Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
El pasado 4 de febrero, Hugo Chávez, presidente de la Republica bolivariana de Venezuela, lanzaba su campaña cara a las elecciones presidenciales de diciembre de 2006. ¿Sus adversarios? Normal Gall, del periódico español El País, los llama «Los defensores del capitalismo y de la democracia en América Latina«[1]. Todas aquellas personas en todo el mundo para quienes «capitalismo» y «democracia» están hasta tal punto unidos que ya no es necesario explicar por qué el cuestionar al primero equivale, «naturalmente», a la muerte de la segunda. Ellos también están en campaña y son muchos en los medios dominantes.
Cuando el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, declaró el 2 de febrero de 2006 a propósito del presidente venezolano que «es alguien que fue elegido de manera legal – como lo fue Adolf Hitler- y que a continuación ha reforzado su poder (…)», lo más sorprendente no era que Donald Rumsfeld pudiera decir tales palabras sino la notable disposición de los periodistas a subrayarlas servilmente sin tratar de evaluar si estaban bien fundadas.
Convencidos, como Jean-Michel Helvig, editorialista del periódico francés Libération, de que «el capitalismo (…) se ha convertido en un horizonte insuperable«[2], el proyecto bolivariano de un «socialismo del siglo XXI» les parece, también a ellos, totalitario por esencia. Opuesto a la Zona de libre-comercio de las Américas, «Chávez huele a fascismo» (FreeMarketNews.com, 3 de abril de 2006) porque, como subraya el periódico estadounidense Washington Times, «no dejar lugar alguno para el libre-comercio» equivale a no dejar lugar a «los derechos humanos«.
De este modo «Libre-comercio» y «derechos humanos» son, ellos también, dos conceptos tan indisociables que son casi intercambiables, según los expertos mediáticos de la inevitabilidad natural del liberalismo[3]. Sin embargo, ¿no demostró el general Pinochet que «el liberalismo político y la democracia no son los socios naturales del liberalismo económico«[4] ?
Da lo mismo, para nuestros aduladores de la globalización neoliberal, Hugo Chávez es «un hombre peligroso«[5]. No pierden ninguna oportunidad de decirlo.
¡ No superar el horizonte insuperable !
Lo dicen en las ondas de France Inter, donde Bernard Guetta del 7-9, el 7 de abril de 2006 comparaba a Chávez con «el Mussolini del principio» para alertarnos mejor sobre los «peligros que vendrán a continuación», sin lugar a dudas.
Lo dicen en las columnas del Washington Times, que el 6 de marzo se abrían a Stephen Johnson, analista político en el Heritage Foundation, un think-tank neoliberal. Como no se le paga para que tenga imaginación, no temía trufar su crítica con los tópicos más manidos del anti-chavismo mediático: Chávez sería, pues, un «dictado «, un «presidente autoritario«, «que tiene buenas relaciones con las FARC de Colombia«.
Lo dicen en las columnas de Libération donde Jean-Hébert Armengaud trataba el 9 de enero de 2006 de lanzar una campaña denunciando el supuesto «antisemitismo» del presidente venezolano[6].
Por último, lo dicen un poco en todas partes, como lo ha demostrado un análisis del observatorio estadounidense de los medios, Fairness & accuracy in reporting (FAIR), que se debería hacer en otros lugares. Demostraba que durante los seis primeros meses de 2005, el 95% de los comentarios sobre Venezuela publicados en los 25 periódicos más importantes de Estados Unidos mostraban una profunda hostilidad hacia el presidente venezolano: 27 artículos a uno en el Miami Herald, 15 a uno en el Washington Post, 8 a dos en Los Angeles Times. En el Wall Street Journal, la cuenta era más rápida porque el total de los 18 artículos publicados sobre Venezuela eran hostiles al proceso bolivariano.
Defender a los periodistas… contra el neoliberalismo[7]
También se le reprocha al gobierno venezolano el atacar la libertad de prensa porque para los paladines del liberalismo la libertad de prensa es ante todo la libertad para las empresas de hacer lo que quieran, como quieran. En consecuencia, cuestionar el impacto político de los medios privados en manos de los poderes económicos del país equivale a querer amordazar a la prensa.
Entonces, cuando se alza una voz para evocar el poder de las finanzas sobre los medios, las oficinas de «defensa de los periodistas» nunca tardan en manifestarse.
Así, el 10 de febrero de 2006, Periodistas sin fronteras se inquietaba una vez más por «el futuro de la libertad de prensa en Venezuela«. Su comunicado fue retomado el 14 de febrero por la agencia de información internacional del gobierno estadounidense, USinfo, que añadía que el International Press Institute (IPI) había incluido a Venezuela en su «lista de países vigilados porque el presidente del país, Hugo Chávez había «contribuido al clima de intimidación y de hostilidad hacia la prensa»»[8].
Una tercera oficina, el Committee to Protect Journalists, era citada por el Miami Herald el 17 de febrero de 2006 («la liberta de prensa es objeto de los ataques del presidente Hugo Chávez.«), antes de que el 20 de marzo de 2006 el Washington Post diera cuenta del informe de una cuarta organización, la Inter American Press Association, IAPA. Ésta denunciaba «al gobierno del presidente venezolano Hugo Chávez que acosa y castiga a los medios independientes» antes de añadir que una «supuesta ley de responsabilidad social para la radio y televisión, según la IAPA, hace criminal a la crítica» en el país. Además, este informe permitía a la organización Freedom House concluir en su informe de 2005 que Venezuela vivía una «progresiva disminución de la libertad de prensa desde hace varios años«[9].
Por último el 21 de marzo el periódico venezolano de la oposición El Nacional citaba a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), para la que el presidente Chávez había violado «la libertad de expresión y el derecho a la información«. La lista podría continuar dado que son muchas (y prolijas) estas organizaciones especializadas en denunciar los ataques contra la libertad de prensa… en los países que se niegan a adoptar el modelo económico impuesto por Washington. ¡Al fin y al cabo, nada más natural! A imagen de quienes las dirigen (o las financian), también estas «organizaciones» están vinculadas al sistema económico neoliberal.
Permanecer al margen…. ¿o con las manos en la masa?
Robert Ménard, el «jefe» de Periodistas Sin Fronteras confiesa él mismo que es imposible «organizar un debate sobre la concentración de los órganos de prensa y pedir a continuación a Havas o a Hachette que patrocine un acontecimiento«[10]. Así – Robert Ménard ha elegido entre las subvenciones de Havas y de Hachette, por un lado, y la crítica de la concentración de los medios, por otra -, PSF se impone una línea «[lo] menos política posible» y no molestará demasiado a las empresas.
Por su parte, el International Press Institute está presidido por Kiboro Wilfred de quien el Who’s who del Forum Económico Mundial nos explica que es, entre otras cosas, el presidente-director general del grupo keniata Nation Media, presidente del Consejo Africano de Negocios, presidente de la Asociación de los Directores de Prensa y miembro del Grupo de Consejo en empresa de la Organización Internacional de los Empleadores[11]. Así pues, un filántropo, sin el menor interés económico en la globalización liberal que alaban los medios dominantes y contra la que lucha Venezuela…
La misma situación se da en el Committee to Protect Journalists donde, entre los principales «donantes», encontramos Bloomberg, Reuters, la fundación Citigroup, Goldman Sachs & Co, CNN, Time Warner Inc, el Los Angeles Times, la Dow Jones Company, Forbes Inc., etc.
Para la organización Freedom House, cuyo objetivo es defender «la libertad a través del mundo«, la «libertad de prensa» sólo es medible con la vara de los «intercambios». Así, define su actividad como: «toda una gama de acción de apoyo, de educación y de formación a favor de los derechos humanos, de la democracia, de una economía basada en el libre-comercio, del respeto a la ley, de la independencia de los medios y del compromiso de Estados Unidos en las cuestiones internacionales«[12]. Por lo tanto, hay que constatar que Freedom House defiende sobre todo… la libertad del modelo neoliberal de imponerse…por medio del sesgo del «compromiso de Estados Unidos», si es necesario. En este terreno el vice-presidente de la organización es una baza de peso: se trata del «arriesgador de capital» Mark Palmer, co-fundador y miembro del consejo de administración de la National Endowment for Democracy, una organización creada por Reagan para proseguir las acciones secretas de la CIA en 1983.
Por su parte la Sociedad interamericana de prensa reúne 300 miembros, todos directores de periódicos o de revistas. En 2003 recibía 3,6 millones de dólares por su «lucha en favor de la libertad en las Américas» de la Knight Foundation for Press Freedom Project cuyo presidente-director general no es otro que Alberto Ibarguen, un antichavista que anteriormente fue responsable del Miami Herald y de El Nuevo Herald, los órganos de prensa del anticastrismo de extrema derecha de Miami[13].
Se revela que el ejemplo de Venezuela es significativo de la tendencia general de los medios dominantes a ponerse al servicio de la ideología dominante. En este contexto en el que la mayoría aplastante de los órganos de prensa y de sus «defensores» son ante todo partidarios incondicionales de una alineamiento económico con el modelo promovido por Washington, la prensa «da muestras de un grado de homogeneidad que envidiaría todo «dictador en ciernes»«[14].
Más allá de las alternativas que propone en el sector de los medios, uno de los méritos del proceso bolivariano de ruptura con el neoliberalismo es contribuir a afirmar el alcance profundamente político de cualquier «proyecto comunicativo», revolucionando así el estereotipo según el cual los medios evolucionarían en una «burbuja» de subjetividad protegida por «la ética» de los periodistas.
Si la batalla «mediática» en curso en Venezuela puede enseñarnos algo es, efectivamente, que ¡no hay nada de cierto en ello!
[1] Norman Gall, » La dudosa obra de Chávez «, El Pais, 27 de marzo de 2006.
[2] Jean-Michel Helvig, » Basculement «, Libération, 4 de noviembre de 2005.
[3] Stephen Johnson, » Hugo Chavez, imperialist «, Washington Times, 6 de marzo de 2006.
[4] Eric J. Hobsbawm, L’Age des extrêmes, histoire du court XXème siècle, Editions complexe, 1999.
[5] Norman Gall, op. cit.
[6] Véase Renaud Lambert et Henri Maler, » Le journalisme d’imputation : Chávez accusé d’antisémitisme «, Acrimed, 11 de enero de 2006.
[7] La continuación de este artículo se ha sacado de un artículo del mismo autor publicado en Nouveaux Regards (abril-junio de 2006)
[8] Eric Green Washington, » Group Concerned About Venezuelan Law Restricting Media Freedom «, USINFO, 14 de febrero 2006, (http://usinfo.state.gov/wh/Archive/2006/Feb/15-861619.html)
[9] http://www.freedomhouse.org/template.cfm?page=16&year=2005&country=6862
[10] Robert Ménard, Ces journalistes que l’on veut faire taire, Albin Michel, 2001 citado en » La pire des censures «, PLPL, junio-agosto de 2001.
[11] http://www.weforum.org/site/knowledgenavigator.nsf/Content/Kiboro%20Wilfred%20D.
[12] El subrayado es mío. http://www.freedomhouse.org/template.cfm?page=2
[13] La información de este parágrafo se ha obtenido de Antonio Guillermo Garcia Danglades, » La SIP : falta de autoridad moral e interés tergiversado «, www.rebelion.org, 22 mars 2006.
[14] Justin Delacour, » The Op-Ed assassination of Hugo Chávez «, Extra !, noviembre/diciembre de 2005.