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«Bicentenario»

Fuentes: Rebelión

En este mes de mayo Argentina festeja el bicentenario del comienzo de su libertad. Sin embargo, su desprendimiento de España -cuya importancia es innegable- y la consecuente conformación de un gobierno «criollo» supuso, prontamente, tanto la continuidad como la conformación de nuevas estructuras internas de vasallaje y externas de dependencia. Revisar los relatos canonizados como […]

En este mes de mayo Argentina festeja el bicentenario del comienzo de su libertad. Sin embargo, su desprendimiento de España -cuya importancia es innegable- y la consecuente conformación de un gobierno «criollo» supuso, prontamente, tanto la continuidad como la conformación de nuevas estructuras internas de vasallaje y externas de dependencia. Revisar los relatos canonizados como Historia es crucial para pensar en una emancipación definitiva, trastocando el poder asimétrico que se prolonga en el tiempo en nuevas élites metamorfoseadas respecto de aquellas primeras.

Un tinte celebratorio especial pinta a Argentina en esta semana de mayo desde actos y tribunas oficiales, desde los medios masivos, desde las aulas.

La forma en la cual a lo largo del tiempo se ha significado La Revolución de 1810 , hace que en el Bicentenario los hechos que le dan origen a la Patria se conmemoren como una instancia pura desde su génesis, como un momento radicalmente emancipador, despojado de toda disputa política interna y generador de condiciones igualitarias para todo aquel que pisase este bendito suelo austral.

Libertad , Revolución, Gobierno patrio. Los relatos establecidos como Historia a través de herramientas como la escuela son los que sirven a la definición de qué cosa -única y legítima- se entiende hoy como Nación.

Con todo, el proceso libertario nacional -y podría decirse que el latinoamericano en su conjunto- no significó el emerger de naciones plenas y verdaderamente des-sujetadas. Sin desconocer el importante y necesario desprendimiento respecto del mandato español, muchas relaciones de dependencia externa continuaban-comenzaban, a la vez que encontraron su complemento en la mantención de numerosas relaciones de vasallaje y explotación internas.

Hacia afuera y hacia adentro se dio sólo un cambio de rostro en los vínculos de poder. En sí, «[…] la Revolución de Mayo no es una revolución. Hay un cambio del poder político pero no hay un cambio económico» [1] .

«En un principio la concepción de Mayo fue americana, pero cambió en muchos dirigentes después de la separación del Paraguay y las derrotas del Alto Perú. Estos grupos buscaron entonces diferentes soluciones: desde el perdón español al establecimiento de tronos extranjeros, o directamente el protectorado británico, porque para ellos la independencia dejó de ser el objetivo, reemplazado por el civilizador. Esto genera una crisis en la revolución entre los que persiguen objetivos americanos y los que persiguen objetivos europeizantes. Los primeros tenderán a la integridad del espacio, los segundos a su reducción.» [2]

«[…] para las provincias, la Revolución de Mayo era cosa de porteños. Y por eso veían en Buenos Aires un nuevo dominador, que venía a reemplazar al dominador español. De ahí surgen los unitarios y los federales. Los unitarios, que representan a Buenos Aires, y los federales, que representan al interior» [3] .

Aquellos gobernadores que sucedieron al depuesto virrey para el Río de la Plata paulatinamente pasaron a representar primordialmente a un sector social-cultural-geográfico, el de la pampa húmeda productiva. Así, estas incipientes élites criollas fueron organizando al país en torno a las extensiones fértiles y al puerto de aquel aún indefinido territorio nacional. Éste era cada vez más pequeño que el del virreinato en la misma medida en que se iban desestimando las realidades diversas más alejadas del generoso radio rioplatense [4] .

Asumir la conformación del Estado supuso admitir el sustrato filosófico de la misma, cuya matriz se halla en los principios de la modernidad capitalista-europea. Y los valores necesarios para el desarrollo de este modelo de progreso que se instalará globalmente, excluyentemente, eran los que portaba el hombre blanco y cristiano.

La colonialidad del poder en América Latina no terminó con el fin del colonialismo «clásico». Por el contrario, los simbolismos eurocéntricos de la modernidad continuaron regulando las relaciones sociales en las nuevas conformaciones post-coloniales a partir de la imposición de jerarquías como las de progreso-atraso [5] .

Esto explica y fundamenta, por ejemplo, la continuidad de la sujeción de los pueblos aborígenes y campesinos tras la revolución libertadora.

Continuidades

Resulta clarificador saber quién dice qué cosa en el festejo de este Bicentenario.

Las voces más resonantes, las que toman la iniciativa, parecen compartir en general algunas características más o menos constantes. Se dirigen a -y son pronunciadas por-: a) argentinos urbanos, mayormente capitalinos; b) acomodados económicamente, en una posición de privilegio o con aspiraciones a; c) autodenominados promotores y principales responsables del progreso de la Nación ; d) descendientes de inmigrantes blancos y laboriosos (o identificados con ellos); e) con acceso y control a los medios de producción y de legitimación de ellos (o sectores que se sienten representados y/o parte del mismo).

(Anótense las semejanzas y paralelos entre estos y los círculos políticos y económicos hijos de europeos que fueron configurando La Argentina durante los siglos XIX y XX.)

La historia siguió diferentes caminos en estos doscientos años. Sin dudas la estructura social argentina mutó en muchos aspectos hasta quedar irreconocible respecto de aquélla, y los grupos dominantes de hoy difieren mucho de los de antaño. Trazar paralelos «en espejo» es caer en el riesgo de las simplificaciones reduccionistas.

No obstante, quienes han regido y rigen los destinos en estas latitudes algo tendrían en común: unas más, otras menos, casi todas recalan en el carácter dependiente del país, preocupadas por servir a necesidades externas antes que por generar condiciones de autonomía y de dignificación. Entrelazado a esto, además, en general han acentuando la desigualdad, la injusticia, la exclusión de ciertos sectores.

La vida de Argentina se escribe con aquellos primeros asimétricos vínculos comerciales con la poderosa Europa. La existencia en esta parte del continente continúa con el plan que el actual gobierno nacional ha propuesto hace unos pocos meses para pagar parte de una deuda externa, eterna e ilegítima, denominado inicialmente con el sugestivo y eufemístico nombre de Fondo del Bicentenario.

Revoluciones necesarias

Libertad , Revolución, Gobierno patrio. Las palabras que en el tiempo se han oficializado como Verdad parecen perpetuarse en la voz de libros graves y de serios catedráticos. La autoridad que ellos mismos se otorgan es la que les sirve para establecer como objetivas qué cosas ocurrieron y cuáles no.

Sólo sacándoles el bronce a estas narraciones vetustas se podrá descolonizar el pensamiento. Sólo la consciencia clara y des-domesticada alumbra el sueño de las revoluciones necesarias.

No hay proceso de dominación que no encuentre su oponente

Es imperativo pensar y mirar más allá de las arbitrarias fronteras, abrazarse en el encuentro con todos los hombres y mujeres de la tierra hermana. Varios siglos de estigmatización cultural y antropológica, de dependencia económica externa, de sometimiento a los centros de poder europeos en principio, y a los norteamericanos posteriormente, de oligarquías, de burguesías, de aristocracias, de clases políticas mercenarias y cipayas generaron por contrapartida y en simultáneo todo un entramado de luchas y revueltas.

Ya existían los Estados en Latinoamérica cuando surgieron las movilizaciones de Emiliano Zapata en Méjico, de César Sandino en Nicaragua, el Movimiento Katarista en Bolivia, la Revolución Cubana, los Tupamaros en Uruguay, y tantas más.

Aunque con enormes diferencias de objetivos y métodos entre sí, quizá ellas revelen que los proyectos emancipatorios de San Martín, Bolívar, Martí, Tupac Katari y otros -los cuales son tanto fuente de inspiración como símbolos reivindicados por aquellos- hayan quedado inconclusos en su momento.

Preocupa, pero también compromete.



[1] Expresiones de José Pablo Feinmann, en El progresismo argentino. Historia y actualidad (entrevistas de Jorge Halperín). 2006. Ed. Capital Intelectual. Buenos Aires. p. 23. El entrevistado agrega que el proceso político de 1810 se cimienta en «[…] una muy lúcida visión de la burguesía comercial porteña y de Moreno, que era el abogado de los estancieros, de los hacendados, y tenía una marcada lucidez para ver que el sistema [de virreinatos] no le servía ya a las colonias. Pensaba que las colonias, para entrar en el camino del progreso, tenían que instalarse en la senda de Inglaterra y de Francia […]». pp. 22 – 23.

La certeza difícilmente refutable de que lo que se inaugura es un neocolonialismo económico llegará a las pocas décadas en, por caso, los vínculos comerciales que establece Argentina con Inglaterra.

Además de estas dependencias «materiales», las élites locales recrean los lazos de colonialidad. Ellas son las encargadas de aceptar y de instalar o seguir aplicando los ideales culturales, sociales y políticos propios a la modernidad capitalista europea. Sarmiento es quizá uno de los líderes más emblemáticos de esta tradición en Argentina.

[2] Jauretche, Arturo. Manual de zonceras argentinas. 2009. Ed. Corregidor. Buenos Aires. p. 43 (subrayado en el original).

[3] Palabras de José Pablo Feinmann. En Halperín, Jorge. op.cit. p. 23. La distinción entre unitarios y federales es genérica, aproximada. Los litoraleños, aunque con diferencias respecto de los porteños, también se consideran unitarios.

Feinmann agrega: «Lo va a decir Juan Bautista Alberdi […]: ‘Buenos Aires para las provincias era simplemente el reemplazo del coloniaje español por el coloniaje porteño’ […] Liniers observa que en el interior todas las provincias todavía quieren pertenecer a España. En realidad, los ejércitos de las Juntas más parecen ejércitos invasores que ejércitos que vayan a liberar a los pueblos del interior». pp. 24 – 25.

[4] Jauretche, Arturo. op.cit.

[5] «El fin del colonialismo formal, o político en sentido estricto no significó el fin del colonialismo social, cultural y, por lo tanto, político en sentido amplio». De Souza Santos, Boaventura. 2009. Una epistemología del sur. Ed. CLACSO / Siglo XXI Ed. Buenos Aires. p. 12.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.