La mayoría de los medios españoles se han lanzado a un oportunista linchamiento del periodista de la COPE Federico Jiménez Losantos. Aunque esto es lo que ha sembrado en su larga carrera profesional, soy de los que defienden la continuidad del líder de la cadena de radio de la Iglesia católica española. Durante años -especialmente […]
La mayoría de los medios españoles se han lanzado a un oportunista linchamiento del periodista de la COPE Federico Jiménez Losantos. Aunque esto es lo que ha sembrado en su larga carrera profesional, soy de los que defienden la continuidad del líder de la cadena de radio de la Iglesia católica española. Durante años -especialmente durante el mandato de Aznar- Jiménez Losantos atacó con su crueldad característica a todo aquello que discrepara del entonces presidente del Gobierno y del extremismo hacia la ultraderecha y el ultranacionalismo español hacia el que derivaba entonces el Partido Popular. Llegó a promover como pocos el odio y la confrontación nacional, y trató de despertar, sin ningún tipo de cautela, el fantasma de las dos Españas. Por supuesto, los españoles se dividían por sus ideas territoriales, no por sus condiciones de vida. Será por eso que a la Iglesia le daba por el saco que algunos de mis colegas de la emisora, redactores de a pie, malvivían con infrasalarios mientras Losantos se hacía rico, divinamente rico.
A mi siempre me pareció muy bien que Losantos diga cuanto le venga en gana en un programa de la radio privada y para una audiencia privada. De todos modos, y a título personal, lo único que no le perdono es la amarga agresividad y desconfianza que logró despertar en algunas personas conservadoras y bienintencionadas de edad avanzada, que han vivido estos años con el miedo en el cuerpo y con una agresividad inusitada. Ya sé que todos somos adultos para saber a quién escuchamos, pero se ha abusado de personas sensibles a determinados augurios catastrofistas que todos sabíamos falsos. Buena parte de su audiencia de cierta edad se la debe a la propia iglesia católica, aunque la falta de generosidad y de compasión de este señor no tiene nada qué ver con los principios pacíficos de los que presume, en teoría, esta religión mayoritaria en España.
El citado momento de apogeo del periodista -cuando competía con Aznar por ver quién ideologizaba a quién- fue el momento de criticarlo o de enfrentarse a él, no ahora. Hoy se está formando una espontánea conjura para liquidarlo de la radio porque ahora está descontrolado y dispara a todo lo que se mueve, incluso a los que le dieron de comer durante años, rompiendo con las reglas del sistema, que dejan muy claro que la libertad de expresión acaba, entre otros lugares, donde te pagan. Ahora, J. Losantos ataca por igual a Fraga y a Rajoy, y por eso no entiendo la trama de algunos medios que no son de derechas -tampoco es que haya medios de masas de izquierdas, claro- para jubilar al periodista. Ahora es el mejor momento para apoyarle, ahora que ejerce de quintacolumnista y actúa de tocapelotas de la derecha española. Que se indigesten con su propio invento; es el infiltrado perfecto. Ahora se verá cómo es la hipocresía de la Iglesia, que se desentenderá del periodista en cuanto no le resulte económicamente rentable. Digo lo de económicamente porque tendrá que echar cuentas de qué le da más dinero: el programa de radio o el PP. En su favor, debo decir que algunos periodistas de moda -que funcionan como verdaderos esbirros cambiachaquetas- deberían aprender coherencia de Jiménez Losantos, que sigue diciendo lo que piensa, aunque no coincida con él en nada. Le prefiero a él antes que a los mercenarios de giro rápido.