Dos elecciones con acusaciones de fraude por parte de algún candidato se han sucedido recientemente. Han sido en Bielorrusia en marzo y en México, recientemente en julio. En el primer país ganó la izquierda y la derecha acusó de fraude, en México fue al contrario. Una lectura de los editoriales del diario El País con […]
Dos elecciones con acusaciones de fraude por parte de algún candidato se han sucedido recientemente. Han sido en Bielorrusia en marzo y en México, recientemente en julio. En el primer país ganó la izquierda y la derecha acusó de fraude, en México fue al contrario. Una lectura de los editoriales del diario El País con motivo de ambas acusaciones de fraude, permite comprobar el doble rasero de este periódico.
Nueva farsa EL PAÍS –
Opinión – 21-03-2006
Alexandr Lukashenko, el primer y único presidente de Bielorrusia desde la independencia en 1991, ha repetido por tercera vez la misma farsa: ser reelegido jefe de Estado de la ex república soviética en unos comicios que la OSCE (Organización de Seguridad y Cooperación en Europa) ha calificado de fraudulentos. El dictador logró el domingo amañar el voto mediante la intimidación a la disidencia y a la prensa, el anuncio de que la oposición preparaba un golpe y la autorización a votar por adelantado.
Los resultados oficiales son sonrojantes. Lukashenko ha obtenido el 82,6% de apoyo por sólo el 6% del líder de la oposición, Alexandr Milinkevich, quien ha acusado a su rival de conservar el poder de forma ilegal y ha pedido la repetición de los comicios. La oposición acudió por primera vez unida a las urnas y logró que el domingo por la noche y ayer miles de ciudadanos se congregaran en el centro de Minsk para denunciar el fraude. Es una señal importante de que tal vez no esté muy lejos el final de Lukashenko, que cuenta aún con el respaldo de Rusia. En 2004, la pantomima de referéndum que organizó para modificar la Constitución y poder aspirar a un tercer mandato sólo reunió a un puñado de gente.
Bielorrusia es la última dictadura de Europa. Lukashenko se ha convertido en un político odiado por su gente, que sufre las penurias de una economía en declive, con un Estado que controla el 80% de la propiedad y mantiene el aparato policial de la época soviética. Su autoritarismo está llegando a ser molesto para su mentor, Vladímir Putin. El proyecto de unión entre Bielorrusia y Rusia no cristaliza y el Kremlin comienza a sentir como muy generoso el acuerdo de suministro de gas a Minsk. Pero el líder ruso no desea que su socio estratégico siga la senda de Georgia, Ucrania, Kirguizistán y Azerbaiyán.
EE UU y la Unión Europea, al igual que la OTAN, con quien Minsk tiene un acuerdo de asociación, deberían jugar una baza más clara en favor de la democracia. Washington y Bruselas han rechazado la validez de las elecciones, pero no han precisado qué acciones van a tomar. Bruselas parece descartar sanciones económicas y se decanta por ampliar la prohibición que impuso en 2004 de conceder visados a cierto número de altos funcionarios. Resulta dudoso que eso baste.
La escalada de Obrador
EL PAÍS – Opinión – 03-08-2006
Manuel López Obrador, el líder centroizquierdista mexicano derrotado por estrechísimo margen en las presidenciales de julio, porfía en un camino peligroso para presionar a los jueces y denunciar el supuesto fraude electoral que le ha arrebatado la jefatura del Estado. La última fase de su protesta para exigir el recuento manual de todos los votos consiste en hacer acampar a sus huestes en el centro de la capital mexicana, paralizado y caótico desde hace tres días. No hay peligro de intervención policial para restituir la normalidad: el gobierno de la ciudad está en manos de su partido, el de la Revolución Democrática (PRD). El Tribunal Federal Electoral, ante el que López Obrador ha recurrido, tiene hasta el 6 de septiembre para pronunciarse sobre las elecciones, ordenar un recuento total o parcial de los votos o dar por bueno el resultado que otorgó la victoria al conservador Felipe Calderón, del oficialista Partido de Acción Nacional (PAN). Es una institución respetada, integrada por siete jueces sin compromisos políticos conocidos.
Pero un mes es probablemente demasiado tiempo en el clima de creciente tensión política alimentada por López Obrador. El aspirante derrotado, cultivador de un populismo fácil, se prodiga en inquietantes mensajes que van desde considerarse el indiscutible presidente de México hasta el desprestigio del Tribunal Electoral, pasando por anunciar que acatará el resultado del recuento que exige «incluso si pierdo». Parece como si el objetivo final del ex alcalde de México fuese anular los comicios ganados aparentemente por Calderón, que mantiene un perfil deliberadamente bajo.
Con las movilizaciones populares que viene abanderando desde hace un mes, Obrador ha escogido el peor método democrático para defender la democracia. México se ha dotado en los últimos años de instituciones electorales creíbles, de funcionamiento democrático y maduro. Y no hay de momento evidencia alguna que avale el fraude denunciado por el líder centroizquierdista. Echarse al monte antes de que los órganos de arbitraje hayan cumplido su función, significa, entre otras cosas, que López Obrador carece de respeto por el sistema legal del país que aspira a presidir. La acampada en curso -pomposamente llamada resistencia pacífica- es un grave error más para ganar en la calle lo que le han negado las urnas. Un peligro menor es que acabe perdiendo el apoyo de quienes no le votaron, pero están a favor del recuento. Otro, de mucho mayor alcance, que la confrontación que el ex alcalde de México DF está fomentando, acabe yéndosele de las manos.
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México y el ejemplo de Ucrania
Octavio Rodríguez Araujo
28-07-2006