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Dulzor Amargo

La izquierda ataca el corazón del capitalismo argentino

Fuentes: LAP-CEICS

Uno de los argumentos que suelen plantear los enemigos de la clase obrera es que la izquierda no gana elecciones y tiene una presencia mínima en el movimiento obrero. En el mejor de los casos, cuando no quedan dudas de que los partidos revolucionarios son uno de los motores principales de la movilización, como fue […]

Uno de los argumentos que suelen plantear los enemigos de la clase obrera es que la izquierda no gana elecciones y tiene una presencia mínima en el movimiento obrero. En el mejor de los casos, cuando no quedan dudas de que los partidos revolucionarios son uno de los motores principales de la movilización, como fue en el caso del Casino, los culpan de la derrota. Sin embargo, no pueden explicar los numerosos casos en que la izquierda motorizó el triunfo obrero en varias ramas de la producción. Ya nos hemos ocupado de los docentes en otra oportunidad. En este caso, reseñaremos el combate reciente en la rama de la alimentación, particularmente en Arcor, que da cuenta, en primer lugar, de la profundidad de la crisis de la burocracia sindical. Deja también en claro que el clasismo y la democracia obrera han llegado al corazón del capitalismo argentino.

El núcleo del sistema

El capitalismo argentino tiene su motor en el agro. De hecho, una de las dos empresas que acumulan a escala mundial (Arcor y Techint), lo hace gracias a las ventajas competitivas que el campo le otorga.(1) Arcor, por ejemplo, cuenta con 41 plantas alrededor del mundo, de las cuales, 29 están en Argentina. Una de las principales divisiones, la de golosinas, tiene 4 plantas en Argentina: Totoral (Córdoba), Salto (Buenos Aires), Lía (Córdoba) y Villa Mercedes (San Luis). Asimismo, existen dos líneas, una de barras de cereal y otra de alfajores, en Arroyito y Colonia Caroya, respectivamente. La empresa emplea, en todo el mundo, a 20 mil trabajadores, de los cuales 14 mil trabajan en las plantas argentinas.

Este año, Arcor recibió el Premio Clarín a la Excelencia Empresaria, distinguida como la empresa con «mejor reputación» de la Argentina.(2) Valuada oficialmente en 1.637 millones de dólares, y con una facturación anual de más de 2 mil millones de dólares, su éxito suele atribuirse a la «habilidad empresarial» de su millonario presidente, Luis Pagani.(3) Es el mismo discurso del multimediático Ricardo Fort, que asegura que el dinero que gasta en su lujosa vida no pertenece a los trabajadores de FelFort, sino que es el resultado del trabajo de su padre.

Sin embargo, la ideología patronal de la «cultura del trabajo» no tiene sustento en la realidad. En primer lugar, ya se ha probado que el éxito de Arcor tiene una base material concreta: la productividad del agro pampeano. En segundo, la lucha de los trabajadores de la rama de la alimentación en general, y de Arcor en particular, muestra que los millones de Pagani y Fort tienen su origen en otro factor: a principios de 2010, los trabajadores de la multipremiada Arcor cobraban salarios de 2 mil pesos…(4)

La lucha de los trabajadores de la alimentación

El 12 de marzo de este año, las comisiones internas de Kraft y Pepsico, junto a delegados de Stani Cadbury, continuaron la lucha contra los 53 despidos de 2009 y frente a la intensificación de los ritmos de producción. Ante una gran repercusión mediática, los reclamos también consistieron en un aumento del 35%, salario igual a la canasta familiar, paritarios elegidos en asamblea, reincorporación de los despedidos y fin de los juicios de desafuero. En el Plenario de Delegados del Sindicato de Trabajadores de Industrias de la Alimentación (STIA), Daer dijo que las exigencias eran «una locura».(5) Sin embargo, las bases profundizaron las acciones.

Los trabajadores, acompañados por 200 estudiantes, se dirigieron al Obelisco y a la cámara empresaria, la Copal. Días después, los obreros de Arcor de Colonia Caroya (Córdoba) paralizaron la fábrica contra un despido. El conjunto de la rama se radicalizaba mientras el 25 de marzo las asambleas en Kraft votaron un corte de autopista y le exigieron a Daer un paro general. Paralelamente, se realizaba el primer paro en la historia de Felfort, en reclamo de efectivización de los contratados y aumento salarial. Conciente (y asustado) por la politización de sus obreros, Ricardo Fort emitió un comunicado de prensa en el que hizo expreso: «sabemos que forman parte de este grupo de manifestantes, personas que no pertenecen a la empresa Felfort, están reclamando con violencia en las calles y en los medios de comunicación con incesantes reclamos por un aumento salarial».(6) Marzo se fue con huelgas, cortes y el completo desprestigio de la burocracia.

El 7 de abril, se movilizan trabajadores de Kraft, Pepsico y Stani-Cadbury al Ministerio de Trabajo, al grito de «35% de aumento ya y pase de los contratados a planta permanente». Varias movilizaciones continuaron a lo largo del mes. Otro masivo paro se realizó el 9 de abril en todo el gremio, aunque la dirección sindical había impuesto que sea sólo de dos horas por turno. El 17, a los obreros de la industria de la alimentación se sumaron dirigentes de diferentes ramas (neumáticos, frigoríficos, ferroviarios, autopartistas, textiles y delegados del SMATA y UOM de la zona norte). Juntos buscaron impulsar agrupaciones sindicales independientes de la burocracia y avanzar en la coordinación de la lucha. Los paros y cortes intermitentes de Kraft y Pepsico se sucedieron por varios días.(7) El 14 de abril, se realizó una movilización convocada por el STIA y la Federación de la Industria de la Alimentación (liderada por Luis Morán). Paralelamente, se dio inicio a un proceso de ocupación de fábricas. Asimismo, desde el 20 de abril, en la provincia de Córdoba, se empezaron a suceder los paros en Arcor. Se unieron las cuatro plantas cordobesas (4.500 operarios, mujeres y hombres), y desde las bases se empezó a dar una coordinación para sostener la unidad y las acciones.

A pesar del boicot del sindicato, que realizó un congreso de delegados a espaldas de los trabajadores, y de la conciliación obligatoria dictaminada por el Ministerio de Trabajo, la huelga se mantuvo. Los huelguistas debieron enfrentar, entonces, el asedio de la patota de la Lista Verde, que intentó romperlo. Lejos de lograr su cometido, la acción carnera de la burocracia derivó en dos horas más de huelga en el turno noche. La situación se acercaba a un punto límite: el 15 de mayo, una asamblea masiva en Stani Cadbury votó un paro por tiempo indeterminado hasta doblegar a las patronales.

Rompiendo el cerco burocrático de Arroyito

A principios de mayo, la patronal de Arcor intentó quebrar la lucha de las cuatro plantas cordobesas ofreciéndole un 30% de aumento sólo a los trabajadores de Arroyito. Más de 150 trabajadores de otras plantas viajaron a Arroyito para convencer a sus compañeros que se trataba de una maniobra. Cuando llegaron, se enteraron que el paro no se estaba cumpliendo y quisieron rodear la planta para garantizarlo, a pesar de la fuerte presencia policial. La burocracia trató de mantenerlos aislados de la planta, llevándolos a la sede del gremio, intentando convencerlos de que había que respetar lo resuelto por la asamblea de Arroyito. Al grito de «¡piqueteros, carajo!», los trabajadores no cayeron en la trampa y se reunieron con sus pares de Arroyito. Finalmente, los obreros superaron el impasse logrando que nuevas fábricas de la zona se sumaran a la histórica huelga: unos 450 trabajadores de Georgalos, en Río Segundo, acompañaron la lucha con cortes y piquetes durante 24 horas, al igual que los de Nestlé, Orieta y CeBeSé.

El paro se extendió hasta 19 de mayo y, a esta altura, ya se trataba de una lucha sin precedentes: en toda la historia de Arcor, nunca se había dado un combate de estas características.

Una nueva victoria del clasismo

La lucha de los trabajadores de la alimentación obligó a la patronal a otorgar un aumento del 35,2%, lo que significa un básico de $3.800.(8) Y se logró a pesar de que, en paritarias, el Ministerio había dispuesto tan sólo un 26,5%, en consonancia con el límite que intentó imponerle Hugo Moyano a los reclamos obreros. Porque la burocracia, una vez más, en vez de preocuparse por los intereses obreros, prefirió defender los de la patronal y el gobierno. Como aseguró el líder de la CGT, haría todo lo posible por «no cometer desbordes ni nada que afecte el normal desenvolvimiento de la economía».(9)

A pesar de haber llamado a los paros, en su accionar la burocracia no garantizó las condiciones para el triunfo. De hecho, militó para el estancamiento del proceso. Por ejemplo, no organizó fondos de lucha que permitieran sostener la huelga. Tampoco garantizó la unidad de las 4 fábricas cordobesas de Arcor, permitiendo que Romero, el Secretario General de la filial STIA Arroyito, firmara el acuerdo con la patronal y quebrara la lucha. Situación que iba en consonancia con los deseos del Ministro de Trabajo, Carlos Tomada, que buscó cerrar el conflicto por orden expresa de Cristina Kirchner, que deseaba que ningún enfrentamiento social manchara los festejos del Bicentenario.(10)

Sin embargo, los obreros superaron la maniobra y se mantuvieron unidos, a pesar de la distancia y los manejos de la burocracia y la patronal, bajo la consigna «si tocan a uno los tocan a todos». Y se sacaron de encima a la burocracia gracias a la organización y la el desarrollo de los sectores clasistas. En este sentido, los compañeros de Arcor (Villa Mercedes), plantearon que «hay que organizarse para sacar a los dirigentes vendidos que firman acuerdos a espaldas a los trabajadores». Asimismo, en Lía Bagley se eligieron comisiones internas y se constituyó una dirección que, desde la fábrica, logró imponer las decisiones fundamentales del conflicto a todo el gremio, no se acató la conciliación obligatoria cuando fue dictada y se consiguieron dos paros nacionales que unieron a 60 mil obreros de la alimentación. Así se conquistaron los $3.800 de básico. También se consiguió que el gremio se pusiera a disposición de los trabajadores. La Comisión Interna, incluso, habilitó la posibilidad de hipotecar el predio de la Federación para llevar adelante el conflicto: «para qué sirven los bienes del gremio, si no es para sostener la lucha».(11)

Como ya es tradición de la burguesía, intentan legitimar los despidos y la represión mostrando que obreros y partidos de izquierda son cosas diferentes: Marta Fort, dueña de Felfort, aseguraba que «La gente que está cortando no es parte de la empresa. Es gente de izquierda. Los obreros de mi empresa son un amor y quieren trabajar».

Cosecharás tu siembra

Como venimos sosteniendo, la radicalización de la clase obrera argentina dista mucho de ser un fenómeno acotado. El desencanto de los trabajadores con la burocracia ha permitido el avance de los sectores clasistas, que no surgieron de la nada, sino gracias a la paciente y cotidiana intervención de los partidos revolucionarios. Y no es casualidad que el 35% de aumento se haya logrado en el gremio de la Alimentación: en él se ha concentrado el trabajo de la izquierda revolucionaria desde hace tiempo.

Tanto el PO como el PTS, y hasta el PCR y el MST se encuentran recolectando el fruto del trabajo de años. En Felfort, Kraft-Terrabusi, Pepsico, Stani Cadbury, Lia-Bagley y Arcor, los trabajadores están mostrando que ya no siguen los dictados de la burocracia, sino que, cada vez más, son concientes de la necesidad de enfrentar a la patronal y al sistema capitalista para defender sus intereses.

Si el caso de Kraft significó un salto cualitativo en la lucha de clases, nos encontramos frente a la expansión de su influjo en el conjunto de la rama. Este nuevo conflicto significó la incorporación a la lucha de los trabajadores de la empresa más importante del país, lo que expresa un nuevo avance en la organización y en la conciencia revolucionaria de los trabajadores. La conquista del 35% y el rompimiento del techo salarial pasarán a formar parte de las reivindicaciones de los miles de activistas que se sumarán a la pelea por la vida nueva. Al calor del desprestigio de la burocracia sindical, del deterioro de las condiciones materiales de los trabajadores y de la profundización de los combates, una nueva generación de obreros de izquierda madura al calor de la crisis. La izquierda revolucionaria se prepara para una nueva cosecha.

Notas:

(1) Véase Baudino, Verónica: El Ingrediente Secreto, Ediciones ryr, Bs. As., 2009.

(2) www.ieco.clarin.com, 9/5/2010.

(3) www.lavoz.com.ar, 1/4/2010.

(4) http://www.cadena3.com.ar/contenido/2010/04/23/51545.asp.

(5) http://www.pts.org.ar/spip.php?article15248. Las acciones de los trabajadores fueron tomadas de las prensas partidarias del PO, el PTS, el MST y el PCR.

(6) http://www.diarioshow.com/notas/2010/03/25/29822-ricardo-fort-le-responde-a-sus-empleados.html

(7) http://trabajadoresdeterrabusi.blogspot.com/2010/05/trabajadores-de-la-alimentacion-marcan.html

(8) http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1266345

(9) http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1271016

(10) http://www.tn.com.ar/2010/05/20/politica/02197826.html

(11) http://trabajadoresdeterrabusi.blogspot.com/2010/05/trabajadores-de-la-alimentacion-marcan.html

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.