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Revelaciones de The New York Times

La guerra de información del Pentágono es intensa

Fuentes: The New York Times

En los estudios artísticos de alta tecnología, los productores preparan la mezcla diaria de música y noticias para las estaciones radiales de la compañía o los espacios televisivos acogedores. Los que escriben para que publiquen sus artículos en periódicos y revistas de Bagdad y Kabul conversan a través de teleconferencias. Parqueados afuera, los trailers, dotados […]

En los estudios artísticos de alta tecnología, los productores preparan la mezcla diaria de música y noticias para las estaciones radiales de la compañía o los espacios televisivos acogedores. Los que escriben para que publiquen sus artículos en periódicos y revistas de Bagdad y Kabul conversan a través de teleconferencias. Parqueados afuera, los trailers, dotados de equipo de alta tecnología, están listos para la nueva crisis.

El centro no es parte de una institución dedicada a las noticias, sino de una operación militar, y los escritores y productores son soldados. La unidad de operaciones psicológicas radicada en Fort Bragg e integrada por 1 200 personas, produce lo que sus oficiales denominan «mensajes fiables» a fin de apoyar los objetivos del Gobierno de los Estados Unidos, aunque su comandante reconoce que esos artículos están parcializados y que el patrocinio estadounidense es de carácter secreto.

«Denominamos información a nuestro material y propaganda al del enemigo», dijo el coronel Jack N. Summe, a la sazón comandante del Cuarto Grupo de Operaciones Psicológicas, durante un viaje realizado en junio. Incluso en el Pentágono, «algunos profesionales de las relaciones públicas tienen opiniones muy negativas sobre nosotros», y dijo en términos imprecisos que los consideran «mentirosos y sucios tramposos».

Las recientes revelaciones de que un contratista del Pentágono en Iraq pagó a los periódicos para que publicaran artículos con «buenas noticias» escritos por soldados estadounidenses, provocaron indignación. En Washington, algunos Congresistas afirmaron que esa práctica socavaba la credibilidad de los Estados Unidos, y altos oficiales militares y funcionarios de la Casa Blanca negaron tener conocimiento de ello. Stepeh J. Hadley, asesor del presidente Bush para la seguridad nacional, precisó que éste se sentía «muy preocupado» con respecto a ese asunto. El Pentágono está investigando.

No obstante, la labor del contratista, el Grupo Lincoln, no fue una operación errática. Con la esperanza de neutralizar el sentimiento contra los Estados Unidos en el mundo musulmán, el gobierno de Bush ha venido llevando a cabo una guerra de información intensa, costosa y a menudo secreta, de acuerdo con los documentos disponibles y las entrevistas sostenidas con contratistas, funcionarios gubernamentales y personal militar.

La campaña fue iniciada por la Casa Blanca, que creó un grupo secreto a raíz de los ataques del 11 de septiembre, el cual se encargaría de coordinar las operaciones de información del Pentágono, de otros organismos gubernamentales y de los contratistas privados.

En Iraq y Afganistán, donde se concentra la mayor parte de las actividades, las fuerzas armadas dirigen las estaciones radiales y los periódicos, pero no revelan sus vínculos con los Estados Unidos. Esos medios producen material informativo que, en ocasiones, se atribuye al «Centro Internacional de Información», una organización cuya localización se desconoce.

Lincoln señala que colocó más de 1 000 artículos en la prensa iraquí y árabe, así como editoriales en un sitio iraquí en la Web. Según demuestran los documentos del Pentágono, a fin de extender esa subrepticia labor de persuasión hacia países vecinos, Lincoln presentó planes, que posteriormente fueron rechazados, dirigidos a crear un periódico clandestino, noticieros televisivos y una comedia basada en «The Three Stooges» (Los tres chiflados).

Al igual que el Grupo Lincoln, en ocasiones las unidades de operaciones psicológicas del Ejército pagan por entregar su mensaje, ofreciendo dinero a los canales de televisión para que presenten segmentos atribuidos o firmen contratos con escritores de artículos de opinión, dijeron algunos oficiales militares.

«No queremos que vean el producto y constaten la presencia del Gobierno estadounidense y apaguen el equipo», afirmó el coronel James Treadwell, quien dirigió el apoyo a las operaciones psicológicas en el Comando de Operaciones Especiales, de Tampa.

A veces, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) también encubre su papel. La Agencia para el Desarrollo Internacional financia unas 30 estaciones de radio en Afganistán, pero oculta esa operación a los radioyentes. La Agencia ha distribuido decenas de miles de dispositivos de audio del tipo iPod (reproductor de música digital con disco duro o memoria flash, creado por Apple Computer) en Iraq y Afganistán, los cuales transmiten mensajes cívicos empaquetados, pero lo hacen por intermedio de un contratista que promete que no habrá huellas de los Estados Unidos.

A medida que el gobierno de Bush trata de construir democracias en ultramar y apoyar la libertad de prensa, difundir su mensaje es decisivo. Sin embargo, ello es harto difícil, teniendo en cuenta la hostilidad generalizada en el mundo árabe con respecto a la guerra en Iraq, los profundos recelos en cuanto a las ambiciones de los Estados Unidos y la influencia de las voces antagonistas. Los creadores de los mensajes estadounidenses, quienes miran con cautela la posibilidad de que se identifique su papel, pueden citar los hallazgos del Pentágono, los encuestadores y otros que ponen de relieve los problemas fundamentales de la credibilidad de los Estados Unidos en el exterior.

Los defensores de las campañas de influencia alegan que éstas son apropiadas. «Las operaciones psicológicas son parte indispensable de la guerra, más que nunca en la era de la electrónica», dijo el teniente coronel Charles A. Krohn, portavoz y profesor de periodismo retirado del Ejército. «Si va a invadir a un país, expulsar a su gobierno y ocupar su territorio, debe decirles a las personas que viven allí por qué lo ha hecho. Ello requiere un programa de comunicación bien concebido.»

Sin embargo, las batallas en torno a la información encubierta pueden fracasar, advierten otros, o resultar ineficaces. La noticia de que los militares estadounidenses compraban influencia fue recibida sobre todo con indiferencia en Bagdad, donde los lectores tienden a ser escépticos con respecto a los medios de difusión. Un periódico iraquí, Azzaman, se quejó en un editorial de que la campaña propagandística constituía un intento de los Estados Unidos «por humillar a la prensa nacional independiente». Numerosos iraquíes afirman que es probable que ninguna suma de dinero que se invierta en tratar de moldear la opinión pública tenga mucha repercusión, teniendo en cuenta las duras condiciones imperantes bajo la ocupación militar estadounidense.

Aunque los Estados Unidos no prohíben la distribución de propaganda gubernamental en ultramar, como lo hace en su país, la Oficina de Contabilidad del Gobierno (GAO) dijo en un informe reciente que la falta de atribución podría socavar la credibilidad de los nuevos vídeos. Al constatar que las transmisiones de vídeonoticias por parte del gobierno de Bush en la televisión estadounidense eran impropias, la G.A.O. afirmó que dichos artículos «ya no son puramente objetivos» porque «falta el hecho esencial de la atribución.»

En un artículo titulado «War of Words» (Guerra de palabras), el secretario de Defensa, Donald H. Rumsfeld escribió en julio sobre la importancia de revelar informaciones de los Estados Unidos en The Wall Street Journal. «El sistema de apertura estadounidense funciona», escribió. Los Estados Unidos deben encontrar «nuevas y mejores formas de comunicar la misión estadounidense en el extranjero», incluidas «una cultura de comunicación saludable y transparencia entre el Gobierno y el público.»

Tratando de exponer un argumento

Después que los ataques del 11 de septiembre obligaron a muchos estadounidenses a reconocer la precaria posición de la nación ante el mundo árabe, el gobierno de Bush decidió actuar para mejorar la imagen del país y promover sus valores.

«Tenemos que exponer nuestros argumentos de una forma mejor», dijo el presidente Bush a los reporteros tras los ataques.

Gran parte de la maquinaria de información del Gobierno, incluida la Agencia de Información de Estados Unidos y algunos programas de la CIA, fue desmantelada después de la guerra fría. En esa lucha con la Unión Soviética, los guerreros de la información se beneficiaron de la percepción de que los Estados Unidos apoyaban a las víctimas de un gobierno tiránico. En la actualidad, a juicio de muchos musulmanes, Washington se acerca demasiado a lo que ellos definen como regímenes autoritarios en Arabia Saudita, Egipto y otros lugares.

La Casa Blanca recurrió a John Rendon, quien dirige una compañía de comunicaciones de Washington, para que éste contribuyera a ejercer influencia en el público foráneo. Antes de la guerra en Afganistán, Rendon ayudó a establecer centros en Washington, Londres y Paquistán, de modo que el Gobierno estadounidense pudiera responder rápidamente en los medios extranjeros a los reclamos de los talibanes. «No teníamos pista alguna», dijo Mary Matalin, a la sazón asistente de comunicaciones del vicepresidente Dick Cheney.

El negocio del señor Rendon, el Grupo Rendon, tenía un historial de trabajo gubernamental en focos de tensión. En los años noventa, la CIA lo contrató para que ayudara secretamente al naciente Congreso Nacional Iraquí a llevar a cabo una campaña de relaciones públicas contra Saddam Hussein.

Mientras asesoraba a la Casa Blanca, el señor Rendon también firmó con el Jefe del Estado Mayor Conjunto un contrato por 27,6 millones de dólares para celebrar reuniones de grupos de discusión en todo el mundo y análisis de prensa de agencias como Al Jazeera, la red satélite radicada en Qatar.

Alrededor de esa época, la Casa Blanca contrató a Jeffrey B. Jones, ex coronel del Ejército, quien dirigió el grupo de operaciones psicológicas de Fort Bragg, para que coordinara la nueva guerra de la información. Jones dirigió un comité secreto, cuya existencia no se había notificado, el cual se ocupaba de todas las cuestiones relacionadas con la diplomacia pública, como la educación, la ayuda y los programas de intercambio, entre otros, a fin de encubrir las operaciones de información.

El grupo incluso examinaba las palabras del Presidente. Preocupados por alienar a los musulmanes en el extranjero, miembros del grupo dijeron que trataron inútilmente de impedir que el señor Bush terminara sus discursos con el estribillo: «Que Dios bendiga a América (Estados Unidos)».

El grupo, posteriormente denominado Comité de Coordinación de la Política de Estrategia de la Información contra el Terrorismo, estaba integrado por miembros del Departamento de Estado, el Pentágono y los órganos de inteligencia. El señor Rendon asesoraba a un subgrupo a cargo de la contrapropaganda.

No obstante, los esfuerzos del señor Jones se vieron detenidos al cabo de unos meses debido al furor existente en torno a la iniciativa del Pentágono. En febrero de 2002, oficiales no identificados dijeron al The New York Times que una nueva operación del Pentágono, denominada Oficina de Influencia Estratégica, proyectaba «suministrar noticias, posiblemente incluso falsas, a organizaciones informativas extranjeras». Si bien el informe fue desmentido y una investigación posterior del Pentágono no encontró pruebas de planes para utilizar la desinformación, el señor Rumsfeld cerró la oficina días después.

El incidente socavó los esfuerzos del señor Jones encaminados a elaborar una estrategia radical para someter al mundo musulmán. La Casa Blanca se asustó, algunas agencias se retiraron y los miembros del grupo pronto desviaron la atención hacia la guerra en Iraq, dijo el señor Jones, quien abandonó su cargo este año. La Casa Blanca no respondió a la solicitud de analizar la labor del Comité.

Lo que había comenzado como un ambicioso esfuerzo por apuntalar la imagen de los Estados Unidos se convirtió, fundamentalmente, en una guerra de propaganda secreta para neutralizar la insurgencia en Iraq y Afganistán. El Pentágono, que tenía dinero para gastar y líderes comprometidos con la causa, tomó la iniciativa. A finales de 2002, el señor Rumsfeld dijo a los reporteros que le había dado a la prensa una «carga pesada» al cerrar la Oficina de Influencia Estratégica, pero tenía la intención de «seguir haciendo todas y cada una de las cosas que era preciso hacer».

El Pentágono aumentó los gastos en sus operaciones psicológicas y de influencia y, por primera vez, recurrió a la contratación externa. Un beneficiario ha sido el Grupo Rendon, que obtuvo otros contratos multimillonarios del Pentágono para realizar análisis de los medios informativos y crear un centro de operaciones de los medios de difusión en Bagdad, incluida la «planificación del control de los daños». El nuevo Grupo Lincoln era otro triunfador.

Contratos del Pentágono

Encierra cierto misterio la forma en que Lincoln llegó a obtener más de 25 millones de dólares en concepto de contratos del Pentágono en una zona de guerra.

De acuerdo con los asociados y el curriculum vitae, ninguno de los dos hombres que dirigían el pequeño negocio tenía experiencia en materia de relaciones públicas o medios de difusión. Antes de regresar a Washington y crear el Grupo Lincoln en 2004, Christian Bailey, de origen británico y 30 años edad en la actualidad, había trabajado durante poco tiempo en California y Nueva York. Craig, de 31 años, es ex oficial de inteligencia de la Marina.

Cuando se constituyó la compañía el año pasado, utilizando el nombre Iraqex, su propósito declarado era prestar servicios de apoyo para el desarrollo empresarial, el comercio y las inversiones en Iraq. Cabe citar entre las primeras operaciones de la compañía proporcionar seguridad a las fuerzas armadas y renovar las edificaciones. Iraqex también inició una efímera publicación comercial en línea.

A mediados de 2004, la compañía formó una asociación con el Grupo Rendon y, posteriormente, obtuvo un contrato de 5 millones de dólares del Pentágono para llevar a cabo una campaña de publicidad y relaciones públicas dirigida a «suministrar al pueblo iraquí información precisa sobre los objetivos de la Coalición y lograr su apoyo». Pronto, la compañía sustituyó su nombre por el de Grupo Lincoln. No se ha definido claramente cómo se formó la asociación; Rendon se retiró días después de la adjudicación del contrato.

Al cabo de unos meses, Lincoln pasó a ejecutar operaciones informativas y psicológicas, según dijeron dos ex empleados. A la compañía se le adjudicaron tres nuevos contratos del Pentágono, por valor de decenas de millones de dólares, añadieron. Una portavoz del Grupo Lincoln envió a los funcionarios del Pentágono la investigación de un reportero sobre dichos contratos.

El trabajo de la compañía formaba parte de los esfuerzos encaminados a contrarrestar la desinformación en la prensa iraquí. Con ayuda estadounidense valorada en casi 100 millones de dólares, los medios de difusión de Iraq han ampliado notablemente sus operaciones desde la caída del señor Hussein. Unos 200 periódicos y de 15 a 17 canales de televisión son de propiedad iraquí, aunque muchos de ellos están afiliados a partidos políticos, son vehementes partidistas, con invariables posiciones a favor o en contra de Estados Unidos, y algunos publican rumores, verdades a medias y descaradas mentiras.

Desde los cuarteles de Camp Victory, la base estadounidense, el Grupo Lincoln trabaja para sacar a la luz el mensaje de las fuerzas armadas.

Los empleados de Lincoln y los soldados trabajan prácticamente codo con codo. Los oficiales del Ejército supervisan la labor de Lincoln y exigen ver los detalles relacionados con la colocación y los costos de los artículos, dijo uno de los antiguos empleados, quien habló a condición de que se preservara su identidad, ya que el contrato de Lincoln con el Pentágono prohíbe que los trabajadores hablen de sus actividades.

«Prácticamente nada de lo que hacíamos tenía la aprobación del mando», dijo.

Los empleados recibían los despachos informativos, denominados listas de noticias, escritos por las tropas, los traducían al árabe y los distribuían a los periódicos. Lincoln contrató a ex periodistas árabes y les pagaba a las agencias de publicidad para que colocaran el material.

Según demuestran los documentos que suministró un ex empleado al The New York Times , por lo general, Lincoln pagaba a los periódicos de 40 a 2 000 dólares por publicar los artículos en calidad de crónicas o anuncios. Más de 1 000 artículos aparecieron en unos 12 ó 15 periódicos iraquíes y árabes, según los documentos del Pentágono. Las publicaciones no revelaron que los militares habían sido los autores de los artículos.

Un trabajador de la compañía también solía visitar el centro de conferencias de Bagdad, donde el cuerpo de prensa iraquí pasa el tiempo, a fin de contratar periodistas que escribieran y colocaran artículos de opinión, por los cuales les pagarían de 400 a 500 dólares de estipendio mensual, dijeron los empleados.

Al igual que los despachos producidos en Fort Bragg, había parcialidad y optimismo en esas listas de noticias. Cada una estaba dirigida a destinatarios específicos, por ejemplo, «Información general sobre Iraq, o «Shií»; un tema subyacente como «Antiintimidación» o «Éxito o legitimidad de las Fuerzas de Seguridad Iraquíes», así como a un periódico seleccionado.

Los artículos escritos por los soldados de Camp Victory a menudo expresaban las opiniones de los iraquíes. «Nosotros, iraquíes todos, somos el gobierno. Es nuestro país», señaló un artículo. Otro decía: «Ha llegado el momento de que el iraquí común, tú, yo, nuestros vecinos, familiares y amigos nos unamos.»

Aunque algunos artículos eran densos textos cargados de jerga militar y burocrática, otros favorecían el lenguaje de los tabloides: «apóstatas sanguinarios», «arrastrados como perros en el fango», «fanáticos idiotas» y «cerebro del terrorismo».

Un ex empleado de Lincoln afirmó que el ardid de hacer que pareciera que los artículos habían sido escritos por iraquíes al eliminar las huellas estadounidenses, no resultó ser muy eficaz. «Muchos iraquíes saben que los artículos son obra de los estadounidenses», dijo.

Los militares han tratado de hacer que su influencia en los medios de difusión trascienda a los Estados vecinos de Iraq, como Arabia Saudita, Siria y Jordania, indican los documentos del Pentágono. Según un portavoz del Pentágono, Lincoln presentó un plan que posteriormente fue rechazado. La compañía propuso que se colocaran editoriales en revistas, periódicos y los sitios en la Web. De acuerdo con los documentos del Pentágono y un antiguo empleado de Lincoln, en Iraq la compañía publicó editoriales en un sitio en la Web, pero los jefes militares detuvieron la operación por temor a que la accesibilidad mundial al sitio pudiera violar la prohibición federal relativa a la distribución de propaganda al público estadounidense.

Ante el rechazo del plan, la compañía recurrió a la cultura popular estadounidense para encontrar formas de influir en los nuevos destinatarios. Según demuestran los documentos, Lincoln propuso variaciones del periódico de corte satírico «The Onion», y un periódico clandestino que se denominaría The Voice. Además, planeó hacer comedias al estilo de la serie televisiva Cheers y de Los tres chiflados, en las cuales el trío desempeñaría el papel de torpes aspirantes a terroristas.

El frente afgano

La labor del Pentágono en los medios de difusión de Afganistán comenzó poco después de la destitución de los talibanes. En lo que había sido un estéril entorno de los medios informativos, en la actualidad operan 350 revistas y periódicos y 60 canales de televisión y estaciones radiales. En su mayoría son independientes; el resto está subordinado al Gobierno. Los Estados Unidos han proporcionado dinero para apoyar a los medios de difusión, así como capacitación a los periodistas y los portavoces gubernamentales.

No obstante, gran parte del papel que han desempeñado los Estados Unidos permanece oculto a los lectores y el público locales.

Por ejemplo, el Pentágono, se apodero de la estación de radio de los talibanes, le sustituyó el nombre por el de Peace Radio (Radio Paz) y dio inicio a potentes transmisiones de onda corta en dialectos locales, afirmaron oficiales de defensa. Según el coronel James Yonts, portavoz militar en Afganistán, los programas de la estación contienen música así como 9 guiones de noticias diarios y 16 mensajes de servicio público diarios, entre otros. Sus crónicas, que en ocasiones se atribuyen al Centro Internacional de Información, a menudo se referían a los sucesos con opiniones positivas o respondían a las necesidades del Gobierno.

El Ejército estadounidense publica un periódico de corte similar en Afganistán, también denominado Peace (Paz). Un examen sobre los temas de la primavera pasada, no encontró noticias desfavorables.

«No tenemos necesidad alguna de adherirnos a los principios periodísticos de objetividad», dijo el coronel Summe, especialista en operaciones psicológicas del Ejército. «Decimos a públicos específicos aprobados los aspectos del artículo relacionados con los Estados Unidos», utilizando información verídica. Ni la estación radial ni el periódico revelan sus vínculos con las fuerzas armadas estadounidenses.

Asimismo, la AID no revela a nivel local que numerosas estaciones radiales afganas reciben su apoyo, mediante subvenciones a un grupo no lucrativo radicado en Londres, Internews. (La AID informa divulga su apoyo en documentos públicos de Washington, la mayoría de los cuales son de acceso mundial en la Internet.)

El representante de la AID en Afganistán, explicó la prohibición de revelar información en un mensaje electrónico enviado por Peggy O’Ban, portavoz de la agencia: «Queremos mantener la percepción (si no la realidad) de que estas estaciones radiales son plenamente independientes.»

Los receptores tienen que cumplir las normas. Si una organización informativa produjera «diariamente críticas retumbantes sobre las fuerzas armadas estadounidenses, ello se convertiría en un problema», señaló james Zinder, administrador adjunto de la AID. Agregó que en las zonas de combate, el tema de la revelación era un acto de malabarismo entre la seguridad y la garantía de la credibilidad.

El papel de los Estados Unidos tampoco es puesto al descubierto por otro beneficiario de las subvenciones de la AID, Voice for Humanity (Voz para la Humanidad), organización sin fines de lucro radicada en Lexington, Kentucky. Ésta suministró decenas de miles de dispositivos de audio en Iraq y Afganistán con mensajes dirigidos a estimular al pueblo para la votación. Rick Ifland, director del grupo, dijo que los mensajes eran parte de la «evolución positiva en materia de democracia, libertad y derechos humanos en el Oriente Medio.»

No se ha definido claramente cuán eficaces eran los mensajes o qué hicieron los destinatarios con los dispositivos del tipo iPod, de color rosa para las mujeres y plata para los hombres, los cuales no podían modificarse para transmitir música u otras grabaciones.

Para hacer alarde de los nuevos medios de difusión de Afganistán, funcionarios de la AID invitaron al señor Matalin, ex asistente de Cheney y comentarista conservador, y al presentador del programa de entrevistas, Rush Limbaugh, a una visita en febrero. El señor Limbaugh dijo al auditorio que los estudiantes de una escuela de periodismo hicieron «algunas de las mejores preguntas que me han formulado sobre periodismo y los Estados Unidos».

Una de las primeras preguntas, dijo el señor Limbaugh, fue: «Cómo puedes establecer un equilibrio entre la justicia, la verdad y la objetividad?»

Respondió: Comunica la verdad, no escondas ninguna opinión o «interés en el resultado de los acontecimientos». Di «a la gente quién eres», afirmó, y «respetarán tu credibilidad».

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Traducción: Cubadebate

Carlotta Gall y Ruhullah Khapalwak colaboraron en la información proveniente de Afganistán para el presente artículo.