Noam Chomsky ha dicho que, «la propaganda es para la democracia lo que es el fusil para un estado totalitario.» La «democracia» promovida e impuesta por los Estados Unidos de Norteamérica emplea la comunicación y las medidas de información – los medios de comunicación – como su arma principal para reprimir y controlar los pueblos. […]
Noam Chomsky ha dicho que, «la propaganda es para la democracia lo que es el fusil para un estado totalitario.» La «democracia» promovida e impuesta por los Estados Unidos de Norteamérica emplea la comunicación y las medidas de información – los medios de comunicación – como su arma principal para reprimir y controlar los pueblos. En ese modelo de «democracia», el pueblo esta excluido del poder y su acceso al conocimiento y a la información está rígidamente limitado por una minoría elitesca que mantiene acaparado el poder económico, mediático y político. La industria de relaciones públicas, creada por los Estados de Norteamérica Unidos al principio del siglo XX, tuvo como propósito principal la «fabricación de un consenso» junto con el compromiso de «controlar el cerebro del público.» Esa industria de propaganda tenía un objetivo muy específico: justificar guerras y agresiones contra otros pueblos para asegurar el poder imperial de Estados Unidos.
Ese objetivo principal no ha cambiado mucho durante los casi cien años de existencia de la propaganda y las mal nombradas «relaciones públicas». La tarea puntual de los medios de comunicación masivos sigue siendo la fabricación de la mentira más grande de la historia: el American Dream. Busca por donde sea – en cualquier medio de comunicación privada, corporativa, masiva – y encontrarás esa mentira. La industria de Hollywood, las fantasías de Walt Disney, las fantásticas telenovelas, las revistas «mainstream» (Life, Time, Newsweek, etc) y las noticias – todos martillando día tras día el sueño americano. Y el American Dream es nada más que el cuento fictíoso, propagandística, del capitalismo-consumismo-oportunimo. Es la obtención de la riqueza material, a costo de valores y vidas humanas. Es la antítesis de la civilización y es el pilar principal del poder imperial.
Hoy, la propaganda ha usurpado la información y los medios de comunicación corporativos han suprimido al periodismo y a la comunicación social. El ámbito comunicacional se ha vuelto un campo de batalla en donde las fuerzas imperiales han convertido los televisores, las radios, la prensa y los espacios cibernéticos en laboratorios de operaciones psicológicas. Realizan campañas coordinadas desde el Pentágono, el Departamento de Estado y la CIA para promover mentiras sobre gobiernos revolucionarios y antiimperialistas en Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, generando matrices de opinión falsas y negativas, reciclando mensajes fabricados en la gran prensa internacional y proyectando montajes mediáticas para justificar agresiones, intervenciones, invasiones y guerra contra nuestros pueblos.
Operaciones psicológicas
Operaciones Psicológicas forman parte de una doctrina oficial de guerra del Departamento de Defensa de Estados Unidos de Norteamérica. Definidas como «operaciones planificadas para transmitir información e indicadores seleccionadas a públicos extranjeros con el fin de influir en las emociones, motivos, razonamiento objetivo, y finalmente, en la conducta de gobiernos, organizaciones, grupos e individuos extranjeros,» el Pentágono afirma que «las PSYOP (operaciones psicológicas) forman parte esencial de la amplia gama de actividades diplomáticas, informativas, militares y económicas de los Estados Unidos.» (Doctrina de Operaciones Psicológicas Conjuntas del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, 2003).
Como es evidente, esta arma de guerra de Estados Unidos es altamente peligrosa. Su objetivo de influir en las emociones y el razonamiento objetivo – y la conducta – de gobiernos y otras entidades y personas fuera de Estados Unidos, podría significar – y justificar – el uso de cualquier mecanismo o medida de comunicación e información para lograr su fin. Un ejemplo de esto es la creación de organizaciones que supuestamente «defienden» los intereses de la libertad de expresión cuando en la actualidad, estas entidades, como la Sociedad Interamericana de Prensa, promueven una realidad fabricada, en donde los países más libres son los represores, los más controlados son los democráticos y la prensa no es la voz del pueblo sino un arma imperial que distorciona, manipula y masacra la memoria colectiva.
La SIP, ET AL
A través de una red imperial – una telaraña de inmensas proporciones – Estados Unidos utiliza las operaciones psicológicas y la subversión para alterar el pensamiento y la conducta de los pueblos en países que rechazan la dominación del norte. Múltiples organismos, como la Agencia de Información de Estados Unidos (USIA), la Voz de América, la Oficina de Diplomacia Pública del Departamento de Estado (creada en el 2005), la USAID, la National Endowment for Democracy (NED), el Instituto de Paz, el Instituto Republicano Internacional (IRI), el Instituto Demócratico Nacional (NDI), la CIA, el Comando de Operaciones Especiales del Departamento de Estado, la Oficina de Influencia Estratégica (OSI) del Pentágono (creada en el 2001), entre otros, trabajan con presupuestos multi-millonarios cada año para ejecutar la guerra psicológica. Estos organismos oficiales filtran fondos y armamentos psicológicos y propagandísticos a través de entidades «cuasi-privadas», como Freedom House, la Sociedad Interamericana de Prensa, Reporteros sin Fronteras, Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) e Intercambio Internacional por la Libertad de Expresión (IFEX), que luego pretenden no formar parte de ninguna agenda estatal cuando lanzan sus bien-coordinados ataques contra los mismos adversarios de las fuerzas imperiales.
Esta gran red imperial también financia e influencia medios de comunicación regionales y locales, en algunos casos directamente comprando las medidas de producción de información, como el caso de El Mercurio en Chile o la Prensa en Nicaragua, o en otros casos, facilitando y controlando los equipos de producción (en Kyrgyzstan, el Departamento de Estado «prestó» equipos para montar una imprenta bajo la supervisión del Instituto Republicano Internacional -liderado por John McCain – y Freedom House que luego sacó varios periódicos y publicaciones de la oposición en ese país fronterizo con Rusia que logró derrotar un gobierno socialista en la llamada «revolución rosada» o «Tulip Revolution» en 2005). En muchos casos, financian y se «relacionan» directamente con los periodistas a traves de programas como el de «vistantes internacionales» del Departamento de Estado, que otorga becas a periodistas de «influencia» para viajar a Estados Unidos, aprender del modelo «American Dream» y luego promover esa propaganda por las pantallas y páginas de su medio. Documentos desclasificados de las agencias estadounidenses han comprobado que en el caso de Venezuela, la mayoría de los medios y periodistas financiados y escogidos por la red imperial pertenecen a las empresas de comunicación que más emplean operaciones psicológicas: Globovisión, RCTV y el Nacional.
Terrorismo mediático
El crimen del terrorismo aún no tiene una definición oficial y acordada por la comunidad internacional. Sin embargo, las Nacionas Unidas lo han clasificado como «cualquier acto cometido con la intención de causar la muerte o el daño corporal a civiles con el propósito de intimidar a una población o forzar un gobierno o una organización internacional de hacer o no hacer algo.» El terrorismo mediático es un concepto bajo debate hoy en día en América Latina y el mundo, y especialmente en Venezuela, donde hemos realizado y primer Encuentro Latinoamericano contra el Terrorismo Mediático en respuesta a la reunión semestral de la Sociedad Interamericana de Prensa, que tomó lugar en Caracas del 28 al 30 de marzo.
El primer caso que legalmente y formalmente implicó a los medios de comunicación en actos de genocidio y violencia contra la sociedad fue en el Tribunal Penal Internacional para Ruanda, en donde el dueño de una emisora de radio fue declarado culpable por haber incitado la violencia, contribuyendo al genocidio de más de 800 mil personas de los tribus Tutsis y Hutus en el año 1994. La sentencia del Tribunal Internacional fue dada en el 2006 y ha abierto la posibilidad de considerar a los medios de comunicación ya no como «observadores» e «informantes» de la sociedad, sino miembros activos y poderosos que deben ser responsables por su acciones.
Cuando se trata de un acción diseñada y cometida con la intención de alterar conductos para generar paranoia, agresión y violencia en una sociedad; tergiversar hechos positivos para crear un ambiente hostil y negativo hacia un gobierno; construir realidades perversas y aberrantes para demonizar una persona o una entidad política – como un gobierno – y esa acción esta siendo coordinado por un gobierno y unos intereses extranjeros que tienen como objetivo la desestabilización y últimamente el derrocamiento de ese gobierno y esa persona, y se realiza de manera sistemática, se pudiera clasificar como una clase de «terrorismo mediático».
Hacia un movimiento internacional de comunicación revolucionaria
Ese objetivo principal no ha cambiado mucho durante los casi cien años de existencia de la propaganda y las mal nombradas «relaciones públicas». La tarea puntual de los medios de comunicación masivos sigue siendo la fabricación de la mentira más grande de la historia: el American Dream. Busca por donde sea – en cualquier medio de comunicación privada, corporativa, masiva – y encontrarás esa mentira. La industria de Hollywood, las fantasías de Walt Disney, las fantásticas telenovelas, las revistas «mainstream» (Life, Time, Newsweek, etc) y las noticias – todos martillando día tras día el sueño americano. Y el American Dream es nada más que el cuento fictíoso, propagandística, del capitalismo-consumismo-oportunimo. Es la obtención de la riqueza material, a costo de valores y vidas humanas. Es la antítesis de la civilización y es el pilar principal del poder imperial.
Hoy, la propaganda ha usurpado la información y los medios de comunicación corporativos han suprimido al periodismo y a la comunicación social. El ámbito comunicacional se ha vuelto un campo de batalla en donde las fuerzas imperiales han convertido los televisores, las radios, la prensa y los espacios cibernéticos en laboratorios de operaciones psicológicas. Realizan campañas coordinadas desde el Pentágono, el Departamento de Estado y la CIA para promover mentiras sobre gobiernos revolucionarios y antiimperialistas en Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, generando matrices de opinión falsas y negativas, reciclando mensajes fabricados en la gran prensa internacional y proyectando montajes mediáticas para justificar agresiones, intervenciones, invasiones y guerra contra nuestros pueblos.
Operaciones psicológicas
Operaciones Psicológicas forman parte de una doctrina oficial de guerra del Departamento de Defensa de Estados Unidos de Norteamérica. Definidas como «operaciones planificadas para transmitir información e indicadores seleccionadas a públicos extranjeros con el fin de influir en las emociones, motivos, razonamiento objetivo, y finalmente, en la conducta de gobiernos, organizaciones, grupos e individuos extranjeros,» el Pentágono afirma que «las PSYOP (operaciones psicológicas) forman parte esencial de la amplia gama de actividades diplomáticas, informativas, militares y económicas de los Estados Unidos.» (Doctrina de Operaciones Psicológicas Conjuntas del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, 2003).
Como es evidente, esta arma de guerra de Estados Unidos es altamente peligrosa. Su objetivo de influir en las emociones y el razonamiento objetivo – y la conducta – de gobiernos y otras entidades y personas fuera de Estados Unidos, podría significar – y justificar – el uso de cualquier mecanismo o medida de comunicación e información para lograr su fin. Un ejemplo de esto es la creación de organizaciones que supuestamente «defienden» los intereses de la libertad de expresión cuando en la actualidad, estas entidades, como la Sociedad Interamericana de Prensa, promueven una realidad fabricada, en donde los países más libres son los represores, los más controlados son los democráticos y la prensa no es la voz del pueblo sino un arma imperial que distorciona, manipula y masacra la memoria colectiva.
La SIP, ET AL
A través de una red imperial – una telaraña de inmensas proporciones – Estados Unidos utiliza las operaciones psicológicas y la subversión para alterar el pensamiento y la conducta de los pueblos en países que rechazan la dominación del norte. Múltiples organismos, como la Agencia de Información de Estados Unidos (USIA), la Voz de América, la Oficina de Diplomacia Pública del Departamento de Estado (creada en el 2005), la USAID, la National Endowment for Democracy (NED), el Instituto de Paz, el Instituto Republicano Internacional (IRI), el Instituto Demócratico Nacional (NDI), la CIA, el Comando de Operaciones Especiales del Departamento de Estado, la Oficina de Influencia Estratégica (OSI) del Pentágono (creada en el 2001), entre otros, trabajan con presupuestos multi-millonarios cada año para ejecutar la guerra psicológica. Estos organismos oficiales filtran fondos y armamentos psicológicos y propagandísticos a través de entidades «cuasi-privadas», como Freedom House, la Sociedad Interamericana de Prensa, Reporteros sin Fronteras, Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) e Intercambio Internacional por la Libertad de Expresión (IFEX), que luego pretenden no formar parte de ninguna agenda estatal cuando lanzan sus bien-coordinados ataques contra los mismos adversarios de las fuerzas imperiales.
Esta gran red imperial también financia e influencia medios de comunicación regionales y locales, en algunos casos directamente comprando las medidas de producción de información, como el caso de El Mercurio en Chile o la Prensa en Nicaragua, o en otros casos, facilitando y controlando los equipos de producción (en Kyrgyzstan, el Departamento de Estado «prestó» equipos para montar una imprenta bajo la supervisión del Instituto Republicano Internacional -liderado por John McCain – y Freedom House que luego sacó varios periódicos y publicaciones de la oposición en ese país fronterizo con Rusia que logró derrotar un gobierno socialista en la llamada «revolución rosada» o «Tulip Revolution» en 2005). En muchos casos, financian y se «relacionan» directamente con los periodistas a traves de programas como el de «vistantes internacionales» del Departamento de Estado, que otorga becas a periodistas de «influencia» para viajar a Estados Unidos, aprender del modelo «American Dream» y luego promover esa propaganda por las pantallas y páginas de su medio. Documentos desclasificados de las agencias estadounidenses han comprobado que en el caso de Venezuela, la mayoría de los medios y periodistas financiados y escogidos por la red imperial pertenecen a las empresas de comunicación que más emplean operaciones psicológicas: Globovisión, RCTV y el Nacional.
Terrorismo mediático
El crimen del terrorismo aún no tiene una definición oficial y acordada por la comunidad internacional. Sin embargo, las Nacionas Unidas lo han clasificado como «cualquier acto cometido con la intención de causar la muerte o el daño corporal a civiles con el propósito de intimidar a una población o forzar un gobierno o una organización internacional de hacer o no hacer algo.» El terrorismo mediático es un concepto bajo debate hoy en día en América Latina y el mundo, y especialmente en Venezuela, donde hemos realizado y primer Encuentro Latinoamericano contra el Terrorismo Mediático en respuesta a la reunión semestral de la Sociedad Interamericana de Prensa, que tomó lugar en Caracas del 28 al 30 de marzo.
El primer caso que legalmente y formalmente implicó a los medios de comunicación en actos de genocidio y violencia contra la sociedad fue en el Tribunal Penal Internacional para Ruanda, en donde el dueño de una emisora de radio fue declarado culpable por haber incitado la violencia, contribuyendo al genocidio de más de 800 mil personas de los tribus Tutsis y Hutus en el año 1994. La sentencia del Tribunal Internacional fue dada en el 2006 y ha abierto la posibilidad de considerar a los medios de comunicación ya no como «observadores» e «informantes» de la sociedad, sino miembros activos y poderosos que deben ser responsables por su acciones.
Cuando se trata de un acción diseñada y cometida con la intención de alterar conductos para generar paranoia, agresión y violencia en una sociedad; tergiversar hechos positivos para crear un ambiente hostil y negativo hacia un gobierno; construir realidades perversas y aberrantes para demonizar una persona o una entidad política – como un gobierno – y esa acción esta siendo coordinado por un gobierno y unos intereses extranjeros que tienen como objetivo la desestabilización y últimamente el derrocamiento de ese gobierno y esa persona, y se realiza de manera sistemática, se pudiera clasificar como una clase de «terrorismo mediático».
Hacia un movimiento internacional de comunicación revolucionaria
Durante el Encuentro Latinoamericano contra el Terrorismo Mediático realizada esta semana en Caracas, ha habido varias recomendaciones de alta calidad para combatir el creciente poder de los transnacionales comunicacionales y el uso del terrorismo mediático para controlar y atentar contra los pueblos. Estas ideas apuntan hacia la necesidad de construir una corriente o un movimiento integracionista, latinoamericano, internacionalista, anti-imperialista y socialista de comunicación revolucionaria. Sin la unidad y las herramientas de combate, no podemos vencer al poderoso adversario imperial.
Algunas de las armas solicitadas en el Encuentran incluyen:
1. La Integración Comunicación – lograr la integración de las televisoras públicas y comunitarias con Telesur, para ampliar su cobertura y audiencia internacional;
2. La Creación de una red de corresponsales contra hegemonía y terrorismo mediático;
3. La construcción de una Corriente Internacional de la Comunicación hacia el Socialismo para tomar la dirección de los medios de comunicación sin intermediarismo;
4. La construcción de un nuevo modelo de prensa – con ética y objetividad;
5. La creación de un «gran diario bolivariano»;
6. La recuperación de los espacios mediáticos para los voceros del pueblo;
7. La creación de una Red de Combate Mediático – que incluye una página web, un periódico y una emisora de radio en por lo menos tres idiomas (inglés, español, portugués), para asegurar el alcance de la información veraz y oportuna;
8. El establecimiento de Centros de investigación Regionales capaces de profundizar el estudio de temas como manipulación y terrorismo mediática, operaciones psicológicas, tácticas y estrategias de injerencia, y otros temas relacionados con la defensa de la revolución.