Los medios son ideológicos. Aun cuando esta afirmación surge desde la casuística y no de la norma ni de la teoría. Los medios, los grandes medios de información general, aquellos que se llaman o se autodefinen pluralistas, no deberían serlo: han de estar abiertos a todas las corrientes de pensamiento, a todas las corrientes culturales, […]
Los medios son ideológicos. Aun cuando esta afirmación surge desde la casuística y no de la norma ni de la teoría. Los medios, los grandes medios de información general, aquellos que se llaman o se autodefinen pluralistas, no deberían serlo: han de estar abiertos a todas las corrientes de pensamiento, a todas las corrientes culturales, abiertos, incluso, a todas las minorías.
Estas afirmaciones, al observar nuestro escenario medial, sólo pueden estimular una triste sonrisa al pensar en diarios como El Mercurio, Las Ultimas Noticias, La Tercera y La Cuarta o al mirar canales de TV como Megavisión. En todos estos casos hay una mano interesada, con nombre y apellido, que marca la pauta y determina las parrillas, los panelistas o las portadas.
Todo esto puede ser lamentable, o apenas soportable: los grandes poderes económicos, todos ellos inmersos en evidentes corrientes culturales e ideológicas que no hace falta recordar, tienen sus propios medios para influir, atemorizar, poner temas en la agenda pública, presionar por doquier hasta doblegar a un gobierno díscolo. Todo ello lo conocemos muy bien y lo padecemos no tan bien. A modo de compartido lamento, decimos que esto es lo que hay.
Otra cosa es cuando miramos la televisión pública, la que ha de expresar, esta vez necesariamente, todas las corrientes culturales que conforman una nación. Es ésta su razón de ser. No lo es la rentabilidad en ningún caso, aunque tal vez con matices podríamos conceder que es importante el equilibrio financiero, pero éste como objetivo de segundo orden. Para obtener recursos, el Estado tiene otras vías más directas -de menor significación e influencia cognitiva, que generan menos daño en la población-, como explotar, por ejemplo, recursos naturales como el cobre. Un medio de comunicación público cumple -o ha de cumplir- con otras finalidades.
TVN se comporta como cualquier empresa con fines de lucro que opera libre y sin restricción. Es como aquellas industrias que para obtener ganancias, recortan costos laborales y contaminan a diestra y siniestra. Tal vez TVN no vulnere la normativa laboral, aunque no nos consta, pero sí contamina mentes como la peor industria pesada. Es, diríamos, como una Celco de las conciencias.
El sesgo cultural e ideológico en TVN es tan evidente como en los peores diarios o canales privados. La televisión pública está guiada por las corrientes ideológicas dominantes, controladoras, lo que es una evidente distorsión al sentido de un ente público, que debiera interpretar a todos los grupos y minorías. TVN se mueve por el promedio, lo que es, finalmente, una interpretación grosera y muy interesada de lo que se entiende como cultura chilena. Peor aún: esta televisión genera contenidos para reforzar y cristalizar una ideología dominante, que es un pensamiento sectario y discriminador. TVN lo que hace es mantener el statu quo político, económico y cultural, lo que significa apuntalar un sistema político no representativo de las mayorías, un modelo económico perverso, que favorece la concentración de la riqueza y una estructura cultural que moldea y justifica tales injusticias y diferencias. Y todo ello, dicen sus ejecutivos, se hace por el rating , por la rentabilidad.
Los ejemplos abundan diariamente en los informativos, en los programas de farándula, en los matinales, en las teleseries. TVN ha marginado, además, a las voces no sólo críticas, sino reflexivas, como el reciente fin de contrato al periodista Patricio Bañados. Y si corta por este lado, fomenta los discursos afines a la comodidad ante la ideología dominante.
Un ejemplo patético e indignante fue la participación del periodista Mauricio Bustamante en el último debate presidencial. Este conductor de varios informativos, que era y es el representante de la televisión pública, del sentido de nación, expresó un funesto discurso racista y chauvinista no sólo ante los cuatro candidatos, sino ante todo el país. Evento vergonzoso que hasta el momento y de forma muy extraña ha pasado casi inadvertido en la gran prensa, la que, dicho sea de paso, ha de compartir tales principios. No sabemos si el espectáculo de Bustamante ha sido personal o programado por TVN. En ambos casos, ha transparentado lo que este canal en su afán por el rating hace diariamente: reproducir y amplificar las pasiones más mezquinas de una parte de la cultura nacional. Así es como se reproduce la miseria.