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El campo vs. el gobierno

Fuentes: Rebelión

Durante las últimas semanas los trabajadores hemos presenciado la profundización de la lucha entre los productores agropecuarios y el Gobierno. Sus objetivos son los mismos: enriquecerse más y más. Desde los medios de comunicación intentan hacernos participes de una disputa donde somos sólo espectadores y no de lujo, ya que los únicos perjudicados directamente somos […]

Durante las últimas semanas los trabajadores hemos presenciado la profundización de la lucha entre los productores agropecuarios y el Gobierno. Sus objetivos son los mismos: enriquecerse más y más. Desde los medios de comunicación intentan hacernos participes de una disputa donde somos sólo espectadores y no de lujo, ya que los únicos perjudicados directamente somos nosotros: aumento de precios, escasez de productos, desabastecimiento, zonas incomunicadas, cortes de ruta custodiados por la policía, patotas kirchneristas, piqueteras y sindicalistas, etc.

Debemos entender esta discusión como una lucha intra clase: dos sectores pertenecientes a la misma clase luchan por una puja económica. Tanto los productores del campo, como el Gobierno, defienden los intereses de la misma clase: la de los dueños de los medios de producción. Nosotros, los trabajadores, debemos vender nuestra fuerza de trabajo a los dueños de los medios de producción para subsistir. El hecho de que pertenezcan a la misma clase explica por que el Gobierno no ha reprimido los cortes de ruta, no ha tirado un solo gas lacrimógeno, ni una bala de goma. El conflicto que tuvo paralizado al país durante más de 15 días no ha producido una sola víctima. Cuando son los trabajadores los que cortan una ruta, los que se manifiestan de manera organizada, la respuesta es otra: Teresa Rodríguez, Víctor Choque, Carlos Fuentealba, son sólo algunas de las víctimas más mediáticas que han caído a manos de la represión. Los más de 3000 trabajadores judicializados en todo el país por protestas laborales es otra muestra de cómo el Gobierno actúa contra su enemigo de clase.

Más allá de su mismo objetivo, el de enriquecerse cada vez más, surgen ciertas diferencias en cómo hacerlo. Por un lado, los productores agropecuarios (en esta lucha unidos los pequeños con las multinacionales) pretenden seguir beneficiándose con la política agro – exportadora del Gobierno. Por otro lado, el Gobierno, como en todo sistema capitalista, muestra su avaricia y rapiña, queriendo una «tajada» mayor de lo que están recaudando con las exportaciones de soja, principalmente. Esta claro que dentro de la clase gobernante, el Gobierno ha estrechado filas con el sector industrial y bancario (Techint, Grupo Rocca, Banco Macro) en detrimento del sector agropecuario. El dinero que pretende recaudar el Gobierno con las famosas retenciones es necesario para seguir subsidiando a sus «amigos» (peajes, trenes, colectivos de corta y larga distancia entre muchos otros).

El sector de los productores del campo no es homogéneo. Y dentro de este grupo, el de los pequeños productores es el que esta siendo más castigado. Pero en este conflicto su postura es la de «furgón de cola» de los grandes capitalistas del campo y son la fuerza de choque de los mismos. Hay que romper el frente que se ha unido y levantar las banderas contrarias a la clase trabajadora. El Gobierno, tratando igual a los desiguales, ha empujado al abismo a los más débiles del sector.

Pero más allá de los discursos, en la discusión nadie plantea la situación cercana a la esclavitud de 1.300.000 trabajadores rurales, los cuales en su gran mayoría, están trabajando en «negro». Aprovechándose de un sector que se encuentra totalmente desorganizado, con un sindicato totalmente vendeobrero. Y todo esto se ve facilitado, entre otros factores, por la vigencia de la Ley 22.248, sancionada durante la última dictadura cívico – militar. No se escucha ni a los dirigentes del campo, ni al Gobierno «popular» ni al Sindicato (UATRE) hablar sobre los efectos nefastos de esta Ley. ¿Será que le es útil a sus intereses?

Los sectores populares, al ver que los productores agropecuarios enfrentaban la soberbia y el accionar patoteril del Gobierno, vieron con simpatía al sector agropecuario. Pero no tenemos que perder de vista que ellos son «la fuerza de choque» de los grandes productores y multinacionales, que explotan y se enriquecen a costa de miles de trabajadores precarizados.

Debemos destacar el carácter inconexo de las cuatro entidades agrarias y los protagonistas de los piquetes en el campo. Y también las divergencias entre intereses y reclamos de los integrantes de las cuatro entidades.

A todo esto, desde las organizaciones autodenominadas de izquierda, proponían apoyar a los pequeños productores, sin dar el debate político y denunciar el carácter de clase del sector. Otros proponían la Reforma Agraria, levantando banderas de principios del siglo pasado. En definitiva, desde los sectores «progresistas» se ha perdido el objetivo final: el cambio del sistema.

Los trabajadores debemos aprender de esta experiencia el carácter organizativo de la gente que lucha y tiene un reclamo concreto (la gente del campo), el carácter de clase del Estado e individualizar bien a los enemigos de los trabajadores (la Oligarquía y el Gobierno). Hace falta una política para los trabajadores del campo como para los trabajadores de la ciudad. Nosotros no debemos apoyar ni al Gobierno ni a la oligarquía. Tenemos que luchar para terminar contra la explotación capitalista en el campo como en la ciudad. Debemos luchar junto a los trabajadores rurales por la construcción de una herramienta que represente los intereses de toda la clase obrera.

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