En muchos aspectos, la ofensiva de Gaza recuerda la guerra del Líbano del verano boreal de 2006, de la que los dirigentes israelíes claramente aprendieron algunas lecciones. No las lecciones estratégicas, ya que deberían haber finalmente tomado esas famosas «decisiones dolorosas» -en realidad, la simple aplicación del derecho internacional- que fundarían una paz duradera con […]
En muchos aspectos, la ofensiva de Gaza recuerda la guerra del Líbano del verano boreal de 2006, de la que los dirigentes israelíes claramente aprendieron algunas lecciones. No las lecciones estratégicas, ya que deberían haber finalmente tomado esas famosas «decisiones dolorosas» -en realidad, la simple aplicación del derecho internacional- que fundarían una paz duradera con sus vecinos. En cambio, evitaron repetir los mismos errores en materia militar, pero también en el terreno de la comunicación. Al riguroso acordonamiento en el interior y la prohibición de acceso a la Franja de Gaza que les ahorraba a los telespectadores las imágenes de una Gaza martirizada, se sumó una propaganda a todo nivel en el exterior.
«Se creó, con cierto éxito, una nueva Dirección de Información, para influir en los medios de comunicación -revela el semanario británico The Observer-. Y cuando comenzó el ataque (…), una avalancha de diplomáticos, grupos de presión, blogs y otros defensores de Israel comenzaron a machacar con una serie de mensajes cuidadosamente elaborados» (1). Pieza clave de esta maquinaria, el ex embajador israelí ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Dan Gillerman señaló: «Nunca había visto (…) al Ministerio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Defensa, la oficina del Primer Ministro, la Policía y el Ejército trabajar con tanta coordinación y eficacia».
Autodefensa
Ésta es la palabra clave. Ningún Estado, repiten los incondicionales de Israel, aceptaría dejar que su población viva en el terror de los cohetes extranjeros, sin hacer nada. Indiscutiblemente, cualquier gobierno enfrentado a semejante situación reaccionaría. ¿Pero cómo? ¿Desatando una guerra mucho más mortífera o negociando para poner fin a los combates? Desde hace sesenta años, Tel-Aviv entra en guerra afirmando «no tener alternativa» -en hebreo «ein brera»-. Se trata en este caso, más que nunca, de una contra-verdad: ¿acaso los palestinos no reconocieron a su vecino y ocupante desde 1988 y el mundo árabe no le tendió la mano desde 2002, ofreciendo a Israel una normalización completa a cambio de su retirada de los territorios ocupados? Sin olvidar que, si los israelíes tienen derecho a la autodefensa, los palestinos también…
Ruptura
Pero, insistían los voceros diplomáticos y periodísticos de Tel-Aviv, fue Hamas el que rompió la tregua, olvidando que la operación «Plomo endurecido», según admitió Ehud Barak, se preparaba desde hacía seis meses. Nadie niega que hasta fines de octubre los combatientes islamitas habían dejado de disparar -lo reconoce incluso el Ministerio de Relaciones Exteriores israelí en su sitio internet-. Los disparos, sin embargo, se reanudaron en noviembre. Y con razón: detalle a menudo «olvidado», el 4 de noviembre de 2008 el ejército israelí llevó a cabo una operación que le costó la vida a seis combatientes de Hamas, que contraatacó… Otro punto rara vez mencionado: el alto el fuego debía realizarse a la par con el fin del bloqueo de la Franja de Gaza y la apertura de sus fronteras, algo que Israel jamás aceptó. Peor aun: en los últimos meses, el embargo se volvió casi total, a tal punto que incluso antes de la ofensiva, el 80% de la población dependía directamente de la ayuda alimentaria de la ONU. Con la ofensiva israelí, hasta el agua, el combustible, la electricidad y los alimentos básicos escasearon.
Bloqueo
De hecho, habría que remontarse hasta enero de 2006. Ya que en las elecciones legislativas, celebradas a pedido del Cuarteto para Medio Oriente y supervisadas por más de novecientos observadores, Hamas obtuvo la mayoría. Lo lógico hubiese sido que Tel-Aviv lo tuviera en cuenta y considerara al nuevo Primer Ministro como un interlocutor. Ahora bien, no sólo boicoteó al gobierno, sino que logró que Estados Unidos y luego la Unión Europea hicieran lo propio, invocando la negativa de Hamas a reconocer a Israel. Y este bloqueo no cesó cuando el gobierno de unión nacional Hamas-Fatah, formado en marzo de 2007, fijó como programa la creación de un Estado palestino en los territorios ocupados en 1967; un enfoque que el movimiento islamista reafirmó en varias oportunidades (2).
Desproporción
En el sitio internet del Ministerio de Relaciones Exteriores israelí, Ben Dror Yemini escribió: «Algunos de los peores detractores de Israel señalaron que por cada muerto israelí se registra un centenar de palestinos asesinados. Se dice que media verdad es peor que una mentira. Pero no se trata aquí ni siquiera de una media verdad: es un engaño. En efecto, meses y años de disparos de cohetes sobre una población civil, no es una cuestión de recuento de pérdidas». Ya que no siente la más mínima compasión, este André Glucksmann (3) israelí podría al menos asumir estas cifras: en tres años, desde la retirada de Israel de la Franja de Gaza hasta el comienzo de esta guerra, los cohetes Qassam asesinaron a once israelíes, mientras que el ejército israelí causaba mil setecientos muertos; además de las más de mil doscientas víctimas de la operación «Plomo endurecido». Tal como escribe el historiador israelí Avi Shlaim, «el precepto bíblico ojo por ojo es de por sí bastante salvaje. Pero la frenética ofensiva de Israel contra Gaza parece obedecer a la lógica de un ojo por una pestaña» (4). Bernard-Henri Lévy, felizmente, nos tranquiliza: Gaza no fue «arrasada», sino «golpeada» (5)…
Equilibrio
Preocupados por respetarlo escrupulosamente en su cobertura del conflicto, y quizás también por no enojar al gobierno de Francia, la mayoría de los canales franceses alternaron imágenes de civiles israelíes huyendo a los refugios de Sderot y de civiles palestinos bajo el fuego de los F-16 o de los tanques. Tener objetivos civiles constituye, es verdad, la característica misma del terrorismo, o cuando menos de una violación tipificada en las Convenciones de Ginebra. Pero ¿pueden ponerse en el mismo plano, por un lado algunas casas dañadas por cohetes artesanales, y por el otro escuelas destruidas, hospitales bombardeados, depósitos de alimentos reducidos a cenizas por las bombas y los obuses más modernos?
Civiles
Consciente de la conmoción suscitada por este horror, la vocera de la Embajada de Israel en Francia, Nina Ben Ami, aseguró: «Hamas apunta a los civiles, nosotros hacemos todo para evitarlos» (6). El argumento parece surrealista. La Franja de Gaza constituye el territorio más densamente poblado del mundo: 1,5 millones de personas en 370 km2. Sólo quien no haya puesto nunca un pie allí es capaz de imaginar que los combatientes podrían estar en otra parte que no sea entre los civiles. Y pretender que las bombas separarían la paja del trigo es una broma de mal gusto: dos tercios de las víctimas de la ofensiva israelí no son combatientes; un tercio es menor de 18 años. Y es lógico: tal como se vio, aviones y tanques apuntaron a lugares públicos y viviendas. Circunstancia atenuante, alega Ben Ami, «lanzamos volantes anunciando los bombardeos e instando a los habitantes a huir». ¿Pero adónde? Nadie puede abandonar el territorio, ni por tierra ni por mar.
Por otra parte, si Israel deseara realmente proteger a esta población encerrada en una trampa, lo mínimo habría sido facilitar el trabajo de la Cruz Roja: ahora bien, afirma Antoine Grand, su responsable en Gaza, «tenemos enormes dificultades para obtener rápidamente la autorización de los israelíes para intervenir después de un bombardeo. Eso suele demorar entre seis y doce horas, y agrava una situación humanitaria de por sí catastrófica» (7). Más grave aún: un ejército preocupado por el derecho de la guerra, ¿habría recurrido, hecho actualmente comprobado, a bombas de fósforo (8)? Esta guerra, escribiría el historiador Zeev Sternhell, es «la más violenta y la más brutal de nuestra historia» (9).
Odio
La ministra de Relaciones Exteriores israelí, Tzipi Livni, se mostró con frecuencia conmovida, no sin cinismo, por el crecimiento del «odio a Israel». ¿Pero quién lo sembró? ¿Sorprende que el espectáculo de los cuerpos mutilados de mujeres, niños y ancianos desate la furia contra los dirigentes israelíes, e incluso, teniendo en cuenta su apoyo ampliamente mayoritario a las operaciones, contra los israelíes en su conjunto? Y, sin aprobar este desplazamiento -basado en el principio de la responsabilidad colectiva, que no fue aplicado ni siquiera con los alemanes-, ¿cómo no comprender lo que lo genera? Uri Avnery, el decano de todos los pacifistas israelíes, lo comprende bien: «Lo que quedará marcado a fuego en la conciencia del mundo es la imagen de Israel, monstruo sanguinario dispuesto a cometer en cualquier momento crímenes de guerra e incapaz de obedecer a cualquier tipo de obligación moral. Esto tendrá graves consecuencias para nuestro futuro a largo plazo, nuestra imagen en el mundo, nuestras posibilidades de lograr la paz y la calma. A fin de cuentas, esta guerra es también un crimen contra los israelíes, contra el Estado de Israel» (10).
Comunitarismo
La conmoción frente al horror repercute también, más allá de los israelíes, en los judíos. Nada, por supuesto, justifica semejante derrape: los franceses de confesión o de cultura judía no tienen más responsabilidad por los crímenes cometidos por Tsahal que los franceses de religión u origen musulmán por los de Al-Qaeda. Además, ¿puede alguien ser reducido a una sola dimensión, religiosa o cultural, de su identidad? Por otra parte, es necesario que los llamados responsables «comunitarios» no alimenten ellos mismos el comunitarismo. Asombrosa contradicción la del presidente del Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia, Richard Prasquier, llamando a «no importar el conflicto a Francia» y declarando su «solidaridad incondicional» (11) con Israel, tras haber afirmado que «el 95% de la comunidad judía de Francia está de acuerdo con la política de Israel y con el accionar de su ejército» (12).
Antisemitismo
Los acontecimientos de Gaza sirvieron de pretexto para algunos actos antisemitas. Si bien se produjeron graves ataques contra sinagogas o personas identificadas como judías, la lista de hechos mencionados contiene además insultos y graffitis, también inaceptables pero evidentemente menos graves. La experiencia de la segunda Intifada debería instar a los medios de comunicación a la vigilancia y… a la prudencia: el aumento de la violencia antijudía de los años 2001, 2002 y 2003, atribuida erróneamente a los jóvenes de origen inmigrante (13), se vio inmediatamente acompañado de una ola antiárabe y antimusulmana; luego ambas retrocedieron bajo el efecto de las medidas tomadas por las autoridades y también gracias a la movilización antirracista.
Contrariamente a las ideas preconcebidas, no sólo las manifestaciones de solidaridad que se inscriben en la búsqueda de una paz justa no incitan a nadie al odio racial, sino que permiten a todos expresar emociones que, de lo contrario, podrían llevar a acciones irresponsables.
Paz
Es en su nombre que Israel pretende actuar: golpeando severamente a Hamas, facilitaría la paz con los «moderados». Este análisis resulta poco convincente. Aun cuando la operación «Plomo endurecido» debilite militarmente al movimiento islamista, lo reforzará políticamente no sólo en Palestina, sino también en la región. Como Hezbollah en 2006, la resistencia de Hamas lo elevará sin duda al rango de héroe del mundo árabe-musulmán. Por otra parte, si Ehud Olmert y sus ministros, tanto Livni como Barak, quieren sinceramente negociar con la Autoridad Palestina, ¿por qué no cumplieron las promesas hechas en Anápolis, en noviembre de 2007? Como es sabido, los puestos de control no han sido levantados, la colonización no se ha detenido, ni se han suspendido los asesinatos selectivos…
Un Hamas reforzado, una Autoridad Palestina desacreditada: este resultado de la guerra de Gaza representaba sin duda el objetivo de los estrategas israelíes. Con el fin de postergar, una vez más, el nacimiento del Estado palestino, e incluso de volverlo definitivamente imposible. ♦
REFERENCIAS
(1) The Observer, Londres, 4-1-09.
(2) Véase la entrevista concedida a fines de diciembre por Khaled Mechaal, http://blog.mondediplo.net/ 2008-12-22-Khaled-Mechaal-Nous-voulons-un-Etat-dans-les
(3) Véase «Gaza, une riposte excessive?», Le Monde, París, 6-1-09.
(4) Avi Shlaim, «How Israël brought Gaza to the brink of humanitarian catastrophe», The Guardian, Londres, 7-1-09.
(5) Journal du dimanche, 18-1-09. Según la BBC, se destruyeron 4.000 inmuebles y 20.000 fueron gravemente dañados…
(6) Durante un debate en France O, el 12-1-09 a las 22:30 hs.
(7) Libération, París, 6-1-09.
(8) The Times, Londres, 8-1-09. Según los especialistas, el fósforo blanco es un agente tóxico que puede provocar quemaduras en la piel y daños al hígado, al corazón y a los riñones. Si bien no está prohibido por una convención internacional, el Protocolo III de la Convención de 1980 sobre armas convencionales prohíbe su uso contra las poblaciones civiles o contra fuerzas militares estacionadas en medio de poblaciones civiles.
(9) Haaretz, Tel-Aviv, 18-1-09.
(10) http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1231625457/
(11) Programa de radio «Parlons net», en France Info, 16-1-09.
(12) Le Figaro, París, 5-1-09. Luego se desdijo en cuanto al 95%, al hablar en France Info de «la gran mayoría de los judíos de Francia».
(13) Según los últimos informes de la Comisión Nacional Consultiva de Derechos Humanos de Francia, las dos terceras partes de los actos de violencia antijudía no son provocados por franceses de origen norafricano o africano.
*DE LA REDACCIÓN DE LE MONDE DIPLOMATIQUE, PARÍS.
AVI SHLAIM (BAGDAD, 1945), historiador británico «judío-iraquí», perteneciente del Grupo de Intelectuales Israelíes, conocido como los «Nuevos Historiadores».