¿Por qué será que nadie se sorprende al leer este titular? ¿Produciría la misma indolencia si sustituyéramos la «z» de este apellido tan bolivariano por una aspirada «s» andaluza? Y ya puestos, ¿qué efecto produciría preguntar si al ex presidente de CajaCanarias, Rodolfo Núñez, le han quedado secuelas tras haber concedido un préstamo de 5.000 […]
¿Por qué será que nadie se sorprende al leer este titular? ¿Produciría la misma indolencia si sustituyéramos la «z» de este apellido tan bolivariano por una aspirada «s» andaluza? Y ya puestos, ¿qué efecto produciría preguntar si al ex presidente de CajaCanarias, Rodolfo Núñez, le han quedado secuelas tras haber concedido un préstamo de 5.000 millones que fueron utilizados en la fraudulenta compra de Las Teresitas, o si Goirigolzarri aún goza de buena salud después de haber sido obligado por el BBVA a jubilarse a los 55 años con una raquítica pensión de tan sólo tres millones de euros al año? ¿Y si fuéramos más allá y nos preguntáramos con asombro cómo es posible que Juan Carlos, el Borbón, aún goce de tanta vitalidad a pesar de su ajetreada y extenuante existencia monárquica y los sinsabores que le provoca tanto republicano que hay por ahí? Pero vamos a dejarlo aquí porque puede que si seguimos indagando y preguntando puede que la Audiencia Nacional nos aplique la ley antiterrorista o, lo que es peor, alguno de sus jueces estrella nos considere «entorno de ETA», y entonces sí que sería nuestro final.
Instigando al asesinato
Pero no es este el caso, se trata de Hugo Chávez, el presidente venezolano, por lo tanto, como sabrán de sobra, se le puede decir lo que le venga a uno en gana, por eso un tal Jacinto Morales, ungido de esa sabiduría obscena y atrevida que da leer El Universal o empaparse los noticieros de Globovisión o de la Televisión Canaria no duda en desear la muerte del mandatario venezolano en un comentario al artículo «Estamos muy preocupados» que firma Daniel Millet en la versión digital de La Opinión de Tenerife y donde refleja los miedos de los emigrantes isleños a perder sus ahorros tras la quiebra del Banco Canarias en Venezuela. Este fue su comentario: «¿Cómo es que Chávez sigue en el Gobierno? Planteo la pregunta de otra manera: ¿cómo es que aún no han sacado a Chávez del Gobierno? De otra más: ¿Cómo es que Chávez sigue aún con vida?». Es probable que me haya quedado corto al calificar sus intenciones como un deseo, lo cierto es que el comentario firmado por Jacinto Morales instiga claramente al asesinato. Hay que recordar que el periódico advierte de que todos los comentarios están sujetos a moderación, con lo que dicho comentario fue autorizado por un operador del diario y, por lo tanto, se trata de una política consciente, de la que el periódico se hace responsable, aunque diga no compartir la opinión de los internautas.
De nada vale que el gobierno venezolano actúe con una celeridad y contundencia a las que no estamos acostumbrados por aquí, que intervenga bancos y detenga a los responsables -cayó hasta el hermano del ministro Jesse Chacón, aunque algunos, como el empresario canario venezolano Álvaro Gorrín Ramos, presidente del Banco Canarias, hayan puesto pies en polvorosa-,que se incauten los bienes a estos malhechores o se garantice la totalidad de los depósitos de los ahorradores a través del Fondo de Garantías y Depósitos (Fogade). Para el retorno venezolano y la falsimedia ultraperiférica no existen otros culpables que el omnipresente Hugo Chávez Frías y el Socialismo del Siglo XXI, y así el diario digital Canariasaldia.com, haciéndose eco de unas declaraciones del presidente del Cabildo de El Hierro -donde sólo se sabe quién gana las elecciones cuando acaba el recuento de los votos llegados de Venezuela-, titula: «El presidente Chávez deja a los herreños sin sus ahorros».
Perestelo entra en el baile
El diputado de Coalición Canaria (CC) en el Parlamento de Madrid, José Luis Perestelo, que no ha querido quedarse sin participar en esta ceremonia, ha puesto su granito de arena relacionando lo sucedido en la quiebra de esta entidad financiera con la apropiación popular de tierras improductivas de los latifundistas canarios -lo que el arco parlamentario canario define como «invasión de tierras»-, afirmando que «son muchos los canarios que han visto distorsionada su vida y su trabajo» a causa de la Revolución Bolivariana. Habría que recordarle al diputado palmero de CC que no ha sido el gobierno venezolano quien ha esquilmado las arcas del Banco Canarias, sino que han sido unos banqueros muy amigos de su grupo político, esos compañeros de comilonas en las habituales cacerías de votos previas a cualquier elección, los que se han llevado los ahorros de muchos trabajadores, pero también los depósitos que el Gobierno de Canarias -presidido por su compañero de partido Paulino Rivero- ingresaba en ese banco en formato de «ayudas sociales» para la práctica del clientelismo con emigrantes canarios y sus familias. A lo mejor a este diputado habría que refrescarle la memoria, porque este lobby agrario canario-venezolano que tan amenazado se siente no sólo apoyó el golpe de Estado de Fedecámaras en 2002, sino que participó en la organización y financiación de un sicariato que ya ha asesinado a más de 200 activistas del Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora .
Otras crisis…
En 1994, una gran crisis bancaria se llevó por delante la mayoría de los grandes bancos venezolanos -los diecisiete que fueron intervenidos o estatizados poseían el 53,5 por ciento del total de los activos del sistema bancario-, la inflación superó el 70 por ciento y el paro desgarró el tejido productivo, cerraron numerosas industrias, miles de millones de dólares de las arcas públicas fueron a parar a los banqueros corruptos y casi siete millones de venezolanos perdieron sus ahorros, entre ellos muchos emigrantes canarios, consiguientemente las remesas de bolívares que se enviaban y que ayudaron a construir la infraestructura agraria en el sur de las islas, sobre todo en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, se evaporaron.
Casi veinte años antes se produjo en Tenerife otra estafa financiera que zarandeó la débil economía isleña y cuyas víctimas volvieron a ser los ahorros de la emigración a Venezuela, las agencias prestamistas de Santaella Cayol y Quintín Melo, que era donde la mayoría de los retornados de la primera oleada -allá por los 70- depositó sus ahorros buscando una rentabilidad que no les daba la banca convencional, presentaron suspensión de pagos. Algunos avispados pudieron recuperar una parte del capital depositado, sin embargo la mayoría lo perdió todo.
…Y otro tratamiento
Pero entonces nadie achacó esa brutal crisis al capitalismo de rapiña de los banqueros, ni pidió la cabeza de los usureros isleños ni tampoco la del presidente venezolano Rafael Caldera -de origen canario también- que presidía el gobierno por segunda vez tras la destitución del corrupto Carlos Andrés Pérez por la Corte Suprema de Justicia. La benignidad con que lo medios trataron la intervención estatal de los bancos tuvo mucho que ver con que la banca española pescara en río revuelto, el Santander y el BBVA se hicieron con más del treinta por ciento del mercado bancario, y también fue por entonces cuando el banco de Emilio Botín se hizo con el Banco de Venezuela a precio de ganga, el mismo banco que hace unos meses el Estado Bolivariano recompró iniciando así su proyecto de banca estatal.
Los ataques a la Revolución Bolivariana no han cesado desde que Hugo Chávez ganó su primera elección: golpe de Estado, cierre patronal, paro petrolero, boicot al abastecimiento de alimentos… Ahora es la quiebra de unos pequeños bancos el ariete utilizado. Mientras en el mundo capitalista estas crisis se resuelven inyectando dinero para salvar, paradójicamente, a quienes las crean y no a quienes sufren sus consecuencias, el gobierno venezolano ha anunciado que sobre las ruinas de estos bancos intervenidos construirá una banca pública que de respuesta a la necesidad social de hacer circular el crédito. Los enemigos son muy poderosos, pero estamos convencidos de que la Revolución Bolivariana lo logrará.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.