La libertad de prensa dejó de ser un arma de doble filo para convertirse en un potente artefacto destructor de las células del pensamiento de la humanidad. El Artículo 18 de la «Declaración Universal de los Derechos Humanos», dice: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el […]
La libertad de prensa dejó de ser un arma de doble filo para convertirse en un potente artefacto destructor de las células del pensamiento de la humanidad. El Artículo 18 de la «Declaración Universal de los Derechos Humanos», dice: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.»
El enunciado lleno de buenas intenciones se ha desvirtuado completamente: los oyentes, televidentes y lectores no solo reciben molestias también son manipulados, engañados y hasta vilipendiados descaradamente.
Hay tanta » información», numerosas «fuentes», diversos «canales», productores de «ruidos» que originan una falsa retroalimentación en el mundo de las Nuevas Tecnologías que ni los propios dueños de los medios pueden asumir una coherente organización de los contenidos cada día tan repetitivos, convertidos en auténticos círculos viciosos ante una noticia en ocasiones inventada, distante, muy lejos de los entornos comunitarios. En el negocio mediático no cuenta la opinión del mercado. Es lamentable.
La gran prensa es «tan libre» que publica textos «élites» frutos de un escenario alejado de la masa y muy cerca de unos pocos millonarios: los protagonistas del acontecer noticioso, los buscadores de tesoros.
La humanidad hoy está hecha de petróleo, ese «oro negro venenoso» que persiguen los grandes titulares mediáticos. Tanto interés se contrapone a los pocos o muy escasos renglones dedicados a la pobreza, al hambre ante la advertencia de la Organización de Naciones Unidas de retirar la ayuda a 100.000 niños si no recibe dinero. ¿Quién se preocupa por esta triste realidad? ¿Tanto que venden los medios, no pudieran contribuir con los 500 millones de euros que hacen falta para detener la muerte de niños?
Los grandes titulares de los periódicos del primer mundo son otros, por ejemplo: «Un mendigo halla en la basura planos de la Torre de la Libertad». Mientras estos papeles secretos de la construcción de la Torre de la Libertad, se convierten en un boom mediático, los marginados del planeta esperan por un mínimo «bocadillo», un pequeño espacio para expresar sus necesidades.
El solo enunciado del hallazgo sirve para hacer una enciclopedia, porque junto con los famosos planos todavía buscamos la libertad del planeta y esa, no está debajo de los escombros; se puede hallar con la fuerza de las ideas y de sembrar conciencias.
Para los millones de hambrientos y pobres de la tierra no existe una verdadera TV, periódicos, ni radios que se ocupen de verdad de mitigar la sed originada por la falta de información; los pobres no son motivos de inspiración para las grandes cadenas -la mayoría- dirigidas hoy por comerciantes y no por periodistas o comunicadores sociales comprometidos con salvar la civilización.
Ignacio Ramonet ha descrito con absoluta claridad lo que ocurre en este mundo donde intentamos vivir: «A la hora de la globalización los principales poderes son el poder económico y el poder mediático. El poder político llega en tercer lugar. Y el poder económico cuando se alía al poder mediático constituye una enorme palanca capaz de hacer temblar a cualquier poder político».
Debemos ser justos al señalar que existen medios de prensa dentro del contexto global que independientemente del capital que posee fruto de las propiedades legítimas no le hacen el juego a las transnacionales y se apegan a las demandas de la humanidad. No debemos llamarlos medios alternativos, sino medios necesarios, valientes, capaces de desprenderse de lo material y pomposo, para ofrecer sus señales a los desposeídos. ¿Quiénes son esos que desafían el poder de la industria mediática? Hombres virtuosos, repletos de altruismo que utilizan las etiquetas de las leyes de la comunicación para atraer voluntades. Las incongruencias persisten a pesar que la humanidad haya dicho basta y echado andar.
Por suerte cada día nos percatamos de la estrategia principal que se esgrime: evitar a toda costa la interactividad de las audiencias, crear focos noticiosos manipulados y alentar acciones que desmoronen la armonía social de los pueblos. La asimetría es el puente por excelencia para confundir las masas. Lo «representativo» continúa en su afán de enterrar la acción participativa, es una democracia unidireccional. No hay rebote, y para la mayoría de los pobres el agradecimiento a la prensa escrita radica en la utilidad de camastro: echarse sobre ella para dormir.
Sin entre los códigos del éxito para una persona se hallan sus habilidades de hablar, escribir, leer, escuchar y razonar… en los medios imperiales la idea preconcebida es otra bien distinta, la máxima es otra: la gente no debe aprender a razonar y extraer conclusiones por si misma. Asistimos sencillamente como testigos pasivos del asesinato de la humanidad. Ojo, todos podemos ser cómplices de un crimen, incluso hasta matar un país, y apagar una luz y hasta enterrar buenos ejemplos si nos dejamos llevar por la mentira mediática que se nos presenta muchas veces como «tierna» «inofensiva» y «muy humana». ¡Todo eso es un cuento!