tv, dirigida por el gángster mediático Gustavo Cisneros, y los periódicos El Nacional y El Universal, de Caracas.
La amoralidad de ciertos intelectuales y periodistas «independientes» raya en la hipocresía y la estulticia. El derecho a «pensar distinto»… ¿En consonancia con la «comunidad internacional» que ocupó Haití, sepultando a la nación antillana en un martirologio que ya no conmueve ni a los gatos de sus bibliotecas?
Supongamos que mañana Estados Unidos invade Cuba… ¿Los firmantes de marras tomarían el fusil para colaborar con la «transición democrática» o invocarían el artículo número no sé qué de Naciones Unidas? ¿Y si el invasor instaurase en toda la isla centros de torturas como los de Irak, el régimen títere recibirá del CPJ alguna carta modosita por las «afrentas contra la dignidad humana»?
Cuando con objetividad se emprendan investigaciones como «Esquizofrenia, intelectuales y revolución cubana a inicios del siglo XXI», posiblemente se concluirá que en nuestra época el odio a Fidel Castro desencadenaba reacciones tan raras que los escritores del género «sincon-nicon» sentíanse llamados a representar el rol de Juana de Arco disfrazada de Greta Garbo o el de Espartaco con facha de Kirk Douglas gagá.
Si tanto les angustia la situación de los 23 «periodistas», ¿por qué no embisten contra los firmantes del documento «Detengamos una nueva maniobra contra Cuba», del 14 de marzo pasado? ¿Será porque la condena a la «dictadura cubana» se cotiza mejor que el debate honesto con mil 300 firmas que influyen en millones de personas del mundo?
El documento «Detengamos…» fue suscrito también por escritores que han sido muy críticos con la revolución cubana. Pero a la hora de la verdad su conciencia y la auténtica independencia intelectual los llevó a cerrar filas contra la ignominia y la prepotencia imperial.
William A. Orne Jr., miembro del CPJ, escribió en la introducción a «Ataques a la prensa en 1997»: «En cada caso reportado de abuso a la libertad de prensa, el comité debe primero determinar que la gente involucrada sea periodista y que el ataque o persecución esté relacionado en forma directa con su profesión. Esto es necesariamente un proceso subjetivo. ¿Quién es periodista?»
Cuba podría indultar a los mercenarios que cobraban y sesionaban en la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, dato irrelevante para el CPJ. Esto es fácil. De todos modos, al día siguiente el «régimen de Castro» será acusado de fabricar armas biológicas con la mariposa monarca que vuela en los bosques de Michoacán, y como diría Juan Carlos Onetti «de la no discutible inmundicia del mundo» en que nos han metido.