Intimidades reales En la página web de El Periódico se publicaba el pasado jueves una noticia relativa al homenaje en Londres a Diana de Gales, a los diez años del accidente en el que perdió la vida. En ella se leía: «Por expreso deseo de los príncipes Guillermo y Enrique, la ceremonia se mantendrá en […]
Intimidades reales
En la página web de El Periódico se publicaba el pasado jueves una noticia relativa al homenaje en Londres a Diana de Gales, a los diez años del accidente en el que perdió la vida. En ella se leía: «Por expreso deseo de los príncipes Guillermo y Enrique, la ceremonia se mantendrá en la intimidad. Cerca de 500 invitados asistirán al servicio, que será transmitido en directo tanto por la BBC como por la cadena privada ITV».
No hay duda de que las cosas propias de las realezas tienen poco en común con las de los demás mortales, carentes de sangre azulada. Porque no es fácil entender cómo se puede considerar celebrada «en la intimidad» una ceremonia a la que se invita a 500 personas y a dos importantes cadenas de televisión. Pero si el lector desea averiguar a qué puede deberse tan amplia extensión del llamado círculo íntimo, vea lo que al respecto informó la BBC: «Forman parte de la lista de invitados los antiguos miembros del personal que atendía a la Princesa, todas las damas de honor y pajes que asistieron a su boda en 1981 y más de 110 representantes de organizaciones benéficas y de otro tipo con las que ella estuvo relacionada». A su lado, el ennoblecido cantante sir Elton John no pasa de ser un simple invitado más.
Es evidente que la intimidad de las personas reales da mucho de sí. De no ser así, además, no habría material suficiente para alimentar a las revistas del corazón y de la prensa rosa, que podrán explotar a fondo la descripción de los atuendos de ese medio millar de invitados supuestamente íntimos.
No hubo milagro en Lourdes
Si los asuntos de las realezas reinantes están henchidos de hechos chocantes, no menos cabe decir de otros asuntos relacionados con las religiones también reinantes. El Corriere della Sera del pasado miércoles recogía la sorpresa y el desconcierto de los peregrinos aerotransportados desde Roma a Lourdes y regreso, en un vuelo chárter fletado especialmente por el Vaticano (mediante su propia agencia de viajes llamada «Obra Romana de Peregrinajes»), cuando en los controles aeroportuarios de Tarbes fueron despojados de las usuales botellas de agua milagrosa, producto de obligada adquisición por quienes viajan a dicho destino.
A falta del deseable milagro que hubiera permitido a los peregrinos atravesar sin problemas la molesta vigilancia antiterrorista que tanto incordia hoy a los viajeros aéreos, sorprende la ignorancia y la imprevisión de las jerarquías religiosas del famoso santuario mariano -situado en la conocida villa de 15.000 habitantes y 230 hoteles- y la de los comerciantes sacros de la plaza, al no organizar con tiempo la venta de tan carismática agua en botellitas de 100 mililitros, para satisfacer las normas vigentes en la aviación comercial.
Se trataba, en todo caso, de un vuelo de prueba, en un ambicioso plan que incluye peregrinaciones aéreas a Fátima, Santiago de Compostela, Jerusalén y Polonia. Es de imaginar, por tanto, que los avispados vendedores de recuerdos sagrados de los santuarios correspondientes a futuros vuelos vaticanos pondrán ya en práctica medidas adecuadas para facilitar a los viajeros el viaje de regreso, y conocerán de pe a pa cuáles son los artículos de recuerdo que pueden franquear los controles sin necesidad de tener que implorar la milagrosa ayuda de los cielos.
Los trajes del difunto y el honor del general
No solo puede sorprender al lector el número de invitados a un acto supuestamente íntimo, sino también la posesión por una sola persona de cerca de doscientos trajes, como publicaba hace unos días el diario chileno La Tercera, al informar de que Augusto Pinochet, el hijo del dictador chileno del mismo nombre, había puesto a la venta una veintena de los trajes de su difunto señor padre en una céntrica sastrería santiaguina. Al no caber todos en la misma tienda -puntualiza el diario- otros trajes se ofrecerán también en diversos locales.
Llama la atención la candidez del sujeto al anunciar la venta: «Lo único que puedo decir es que esos trajes son usados, incluso por mí. Mi padre me los regaló hace mucho tiempo». Los trajes, algunos, pues, doblemente usados, se cotizan en torno a los 1000 dólares (unos 740 €).
«Entre el honor y el dinero, lo segundo es lo primero», dice el viejo refrán español. La estirpe de los Pinochet satisface bien el proverbio, pues no hay que olvidar los conflictos que todavía rodean a la oculta herencia del general y sus cuentas secretas en el extranjero. ¡Con la de veces que él aludió enfáticamente al honor en muchas de las alocuciones pronunciadas durante su dictadura!
* General de Artillería en la Reserva