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Cronopiando

Los rumores

Fuentes: Rebelión

«El Intermedio», sin duda el mejor programa de humor político que puede verse en la televisión española y que, dicho sea de paso, es también el único que no avergüenza ninguna inteligencia,  aunque no siempre se comparta, arranca todos los días, una vez termina el informativo de «La Sexta», canal en el que se emite,  […]

«El Intermedio», sin duda el mejor programa de humor político que puede verse en la televisión española y que, dicho sea de paso, es también el único que no avergüenza ninguna inteligencia,  aunque no siempre se comparta, arranca todos los días, una vez termina el informativo de «La Sexta», canal en el que se emite,  con una cita que ya ha hecho historia en boca de su presentador, el Gran Wyoming: «Ya conocen las noticias, ahora, les contaremos la verdad».

El descrédito de la cita para con los informativos ni se refiere exclusivamente a ese canal, ni se limita al medio de la televisión.  El Intermedio se ha convertido  no sólo en un exitoso programa de humor, sino en uno de los más completos informativos de la televisión española. Sin embargo, si en el primer caso el mérito de que así sea hay que atribuírselo al magnífico equipo de guionistas con que cuenta el programa, su éxito como informativo se debe, sobre todo, a la mediocridad de la competencia.

Tampoco el estado español es la excepción.

Al margen de algunos medios alternativos que tienen su asiento en Internet, las denuncias más veraces y documentadas que un ciudadano estadounidense puede conocer con respecto a la debacle financiera, la guerra de Iraq  o  cualquier otro tema de actualidad, no las va a encontrar en el New York Times, ni en la CNN  o en  los grandes medios de comunicación estadounidenses, sino en ciertas salas de espectáculos donde personajes como Michael Moore o el recientemente fallecido George Carlin, en base a hilarantes monólogos, traducen para su audiencia los silencios y patrañas de los medios de comunicación.

El rigor informativo, desterrado de su medio natural, ha tenido que encontrar refugio en el humor, y excepción hecha de algunos geniales humoristas pocos espacios y voces pueden aparecer en Estados Unidos dedicadas al fomento de la verdad. Si acaso, las palabras de algunos disecados ex presidentes  a los que pocos conocen y aún menos leen, que como Thomas Jefferson, ya en 1802, alertaba sobre las noticias que hoy, más de 200 años después, callan las grandes cadenas y periódicos, cuando decía: «Las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y todas las instituciones que florezcan en torno a los bancos, privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, enseguida por la recesión, hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo sobre la tierra que sus padres conquistaron».

Cualquiera que haya trabajado en un medio de comunicación sabe que más que en las redacciones o en los estudios de televisión o radio, es en los pasillos de esos medios en los que circulan las noticias, las que se publican y las que se descartan, las que se emiten y las que se callan. Las primeras, una vez acreditadas sus bondades, serán investidas como noticias y recompensadas con espacios y titulares. Las otras, una vez  la empresarial alarma advierta su peligro, se graduarán como rumores y serán confinadas al runrún de las  esquinas.