«En EEUU todo aparentemente se sabe o se termina sabiendo, pero nada cambia» Introducción La libertad, y en especial la libertad de expresión, es el principal argumento que emplean los burgueses para defender el sistema capitalista y atacar al sistema socialista. El aspecto ideológico fundamental que hay detrás de este derecho es que su se […]
«En EEUU todo aparentemente se sabe o se termina sabiendo, pero nada cambia»
Introducción
La libertad, y en especial la libertad de expresión, es el principal argumento que emplean los burgueses para defender el sistema capitalista y atacar al sistema socialista. El aspecto ideológico fundamental que hay detrás de este derecho es que su se estudia de acuerdo a su valor en sí y no de acuerdo con las condiciones, alcance y consecuencias que lleva aparejada su ejercicio. La sociedad capitalista es sin duda la sociedad más idealista que ha existido en la historia. ¿Por qué? Porque como miembro de la comunidad política, como miembro del Estado, un pobre es igual que un rico, mientras que como miembro de la sociedad civil un pobre es infinitamente diferente que un rico. De ahí que un pobre tenga los mismos derechos que un rico, pero a la hora de ejercerlos se encuentre a años luz de éste. Basta con un ejemplo: supongamos que un rico quiere que la población lectora de un país sepa que se ha cometido una injusticia contra él. Remite un comunicado a todos lo medios de comunicación del país en cuestión y paga lo que le pidan. Mientras que un pobre no puede hacerlo. Este es un ejemplo claro del abismo que existe entre el derecho a libertad de expresión y de información y su ejercicio real.
La libertad de expresión como derecho humano
En el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos puede leerse lo siguiente: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión». Este derecho no puede ser ejercido si no se dispone libremente de medios de comunicación de masas. De que me vale a mí que me den un derecho si no me dan los medios para ejercerlo con el mismo grade de alcance y eficacia que cualquier otro ciudadano.
Si bien es un acto de libertad del individuo poder expresar lo que piensa, no es un acto de libertad poder disponer de los medios de comunicación de masas para poder ejercer ese derecho. Ya que la posesión de un medio de comunicación de masas no es un problema de libertad sino un problema de propiedad. De ahí que en las sociedades capitalistas la libertad de expresión esté mediada por la propiedad privada de los medios de comunicación de masas. Y si está mediada por la propiedad privada, está al servicio de la propiedad privada. Dicho de forma conclusiva: en las sociedades capitalistas la libertad de expresión es uno de los tantos poderes de los que dispone la propiedad privada para imponer a las mayorías su imagen del mundo.
La libertad de expresión y sus consecuencias
EEUU pasa como la nación más ejemplar en materia de libertad de expresión. Pero yo me pregunto: ¿De qué sirve tener la libertad de criticar a EEUU por la guerra injusta que mantiene con Irak, de qué sirve saber que sus gobernantes hayan mentido para justificar esa guerra, si en la práctica la guerra no se evitó y de manera oficial el mundo entero no ha condenado ni ha aislado a EEUU por esa ilegalidad? Pues no sirve de nada. Está bien defender un derecho y el derecho a la libertad de expresión es un derecho primordial en una sociedad democrática. Pero también es fundamental medir las consecuencias que se derivan del ejercicio de ese derecho. Lo fundamental en el caso que nos ocupa era evitar la guerra, evitar la muerte de 600.000 iraquíes y de 4.000 soldados estadounidenses. Pero la libertad de expresión no ha servido para lograr ese fin. Se muestra así que en este aspecto la libertad de expresión es una libertad impotente o una libertad aparente. Por lo tanto, la libertad de expresión no debería tener su valor esencial en sí mismo, sino en las consecuencias que se derivan del ejercicio de ese derecho. Y en EEUU el derecho de la libertad de expresión se presenta divorciado de las consecuencias que se derivan del ejercicio de ese derecho. De ahí que podamos reconocer que en ese país aparentemente todo puede llegar a saberse, pero ese saber carece de consecuencias prácticas y nada cambia.
La libertad en la producción y la libertad en el consumo
En los países occidentales hay muchas familias que se quejan de la falta de calidad de muchos programas televisivos. También se quejan por su inmoralidad. Y se sienten impotentes. Hay sin duda mucha basura y muchos vividores en la televisión burguesa. Pero para muchos exarcebados liberales, por mucha basura que vomite la televisión, lo fundamental es la defensa de la libertad absoluta de expresión y nada debe ser cercenado. De esta mentalidad también participa mucha gente de izquierda. Hasta el punto de que critican a las autoridades chinas porque quieran poner límites a las «libertades de expresión» en Internet. La defensa que hacen de esta libertad se basa en el argumento siguiente: «Si hay un programa en determinada cadena de televisión que no te gusta, sencillamente aprietas un botón del mando y cambias de cadena. Tú eres libre de seleccionar la cadena que quieras y el programa que quieras. Esa es la gran ventaja de la libertad capitalista y que jamás un país socialista se podrá permitir».
Pero a este argumento hay que responder que esta libertad de la que ellos hablan es una libertad en el consumo. Yo puedo elegir libremente qué producto consumir. Pero no puede elegir qué producto elaborar. No tengo libertad en la producción. ¿Quiénes tienen entonces la libertad en la producción de los programas televisivos? Pues las grandes cadenas de televisión y en general los grandes medios de comunicación de masas. ¿Y en manos de quiénes están esas cadenas y esos medios? En manos privadas. Y como es de suponer, esas manos privadas jamás permitirían que se produjeran programas televisivos que pusieran en cuestión la propiedad privada sobre los medios de producción. Por lo tanto, el derecho a la libertad televisiva de la que disfruta el pueblo es una libertad en el consumo y no una libertad en la producción. Y la verdadera libertad televisiva y radiofónica, la libertad con letras mayúsculas, se daría cuando el pueblo tuviera el derecho de decidir el tipo de programas que se producen. Y esto sólo es posible cuando la propiedad sobre los grandes medios de comunicación de masas esté en manos públicas.
La libertad de expresión y su alcance de masas
Los apologistas del capitalismo suelen decir que en las sociedades capitalistas todo el mundo tiene derecho a decir lo que piensa, mientras que en las sociedades socialistas esto no ocurre. Siempre es importante distinguir entre el derecho a la libertad y el ejercicio de ese derecho. Porque es en el ejercicio de ese derecho donde sale a relucir su verdadero valor. ¿De qué me vale tener el derecho a decir lo que pienso si mis ideas no pueden ser publicadas en los grandes medios de comunicación de masas? ¿De qué me sirve tener la libertad de decir lo que pienso si el conocimiento de las ideas que libremente expreso sólo llega a determinadas minorías? De poco. Es fundamental tener no sólo el derecho a expresar libremente lo que se piensa, sino que tus ideas tengan un alcance de masas. Y midiendo este alcance, sabremos quienes en verdad ejercen ese derecho a libertad de expresión.
Son los periodistas que están al frente de los informativos y de los programas de las grandes cadenas de televisión y de radio quienes en realidad ejercen de manera efectiva la libertad de pensamiento. Puesto que son sus ideas y su concepción del mundo las que llegan a las grandes masas. Son ellos los responsables de la opinión que tienen las mayorías sociales de todo lo que sucede en el mundo. Así que la libertad de expresión tiene grados. Y no puede compararse la libertad de expresión que tiene una persona de ser escuchado por un centenar de oyentes con la libertad de expresión que tiene una persona de ser escuchado por millones de oyentes. Así que haríamos bien en distinguir entre libertad de expresión mayoritarias, cuando el alcance de las ideas que se expresan es mayoritario, y libertad de expresión minoritarias, cuando el alcance social de las ideas que se expresan es minoritario.
La libertad de expresión y la objetividad
En las sociedades burguesas el Estado, los partidos políticos y los medios de comunicación son presentados como factores neutrales en la lucha de clases. Y los medios de comunicación son presentados además como objetivos en la suministración de la información. Se ha querido distinguir también entre un periodismo de información y un periodismo de opinión, donde al primero se le asigna el valor de la objetividad y al segundo el de la subjetividad. Pero tanto el primero como el segundo están preñados de subjetividad.
Sin duda que China es un país inmenso. Tan grande y tan variado como la Unión Europea. De manera que habrá parajes hermosos y otros feos, y condiciones sociales muy avanzadas y otras muy atrasadas. Si un gran medio de comunicación occidental manda a un reportero con su cámara a China para que recabe información, el problema estará en saber qué aspectos de la sociedad china seleccionará y establecerá como importantes de saberse en Occidente. Y esa selección tendrá un carácter subjetivo. Si es un defensor del socialismo chino, nos facilitará una información positiva. Pero si es un detractor del socialismo chino, nos facilitará una información negativa. Sólo se trata de señalar que la información objetiva no existe, que siempre habrá una selección, y ésta tiene un carácter subjetivo. Y aquí la subjetividad tiene que ver fundamentalmente con dos cosas: con los intereses que defiende el periodista y con su concepción del mundo.
La libertad de expresión y la imagen del mundo
Cuando los más destacados periodistas de Occidente hablan de la importancia de la libertad de expresión y que el pueblo tiene derecho a ser informado, en realidad no es ese derecho el que están defendiendo ni el que están ejerciendo. Su libertad, la libertad de sus palabras y de sus imágenes, es construir una imagen del mundo y que las grandes mayorías sociales se hagan con esa imagen del mundo. No están informando a la gente de lo que sucede en el mundo, sino creando una determinada forma de conciencia. Cuando los periodistas europeos siguen día tras día el curso de las elecciones en EEUU, desde que cada partido elige a su candidato hasta que se celebran definitivamente las elecciones, y hablan de la ejemplaridad y admiración que sienten por la democracia estadounidense, sólo están hablando de acuerdo con sus propios intereses como periodistas, de acuerdo con sus propios deseos de cómo debe ser el mundo, no de acuerdo con las necesidades de las grandes mayorías sociales. Así que repito: los periodistas no están defendiendo el derecho de los ciudadanos a ser informados y el derecho a que se expresen libremente, sino que están ejerciendo su derecho a construir una determinada imagen del mundo.
Los periodistas y la neutralidad de clase
En ocasiones se pregunta si los periodistas son objetivos a la hora de informar y en las sociedades occidentales la opinión mayoritaria es que sí. No obstante, hay sectores de la izquierda radical que afirman que la mayoría de los periodistas son representantes de los capitalistas y defienden los intereses de éstos. Aquí la cuestión clave es saber cuánto ganan los principales periodistas del mundo, los que están al frente de la información y de la creación de opinión. Y la respuesta es clara: ganan en concepto de salario muchísimo más de lo que ganan los pequeños y algunos de los medianos capitalistas. Y todas las personas que reciben en concepto de salarios cantidades fabulosas se convierten ipso facto en capitalistas. Puesto que los excedentes de esos ingresos son ingresados en un banco y forman parte del capital productor de interés. Por lo tanto, los periodistas que están al frente de los grandes medios de comunicación son capitalistas y no pueden tener otra visión del mundo que no sea la capitalista. Así que no son neutrales.
A modo de conclusión
La libertad de expresión es en general la libertad de expresión de la burguesía. Es una de las tantas manifestaciones de la propiedad privada. Y el carácter fundamental de esta libertad es construir una determinada imagen del mundo. Son los capitalistas, los grandes creadores de opinión, quienes determinan qué es noticia. El reciente premio otorgado por el periódico El País a Yoani Sánchez no es un premio a la libertad de expresión, tampoco es un premio a la labor periodística, es un premio a la oposición al régimen socialista cubano. ¿Quiénes han decidido ese premio? Los capitalistas. A esos señores habría que hacerles una sencilla pregunta: ¿No habrá bloguistas en España, Francia, Alemania, Rusia, Brasil y en un sinfín de partes del mundo más que son mucho mejores periodistas que Yoani Sánchez? Se puede afirmar con toda rotundidad que sí.
Aunque todos los periodistas que están al frente del rotativo El País se la dan de demócratas y de defensores de la libertad de expresión, en la práctica no lo son. No son demócratas porque en su rotativo no dejan expresar sus opiniones a quienes defienden el socialismo y critican la propiedad privada. Y no son defensores de la libertad de expresión en su sentido universal, porque sólo dejan expresar su opinión a quienes en este caso están en contra del régimen socialista cubano. Decía Hegel que en la China feudal era libre sólo una persona, el emperador, en la Grecia clásica, eran libres unos pocos, los esclavistas, pero que en la sociedad burguesa eran libres todas las personas. Pero a esta última idea de Hegel habría que hacerle una acotación: en las sociedades capitalistas la libertad de expresión sigue siendo sólo asunto de unos pocos, y en este sentido se parecen a las sociedades esclavistas.