«No ya mensajes, hay mensajeros, así como el amor es el que ama». [Julio Cortázar]«El propio hecho de la observación altera al observador y a lo observado» . [Heisemberg]La cuestión de la existencia o no de la objetividad en el ejercicio de la profesión periodística no es nueva. Muchos han sido los autores que han […]
«No ya mensajes, hay mensajeros, así como el amor es el que ama». [Julio Cortázar]
«El propio hecho de la observación altera al observador y a lo observado» . [Heisemberg]
La cuestión de la existencia o no de la objetividad en el ejercicio de la profesión periodística no es nueva. Muchos han sido los autores que han teorizado sobre este aspecto tan delicado y complejo a la vez, como lo es el grado de objetividad o subjetividad que contienen las informaciones que transmiten los medios de comunicación: radios, televisiones, periódicos y la, ahora cada vez más extendida, internet.
Mientras unos afirman que la objetividad es posible o que es una meta deseable y alcanzable, otros, en cambio, dudan que pueda darse, llegando incluso a negar su existencia. No pongo en duda que los defensores de una u otra postura han realizado análisis rigurosos para llegar a esas distintas y distantes conclusiones. Y es aquí, en el punto de vista donde siempre surge la diferencia, la subjetividad.
La compleja realidad
Todos sabemos que la materia prima con la que trabaja el periodista, es decir, la realidad, no se deja moldear, ni definir fácilmente; si a esto añadimos que la herramienta para desentrañar y diseccionar esa realidad es el lenguaje, y éste es muchas veces ambiguo, impreciso y se puede prestar a muchas y diversas interpretaciones, podemos llegar a la conclusión de que es muy arriesgado aventurarse en grandes y, casi siempre, perversamente ingenuas teorías sobre la objetividad en los medios de comunicación de masas.
Sin embargo, veamos algunas de estas teorías. La primera definición que vamos a ver es la que nos ofrece Bernarda Boyen. Para este autor la objetividad es «un acto de la inteligencia por medio del cual construimos en el mundo exterior objetos delimitados, estables, que tienen una existencia independiente de la nuestra, y por eso podemos hacer comparaciones entre ellos». Si esto es la objetividad, ser objetivo para Boyen es «publicar de igual forma lo que se desaprueba que lo que se ama, mostrarse más severo con sus amigos que para con los adversarios, no alterar un texto, sobre todo para extraer un argumento, indicar como probable lo que es probable y dudoso lo que parece dudoso, comprobar fuente por fuente, trabajar diez horas para establecer un detalle esencial y no publicar nada hasta que se halla encontrado, criticar sin piedad un testimonio, sea quien sea su autor, hacer frente a los poderosos cueste lo que cueste, porque nada es tan poderoso como la verdad». Visto lo anterior, no hace falta mucho esfuerzo para comprender qué difícil -casi imposible, diría yo- es llevarlo a la práctica cotidiana en el ejercicio de la profesión periodística.
Códigos de ética periodística
Veamos ahora algunas definiciones que nos aportan varios códigos de ética profesional del periodista. El código de Bélgica, dice, por ejemplo, que objetividad es «una actitud moral profesional que el periodista tiene el deber de reflejar al informar sobre los hechos y pensamientos de otro».
A su vez, la carta del periodista canadiense, refiriéndose a la objetividad dice: «luchar por la objetividad, esto es, procurar revelar todos los hechos de una situación dada, todas las opiniones de un determinado asunto, todos los particulares de un problema». Aquí seguimos observando lo tremendamente complejo de este asunto nada baladí y la inmensa dificultad -¿imposibilidad?- de llevarlo a la práctica real, diaria.
Estas serían algunas definiciones de aquellos que mantienen que la objetividad en el ejercicio de la profesión periodística no sólo es deseable, sino alcanzable y un ineludible imperativo. Sin embargo, como decía anteriormente, también existen autores que no sólo dudan sobre su puesta en práctica sino que, incluso, cuestionan su existencia.
La imposible objetividad de los medios de omunicación de asas
Según el escritor y periodista Emmanuel Lizcano «hay que desechar la hipócrita pretensión de objetividad y la mentirosa división de los géneros en informativos e interpretativos, asumiendo la ineludible, y convincente, subjetividad de un lenguaje que debe tanto informar, interpretar y comentar, como valorar, profundizar, criticar y sugerir».
Con esta contundente posición entramos de lleno en el tema de la negación de la objetividad, de su puesta en tela de juicio. Esta negación se sustenta, desde mi punto de vista, claro, en la cuestión de que en todas las facetas de la vida o de la realidad, cada una se inclina -incluso en el ámbito inconsciente- por unos aspectos o por otros, según se vea y según los datos que se manejan de esa vida o de esa realidad.
En esta elección llegan a influir multitud de factores: educación, creencias, nivel cultural, estatus social, etc., – e, incluso algunos que no llegamos a delimitar o definir de manera más o menos consciente; y esto nos lleva, ciertamente, a pensar que vivimos en un estado de permanente subjetividad.
Siguiendo en esta línea de trabajo, el reconocido periodista Peter Raymont afirma tajante que «no existe la objetividad. Todo el mundo tiene un punto de vista». Para sustentar esta teoría Raymont realizó un documental sobre el qué, quiénes y cómo se fabrican las noticias para los grandes medios de comunicación. Como muy bien apunta Rosas Alvarez Berciano, el tópico de la información como «ventana abierta al mundo», queda bastante mal parado en este excelente documental canadiense.
El documental que se titula «The Wordl is Waching», parte de las negociaciones de paz llevadas a cabo por Óscar Arias en Nicaragua en noviembre de 1987 y la cobertura ofrecida por los corresponsales de los grandes medios de todo el mundo. A partir de aquí, Peter Raymont y Harold Crooks van lanzando interrogantes en torno a los métodos de producción de las noticias y cómo éstas son manejadas después por los grandes medios.
Mientras Raymont va filmando, tratando de informar sobre los que informan, los periodistas comentan la situación y examinan y autocritican su trabajo. Uno de los corresponsales televisivos afirma que «un acontecimiento puede tener mayor o menor repercusión mundial dependiendo a la hora que se produzca, a tiempo o no de salir en el telediario de la noche, sometido también, como el resto de la programación televisiva, a las leyes del espectáculo».
Cuestiones elementales
Llegados a este punto, se empieza entender un poco mejor porqué es tan difícil ser objetivos, es decir, cuando nos preguntamos sobre quién decide lo que es noticia, quiénes son los periodistas supuestamente capacitados para ser testigos de primera fila, cómo es tratado ese material recogido sobre el terreno… son cuestiones elementales que nos deberían llevar a pensar detenidamente sobre las dificultades para transmitir fielmente lo que ocurre y por qué ocurre en toda su dimensión, en toda su profundidad.
Por otro lado, en este documental se reflejan los trucos que hay que utilizar para «inventar» la realidad de forma coherente, como el mensaje que se quiere transmitir.
Las palabras: etiquetas imperfectas de la realidad
A nadie se le escapa, por otro lado, que las palabras son etiquetas imperfectas de la realidad, y que el lenguaje es, en muchos casos, un obstáculo entre la realidad y el mundo más profundo, así, con todas estas cuestiones de valor y juicio, no se puede hablar ni seria, ni rigurosamente de una total y absoluta objetividad en el ejercicio de la profesión periodística.